En octubre del 2002 el autor entrevistó al artista mexicano en el marco del homenaje que se le hizo en el IV Festival Internacional Tamaulipas. Hoy se rescata esta conversación, donde Cuevas aseguró que la actitud de buscar nuevos rumbos y cambios importantes en México la expresaron los pintores quienes, desde los años cincuenta, rompieron con la tradición impuesta por Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros: “ellos eran como los priistas de la pintura, los que no querían el cambio; encabezaban una dictadura artística”.
José Luis Cuevas debió morir en 1973. Una enfermedad del corazón le obligó a permanecer en reposo cerca de dos meses. Con un gusto por las bromas macabras, el artista invitó entonces a la crítica de arte Alaíde Foppa a recoger sus últimas declaraciones; poco le quedaba de vida. “Picasso y yo moriremos este año”, le decía Cuevas a Alaíde. La escritora le rogó que aplazara la muerte para que ambos publicaran un libro.
Cuevas sobrevivió. Aquella enfermedad a los 39 años de edad y los viajes a Houston, Texas, para consultar cardiólogos son un recuerdo que, casi tres décadas después, provocan en el artista una estupenda sonrisa. Sonrisa que se volvió carcajada cuando, sobre la mesa de la suite que ocupa en el Holiday Inn de Ciudad Victoria, le puse delante un ejemplar de Confesiones de José Luis Cuevas de Alaíde Foppa, publicado por el Fondo de Cultura Económica.
“¡Mira nada más!”, expresó Cuevas al contemplar el volumen, “ese libro se hizo precisamente durante las semanas en que yo estaba en cama, creyendo estar gravemente enfermo de muerte”.
La muerte, sin embargo, ha sido una preocupación constante dentro del trabajo mismo de José Luis Cuevas. En los años setenta realizó en la Ciudad de México un famoso mural efímero a fin de poner en marcha las ideas sobre los ciclos de principio y fin de la existencia. Esas mismas ideas las ha aplicado en su vida, al relacionar lo inevitable, la muerte, con las experiencias eróticas y sexuales, es decir: erotismo y sexualidad como desafíos de resistencia.
“SOY UN ATLETA SEXUAL”
A José Luis Cuevas, a sus 68 años de edad, le pregunté entonces si continúa creyendo en esa relación. Él me contestó así, entre sonrisas:
Muerte y sexo están unidos. Siempre me he manifestado como un atleta sexual. Una persona con una capacidad sexual que, puedo decirlo con la más absoluta honestidad, no ha disminuido con el paso de los años, quizá por el hecho de que no bebo y tengo una serie de hábitos de vida sanos. Mi capacidad sexual no ha menguado, sin recurrir a viagras ni nada de eso.
La leyenda dice que Cuevas ha compartido el lecho amatorio con un montón de mujeres. En el Museo José Luis Cuevas, en el centro histórico de la capital del país, existe una sala erótica con dibujos temáticos al respecto del propio artista, así como una serie de fetiches como una cama de latón y un frasquito con esperma de Cuevas. Yo le pregunté a Cuevas si su mujer, Bertha Riestra, fallecida hace un par de años, quien hacía las veces de representante del artista y directora del museo que lleva su nombre, le reprochó en alguna ocasión esta faceta prestigiosa de amante de novela de Apollinaire. Cuevas me respondió que no, pero que le ha afectado profundamente la desaparición de su compañera, cuya memoria pretende prolongar a través de una escultura monumental pública, instalada en el Distrito Federal y la publicación de un libro de las cartas que él le escribió.
“Bertha sabía que ella es la mujer más importante en mi vida. La extraño mucho. Lamento su muerte”, dijo Cuevas. “Pero la vida sigue y pues, no me cierro a la posibilidad de una nueva relación, de una nueva compañera; no puedo cancelar mi vida sexual por mi viudez”, añadió.
LA CELEBRIDAD PÚBLICA
CONTRA EL PRESTIGIO
A mí siempre me ha intrigado cómo los artistas experimentan desdoblamientos como personajes y como creadores propiamente dichos. Pintores como Picasso, Dalí y Andy Warhol, así como escritores como Truman Capote y Ernest Hemingway, desarrollaron facetas de personajes públicos, de celebridades, que de pronto ofuscaron la obra que llevaron a cabo como creadores. José Luis Cuevas es un caso similar. La fama de amante de mil mujeres, el prestigio como controvertido, está a la par de su reconocimiento como genial dibujante.
¿Cuál es el nivel de congruencia entre el personaje y el creador? —le pregunté.
Es un problema de disciplina -respondió-. Hay que ser sumamente respetuoso del tiempo, de las horas que uno dedica al trabajo creativo. Efectivamente, he vivido en una especie de vorágine, siempre, pero también he respetado el tiempo de trabajo. Por ejemplo: el teléfono para mí no existe, ni tampoco las visitas, de las seis de la mañana a las doce del mediodía; en esos momentos trabajo encerrado en mi estudio, en soledad absoluta. No admito la intromisión de gente. Después del mediodía en adelante recibo con mucho gusto a las personas, ya funciono como figura pública.
Durante esas seis horas de trabajo creativo, ¿está sometido a la espontaneidad o proyecta sus obras con un plan de obra concreto?
