
En la vida cotidiana pocos se detienen a ver las necesidades de los invidentes y de esa manera se convierten en ciegos de la realidad. Las personas con discapacidad visual, tienen que esforzarse para poder llevar una vida normal, sin embargo, la indiferencia del hombre los discrimina y no ve la riqueza interior de esta gente.
Alma Lorena Quiroz García es licenciada en Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Su discapacidad visual no fue impedimento para que lograra terminar una carrera, pero las oportunidades para poder ejercerla no han llegado.
Después de buscar varias veces un lugar dónde laborar, la vecina de la colonia Riberas de la Silla encontró un espacio: el Centro de Control, Comando, Comunicación y Cómputo (C4) del municipio de Guadalupe.
Aunque le gustaría trabajar en su área, por lo pronto se desempeña como recepcionista, pues aseguró que aún existe mucha discriminación para las personas invidentes.
“Desafortunadamente aún falta mucha cultura hacia las personas con discapacidad -no nada más visual, sino en general-, sí es muy difícil encontrar empleo, a pesar de que se han estado haciendo varios comerciales y cosas que traten de apoyarnos un poquito, la discriminación y oportunidades siguen igual, falta mucho”, comentó, la licenciada de 26 años de edad.
Lorena es ciega de nacimiento, es hija única, su padre también era ciego y su madre es invidente desde el alumbramiento. Para poder salir adelante han buscado oportunidades en la vida, ya sea trabajando como vendedores de dulces, flores, productos de limpieza o en lo que se pueda.
El esposo de la recepcionista tampoco puede ver, pero a diferencia de ella, él perdió la vista a los 18 años, cuando la retina se le desprendió.
Con una mirada de sensibilidad e inteligencia, la egresada de la Facpya contó cómo aprendió a salir adelante en el ámbito escolar y personal.
SE APRENDE POCO A POCO
Durante la juventud, el padre de Lorena perdió la vista a causa de meningitis aguda. Fue por ello que cuando ella nació, sus papás ya sabían cómo guiarla en la vida.
“Ya sabían cómo estimular a una persona con discapacidad visual. Ellos fueron los que me dieron la estimulación temprana, todo el manejo de manos, pies y me empezaron a enseñar a escribir el sistema de lecto-escritura para ciegos, y ya cuando fui a la escuela para ciegos, José María Cárdenas, que está en Mitras Centro”, dijo.
El problema de su ceguera se dio debido a un problema congénito por parte de su madre.
“Mis papás eran los que siempre me apoyaban en todo momento, me llevaban y sí se batallaba bastante porque el camión no se paraba y luego cuando empezaron con las construcciones del Metro fue peor, porque muchas veces hasta nos caímos en las zanjas. En ese tiempo vivía en la colonia Valle de San Roque en Guadalupe”, contó.
Para poder aprender en la escuela desarrollo el sentido del tacto, el oído y el olfato. Fue hasta los 7 años cuando aprendió al 100 por ciento a usar el sistema Braille.
Como todos en la escuela eran invidentes no hubo discriminación, fue hasta la secundaria y preparatoria cuando estos efectos se fueron dando. Lorena aseguró que fue más bella la vida universitaria, muchos de sus compañeros eran amables con ella.
Para poder ingresar a la Preparatoria No. 1 de Colegio Civil, su examen fue oral; sus primas la ayudaron a estudiar.
“Me tuvieron que leer toda la guía, que por cierto ¡era muy grande! y yo grababa las respuestas; lo mismo hacía en la primaria o secundaria, tenía que grabar o memorizar todo. Lo que se complicó un poco fue en que los maestros no estaban preparados para dar clases a una persona ciega, porque tenían que leer los libro; yo buscaba quién me leyera la información, afortunadamente contaba con el apoyo de mi familia, mis primas que me apoyaron en la prepa y facultad”, contó sonriente.
Durante los dos años que curso sus estudios, sólo encontró a otra persona invidente, la cual no concluyó los estudios, únicamente llegó hasta segundo semestre, ya que no tenían apoyo de su familiam contó Lorena, quien es de cabello largo, negro y medio ondulado.
