Bastó una semana para que el hashtag #MeToo recobrara fuerza en la sociedad mexicana y la polarizara en torno al poder de convocatoria, reacción y destrucción de las redes sociales. La muerte del cantante y poeta Armando Vega Gil no hizo más que exacerbar la división en la sociedad.
En las primeras horas de lunes 1 de abril, la noticia de la muerte de Armando Vega Gil, fundador de la agrupación Botellita de Jerez, sacudió a la comunidad cibernética por los motivos que lo orillaron a quitarse la vida.
Días atrás, el músico había sido acusado de acoso en la cuenta @metoomusicamx, dirección de Twitter que había surgido una semana anterior, al igual que otras, para señalar supuestos abusos de violencia contra mujeres en los sectores editorial, musical, periodístico y actoral, por mencionar algunos.
Desde entonces, decenas de nombres comenzaron a ser expuestos por supuestas víctimas que, de manera anónima, desencadenaron una cascada de acusaciones y las repercusiones no se hicieron esperar como actos de justicia social.
Efrén Barón, entonces guitarrista del grupo musical División Minúscula, fue sacado de la banda tras aceptar las acusaciones de acoso sexual en su contra.
Por medio de un comunicado, la banda tamaulipeca anunció la expulsión de su integrante aludiendo conducta irrespetuosa y violenta.
“Como grupo, División Minúscula estamos en contra de toda conducta irrespetuosa, acosadora o violenta. Con las recientes acusaciones en contra de Efrén, hemos decidido por separarlo de la banda. Realmente sentimos demasiado todo esto y esperamos se resuelva de la mejor manera”, dijeron a través de sus redes sociales.
El rapero Lng/Sht se vio obligado a pedir disculpas públicas en Twitter al ser señalado por Ariadna Montañez y Adriana Calahorra en el movimiento #MeToo.
“Asumo mis acciones y no busco justificarme. Hice mal en publicar la desafortunada línea motivo de esta disculpa en mi canción ‘El club de los 27’. Línea que agrede a Ariadna. A pesar de que mi intención nunca fue lastimarla y siempre busqué omitir su identidad, quería que se entendiera como un hecho ficticio y un punchline gracioso”, señaló el rapero en sus redes sociales.
El movimiento levantó las voces de cientos de mujeres que por años, incluso décadas, permanecieron calladas ante el temor de represalias. Incluso, la cantante Carla Morrison aprovechó el hashtag para exhibir el hostigamiento sexual que recibió por parte de su ex maestro de canto Óscar Sámano.
“Para la octava y última clase (porque nunca volví) le lleve todos mis discos en físico para que cuando tuviera oportunidad pudiera conocer mi música, ya que yo sabía que mi música no la conocía y para mi sorpresa cuando le di mis discos, los miró y con cara de asombre y saboreándose las palabras y los labios me dijo: wow, yo sí pagaba para verte bailar en el teibol”, escribió en sus redes la bajacaliforniana.
Con el movimiento en auge, poco tardó para que otras cuentas nacieran con el fin de evidenciar el acoso en otras áreas de las artes. En pocos días las cuentas @metooescritores, @metooacademicos, @metoocinemx, @metoocreativos, entre otros, ya dominaban la tendencia en Twitter.
Como ocurrió en el ámbito musical, de la acusación en la red de micro mensajes se pasó a las acciones concretas y varios de los implicados perdieron sus fuentes de trabajo como Leonardo Valero, ahora ex director de operaciones del periódico Reforma, quien fue removido de su cargo por hostigamiento sexual hacia la periodista Eloísa Farrera.
Parecía que el movimiento estaba logrando su objetivo: la visualización del fenómeno de acoso sexual hacia la mujer, en una sociedad que ha normalizado las conductas machistas.
Escritores, actores, diseñadores, periodistas y maestros universitarios, las acusaciones abarcaban todas las áreas y la avalancha parecía no detenerse.
Las denuncias en redes provocaron también manifestaciones en universidades como en la Facultad de Artes Visuales (FAV) de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), en donde se registró el caso más sonado de acoso sexual.
Pero el creciente tsunami de denuncias también acarreó los primeros casos de contraataque: hombres que aseguraron ser difamados en una plataforma que hacía eco de acusaciones de mujeres sin voz ni rostro.