Estoy sometido a una entrega absoluta, ¿verdad? Desde las seis de la mañana me pongo a trabajar porque, en realidad, la inspiración no existe. La inspiración está en la disciplina, igual que los escritores que tienen que colocarse frente al espacio en blanco para comenzar a escribir. El hecho creativo hay que abordarlo, aunque con ciertos temores, siempre con determinación y trabajo.
TRANSGRESOR DE FRONTERAS
Nacido en la Ciudad de México en febrero de 1934, José Luis Cuevas es verdaderamente patrimonio de la Nación. Cuevas ha trotado por todas las entidades de la República Mexicana a través de exposiciones y conferencias. Es un creador de la capital mexicana cercano al interior del país. Al noreste mexicano dice que le gusta viajar. Que aprende de los valores que por aquí encuentra. Que disfruta. Que agradece la generosidad de la gente, como la de Tamaulipas que, a través de su gobierno estatal, le rindió un homenaje el 12 de octubre. A propósito de ese reconocimiento, busqué a Cuevas para esta conversación. Me recibió en la habitación de hotel. Estaba solo. Descansando. Le encontré en pantalón café, camisa azul celeste. Con la marca del tiempo en su rostro y su cabellera castaña con mechones blancos, pero jovial con su mostacho y sus ojos azules de mirada viva y penetrante. En la mano derecha, en cuya muñeca llevaba un par de pulseras de cuero, apretaba un pequeño peine negro.
El reconocimiento que le otorga el Gobierno de Tamaulipas proviene de una instancia fronteriza. En este contexto, la frontera como tema, como actitud, es una línea presente en su trayectoria y en su obra. Transgredir la frontera. Usted transgredió la frontera artística con su manifiesto La cortina de nopal; convocó a superar los límites de la escuela mexicana de pintura y del nacionalismo cultural oficial.
Cuando yo escribo aquel manifiesto buscaba un cambio en la pintura mexicana. Ese fue el propósito. Que los artistas de México, quienes entonces éramos muy jóvenes, nos expresáramos con la más absoluta libertad. La cortina de nopal fue un manifiesto libertario. En aquellos años [1958] había una imposición por parte de los pintores mayores, por parte de las figuras importantes del muralismo a fin de que todos los pintores siguiéramos la ruta que habían marcado.
> A la vuelta del tiempo, ¿esa batalla se ganó?
Sí. Aquélla es una batalla ganada. Ahora con motivo del décimo aniversario del Museo José Luis Cuevas, en la Ciudad de México, fue organizada una exposición sobre el movimiento artístico de La Ruptura, que yo encabecé. Ese movimiento corresponde a un cambio artístico que operó a mediados de los cincuenta y durante los años sesenta. Ése fue un movimiento importante, tanto que imaginemos que los pintores mexicanos como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros eran, en aquel momento, como los priistas de la pintura, eran los que no querían el cambio. Ellos encabezaban una especie de dictadura, una dictadura artística. Y ahora que México entró a la democracia, o por lo menos intenta desarrollar una política democrática, no hay que olvidar que esa primera actitud de buscar nuevos rumbos y cambios importantes dentro del país la dimos los pintores desde la década de los cincuenta. Yo incluso hice años más tarde, en 1971, una candidatura como diputado independiente. En este contexto, todos aquellos manifiestos, todas aquellas actitudes, tienen una extraordinaria vigencia.
¿La libertad que ustedes buscaron, hoy en día se ejerce con dignidad?
El arte mexicano vive una etapa de intereses de tipo comercial. Los artistas de hoy no pueden llamarse pintores puesto que hacen instalaciones, videos; se expresan a través de otros medios no convencionales. Eso no es malo, definitivamente. Lo que sí podría censurar es que los pintores mexicanos están más preocupados por el mercado, por la conquista de mercados, por ser aceptados; les interesa más el dinero que el arte mismo.
Usted también es un artista versátil: dibujante, grabador, pintor, escultor, escritor. ¿Las nuevas tecnologías le interesan para expresarse?
Todos los materiales que se emplean para la creación de una obra de arte son válidos si atrás hay un talento. No hay que tomar los materiales como moda. Ahora está de moda que los creadores jóvenes trabajen con esos materiales. Todo eso es válido si el artista es válido, si la obra del artista es importante.
> Usted es un maestro en la elaboración de originales sobre papel, ¿es la modalidad en la que está usted satisfecho?
Mi forma de expresión natural, desde la infancia, es el dibujo. Trabajar el dibujo sobre papel. Yo nací en una fábrica de papel y de lápices. Sigo siendo fiel al dibujo. No pasan días sin que dibuje. Yo empiezo mis labores del día dibujando. Sí, puedo trabajar en otras técnicas como el grabado, pero mi expresión primordial es el dibujo. Por ello me he expresado sobre todo en blanco y negro. No he sido un artista que se haya expresado en color, por eso mi paso natural a la gráfica y a la escultura.
Después del cuestionario, José Luis Cuevas accedió a una breve sesión fotográfica. Sonrió a la cámara. Giró el rostro hacia el horizonte. Estaba en su papel de personaje. De celebridad que sobrevivió a su propia muerte.
Celso José Garza Acuña
El autor es egresado de la carrera de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de Nuevo León, cuenta con Maestría en Periodismo Profesional y Prensa de Calidad por la Universidad Complutense de Madrid y Doctorado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es secretario de Extensión y Cultura de la UANL.