
La atleta tamaulipeca Dania Aguillón ganó la medalla de plata en la Universiada 2017, realizada en Asia. En entrevista habla sobre su historia, sus logros y lo que el futuro le depara.
Mauro Aguillón, profesor de educación física de Ciudad Mier, Tamaulipas, caminaba cerca de su casa, acompañado por su hija Dania, de nueve años, buscando espacio para que la pequeña pudiera correr en una improvisada sesión de entrenamiento.
Había llevado a competir a su hija a torneos escolares de atletismo y se había sorprendido por la velocidad que alcanzaba.
Comparó los resultados de su hija con los récords regionales y se dio cuenta que los superaba.
Por eso quería hacer una prueba. Para comprobar si en realidad los números no mentían y cronómetro en mano, salió de su casa con Dania.
Era en horas de la tarde y la temperatura estaba alrededor de los cuarenta grados centígrados, un clima al que los habitantes de ese pueblo mágico ya están acostumbrados a soportar en el verano.
Mauro dejó a su hija en una esquina y él caminó hasta la siguiente calle, parándose en medio para evitar que un coche se atravesara e interrumpiera la prueba.
La niña estaba inclinada, en posición de arranque, en espera de la señal de su padre.
-¡Ahora!- gritó el hombre, y la pequeña Dania corrió con todas sus fuerza, llegando hasta el sitio que su padre había marcado, mientras él tomaba su tiempo.
-Muy bien, muy bien- le dijo satisfecho, comprobando que su hija tenía excelentes marcas.
Mientras caminaba de regreso a su casa, llevando de la mano a la pequeña, Mauro supo que en ella había un enorme potencial.
Dania tenía talento, y en ese momento él se hizo el propósito de ayudarla a desarrollar al máximo las capacidades físicas y mentales que se requieren para triunfar en el deporte.
El maestro de educación física había visto cómo muchos talentos locales que prometían alcanzar el éxito deportivo no se habían logrado consolidar debido a la falta de un plan de trabajo serio y dedicado, en gran parte debido al nulo apoyo de las áreas gubernamentales que tenían los recursos para supuestamente apoyarlos, pero que en realidad no hacían nada por ellos.
Beisbolistas fuera de serie que pudieron llegar a ligas mayores, futbolistas que bien se hubieran logrado colocar en equipos de primera división, no habían podido salir de ciudad Mier, truncando las que pudieron ser carreras llenas de triunfos.
Eso no pasaría con su hija.
Ella sí desarrollaría sus capacidades.
La familia de la niña le ayudaría en ese objetivo.
Ahí, en esas angostas calles de su barrio, Dania Aguillón Ramos inició su carrera en el atletismo.
SU PAPA, SU ENTRENADOR
SU MAMA, SU APOYO EMOCIONAL
“Fue muy difícil conseguir apoyos”, recuerda su madre, Olga Ramos Frausto, maestra de kínder, y quien junto a su esposo era el equipo de la pequeña corredora.
“Íbamos a pedir apoyo y nos cerraban las puertas, porque siempre les daban preferencia a los niños de las ciudades grandes, aunque ellos no tuvieran talento. Las becas siempre se las daban a Ciudad Victoria y a otras ciudades grandes, a nosotros no, a pesar de que mi hija tenía mejores marcas”, rememoró.
La maestra, al recordar esos tiempos, se muestra aún molesta por ese infame favoritismo que a la fecha predomina.
“Pero a pesar de eso nunca nos desanimamos, y seguimos apoyando a nuestra niña para que lograra sus metas”, señala.
Su marido interviene, trayendo a su memoria todos los desaires que recibieron cuando iniciaban.
“El problema es que el deporte está muy politizado, y apoyan a las ciudades grandes porque eso da más lucimiento a los funcionarios que salen en los periódicos y en la televisión, y porque ahí hay más votos. A los pueblos chicos como el nuestro ni los toman en cuenta”, apuntó.
Pero a pesar de tanto obstáculo, de las actitudes indiferentes y en algunos casos hostiles de las autoridades, lejos de sentirse desmotivados, tomaron más ánimo para continuar, sobre todo porque la pequeña Dania seguía cosechando triunfos en la región, y cada vez mejoraba más sus marcas.
