Tan sólo en el último lustro se han creado 114 centros de educación básica de paga para atender la demanda de la educación en la entidad, fenómeno peculiar que se le atribuye a la desconfianza de la ciudadanía a la enseñanza pública y al desorden de la mancha urbana de Monterrey.
Daniel Soto tiene tres años y cursa el primer año de preescolar en una escuela privada y bilingüe en el municipio metropolitano de Apodaca.
Él forma parte de la matrícula de centros educativos de paga de educación básica en Nuevo León, que en el ciclo escolar 2013-2014 fue la segunda más grande del país en cuestión de porcentaje, sólo detrás de la Ciudad de México.
Y es que, acorde a cifras de la Secretaría de Educación, el 13.4 por ciento de los alumnos de preescolar, primaria y secundaria en la entidad acudieron a escuelas particulares en mencionado período, cifra que aumenta a 19.3 por ciento si se contempla el total del sistema educativo.
En la actualidad las cifras son similares. De acuerdo a datos de la Secretaría de Educación, en el periodo anterior (2015-2016) se inscribieron 145 mil 347 a escuelas privadas, manteniendo la tendencia al alza que se ha registrado en, por lo menos, los últimos cinco años.
Para muestra un botón: en el ciclo escolar 2011-2012 ingresaron 137 mil 291 alumnos a centros privados, en el 2012-1013 fueron 139 mil 257, en el 2013-2014 se inscribieron 140 mil 620 y en el 2014-2015 fueron 141 mil 250.
Igualmente las escuelas particulares que se han abierto en Nuevo León muestran un aumento de 2010 a la fecha. En 2016 el número de centros ha sido el segundo más grande de los últimos cinco años -21 centros en total- sólo detrás de los abiertos en 2011 que fueron 23.
Y es que tan sólo en el último lustro se han creado 114 centros de educación básica de paga para atender la demanda de la educación en la entidad, fenómeno peculiar que se le atribuye a la desconfianza de la ciudadanía a la enseñanza pública y al desorden de la mancha urbana de Monterrey.
Sólo basta con transitar por las principales vialidades de la zona metropolitana de Monterrey para percatarse del alto número de centros educativos que se publicitan en espectaculares con el afán de ganar matrícula.
Ángela Valencia Castro es ama de casa y madre del pequeño Daniel Soto. Junto a su esposo David tomó la decisión de inscribir a su primogénito en una escuela de paga, a pesar de la carga económica que significa para sus bolsillos.
Al mes, la pareja que se dedica a la venta de barbacoa los domingos, desembolsa 2 mil 500 pesos para cubrir la colegiatura de Daniel más los gastos extras que se originan en el periodo escolar.
“Sí patinamos en que piden demasiadas cosas: la lista de útiles, gastos de eventos y demás. Por ejemplo, en diciembre vamos a tener que pagar doble colegiatura y en marzo volvemos a pagar doble.
“Los gastos de inscripción y todo son demasiados costosos. A veces sí se exceden. Se la viven pidiendo dinero y más dinero. Al principio del año nos cobraron una cuota de ‘eventos’ y después cada vez que hay una fecha importante en la que se va a hacer algo nos vuelven a cobrar y por ese tipo de cosas sí le hemos batallado mucho”, aseveró la entrevistada.
Pero a pesar del golpe económico, la escuela ha cumplido con el objetivo de enseñanza del menor, quien a tres meses de haber ingresado ha mejorado en su lenguaje, ha aprendido un poco de inglés y reconoce muchos números y objetos, entre otras cosas.
La meta de Daniel al finalizar el primer año del curso, acorde a su plan de estudios, es que sepa contar hasta el número 50, conocer el abecedario, formar sílabas y demás, un conocimiento que para su mamá, tal vez no alcanzaría en un kínder público.
Y es que antes de optar por un centro educativo privado, Ángela visitó un par de escuelas públicas para conocer más alternativas, pero tanto las instalaciones como la atención hacia los estudiantes la desaminaron.
“Las principal razón fue la atención. Yo fui a checar los kínderes públicos y los profesores eran bien cortantes, la maestras también y casi siempre que me tocaba ir siempre escuchaba a las maestras gritándoles a los niños.
“También me decepcionaron las instalaciones. Cuando fui a llenar los formatos y todo eso veía los niños jugando solos, en el solazo y en toda la hierba crecida. Y esos fueron los principales motivos”, dijo la regiomontana de 32 años.
Desconfianza es la palabra que describe el sentir de Valencia Castro sobre las escuelas públicas. A su parecer la educación se ha “relajado” en los centros de enseñanza de gobierno y lo comprueba con algunos de sus sobrinos.
“Yo ya no escucho nada de concursos de oratoria o de ortografía en las escuelas públicas. Como que a los maestros ya les vale si los niños escriben bien, si escriben con acentos.
“Lo digo porque lo he visto en las libretas de un sobrino: he visto bastantes errores ortográficos y entonces la verdad es que sí me entra la desconfianza”, mencionó la mamá de Daniel Soto.
