Morenita, El Escándalo parece un milagro de producción. En su presentación, el director y guionista Alan Jonsson Gavica hace un trabajo sobresaliente, al abordar un tema polémico, que no es nuevo, pero que vindica el cine mexicano, tan maltratado en los últimos tiempos por mediocres comedias picosas que contribuyen al retroceso de una industria enfermiza y en permanente proceso de recuperación.
El realizador da un ejemplo de las maravillas que puede hacer un equipo con ingenio e iniciativa. Como si fuera una clase de producción para los aprendices de cineasta, Jonsson Gavica consigue filmar desde un escenario insólito que parecería inexpugnable, como la Basílica de Guadalupe.
Se observa que la película se hizo con un presupuesto mínimo, pero con una voluntad inquebrantable, como deben trabajar los productores en creaciones modestas.
Morenita, El Escándalo es una cinta que se centra en una premisa escandalosa. Un joven criador de palomas se mete en problemas de deudas con la mafia y para pagar decide emprender una tarea que parece una locura: robar la tilma de Juan Diego. Para ello, se auxiliará de su abuelo, que trabaja como guardia en el santuario guadalupano donde se encuentra la santa reliquia.
Se responde aquí a una pregunta que nadie se formula: ¿qué pasaría si el dibujo divino fuera secuestrado? Las consecuencias, como se muestra, serían terroríficas para los mexicanos que se quedarían literalmente huérfanos de madre.
La historia se desarrolla con cadencia, con una serie de giros interesantes que hacen que la película se desboque, pronto, hacia lo que interesa, que es el gran robo. Para ello, Jonsson Gavica se apoya con un fino casting de intérpretes, en el que destaca Ignacio López Tarso, quien estaba alejado de la pantalla grande y que demuestra, en su regreso, que se encuentra en plena forma y que el toque histriónico no se pierde jamás.
Los productores exageran, innecesariamente al presentar la cinta. A su título original, le agregan, con evidentes motivos comerciales, la frase de El Escándalo, que resulta chocante al ser este un buen thriller que puede venderse sólo, sin artilugios de mercadotecnia, y sin necesidad de polémica, como es el evidente interés del anexo.
El póster promocional es, igualmente, provocador, con la imagen de la madre de dios delineada con cocaína y sobre ella tres balas.
Los fervientes guadalupanos, pese a todo, no deben sentirse ofendidos. En su interés por mostrar, de manera reiterada, que accedió al santuario del Tepeyac, el director hace una sobre exposición del recinto, en interiores y exteriores, con una profusión de imágenes de la Virgen Morena, que hasta parece una celebración y un video proselitista de la imagen mundialmente conocida.
Desafortunadamente, Jonsson Gavica incurre en algunas pifias que pueden ser atribuibles a su novatez. Tiene en sus manos la posibilidad de generar tensión al someter a sus personajes a una presión que se antoja insoportable, por la clase de crimen que están por cometer. Sin embargo, se muestra complaciente y hace que los actores del drama transiten sin mayores dificultades hasta cerca del final, momento en el cuál están obligados a tomar decisiones extremas.
Otra de las fallas evidentes en Morenita, es la carencia de verosimilitud en la presentación de la historia. Como guionista, Jonsson Gavica tomó una situación que parece escalofriante y que, de inicio, impacta y atrae. Pero se olvidó de darle credibilidad a las peripecias. La historia está llena de agujeros de lógica que pudieron haber sido llenados fácilmente si el escritor hubiera ocupado más tiempo en revisarlos.
Pero las deficiencias empequeñecen frente a esta que es una película atípica del cine mexicano, llena de acción, suspenso y una propuesta que se impone por singular e interesante.