En los últimos meses Rubí Ibarra García experimentó los momentos más intensos de su vida, cuando pasó de ser una ordinaria adolescente de un pueblito, a convertirse repentinamente en una celebridad en México, con una quinceañera que sumó decenas de miles de invitados por la viralidad que tuvo en las redes sociales y todo a raíz de un malentendido.
Atardecer frío sobre el altiplano potosino. Un par de vehículos se detienen frente a un letrero en la carretera estatal 63. Sus tripulantes descienden y se toman fotografías. Es la entrada norte al poblado de La Joya.
Entre los viajeros –que alegremente posan para la cámara– se encuentra el señor Juan Rodríguez, quien se desplazó 3 mil 250 kilómetros junto con su familia; técnicamente más de 35 horas seguidas desde Fresno, California, sólo para ser partícipe de una fiesta a la que, por cierto, llegó sin invitación.
Aún así a nadie le hubiera parecido increíble, extraño o raro que en este semidesértico rincón de la República Mexicana, el cual se encuentra perdido en el mapa geográfico, donde apenas existen alrededor de una veintena de viviendas y los servicios son escasos –pues para encontrar señal telefónica o Internet hay que dirigirse hasta el punto más alto de una loma–, fuera el lugar para un festejo, salvo porque acudirían 60 mil personas. Eso lo cambiaba todo.
Y seguramente, hace unos meses, cuando Crescencio Ibarra y Anaelda García planearon organizar ahí mismo la quinceañera de su hija Rubí, para la cual el 30 de noviembre publicaron un video en la red social de Facebook haciendo una invitación abierta, tampoco habrían imaginado lo que estaban a punto de desencadenar: casi un millón de usuarios dijeron que irían; no fueron todos, pero sí una gran cantidad.
“Crearon una bola de nieve”, manifiesta a los reporteros de Hora Cero el señor Juan, quien sacude su mano y luego se carcajea jocosamente, al mismo tiempo que se asoma en su teléfono para revisar las imágenes que tomó demostrando su arribo a La Joya.
Dijo que los hoteles cercanos reportaban lleno, por eso se iría hasta el municipio de Charcas, buscando pernoctar, y volvería al día siguiente para asistir a esa fiesta de pueblo de la que todo mundo hablaba.
REPENTINA FAMA TAMBIéN PARA EL PUEBLO
De tal modo este paraje, cuyos habitantes subsisten de la producción de animales domésticos, de la minería y de las remesas que envían sus coterráneos desde la Unión Americana, pasó de ser prácticamente un pueblo
fantasma, a volverse un foco de la atención nacional.
De manera paulatina comenzó a llegar una mayor cantidad de vehículos. Todos circulaban frente a la casa de Rubí, situada a borde de carretera.
De hecho, los pocos residentes de la aldea, que se caracteriza por tener casas con techo de lámina en terrenos agrícolas y de agostadero, observan con sorpresa la avenida de tantas personas. Jamás en su historia había pasado una gran cantidad de automóviles juntos y ese era apenas el comienzo…
A punto de celebrarse la quinceañera más esperada de todas, televisoras y periodistas de medios nacionales y extranjeros también hacían su arribo. Se apresuraban para montar cámaras con tripiés frente al domicilio de la familia Ibarra García, intentando documentar los momentos previos y preparativos de la fiesta.
Patrullas de la Policía Federal de Caminos vigilaban a los automovilistas, les pedían no obstruyeran el paso; que no se estacionaran sobre el camino.
Las horas y los minutos parecían irse raudos. A La Joya llegaba más gente y no precisamente eran familiares de la festejada.
Los curiosos se arremolinaban frente a su casa y muy cerca de ahí hasta se metieron a una llanura donde la familia celebraría un servicio religioso y comida en honor a la joven potosina.
ALGO NO ANDABA BIEN
Un momento de tensión surgió cuando Crescencio, padre de Rubí, salió molesto de su propiedad. Su rostro estaba desencajado, enfurecido. Un par de reporteros se habían saltado la barda para captar a Rubí sin consentimiento. Los descubrieron y fueron expulsados.
El progenitor de la quinceañera caminaba tenso, hacía aspavientos mientras cruzaba la carretera. Amenazaba con cancelar la fiesta de su hija.
Confesaba a los reporteros de
Hora Cero, quienes le acompañaron en su caminata, que nadie se iba a burlar de ella y pedía respeto, porque ni siquiera había podido ensayar el vals, ya que estaba asediada y no la dejaban.
Las grandes cadenas televisivas no se percataron del incidente, mucho menos la prensa nacional, pero la incertidumbre se sentía en el ambiente.