Igualmente, el conflicto magisterial que se vive actualmente en el país, a raíz de la Reforma Educativa, ha dañado la imagen del personal docente en algunos padres de familia como Ángela, quien considera que la inconformidad de los maestros podría tener consecuencias en las aulas.
Y a pesar de que Nuevo León ha sido una de las entidades en la que los profesores se han manifestado de una manera más pacífica, la entrevistada consideró que ya no garantizan un buen desempeño en las escuelas.
“Me imagino que los maestros al no pagarles bien o al no tener buenas prestaciones prefieren hacer como que hacen su trabajo y en realidad no hacen nada.
“Sí hemos agarrado como que cierta desconfianza de pensar que los maestros ya no son tan buenos como antes”, indicó Valencia Castro.
Daniel Soto forma parte de los niños que reciben una educación preescolar particular, pero el próximo año también podría formar parte del porcentaje de las filas que la abandonan ante el costo de las colegiaturas.
Y es que, a pesar de los esfuerzos extra de sus padres por darles “una mejor educación”, la existencia de otro hijo que también ingresará al kínder el próximo año reduce sus posibilidades de permanecer.
“La verdad sí le estoy pensando. Nada más porque ya compramos los uniformes y todo eso. A lo mejor nada más lo dejamos este año.
“Yo ya estoy pensando en que a lo mejor lo meteré a una escuela pública aún y a pesar de que no me gustan las instalaciones o la atención de los maestros”.
Tan sólo en las colegiaturas la familia Soto Valencia desembolsaría cerca de 5 mil pesos al mes, cifra que aumenta a casi 22 mil al inicio de los ciclos escolares.
“Ya entraría Camila y entonces no vamos a estar pagando 5 mil pesos por mes por tenerlos ahí. Sí se me hace demasiado. Y esa es la mensualidad. En agosto tendríamos que pagar un aproximado de 22 mil pesos, entre gastos administrativos, inscripción, los libros y lo útiles”.
Valencia Castro no es la única madre de familia que piensa que la educación privada supera a la pública.
De acuerdo a Gustavo Vázquez Castillo, licenciado en Ciencias de la Educación, la industrialización de Nuevo León es uno de los motivos que llevan a los padres a buscar la enseñanza de paga, al asumir que en dichos centros se les dotará de las herramientas adecuadas para competir en el mundo globalizado.
“En la mayoría de estos centros se les da educación bilingüe y se presta más atención al desarrollo de habilidades físicas artísticas.
“Bajo esta condición los padres de familia deciden recortar costos de su presupuesto para destinar, en algunos casos, gran parte de sus ingresos a la educación de sus hijos”, expresó el educador.
Sin embargo, Vázquez Castillo aseguró que recibir educación en instituciones privadas no siempre es garantía de éxito para sus egresados.
El especialista agregó que para cumplir las metas profesionales influyen otros factores como oportunidades laborales, sociales y necesidades de crecimiento.
“A pesar del mal concepto que se tiene, la educación pública ha sabido implementar programas en los que ha posicionado a sus egresados en cargos importantes, dejando de manifiesto que es mejor el desarrollo de habilidades para resolver problemas que la escuela de la que se proviene.
“Además es importante considerar que el Internet es otro medio de aprendizaje de manera autodidacta”, puntualizó el entrevistado.
Para la doctora Nancy Zambrano, experta en educación, el aumento de la matrícula en centros de paga obedece al desorden urbano que impera en la mancha urbana de Monterrey.
La entrevistada considera que el crecimiento desmesurado de fraccionamientos no lleva el mismo ritmo que el de la construcción de escuelas de gobierno, por lo que la aparición de “colegios de casitas”, como ella los llama, se ven favorecidos.
Para la especialista, la distancia entre las zonas habitacionales y escuelas públicas de prestigio es tan grande que los padres de familia deciden inscribir a sus hijos en privadas, a pesar del costo de las colegiaturas.
“En Nuevo León veo que sea difícil que haya una desconfianza hacia el maestro de educación pública. A mí lo que me parece es que la decisión de meter a un hijo a un colegio particular es más bien una decisión de vida laboral.
“Es más por comodidad de los padres, por tener un centro educativo cerca de sus casas o lugares de trabajo. Porque para muchos es más trabajo que su hijo tenga que pasar un montón de pruebas para poder ingresar a una buena escuela de Gobierno y que al final la distancia no le permita tener tiempo de llevarlo o recogerlo”, señaló Nancy Zambrano.
Añadió que el Gobierno tanto estatal como federal no ha sabido satisfacer la demanda de centros de educación pública ante el desorden en los reglamentos de urbanización.
“El Gobierno no me dio una opción pública cerca de los trabajos en donde se pueda llevar a los hijos. La escuela pública no me asegura que pueden cuidar de los niños hasta que los padres salgan de laborar”, finalizó la entrevistada.
Ya sea por buscar un mejor nivel educativo o por comodidad la enseñanza de paga es un negocio que está en auge en Nuevo León y aunque a paso lento se consolida como uno de los más grandes a nivel nacional.