
No recuerda exactamente cuándo empezó a deambular por la vida, recogiendo juguetes, ropa, telas, zapatos, muñecos, todo lo que en un cesto de basura se pueda encontrar.
No recuerda exactamente en qué momento de su vida dejó la comodidad de un hogar para cambiarlo por andar en la calle, todo sucio, maloliente, durmiendo donde la noche lo abrace, conciliando el sueño bajo los caprichos de la naturaleza.
Sus manos son hábiles con la aguja para coser; de hecho, su mirada está clavada en unos viejos pantalones que se encontró por ahí, en algún bote de basura.
La aguja entra y sale de esa vieja tela de pantalón con una habilidad que cualquier sastre envidiaría.
Me siento a su lado, no se inmuta en lo absoluto ni voltea a verme. A un lado de él hay una vieja bolsa con algún alimento que se quedó a la mitad. Al otro costado está su “choche”, un carrito estilo de los que hay en las tiendas de conveniencia donde está apilado una montaña de ropa, juguetes, toallas, sábanas.
¡Buenos días!, le digo a manera de romper el hielo.
“Buenos días, qué lo trae por acá”, pregunta aún sin levantar la mirada.
Me fijo, sus manos siguen dándole forma a esa vieja tela que poco a poco toma la forma de un pantalón. Dijo llamarse Gabriel Gómez López, de 59 años de edad.
¿Usted sabe coser? La respuesta fue tan sólo un suspiro largo, cansado, lleno de una paciencia que de alguna manera le envidié.
“En esta vida uno aprende de todo. A coser, a ‘remendar’, a todo, pero lo que se dice a todo”.
¿De dónde es usted?
“De todas partes. De aquí, de Linares, de Ramos Arizpe, de Saltillo, de todas partes soy”.
¿Desde cuándo decidió usted andar así por la vida?
“Desde siempre. No conozco otra forma de vida”.
¿Pero me imagino que hubo una etapa en su vida en el que el panorama no fue así?
“Siempre ha sido así”. Su respuesta va acompañada con una mirada triste, una mirada que refleja la soledad que cubre su existir.
¿Qué hace con todo lo que recolecta?
“Lo vendo, de ahí sale para comer, para comprarme quizás un pantalón, una gorra”.
¿Cuánto es lo que logra reunir de dinero por día, por semana, por mes?
“A veces junto en tres días para comprarme un pasaje de autobús y entonces me voy a otra ciudad. Puede ser en un día 50 o 100 pesos. Los días buenos son los fines de semana”.
¿Nunca ha pensado en cambiar su estilo de vida?
“No, se habla de un desempleo general, a veces, hace muchos años, intenté buscar un trabajo estable, pero nunca se pudo”.
¿Curso algún grado escolar?
“No. Siempre he andado en la calle, así como me ve hoy así he andado siempre”.
¿La gente es generosa con usted?
“Yo voy por las calles recogiendo cosas, o voy por las colonias en busca de ropa, a veces en las casas, pero por lo general, en los botes de basura”.
¿No tiene familia? Esconde su mirada, se levanta, se apoya en su carrito, me observa con detenimiento.
“Vivo solo, mis padres hace mucho que murieron. Yo solo ando por la vida, buscando algo qué comer y qué vender.
¿Cuál es su mayor ilusión en la vida?
“Ninguna, si acaso amanecer bien para seguir luchando por sobrevivir”.
¿Por lo general, dónde pasa la noche?
“Donde el cansancio me pesque. Puede ser en una banca de algún parque, en alguna banqueta”.
¿Cómo son sus Navidades, sus Noches Buenas?
“Igual que hoy, son días donde la soledad y el hambre se hacen más presentes”.
Hay una canción que dice que “El amor es un vagabundo”…
“Y no sólo el amor joven, yo soy un vagabundo… a lo mejor sin amor”, acto seguido se levanta, me mira y me da un abrazo, un abrazo cargado de emoción.