Las réplicas de varones que se sintieron atacados injustamente por el movimiento no fueron pocas y de inmediato se generó un nuevo debate sobre la veracidad de las denuncias en el movimiento.
Aludiendo al famosa frase “se convirtieron en lo que juraron destruir” algunos usuarios, en su mayoría hombres, exigieron a las cuentas exhibir las pruebas del hostigamiento y no solo evidenciar los nombres de los supuestos acosadores para que fueron acorralados en las redes sociales.
“En el @MeTooEscritores leo muchos traumas. Mujeres a las que les urge una terapia porque creen que sus traumas las legitiman como jueces, lo peor: creen que sus traumas legitiman a todas las supuestas víctimas y tachan de marchitos al resto(sic)”, publicó el 31 de marzo el usuario @danurcad.
“Esta es una forma vil de chingar a muchos inocentes. Muchas fe las denuncias no tienen fundamentos. Ejemplo: las mujeres en el metro que supuestamente son acosadas, pero pertenecen al crimen organizado y extorsionan a gente que nada que ver”, dijo el 2 de abril @LuisDel21798188.
Incluso, hubo algunos que retaron a las aparentes víctimas a denunciar para creer en sus acusaciones. Y es que, algunos usuarios aseguraron que la denuncia virtual no deja de ser difamación si no se cuenta con pruebas.
“Esta ya se transformó en un carnaval de cobardes, que escudándose en el anonimato se les hace fácil esparcir su mierda. Bienvenidos a la inquisición virtual. Si denuncias en Twitter no te creo (sic)”, escribió el 2 de abril @SergioD48904428.
“Los linchamientos pueden desembocar en tragedias bajo el anonimato de denuncias falsas y administradores anónimos también. Si fuiste acusado de forma arbitraria busca asesoría legal”, publicó el 1 de abril @Defemsadelarti1.
“Si el movimiento #MeToo se mantiene en el anonimato pasará de ser una causa justa para volverse una cacería de brujas. Levanten la voz, denuncien, únanse por lo que es correcto, dando la cara para generar verdadera conciencia y comunidad”, expresó el 1 de abril @Feral_hearts.
Y cuando el debate de la veracidad del movimiento alcanzaba su punto más crítico, el suicidio de Armando Vega Gil, fundador de Botellita de Jerez, lapidó la lucha del hashtag.
EL EFECTO VEGA GIL
Días previos, el artista había sido acusado por acoso en la plataforma @metoomusicosmexicanos. En la denuncia anónima, una chica mencionó que a los 13 años fue víctima de hostigamiento sexual por parte del músico, lo que se traducía a corrupción de menores.
Habían pasado pocos días de la denuncia anónima y el escrutinio social acorraló al artista regiomontano, quien prefirió inmolarse y dejar un mensaje con su muerte.
“Hace unas horas en cuenta de twitter #MeTooMusicosMexicanos, una chica me acusa de abuso y acoso. Ella narra que el episodio ocurrió cuando tenía 13 años, lo cual hace que esto se vuelva grave, muy grave. Bien, lo afirmo categóricamente, dicha acusación es falsa.
“Es correcto que las mujeres alcen la voz para hacer que nuestro mundo podrido cambie. Es un derecho inalienable el de la denuncia, sobre todo para las mujeres de este país y del mundo entero.
“En fin, es un hecho que perderé mis trabajos, pues todos ellos se construyen sobre mi credibilidad pública. Mi vida está detenida, no hay salida. Sé que en redes no tengo manera de abogar por mí, cualquier cosa que siga será usada en mi contra, y esto es una realidad que ha ganado su derecho en el mundo, pues las mujeres, aplastadas por el miedo y la amenaza, son las principales víctimas de nuestro mundo”, escribió el músico antes de quitarse la vida.
Las redes se encendieron: la muerte de Vega Gil trajo fuertes cuestionamientos al movimiento y la objetividad de sus denuncias.
Se les acusó de asesinas, de hostigadoras, de mentirosas y respuesta inmediata que se obtuvo fue el silencio ante la aparente caída de la cuenta, que después acusaron de un intento de hackeo.
