
Sólo 48 horas antes de que Felipe Calderón tomara posesión como presidente de México, el científico Ruy Pérez Tamayo predijo: “Aunque el próximo sexenio político no se vislumbra como favorable, la comunidad científica mexicana está preparada para enfrentarlo y sobrevivir”.
De eso han pasado ya más de cinco años y el vaticinio se cumplió. Durante este sexenio que está por culminar, la ciencia y la tecnología recibieron los presupuestos anuales más bajos en su historia. El índice de cobertura tecnológica cayó del 0.24 a 0.04 durante el pasado y el presente gobierno, lo cual significa que nuestro país compra un 96 por ciento de la tecnología que utiliza y sólo vende 4 por ciento.
México no sólo es el país que menos invierte sino también la nación peor evaluada en los rubros de la ciencia y el conocimiento. De hecho, se encuentra en los últimos lugares de los países de América Latina, el Caribe y las países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Además, el desdén del presidente Felipe Calderón hacia la ciencia va más allá de lo económico. El pasado 18 de octubre, por ejemplo, se negó por cuarta vez consecutiva a asistir a la entrega de los Premios de la Academia Mexicana de Ciencias, de ahí que dicha premiación se hizo sin su presencia y de manera atrasada para los científicos ganadores de los años 2008, 2009, 2010 y 2011.
Actualmente, el Estado mexicano cuenta con una Ley de Ciencia y Tecnología, un Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico y un Programa Especial de Ciencia y Tecnología e Innovación, entre otros muchos instrumentos, que de nada sirven. A la ley no se le respeta, ya que específica que se debe destinar el 1por ciento del PIB, lo cual no ocurre. Al Consejo nadie lo consulta y el Programa sólo funciona en los documentos oficiales.
Según datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), de los 112 millones de mexicanos sólo 12 millones tienen una licenciatura y menos de 1 millón han estudiado un posgrado. En el mejor de los casos, sólo ingresa al posgrado el 20 por ciento de los jóvenes que concluye una licenciatura.
Comparado con Brasil, por ejemplo, México tiene un déficit en lo que se refiere a la graduación de doctores, ya que de cada 10 mil habitantes de la Población Económicamente Activa se gradúan 0.6 doctores, en tanto que en el país sudamericano la cifra llega a 1.1.
En México hay 1.7 investigadores por cada 10 mil habitantes, mientras que en países desarrollados existen de 30 a 40. El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) tiene 18 mil integrantes, la Academia Mexicana de Ciencias agrupa a 2 mil 272 miembros y el Conacyt registra 39 mil becarios en México y en el extranjero.
NUNCA TAN MAL
René Drucker Colín, uno de los científicos mexicanos más destacados y quien hoy ocupa la dirección general de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, afirma: “Nunca hemos estado tan mal como en este sexenio”.
El sexenio, dice, empezó mal con el nombramiento de Juan Carlos Romero Hicks como director general del Conacyt.
“Él no tenía idea acerca de la ciencia y ni siquiera le interesaba porque aspiraba a otro puesto, pero como premio de consolación recibió éste”, expone Drucker Colín.
“Yo pedí la renuncia del director del Conacyt y al final lo quitaron; pusieron en su lugar a Enrique Villa, una persona mucho más capaz, con posibilidades e inteligencia para impulsar la ciencia, pero sin el presupuesto necesario ni el interés del presidente Calderón. Tan así que el mismo jefe del Ejecutivo Federal solicitó una disminución de la inversión en ciencia hasta de 0.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), algo incompresible en un Presidente de la República”, añade.
Según el también ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), hoy el Conacyt está rebasado, ya no funciona como institución para lo que debería de ser la ciencia en este país. En 2012, agrega, habrá que repensar qué es lo que se tiene que hacer, “quizás elevar su nivel en el gobierno y crear una Secretaría de la Ciencia y Tecnología, para contar con recursos suficientes, planear y desarrollar proyectos para el futuro”.
Es difícil predecir el trato que podría tener la ciencia en el próximo sexenio 2012-2018, pero precisa que en lo personal está con López Obrador y como integrante de su Comité Ejecutivo Nacional y encargado de la ciencia, pensaría que ésta tendría un espacio por lo menos mucho mejor que en toda su historia anterior.
No creo, dice, que Peña Nieto le vaya a meter mucho entusiasmo a la ciencia; y el PAN tampoco ha mostrado ningún interés por la ciencia y la tecnología, no le entiende bien y el problema es que la clase política mexicana es ignorante en general, considera.
Drucker afirma que la ciencia y tecnología, al igual que la educación, son monedas de intercambio para intereses muy particulares de grupos políticos que nada tienen que ver con el desarrollo del país. Y sí con el poder, con la chamba para los cuates y su integración a la nómina.
“Creo que la clase política no le ha querido entrar al tema de la ciencia porque son ignorantes o no les interesa el país. La ciencia y la tecnología son monedas de intercambio, y un ejemplo es la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados integrada por personas ineptas e incapaces”, agrega.
“Sé que la ciencia no va a resolver todos y cada uno de los problemas de la nación, pero ciertamente es una palanca importante para el desarrollo, si se impulsa adecuadamente, habrá muchísimas oportunidades que se han perdido y que se van a seguir perdiendo si no se apoya la ciencia como lo hacen otros países”, advierte.
Dice que el Estado mexicano es un poco esquizoide de todo esto porque por un lado dan becas, se invierte mucho en formar gente de alto nivel y luego no hay oportunidades para que se aproveche a aquellos que fueron formados en las diversas áreas de la ciencia, entonces muchos se van al extranjero y no regresan, hay todo un desorden porque no hay una planeación, y eso ni siquiera es un asunto de dinero.
El neurofisiólogo mexicano que causó revuelo internacional en los 80 con sus investigaciones sobre la biología del sueño y trasplantes en busca de un tratamiento para la enfermedad del Parkinson, comenta que en México se hacen organismos, reglamentos y leyes, pero los consejos no sirven y las leyes no se cumplen.
“A la clase política le vale un verdadero cacahuate toda esta pérdida, por ejemplo ahorita, están peleando a ver quién va a quedar de senador o diputado, andan buscando puestos, quieren quedarse en la nómina. En la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores está la basura reciclada, ¿cómo va a avanzar el país si son los mismos? Así no hay futuro”.
De seguir así, insiste, “vamos a cancelar la soberanía, el futuro y a los jóvenes”.
En los países de la OCDE México es el que menos invierte, y en consecuencia en todas las evaluaciones y rubros de la ciencia y el conocimiento la nación está en los últimos lugares.
Asegura que en México sí hay buenos científicos, el mexicano es tan capaz como el francés, el italiano, el gringo y el canadiense, pero este no es un asunto de capacidad. Aquí hay gente muy inteligente, pero se carece de recursos, de planteamientos y metas que no se cumplen.
“Yo diría que la ciencia está a punto de fenecer. Nunca hemos estado tan mal como en este sexenio. Al Ejecutivo le tiene totalmente sin cuidado la ciencia, bueno tan es así que el Presidente de la República no fue capaz de entregar el Premio de la Academia de las Ciencias durante los últimos cuatro años, no le interesa, no le importa, para él la ciencia no existe”.
Calderón, considera, no tiene la menor idea del daño que le está haciendo a este país cancelando el apoyo a la ciencia, y lo hace con sus comparsas en el PAN, en el PRI y en el PRD, todos son igual de ignorantes e incapaces. Desde luego hay excepciones pero eso no sirve de nada, afirma.