Miradas perdidas, rostros de desesperación, confusión, impotencia y dolor -pero también de esperanza-, son algunas de las expresiones de las personas que deambulan entre los escombros luego del sismo que azotó las zonas centro y sur del país el pasado 19 de septiembre.
Incluso –y aunque no parezca- la felicidad está presente entre la tragedia cada vez que los rescatistas nacionales y extranjeros logran sacar a una persona con vida de entre los edificios derrumbados.
El 19 de septiembre es un día negro para México pero también es la celebración de una nueva vida para los lograron ser sacados de entre las varillas y el concreto cuando ya los daban por muertos.
La expresión de alivio cuando alguien vuelve a ver a su hijo, hermano, padre, tío, primo, abuelo o amigo, es de lo más bello que un país entero que permanece en vilo puede ver a través de los medios informativos.
En la Ciudad de México, Puebla y Morelos no hay lugar para el cansancio y mucho menos para el pesimismo, la esperanza se encuentra debajo de miles de toneladas de concreto y empacando víveres en otras entidades del territorio mexicano.
Nada está perdido hasta que el más mínimo escombro sea removido; mientras tanto los rostros del sismo seguirán enterneciendo y solidarizando a un país entero que permanece con el alma en un hilo.