Pero @metoomusicosmexicanos regresó horas más tarde para cuestionar la decisión de Vega-Gil y tacharla de ruin.
“El suicidio de Armando Vega-Gil es responsabilidad de Armando Vega-Gil” y “Ocurren 17 casos de suicidios reales en México cada día. Jugar con eso para salvarte de una demanda por pederasta e intentar ‘limpiar tu imagen’, no sólo es cobarde, es ruin #MeToo”, se puede leer en los mensajes del movimiento horas después de darse a conocer la muerte del artista.
El acoso hacia las mujeres pasó a segundo término y la discusión se centró en el uso de las redes sociales para hacer justicia, que muchos acusaron de linchamiento social.
“La justicia debe parar metoo en todo el mundo. Presunción de inocencia y debido proceso. Paren ya de difamar y linchar sin pruebas. La muerte de Armando Vega está siendo investigada por homicidio culpaos. Pongan sus barbas a remojar. ¡Basta!, comentó el 2 de abril @ruperto2222.
Y cuando el debate se polarizaba aún más, un nuevo elemento añadió picante a la controversia: el último audio de Vega-Gil, en el que reprochaba como desde el anonimato habían destruido su carrera.
“Aunque se supiera la verdad y se aclarara, incluso penalmente, ya me hicieron polvo, ya no tengo credibilidad como músico y fotógrafo y como escritor, que a parte, la mayoría de las cosas que hago son para niños ¿no? y adolescentes, entonces, me voy a quedar sin trabajo. Tarde o temprano la gente va ir abandonándome, porque una editorial no va a publicar un libro mío no porque crea que soy un pederasta, sino porque a la editorial no le conviene tener alguien que está en entredicho”, se puede escuchar en el mensaje de audio.
Por su parte, la plataforma aseguró que continuará con su lucha por resarcir el daño que por años ha provocado el acoso en las mujeres y advirtió al resto de los denunciados que no permitirán que desacrediten al movimiento con la muerte de Vega-Gil.
“A cualquiera de los acusados y delincuentes invictos que quieran utilizar este doloroso evento para desacreditar al movimiento internacional #MeToo, así como a las denuncias en sus contra, queremos informarles que por más que nos sigan violentando, no nos vamos a callar”, se lee en un mensaje colgado el 1 de abril.
La lucha virtual se convirtió más en una guerra de género entre hombres y mujeres que hasta el cierre de esta edición no cesaba.
ANTECEDENTES #METOO
El movimiento internacional #MeToo nació en 2017 pasado cuando actrices de Hollywood denunciaron al director Harvey Weinstein por años de hostigamiento sexual.
Una de las primeras en alzar la voz fue la actriz Rose McGowan, a la que poco a poco se le fueron sumando otras celebridades.
A la deshonrosa lista de acoso, encabezada por Weinstein se le unieron Kevin Spacey, James Franco y Mel Gibson, entre otros.
Tras el destape de abusos en la industria del cine del vecino del norte, diversos países del mundo adoptaron el movimiento, entre ellos México.
A nivel local, la primera expresión de #MeToo se registró al interior del Tecnológico de Monterrey (ITESM) y la Universidad de Monterrey (UDEM) al originarse el sitio web #AcosoEnLaU con la que alumnas de ambas instituciones acosaron actos de violencia sexual en su contra.
El caos más sonado fue el del profesor Felipe Montes, quien fue despedido el 22 de noviembre de 2017.
“Por medio de la presente les informamos que el profesor Felipe Montes deja de prestar sus servicios a esta institución efectivo desde el día de hoy.
“En el Tecnológico de Monterrey tenemos cero tolerancia a conductas inapropiadas que atenten contra la integridad de las personas y actuamos con firmeza ante cualquier circunstancia en la que se evidencie el haber vulnerado la dignidad de las personas”, se puede leer en el comunicado enviado por el rector David Garza Salazar y la Decana de la Escuela de Humanidades y Educación, Inés Sáenz Negrete.
En aquel momento, tras la destitución del docente el movimiento se dispersó, pero poco más de un año después regresó con mayor fuerza y ya a acarreado las primeras consecuencias.
¿Justicia o venganza? esa es la pregunta que algunos usuarios de Internet lanzan al aire al acentuarse el número de acusaciones en las redes sociales.