“A mí no me gusta andarme quejando ni creando conflictos. Mi filosofía era que si no nos querían apoyar, no nos pelaríamos ni discutiríamos ¿para qué perder el tiempo? Mejor seguir entrenando con más fuerza y dedicación”, dice Mauro Aguillón.
Y ahí, en una pista de tierra improvisada y dura como la piedra, en un campo de beisbol, sin recibir ayuda alguna del gobierno, Dania Aguillón Ramos mejoraba cada día sus tiempos.
Con el paso de los días, y con la férrea disciplina impuesta por su padre, la pequeña atleta tomó con seriedad esa actividad, hasta convertir en un hábito el esfuerzo cotidiano.
“Mi papá me exigía mucho, pero también me cuidaba, porque a los niños no hay que ponerlos a realizar ejercicios que les puedan dañar. Hay un límite, porque de lo contrario ‘los quemas’ y acabas con su carrera a muy temprana edad, al grado que no llegan a competir en categorías juveniles”, comenta Dania.
En la actualidad, y por los errores cometidos por los entrenadores, sólo hay tres atletas juveniles en Tamaulipas en la categoría de Dania, la sub-23.
“Yo he llegado a esta etapa en buenas condiciones porque mi papá sí siguió mi entrenamiento como debe ser, fue muy responsable, pero a otros entrenadores no les importa acabar con la carrera de un niño y los sobre esfuerzan, y todo para ganar una medalla en la Olimpiada Nacional; no les importa el futuro del niño, sólo les importa presentar ‘buenos’ resultados”, expresó.
DE LA PISTA DE TIERRA
A UNA PROFESIONAL
Su padre se dio cuenta que la atleta alcanzaba su mejor rendimiento en 100 y 200 metros planos, por lo que se enfocó en adiestrarla para alcanzar buenas velocidades, con potencia de salida y un máximo esfuerzo en corta distancia.
El entrenamiento daba resultado, pero Mauro Aguillón notó que para que Dania participara en competencias importantes en igualdad de condiciones, tenía que practicar en superficies similares a las que se usan en esos eventos, no en tierra dura.
A finales del 2009 fue a la vecina ciudad de Roma, Texas, que cuenta con instalaciones deportivas de primer nivel, y las autoridades educativas les permitieron que entrenaran en esa ciudad.
De inmediato se notó el cambio, y la joven se adaptó a la nueva superficie.
“Yo me adapto sin problema a las circunstancias”, dice Dania. “Recuerdo una vez, cuando estaba entrenando en el Centro de Alto Rendimiento de la Ciudad de México y mis compañeras atletas se dieron cuenta de que soy de un pequeño pueblo tamaulipeco, bromearon conmigo y me dijeron que yo entrenaba correteando venados y saltando cercas”, comenta divertida.
El nivel de exigencia aumentó, pues las competencias ya no eran locales, ni regionales o estatales; ya Dania participaba en justas nacionales contra atletas altamente calificadas, que le obligaban a ser mejor.
– “Me afecta mucho perder, no me gusta, aunque en ese proceso perdí en varias ocasiones a nivel infantil y juvenil. Recuerdo que a pesar de haber corrido bastante bien, llegaba casi siempre en segundo lugar, porque daba la casualidad de que en las competencias que yo participaba, la ganadora marcaba récord nacional; y lo que son las cosas, con el tiempo que yo obtenía al llegar en segundo lugar, también rompía el anterior récord, lo que demostraba el nivel de competencia tan alto que me tocaba enfrentar”, dice Dania Aguillón Ramos.
“Yo trataba de consolarla”, dice su mamá, “pero me di cuenta que era mejor que estuviera ella sola, así que mejor nos íbamos su papá y yo, para que ella procesara su derrota y la convirtiera en un aprendizaje”.
La deportista es bastante exigente consigo misma, y durante su trayectoria ha llevado un sistema de entrenamiento donde predomina la disciplina y dedicación, lo que le ha permitido destacar desde que era una niña.
“Siempre voy mirando para adelante, para adelante. Igual que cuando compito, solo veo al frente, tratando de dar lo mejor de mí misma”, dice la medallista de plata en Taipei 2017.
“Haber iniciado mi carrera con tantas dificultades y en circunstancias tan adversas y nada cómodas, nos hizo más fuertes”, comenta Dania, quien habla en plural porque ella y su familia son un equipo.