A medida que transcurrieron los minutos y llegó la medianoche del 25 de diciembre nadie en la casa de Rubí Ibarra García tenía tiempo para irse a dormir. Debían ultimar muchísimos detalles: si alcanzarían los platillos, si quedaron los arreglos, si las carpas estarían a tiempo instaladas, si el pastel se estaba alistando, si habría espacio suficiente, si confirmaron su asistencia los grupos musicales, entre un millón de cosas relacionadas con una celebración que ya pintaba para ser tumultuosa.
Hubo un momento en el que Crescencio parecía no saber qué hacer, hacia donde ir, con quien dirigirse. Pero después se tranquilizó y ya no salió de su domicilio, sino hasta por la mañana.
En plena oscuridad las luces de su casa contrastaban junto con la caravana de vehículos y también de las estrellas, que anunciaban un clima inmejorable, sin lluvia para la fiesta.
FUROR Y PASIóN
No había salido la luz del día cuando un grupo de admiradores de Rubí ya se había instalado a la entrada de su casa. Por medio de los guardias que se turnaron para cuidar la puerta le pedían conocerla, le enviaban mensajes para decirle que le llevaron regalos y querían tomarse una foto con ella, conseguir un autógrafo.
A tal grado creció su euforia y popularidad, que más personas se fueron sumando, portando pancartas, llevando playeras con anuncios alusivos a su fiesta, con autos que enseñaban en sus cristales leyendas referentes a la joven quinceañera, cuyas placas procedían de diferentes Estados del país.
Estuvo presente gente de Quintana Roo, Michoacán, Jalisco, Veracruz, Tamaulipas, Sonora, Coahuila, Baja California Norte, Sinaloa, Chihuahua, Zacatecas, Nayarit, Durango, Guanajuato, la Ciudad de México, Querétaro, Tabasco y Nuevo León, por referir algunas entidades de donde procedían los vehículos que provocaron un inmenso cuello de botella.
El público cantó para ella, coreó su nombre, hizo porras, pero Rubí nunca se asomó por la ventana. Esta familia ya se sentía enojada, porque quería una fiesta familiar y sin querer se le salió de las manos, por todos los que se “colaron”.
Y es que días después de lanzar la invitación, Crescencio quiso reparar el malentendido diciendo que el evento era sólo para familiares y amigos, pero no pudo contener el fenómeno de las redes sociales, tanto, que el gobierno del Estado de San Luis Potosí tuvo que intervenir y anunció que aportaría recursos para que todos los que quisieran pudieran acudir.
Además de casi un millón de personas, quienes señalaron en Facebook que irían a este convivio, se apuntaron famosos, patrocinadores y políticos, que vieron el espacio perfecto para hacerse propaganda y publicidad.
Fuera de la Ciudad de México la quinceañera de Rubí prometía ser histórica, por toda la convocatoria que en base a las redes sociales se hizo de ella, con semejanzas que recuerdan al famoso festival de rock de Avándaro, celebrado en 1971 en el Estado de México, aunque aquella fue más una congregación que se gestó de boca en boca.
ENTRE TUMULTOS
Mientras tanto Rubí tuvo la atención que toda persona de su edad puede desear; sin embargo, para esta estudiante potosina eso no representaba un éxtasis total, porque prefería una fiesta más sencilla.
La numerosa cantidad de medios de comunicación que rodearon su casa en la pequeña comunidad de La Joya provocaron los nervios de ella y sus seres queridos.
Alrededor de las 11:00 de la mañana la familia finalmente salió, pero como todos los reporteros y visitantes querían una foto del recuerdo se armó un zafarrancho, y los padres de la joven estaban visiblemente molestos, la multitud no los dejaba pasar.
Una impecable camioneta en color guinda trasladó a Rubí y sus papás hasta la zona del convite.
Al bajarse de la misma el paso era muy complicado, la muchedumbre no les permitía avanzar y fue entonces cuando la señora Anaelda protagonizó una controversia al decir que “los animales entienden mejor que la prensa”, aludiendo a todos los reporteros y camarógrafos que intentaban conseguir declaraciones de Rubí y su familia.
Los medios se metieron “hasta la cocina”, lo invadieron todo, hasta el atrio donde se desarrolló la ceremonia religiosa y en la joven había gestos de disgusto.
Después de comer, el ánimo de esta familia cambió un poco y tras unas horas (luego de la visita del gobernador del Estado, Juan Manuel Carreras, quien también probó los chilaquiles y los reflectores que eran para Rubí), el contingente se trasladó hasta “Laguna Seca”, donde se desarrollaría una carrera de caballos para disputar la famosa “chiva” de los 10 mil pesos, un premio que se le da al ganador.
