Llanto, furor, incertidumbre y negligencia fueron los principales ingredientes que prevalecieron tras la jornada sangrienta del lunes pasado en el Centro de Ejecución de Sentencias de Reynosa, antes Cereso, en el que hubo 21 muertos y decenas de heridos.
A primera hora familias completas arribaron a esta fortaleza de concreto -localizada por el Libramiento Monterrey- para conocer el estado de sus parientes recluidos, muchos de ellos por delitos menores; sin embargo, les fue negado el acceso al igual que la información.
De acuerdo a los reportes, el enfrentamiento inició en la zona norte y se extendió al resto de la cárcel. Las autoridades reconocieron que en la refriega se utilizaron armas de fuego y objetos punzo-cortantes además de que por lo menos 16 de los muertos fueron calcinados. Los custodios nada hicieron para repeler los disturbios y aguardaron a que elementos del Ejército Mexicano y policías de los tres niveles de gobierno se apostaran para recuperar el control.
Entretanto en la explanada del penal y en los accesos al área de revisión, varios cientos de civiles se aglutinaron y lanzaron consignas, como Bertha Sánchez López, quien dijo desconocer si su marido estaba vivo:
“De los fallecidos y los heridos no dicen nada oiga, nos tienen con el alma en un hijo. ¿Por qué son así? No se compadecen de la gente o ¿qué clase de animales son?”, fustigó la sexagenaria.
Desesperados porque nadie les daba datos sobre sus seres queridos, familiares de los reos arremetieron contra el director de la institución Carlos Hernández, quien huyó del inmueble escoltado por agentes de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). Esa fue la última vez que se le vió públicamente, pues horas después se anunció que había sido cesado de su cargo y sujeto a una averiguación previa penal por su responsabilidad en los hechos.
DESORGANIZACION Y NEGLIGENCIA
Habían transcurrido ya 12 horas desde que estallaron las hostilidades y el penal aún tenía heridos que necesitaban atención hospitalaria de urgencia, pero no se les permitía su salida. Esto fue lo que fundió en ira y psicosis a los manifestantes.
Aunque a las 13:30 horas paramédicos de la Cruz Roja abandonaron las instalaciones de la cárcel de Reynosa con cuatro personas lesionadas, la tensión entre los familiares seguía en aumento.
Isabel García Guerrero, también llegó para saber de su hijo, pero no hubo nadie que le dijera cómo se encontraba.
“Nosotros estamos inconformes y queremos que tengan misericordia y nos den la cara, porque cuando uno viene a visitar a los familiares y no trae credencial los custodios nos exigen 100 pesos para dejarnos pasar”, manifestó.
En ese tenor la afligida madre culpó a las autoridades del reclusorio de permitir el ingreso de las armas con las que se produjo la masacre, pues afirmó que cuando acuden a las visitas son revisadas rigurosamente.
“Si hasta nos exploran el área vaginal ¿cómo se explica que en el penal exista armamento?”, cuestionó la anciana.
CAOS Y VIOLENCIA
Una enorme mancha humana se partió en dos porque las autoridades avisaron que se abriría el portón. Al ver salir camionetas funerarias con cadáveres en vez de ambulancias con los lesionados, familiares de los prisioneros arrojaron pedradas contra los policías que se encontraban en la aduana del centro penitenciario.
Un contingente de cinco camiones con granaderos de la Policía Federal Preventiva -quienes llegaron a la ciudad en un avión Hércules de la corporación-, arribó a la cárcel para vigilar las instalaciones y mitigar el tenso ambiente.
Poco después de las 19:00 horas finalmente se dio a conocer la lista de los lesionados y fallecidos, dentro de los cuales se encuentra un regiomontano: Pedro Izaguirre Hernández alias el ‘pelón’, de 27 años y quien purgaba una condena por homicidio calificado.
Otro caso que llamó la atención fue el de Fidel Reyna Balderas de 28 años, quien a falta de 8 mil 900 pesos de fianza no pudo quedar en libertad y murió en el lugar de los hechos.
Los afectados manifestaron que las autoridades del Centro de Readaptación Social no se hicieron cargo de los servicios fúnebres, aún cuando las vinculan a la tragedia.
Y aunque extraoficialmente se manejaron sumas astronómicas de muertes, al final fueron 21… que no deja de ser una cifra dolorosa e intolerable.