LA UNIDAD FAMILIAR COMO FACTOR DE TRIUNFO
Tener en la casa a una atleta no es nada fácil, pues la familia debe adaptar su horario y costumbres a las necesidades de la deportista, que tiene horarios de entrenamiento y un calendario de competencias.
La familia de Dania está integrada por otras dos hermanas: Damaris Alejandra, la mayor, y Denisse Annai, la menor.
“Para nosotros, como padres, nuestras hijas merecen toda nuestra atención. No hay una preferida”, acota el papá, “más que una medalla, lo que nos interesa es que las tres sean felices y plenas”.
Las hermanas entendieron desde el principio que su hermana tenía facultades excepcionales para correr, y siempre le brindaron su apoyo, sacrificando sus actividades para acompañarla a entrenamientos o competencias, pues la familia procuraba viajar junta.
“Estamos orgullosas de Dania y esperamos que siga triunfando”, comentan sus hermanas.
Damaris es maestra en la primaria Francisco Ramírez Canales de Ciudad Mier, y Denisse Annai estudia Mercadotecnia en Monterrey, donde juega voleibol.
“Una familia unida siempre le dará estabilidad a una atleta, y eso es muy importante para alcanzar un alto nivel competitivo”, asegura Mauro Aguillón.
“Nosotros siempre hemos apoyado a nuestra hija. Toda la familia. La motivamos y le hacemos saber que estamos con ella”, comenta su mamá.
La atleta reconoce el gran apoyo de su papá, su mamá y sus hermanas. El primero como entrenador en sus inicios, su mamá en el aspecto emocional, y sus hermanas como un gran apoyo afectivo.
“Ustedes me ven sólo a mí, pero yo soy toda mi familia, el triunfo es de todos nosotros”, dice Dania, orgullosa de contar con su apoyo siempre.
EL TEC DE MONTERREY, UN SUEÑO HECHO REALIDAD
“Papá, yo quiero estudiar aquí”, le dijo Dania a Mauro la primera vez que conoció las instalaciones del ITESM (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey) al participar en una competencia atlética, siendo una adolescente.
“Pues échale ganas”, le respondió su padre.
Y la jovencita puso todo su empeño en mejorar sus marcas para obtener una beca, cosa que consiguió.
“Todo me ha costado mucho trabajo. Recuerdo que para competir en los Panamericanos de Canadá 2015 en mi categoría no encontraba apoyo, y como último recurso le mandé un correo al gobernador de Tamaulipas a su cuenta personal, que encontré en Internet. Lo hice por no dejar, sin mucha esperanza de que respondiera al ver el desinterés con que me trataban sus empleados. Pero el gobernador Egidio Torre Cantú me respondió personalmente y pude ir a competir”, rememoró.
La atleta recuerda que fue ahí donde tomó conciencia de que las rivales que tenía eran de muy alto nivel.
“La verdad me impresionó ver a las chicas de Jamaica, de Bahamas, Trinidad y Tobago. Tan altas, tan fuertes y con unas piernonas enormes. Al lado de ellas yo me veía muy chiquita y por un momento dudé. Pero a la hora de correr eso se acabó, y el tenerlas a mi lado, hombro con hombro y a su paso, me dio una confianza enorme”, recordó.
Todos sus logros le permitieron alcanzar su sueño académico: obtener una beca completa para estudiar en el ITESM campus Monterrey, considerado como uno de los mejores planteles educativos de América Latina, donde actualmente cursa la carrera de Administración de Negocios.
“Cuando era niña y competí aquí, sentí mucha admiración por sus atletas, no sólo por su nivel competitivo, sino también por su forma de expresarse, por su seguridad en sí mismos; eran unos líderes en el deporte y en la vida, y yo siempre he querido eso”, dice la atleta al recordar su primera vista al Tec de Monterrey, como es conocida comúnmente esta institución.
Actualmente entrena bajo la supervisión de su coach, Enrique Germán, mexicano originario del estado de Sonora, con quien ha desarrollado un plan de trabajo que le ha permitido potencializar sus cualidades.
“Es un excelente coach, porque él personaliza la atención. Sabe qué necesita cada atleta y establece un entrenamiento individualizado, de acuerdo a las condiciones de cada uno. Hay una gran comunicación con él y eso te permite desarrollar al máximo”, aseguró.
