
Tras dar a luz, una joven presentó atonía uterina, una condición médica en la que el útero no puede regresar a su estado natural y que le originó pérdida masiva de sangre. En total, la regiomontana perdió 17 litros, que es más de tres veces la cantidad que tiene el ser humano. Durante todo el proceso, recibió cerca de 30 bolsas de plasma.
Hace dos años Norma Alicia Gallegos Quiñones llegó a la Unidad Médica de Alta Especialidad en Ginecología y Obstretricia (UMAE) número 23 del IMSS para dar a luz a su cuarto hijo.
Con la emoción de traer a la vida a una nuevo ser, la mujer de entonces 34 años de edad ingresó a labores de parto cerca de las 10:50 de la noche.
El embarazo había transcurrido con toda normalidad, por lo que nunca imaginó que después del alumbramiento su vida quedaría prácticamente en el limbo por una severa hemorragia obstétrica.
“Cuando estaba en la labor de parto sentía mucho frío y mucho calor, lo que nunca había sentido con los demás hijos, pero fue lo único extraño que sentí”, aseveró la mujer.
Era el 11 de octubre de 2011, minutos después de ingresar al quirófano para dar a luz, la noticia llegó con felicidad a la sala de parto y al exterior: el varón nació perfectamente.
“¿Está todo bien con el bebé?” fue la última pregunta que hizo la vecina del municipio de García antes de desvanecerse.
Y es que, tras dar a luz, la joven presentó atonía uterina, una condición médica en la que el útero no puede regresar a su estado natural y que le originó pérdida masiva de sangre (dos litros, de los casi cinco que almacena el cuerpo humano).
Cada año, de los 16 mil partos que atiende la UMAE 23 del IMSS, el 6 por ciento presenta hemorragia, pero en la mayoría de los casos logran detenerse con medicamento. Sin embargo, con Gallegos Quiñones el tratamiento no surtió efecto.
Al exterior, su esposo recibió la noticia agridulce: su bebé está bien, pero su esposa no.
Por la excepcionalidad del caso, el hospital activó el ‘código mater’, que es un protocolo de acción inmediata que congrega a los médicos más experimentados con el único objetivo de salvar a la paciente en riesgo.
El doctor Luis David Álvarez Chávez, entonces jefe del departamento de toco-cirugía del turno matutino, recuerda aquel 11 de octubre con mucha peculiaridad. Estaba en casa cuando le llamaron de emergencia para encabezar los trabajos médicos de Gallegos Quiñones.
Los medicamentos no habían surtido efecto, por lo que los especialistas procedieron a aplicar una sonda para distenderle la matriz a Gallegos Quiñones, pero tampoco funcionó.
Con la vida de la paciente en sus manos, los médicos decidieron aplicar una histerectomía obstétrico o retiro de la matriz para frenar el sangrado y salvarle la vida, pero la situación de Gallegos Quiñones se agravaba con el correr de los minutos.
Y es que, ya en quirófano, la mujer presentó ahora coagulopatías de consumo, que es el sangrado masivo de todos los órganos del cuerpo.
En total, la regiomontana perdió 17 litros de sangre, que es más de tres veces la cantidad que tiene el ser humano. Durante todo el proceso, Gallegos Quiñones recibió cerca de 30 bolsas de plasma.
“Todo el tiempo presentó sangrados masivos y cuando sucede eso la función de la sangre empieza a fallar y una de esas es coagular, pero Norma sangró tanto que presentó coagulolopatía de consumo.
“Quiere decir que la sangre ya no funciona y empieza a sangrar de todos lados, incluso fuera de los sitios que estaba originalmente sangrando. Ya no tenía matriz en ese momento sino que era una situación que estaba afectando todo su cuerpo, todos sus órganos”, expresó Álvarez Chávez.
Para detener los sangrados masivos, los especialistas procedieron a realizar una nueva cirugía a Gallegos Quiñones que consistió en ligar las arterias que llevan la sangre a la parte inferior del cuerpo, una operación delicada que se practica en pocos centros de salud.
“Es una cirugía que no se hace en la mayoría de los centros, sólo en los de concentración como éste donde tenemos equipos multi disciplinarios para el manejo de este tipo de hemorragias tan graves. Se anudan estas arterias y se hace otra cirugía de control de daños, que consiste en meter unas compresas en el cuerpo, que hacen una compresión y al siguiente día se retiran las compresas en otra cirugía”, mencionó Álvarez Chávez.
Corrían las horas y al exterior del quirófano el esposo de Norma lidiaba su propia batalla, la de la incertidumbre, al ser receptor constante de malas noticias.
“Se le tendrá que hacer una nueva cirugía a su esposa”, eran las palabras que escuchaba cada vez que se le acercaban los médicos.
El destino de Gallegos Quiñones había cambiado de manera drástica en pocos minutos: de dar vida a su cuarto hijo, ahora la propia pendía de las manos de todo un equipo multidisciplinario de anestesiólogos, intensivistas, enfermeras, especialistas en embarazos de alto riesgo y demás.
