Por razones de trabajo llegué a Jalapa, Veracruz, en enero de 2013. El alboroto que traían algunos periodistas llamó mi atención y fue en la Universidad Veracruzana donde me dijeron la razón del júbilo de varios colaboradores de los medios masivos de la entidad: viajarían a Madrid, en un vuelo especial, invitados por el entonces gobernador Javier Duarte, a quien llamaban “buen amigo” de los periodistas y atento a sus necesidades.
En otras visitas al puerto, en los hoteles donde me hospedaba pude comprobar que múltiples ejemplares de diarios y revistas se regalaban, me di cuenta de un gran número de colegas que llegaban a rodear a los jefes de prensa del gobierno de Duarte, y constaté el aprecio del gremio por un primer mandatario del estado tan amable, pues apenas se enteraba de algún apuro de los colegas, de inmediato enviaba a sus colaboradores a socorrerlos. Pero no era así con todos, sino con quienes eran sus “amigos”.
Por eso, a pesar de que a esos “amigos” se les pidió en enero de 2013 absoluta discreción y silencio en torno a tan especial promoción, había quienes, al enterarse, mostraban su resentimiento por no haber sido incluidos en la lista para acompañar al “señor gobernador” al tianguis turístico que cada año inaugura el Rey Juan Carlos y ahora su hijo Felipe. No todos cabían en el avión o no todos eran “amigos” y por eso no fueron privilegiados con ese viaje a la capital española.
¿Cómo deseaba el engendro político del PRI que no trascendiera la noticia en un grupo de profesionales de la noticia? Además, porque hubo quienes declinaron la invitación del faraónico personaje, a través de sus enlaces en Comunicación Social, como la reportera de un diario quien arguyó razones de mala salud de un familiar muy cercano, y otro colega debido a que en su medio no le autorizaron, para no establecer compromisos que luego fueran un freno a la libertad de prensa.
El avión surcó los aires con la comitiva “llena de contento”, sin permitirse a los pasajeros ser despedidos ni por los de su propia casa, pero quedó en tierra la sospecha de un gasto estratosférico, pues el itinerario incluía una visita al Museo del Prado y otras áreas de interés turístico, además de la entrada en masa a presenciar el partido final de la Copa del Rey, el esperado derby español entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid.
De inmediato las imágenes surcaron el Atlántico vía las redes sociales, y las críticas apuntaron directo hacia un tema tan de moda: la corrupción. Así es que al enterarse Javier Duarte del bombardeo de comentarios, lo primero que hizo fue regañar a voz en cuello a su personal por no haber sabido controlar la euforia de los invitados y exhibirse en fotografías y videos en sitios tan atractivos, sin que les costara un cinco de su bolsillo.
Días después, ya en sus hogares y centros de trabajo, esa euforia se desbordó en pláticas con detalles pormenorizados del paseo y las comilonas en Madrid. Muchos estaban agradecidos porque pensaban que morirían sin poder salir un día de su tierra y visitar Europa, y se les había cumplido el sueño de ir tan lejos. Otros simplemente vieron que su proyecto turístico de tal envergadura se había anticipado en su vida. Pero algunos con más recursos presumieron que era la segunda o tercera vez que se les había hecho una excursión de estas.
Lo que vino después nadie lo esperaba. Periodistas de TV Azteca, Televisa, El Dictamen, Diario AZ, El Centinela y de Notiver o Prosa Aprisa debieron exigirle al equipo de prensa de Javier Duarte datos sobre las filtraciones en torno a la corrupción del gobernador que ya eran lugar común en la opinión pública veracruzana. Y la respuesta que recibían siempre era: “Acuérdense del viaje a Madrid”.
Para colmo, en el 2016 debieron informar de los dispendios de su “amigo” al becar a periodistas para cursos y diplomados en Inglaterra, España o Estados Unidos con dinero del pueblo. Y bajaron la vista al enterarse de los millones de pesos repartidos a empresas camufladas como parte de su sistema informativo, cuyos servicios jamás se realizaron.
Al regresar a Jalapa y al puerto de Veracruz me entristece escuchar a compañeros de la prensa que justifican las ayudas de su “amigo” Javier Duarte, “pues tú sabes que somos de los trabajadores más mal pagados”. Y eso fue lo que, según algunos críticos, aprovechó el político del PRI, quien trataba a algunos reporteros como verdaderos “muertos de hambre”.
Pero a algunos dueños de medios masivos los aprovechó, igual que a empresas fantasmas, a fin de obtener tajada de las ganancias con que los beneficiaba, como al exdiputado priista Eduardo Sánchez Macías y al propio suegro de Javier Duarte, Antonio Macías Yazegey, propietarios de Editorial Sánchez, a quienes ahora el actual gobernador de la entidad Miguel Ángel Yunes dice que están siendo investigados por embolsarse cerca de 320 millones de pesos durante el sexenio pasado.
Así es que puede decirse con aportación de pruebas, que esa “amistad” de Javier Duarte con algunos empresarios y directivos de medios, y no se diga con la tropa del periodismo de a pie, dejó mucha cola para ser pisoteada porque tenía un interés de control para que siempre se hablara bien de él y de su gobierno. Pero, con la alternancia de los partidos políticos en el poder, esta vez le salió el tiro por la culata. Y por eso anda huyendo con severos señalamientos de corrupción por parte inclusive de quienes viajaron con él a Madrid en enero de 2013.