PERO LA TRAGEDIA ANDABA RONDANDO…
– No obstante, un suceso estaría a punto de manchar y cambiar la alegría por el llanto en el cumpleaños de Rubí.
Y es que la muerte también se invitó a la fiesta más famosa de México.
El que sería uno de los mayores festejos convocados por las redes sociales, pasó a enlutarse cuando dos personas fueron embestidas en la carrera de caballos realizada en honor de la joven oriunda de La Joya.
En “Laguna Seca” había decenas de miles de personas, que quisieron ser participes de este mega evento, pero también la muerte acudió y nadie la presintió.
Mucho menos don Felix Peña, habitante del poblado de Jesús María de Villa de Guadalupe, San Luis Potosí, quien fue jinete profesional y tenía caballos cuarto de milla.
La policía le pedía a los visitantes que se hicieran a un lado, porque iba a comenzar la competencia, pues no había vallas de seguridad.
Pero la gente desoyó las indicaciones, principalmente quien más sabía de eso, don Félix fue, de manera paradójica, embestido por su propio caballo “Oso Dormido” y cayó gravemente herido sobre el polvoso suelo.
Apenas momentos antes había sido entrevistado por Hora Cero, diciendo que no le importaba el dinero, sino que sólo quería fama, y la obtuvo, aunque a un precio muy alto.
En un abrir y cerrar de ojos un mundo de personas se arremolinó para brindarle ayuda, pero estaba inconsciente. El personal de la Cruz Roja Mexicana tardó segundos que parecieron eternos para darle asistencia al señor de 66 años.
En su cuerpo estaban las huellas de la tragedia, por su boca escurría sangre mientras su cuerpo yacía herido.
Fue trasladado de emergencia al hospital del municipio de Charcas aunque murió en el camino.
Su hermano José Alfredo, apesadumbrado miró la apoteósica salida de meta de los caballos, y en un remolino de emociones vio también a don Félix tendido en el piso. Dijo que iría a dar la mala noticia, pues a la fiesta de Rubí quería ir todo mundo… y también la muerte.
Además una mujer fue atropellada por otro caballo y quedó con la cadera fracturada.
NO SE ENTREGó NINGUNA “CHIVA”
Protección Civil decidió cancelar las carreras después del accidente, por lo que el público se concentró en seguir la fiesta y bailar al son de banda.
Desde otro punto de vista esta quinceañera se convirtió en una de las más grandes borracheras, con dos camiones repletos de cerveza que ahí se vendieron.
Las cosas volvieron a salirse de control cuando un grupo de personas, protagonizaron una pelea y no hubo ningún elemento de seguridad que la detuviera, de los 480 elementos de las diferentes corporaciones que se habían dispuesto para ello.
Se calcula que llegaron más de 60 mil personas. Varios de los atractivos eran los grupos musicales Reelevo, Mortalex, Indomables de Cedral y Los Cachorros de Juan Villarreal. En el sitio también se pudo observar a varios artistas y presentadores de televisión.
Rubí se acomodó con sus papás, primos y tíos en el escenario central de los tres que se colocaron, disfrutaron de los bailes de los chambelanes, de música de banda, de grupos en vivo y sobre todo del cariño de tanta gente que hizo el viaje sólo para conocerla.
Hasta entonces, al mirar un mar de personas, es que su semblante cambió, al ser algo inusitado para una quinceañera y hasta la madrugada del martes seguían llegando personas a este lugar y las filas vehiculares podían observarse a kilómetros de distancia, al grado que para entrar a
Laguna Seca la demora era de hasta una hora.
Fue tanta la cantidad de personas que desde días antes ya se había prácticamente agotado el hospedaje. Se instalaron decenas de puestos ambulantes, y es que esta fiesta también generó una gran derrama económica.
Comprar comida en la fiesta de Rubí se prolongó hasta una hora. De ese tamaño eran las filas para conseguir alimentos preparados, antojitos, pollo y carne asada.
Visiblemente cansada por todo el trajín que su fiesta representaba, la quinceañera sacaba fuerzas en un momento inolvidable para ella y su familia, cuya vida definitivamente cambió en menos de un mes.
Ahora a Rubí le espera trabajar en una novela a invitación de una televisora. Ya da sus primeros pasos como modelo. A su padre lo están invitando a participar como presidente municipal.
Lo que sí es un hecho, es que la fiesta de Rubí no solamente la encumbró como persona, sino que también sirvió para conocer la verdadera convocatoria que pueden tener las redes sociales y mostrar el poder de su influencia, así como los enredos y tragedias que pueden suscitarse.
Mientras tanto en el poblado de La Joya, un día después del éxodo de visitantes, lo único que quedó, además de su efímera fama, fue un silencio abismal y una gran cantidad de basura.