LA FACULTAD
Como había tanta desigualdad para las personas ciegas, y el esfuerzo que su padre había hecho por darle un estudio no podía quedarse en vano Lorena, decidió estudiar la carrera de Ciencias Políticas.
“Mi idea siempre era estudiar algo para servir, que mis conocimientos sirvieran a otros y si se pudiera con esos conocimientos defender algunos puntos o derechos de la gente, siempre fue así mi idea y dije: igual con el Derecho puedes hacerlo, pero con la política tienes más poder, para hacer las cosas como realmente deben ser – claro que actualmente las cosas han cambiado-, esa fue mi idea”, mencionó.
Desafortunadamente su papá no estuvo presente durante su formación profesional, pues enfermó a mediados de 2001 y justo tres días después de que ella presentó el examen de ingreso, falleció.
“Enfermó de cirrosis, no porque tomara mucho, sino porque siempre me llevó a tomar clases, incluso a asesorías de matemáticas, porque se batalla en la escuela y tuve que tomar asesorías; él se malpasaba mucho, no comía, tenía que estar tomando pastillas y el medicamento dañó su hígado cuando estaba por terminar la preparatoria.
“En ese tiempo yo pensé que de qué iba a servir todo lo que él sacrificó si yo no me comprometía a pagarle al menos con algo, lo que él quería era que yo estudiara y ¿por qué no hacerlo? Cuando presenté el examen para la facultad, a los tres días él falleció… y entonces si pasaba o no, lo iba a seguir intentando, porque no me iba a quedar sin estudiar, lo pasé y a echarle ganas”, platicó la invidente.
Su padre era quien la guiaba en el recorrido a tomar el camión para ir a la preparatoria, ahora sería su madre, pero llegó el momento en que se tenía que tomar una decisión: independizarse.
“Mi mamá no podía llevarne, así que le dije que yo como puediera iba a estudiar. Al llegar a la facultad, no había maestros preparados, tuve que hablar con cada uno, únicamente un docente de primer semestre, sabía atender a mi discpacidad porque había un alumno invidente, mis exámenes eran orales”, dijo.
Durante los años anteriores, los integrantes Quiroz García solventaba sus gastos con lo poco que ganaba el jefe de familia laborando como empacador en una tienda de mariscos, posteriormente como comerciante y finalmente tocando música en los camiones.
Su madre estudió sólo hasta séptimo semestre de la Facultad de Trabajo Social, y nunca ha tenido un trabajo fijo, por lo que se dedicó a la venta de productos de aseo personal o delimpieza.
El dinero no alcanzaba para comprar la despensa, andar en camiones, vestimenta y escuela, fue entonces cuando a principios del ingreso a la preparatoria solicitaron una beca a la UANL, Lorena pagaba menos del 50 por ciento.
Una vez en la carrera, la estudiante comenzó a dar clases de Braille a personas ciegas en la Asociación de Retinitis Pigmentosa, escuela en la que estudió computación.
“Ingresé en segundo semestre de la facu a estudiar computación porque eran `millones´ de investigaciones las que encargaban en la escuela, tenía que hacer resúmenes y no me iban a estar ayudando todo el tiempo, tome los cursos dos años, termine en el 2005 y se presentó la oportunidad de que confiaran en mí, para que les impartiera las clases del sistema Braille a personas con discapacdiad visual y gracias a Dios me quedé hasta el 2008”, contó.
Lorena también participó en la exposición de “Diálogos en la Oscuridad”, que surgió como un proyecto del Consejo de Desarrollo Social, para apoyar un poco más la cultura hacia las personas con discapacidad visual, donde los asistentes formaban parte de lo que vivía un ciego en un recorrido de una hora 15 minutos.
“Trabajé como guía, íbamos a `hacer el súper´, cruzabas el Barrio Antiguo y después paseabas y comías, pero todo sin ver. Gracias a la exposición estando ahí, se nos dio la oportunidad de estar en ese proyecto que duró de octubre de 2006 a junio de 2008”, detalló.