Fueron cerca de 12 horas las que la joven madre se debatió entre la vida y la muerte en medio de una serie de cirugías. Y aunque todas se habían desarrollado con éxito, el destino de Norma aún era incierto por las lesiones que pudieron haberse provocado por las hemorragias.
Y es que, acorde a Álvarez Chávez los sangrados masivos pueden dejar daños en los órganos como riñón, pulmón, hígado o cerebro.
“Cuando tienen esas hemorragias tan masivas la mortalidad es de un 50 por ciento, la mitad de las personas se mueren y las que sobreviven tienen una gran posibilidad de tener una secuela: problemas renales, infecciosos, de mayor sangrado. Los problemas son a corto y largo plazo. Con tantas cirugías puede haber lesiones del tracto intestinal, del tracto urinario, lesiones renales”, comentó el especialista.
De hecho, la paciente presentó lesión en el útero, pero se corrigió al día siguiente por medio de una nueva intervención quirúrgica.
La maratónica madrugada de cirugías había terminado. La paciente estaba respirando a través de un tubo y los doctores sólo esperaban que recuperara la conciencia para conocer las secuelas de las operaciones.
En el pasillo del hospital, su esposo también esperaba con ansias el resultado de las intervenciones. Con la ayuda de los médicos, su mujer había ganado la lucha contra la muerte, pero con la pérdida de sangre masiva y las múltiples operaciones, el estado de salud de Norma aún era desconocido y hasta reservado.
Poco más de doce horas después de dar a luz, Norma recuperó la conciencia y fue ahí que el milagro ocurrió.
Como si la tensa madrugada de los cirujanos nunca existió, la vecina de García despertó con toda tranquilidad y sin ningún tipo de incomodidad.
“Me desperté y vi en el reloj que era la una, pero no entendía porque se veía muy claro para ser la una de la mañana. Una doctora me preguntó que cómo me sentía y mi respuesta fue muy bien”
“Yo recordaba que había llegado al parto en la noche y no podía creer que ya era de día, no sabía que había pasado hasta que la doctora me comentó que había llegado muy grave a cuidados intensivos y que me acababan de retirar aparatos, pero lo extraño era que yo me sentía muy bien”, dijo Gallegos Quiñones.
La respuesta y entusiasmo con la que la madre respondió a la enfermera dejó perplejos a los especialistas. Se requirió incluso de una fotografía de Norma haciendo la señal de ‘muy bien’ con su dedo pulgar para que los doctores acreditaran lo que les estaban comunicando.
“No lo podía creer, Norma había estado al borde de la muerte horas antes y ahora estaba diciéndonos que se sentía muy bien. Fue una sorpresa muy agradable, muy emotiva para todo el equipo que hasta celebramos”, expresó Álvarez Chávez.
Luego de las cirugías, la madre permaneció cuatro días más en la área de cuidados intensivos de la UMAE, pero su estado de salud no dejaba de sorprender a los especialistas y a los propios familiares.
“A mi esposo le parecía increíble que estuviera bien porque le decía que estaba muy grave. Vi que mi esposo me miró y no podría creer que era yo porque en la mañana yo estaba muy grave. Le parecía increíble”, dijo Gallegos Quiñones
Durante su estancia en el hospital, por recomendaciones médicas la mujer no pudo ver a su hijo más que por fotografías de celular que le facilitó una enfermera.
Una vez en casa, la historia se repitió por cerca de dos meses. El bebé, a quien bautizó con el nombre de Emanuel, estuvo a cargo de la abuela paterna para evitar cualquier riesgo para la madre.
No fue hasta diciembre, como si se tratara de una regalo navideño que Gallegos Quiñones pudo finalmente tener entre sus brazos a su cuarto hijo.
“Estuve al borde de la muerte y ahora estoy aquí, me parece impresionante estar aquí. Todos los días le agradezco a Dios que me haya dado una segunda oportunidad. Yo digo que tengo unos angelotes que me cuidaron y gracias a ellos y a los doctores es que hoy estoy aquí”, mencionó la regia.
Hoy, a un año y medio del acontecimiento que casi le arrebata la vida, Norma disfruta a plenitud la vida con su esposo y sus cuatro hijos.
Con regularidad acude a chequeos de rutina para conocer su estado de salud y la respuesta siempre es la misma: está en perfectas condiciones, no hay secuelas físicas de la madrugada del 12 de octubre.
“Para nosotros es muy emotivo, muy gratificante, es una retroalimentación porque nos preparamos como equipo: todos los involucrados. Vemos esto muy seguido, tal vez no a este grado, pero es muy gratificante ver los resultados que la mayoría de los pacientes salen caminando, salen funcionales para atender a sus hijos.
“A veces por un caso que no tiene final feliz hace más ruido que el que sí tiene. En ese momento uno como médico deja su vida también, dejamos parte de nuestra salud. Para nosotros es un sufrimiento también”, puntualizó el ex jefe del departamento de toco-cirugía