Tres horas entrena Dania, todos los días sin excepción, cuidando su alimentación y acondicionando su mente a ser mejor cada día, aprovechando que en el Tec de Monterrey sí le dan todas las facilidades que requiere para alcanzar buenos resultados.
“El Tec es maravilloso. Te cubren todas tus necesidades. Los maestros son sumamente atentos, los compañeros en la escuela desarrollan contigo unos lazos amistosos muy fuertes y los coordinadores deportivos Alejandro Livas y Alejandra Delgado siempre están al tanto de los atletas”, señaló.
A SEGUIR ENTRENADO
La medallista de plata en Taipei 2017 recuerda que el equipo mexicano llegó muy bien preparado a la Universiada, por eso entraron al estadio serenas y relajadas.
“Teníamos once días en Taipei, y ya nos habíamos adaptado a las condiciones de la ciudad” -relata- “además las integrantes del equipo nos conocemos y nos llevamos muy bien, por lo que correr juntas no se nos complica”.
Además de Damaris, la cuarteta está formada por Natali Brito Osorio, Rosa Leticia Cook Martínez, y Paola Morán Errejón quienes alcanzaron una marca de 3.33.98, siendo superadas por Polonia, que dio un tiempo de 3.26.75, y en tercer lugar Rumania, que cronometró 3.34.16. El equipo de Ucrania, que había llegado en segundo lugar, fue descalificado.
“Correr relevos 4 por 400 es complicado, pues debes mantener un ritmo veloz y sostenido; representa un gran esfuerzo”, comenta Dania.
Aunque la especialidad de ella es correr 100 y 200 metros planos, donde actualmente es número uno en la categoría sub-23 en México, pudo hacer un muy buen papel corriendo esta categoría.
El futuro de esta joven atleta de 21 años le ofrece seguir aspirando resultados mejores, gracias al trabajo diario que desarrolla su coach Enrique Germán.
A Dania le han ofrecido beca tres universidades de los Estados Unidos, pero ella está muy contenta en el Tec de Monterrey.
Su padre Mauro Aguillón es un firme convencido de que Tamaulipas y México pueden ser un gran semillero de medallistas olímpicos, si le dan a los niños y jóvenes la oportunidad debida.
“Hay que organizarse bien, porque trabajan sin orden y sin coordinación. Con favoritismos, politiquerías y al ahí se va. Están desperdiciando un valor enorme que hay en los niños y adolescentes, a los que no les prestan la atención que se merecen”, asevera.
El profesor de educación física comenta que es necesario que vuelvan las competencias de atletismo locales y regionales, donde se pueden observar las cualidades de los niños y apoyarlos a todos.
“Hay que seleccionar a los niños más destacados para que logren triunfar, pero cuidando no sobre esforzarlos, para que puedan competir en otros niveles, incluso panamericanos y olímpicos. Y a todos los niños ésto les serviría para fomentar en ellos buenos hábitos y hacer de ellos unos hombres y mujeres íntegros y buenos ciudadanos.
“Es muy importante que se coordinen todas las instituciones encargadas del deporte con la Secretaria de Educación Pública, para que establezcan un programa bien estructurado, con planeación, orden, seguimiento y evaluación permanente, sin escatimar recursos, para de esta forma darle a los niños y jóvenes el apoyo que merecen”, asevera.
Mauro Aguillón sabe lo que dice. Ha vivido la trayectoria de su hija, enfrentado burócratas deportivos que le obstaculizaron el camino y le negaron su apoyo a pesar del talento mostrado por Dania.
Si su hija salió adelante fue porque él aportó su tiempo, conocimientos, e incluso apoyo económico, sacrificando sus ingresos.
En este proyecto la familia Aguillón Ramos fue factor importante.
Ellos demostraron que sí se puede forjar una atleta victoriosa que destaque a nivel internacional y que además consiga una beca para una de las mejores universidades del mundo, trabajando y esforzándose a diario.
Dania, la joven atleta originaria de Ciudad Mier, Tamaulipas, que entrenaba en suelo duro y pedregoso, sigue con sus entrenamientos, sólo que ahora en las modernas instalaciones de uno de los mejores centros educativos del mundo.
La medalla de plata en Taipei es para ella parte de su pasado. Ahora ve para el frente, preparándose para otros retos. Le gusta correr y correr, a mucha velocidad, sabiendo que el tiempo vuela y ella no quiere quedarse atrás.