SU TRABAJO EN EL C4
Después de haber estudiado 4 años y medio la carrera de Ciencias Políticas, y cuando buscaba incorporarse en esa área se encontró con una realidad. El empleo para las personas con discapacidad visual es prácticamente nulo.
En más de una ocasión acudió a recursos humanos del municipio de Guadalupe, para que la pudieran canalizar a algún trabajo, hasta que por fin encontró un lugar: el C4 en donde ya tiene dos años.
“Fui varias veces al municipio a solicitar empleo… (suspiro) por la cuestión de que no tenía recursos, pero me decían que no había lugar, lo quería en Guadalupe porque me quedaba más cerca el trabajo, porque en donde daba clases estaba más retirado hasta el Obispado; entonces busqué la oportunidad de tener otro empleo; en mi trabajo hay muchas extensiones, pero ya me las sé y no me confundo, me gusta tener el trato con la gente; además de ser recepcionista del C4, tengo el conmutador de Policía y Tránsito a mi cargo.
“Me gustaría trabajar en lo que es mi especialidad, pero desafortunadamente las puertas para una persona con discapacidad no siempre están abiertas y ya lo único que quieres es encontrar trabajo en donde sea, porque está muy complicado, pero no me puedo quejar, estoy bien en mi trabajo, pero si se presenta una oportunidad mejor que bien, y aprovecharla.
“Sé que no nada más yo tengo situaciones difíciles, sé que mucha gente está peor; en el mismo municipio que hay miles de personas, pero creo que por algo se empieza. Me gustaría trabajar en algo de lo que estudié, algún día ser regidora, ser directora del DIF, sé que es complicado, tienes que soñar, formarte metas, pero también ubicarte dentro de tus realidades, no porque no lo pueda hacer, sino que a veces sabes que es complicado”, dijo Lorena mientras se levantaba a contestar el teléfono en su vivienda.
La vecina del municipio de Guadalupe, además de saber computación, sabe un 50 por ciento de inglés.
El gobierno del Estado los ha ayudado con un apoyo de 700 pesos mensuales, que son otorgados a aquellas personas con discapacidad que viven en zonas marginadas, y es que Lorena y su esposo tienen que pagar una mensualidad por la casa en la que habitan, en la cual también viven con su mamá.
ANÉCDOTAS
Las anécdotas que ha tenido son muchas, por fortuna ninguna de gravedad, como la de otros invidentes.
“Cuando estaba en la facultad teníamos un transporte que nos dejaba en Félix U. Gómez, pero una vez se me pasó porque un maestro nos entretuvo con unas tareas, toda mortificada le llamé a mamá y pedí un taxi y como pude llegamos a la casa, casi nunca andaba sola.
“También en la facultad, una vez me caí, pero me preocupe más por la ropa que por mí. Salía a las 5 de la tarde de la casa, iba corriendo al taxi, tenía examen de Derecho y me fui al lado de la jardinera y me caí, y lo único que pregunté es que si estaba bien mi ropa, gracias a Dios nada grave.
“Otra vez en lugar de tomar el camión que me llevara a casa, tomé uno que iba para el centro, tuve que dar toda la vuelta, pero son anécdotas que me pasaron y que tienes que ir superando los obstáculos que es la principal finalidad”, mencionó.
Recordó que en ocasiones sus papás y ella cayeron en varías zanjas, cuando se estaba construyendo la línea del Metro hacia Guadalupe.
Ahora se han visto beneficiados con él, gracias al sistema Braille que se implementó en las líneas y en el cual el gobierno del Estado capacitó a los invidentes para usarlo.
Para elegir la ropa, invita a alguien que la acompañe a comprar, pues le gusta andar bien vestida y elegir bonitas prendas.
SU AMOR TRASCIENDE LAS MIRADAS
Cuando estaba en la primaria Gerardo Antonio Jacobo Nava, nunca pensó que en un futuro su esposa sería Lorena, su compañera de salón, pues la comunicación entre ambos no era buena.
En aquellos años él aún podía ver, se dio cuenta del color de piel, cabello negro y largo de su ahora pareja, pues aunque padecía de debilidad visual, su visión era un tanto buena.
Desafortunadamente a la edad de 18 años la retina se le desprendió y lo dejó totalmente ciego; aunque se hizo cuatro cirugías, ninguna funcionó.
“Cuando estaba en el vientre de mi mamá, ella tuvo contagio de rubiola y nací con debilidad visual. A los 18 años me quedé totalmente ciego, no hay nada para poder regenerar una retina, no hay solución. Me han hecho cuatro operaciones, pero no se puedo hacer nada, las tres primeras tuvieron éxito, pero la cuarta no; de mi familia soy el único que no puede ver”, explicó un tanto decepcionado.
El volver a ver a Lorena le causaba ilusión, y el destino los llevó al mismo lugar: la Asociación de Retinitis Pigmentosa. El reencuentro resultó una maravilla, en poco tiempo se hicieron novios, en menos de un año se casaron.
“Convives con mucha gente invidente y Lorena me gustaba desde tiempo atrás, me acordaba mucho cómo era y aunque de niños yo le caía mal, todo cambió; ahora nos gustaría tener hijos, pero se torna complicado la economía”, dijo Gerardo quien tiene 28 años de edad, mientras apretaba la mano de Lorena.
A diferencia de su esposa, él no tiene estudios universitarios, sólo terminó la secundaria pues el apoyo fue poco.
De su familia, únicamente Gerardo nació con la debilidad visual, sus dos hermanos y hermana lo ayudan cuando se puede.
Para poder solventar gastos trabaja en un grupo musical llamado Visión -el cual es norteño-regional-, en el cual toca la batería y todos los compañeros son invidentes. Además trabaja vendiendo dulces en cruceros o afuera de hospitales, pues los eventos musicales prácticamente se han desplomado.
Algunas de las presentaciones que han tenido son en el municipio de Guadalupe y Monterrey; sin embargo, anhela el poder trabajar pronto y que la gente contrate los servicios.
Gerardo le hace la lucha a lo que se puede, también vende dulces en cruceros o a las afueras de hospitales como la clínica 26 del IMSS, pero recientemente ya no les dan oportunidad de vender.
El invidente dejó un mensaje para todas aquellas personas que se dejan vencer, sin antes luchar.
“La gente que tiene todo físicamente, realmente no hay barreras para realizar lo que se propongan porque muchas veces nosotros también nos quejamos, pero aparte de nosotros hay casos más extremos y no debemos renegar de lo que hacemos o lo que nos falta físicamente; los obstáculos los podemos vencer simplemente queriendo. Querer es poder. Déjense de quejar por cosas que no tienen significado y échenle ganas, todo se puede”, finalizó.
SISTEMA BRAILE
El sistema Braille se inventó en el siglo XIX por el oficial de caballerías Charles Barbier, como un código nocturno para transmitir mensajes que se pudieran leer sin luz y de esta manera no delatar la posición de los soldados en el campo de batalla.
Tiempo después, el francés Luis Braille, quien quedó ciego a los 3 años de edad, redujo el tamaño del código a la mitad y lo transformó en un sistema de lectura y escritura para personas ciegas.
El Braille es un alfabeto en el que se lee moviendo la mano de izquierda a derecha, pasando los dedos por cada línea. Una celda de Braille consiste de seis puntos en relieve perceptibles al tacto. Al arreglar los puntos en varías combinaciones, se pueden formar 64 patrones diferentes.
Aprenderlo depende de cada persona, puede durar desde 15 días hasta meses. Se escribe de derecha a izquierda.
“Con los 6 puntos de la casilla se pueda hacer hasta 64 combinaciones, letras, números, signos de puntuación, todo, todo está en la manera en que colocas los puntos”, explicó Lorena.
Durante los estudios, siempre leyó con el tacto, al desplazar los dedos sobre el alfabeto de Braille, y usó libretas especiales con regletas, estas últimas son en las que se escriben los 6 puntos. Cabe mencionar que un texto en Braille puede ser elaborado a mano o a máquina.