Hace 35 años la marcha mexicana vivió uno de sus más grandes momentos cuando Raúl “el matemático” González obtuvo oro y plata en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984. Este es el recuento de esta hazaña.
Por Juan Ramón Piña
Raúl González Rodríguez lo tuvo muy claro desde que calificó por México en las pruebas de 20 y 50 kilómetros de caminata para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984: ganar las dos competencias.
En los 20 kilómetros pudo haberlo logrado, pero disminuyó su marcha para garantizar dos preseas para México en esta prueba, quedándose con la plata. Este resultado lo motivó para ir por el oro en los 50, que se disputó siete días después, tiempo bastante aceptable para la recuperación.
Ya con la presea de plata pendiendo de su cuello, ganó en la distancia que había hecho suya desde hacía varios años atrás, los 50 kilómetros, y en la que había impuesto un dominio arrasador, faltándole coronarla con la gloria olímpica… Y de esa hazaña se cumplen 35 años el 11 de agosto.
“El 11 de agosto llegó. Había estado tranquilo el día anterior, concentrado en visualizar mi actuación en la competencia”, dice el popular “Matemático” en su libro ¡Así Gané!
Ese día la competencia arrancó a las 8:00 horas. Se pronosticaba una elevada temperatura, que para enfrentarla González y su equipo médico estructuraron un plan de hidratación que se cumpliría al pie de la letra.
“Pronto llegó el kilómetro 40, como a eso de las 11 de la mañana. El calor hacía del asfalto un comal ardiendo, pero yo aprovechaba la brisa refrescante de la regadera, puesta especialmente para eso en cada vuelta”
Parecía que entre más subía la temperatura ambiente, más fortaleza tomaba el oriundo de China, Nuevo León; el termómetro oscilaba en los ¡38 grados centígrados!
“… Maurizio (Damilano; Italia) había desfallecido y, sin él, se hacía más grande la distancia con mi más cercano competidor.
“Estaba a 5 kilómetros de la meta y comprendí que también podía establecer un récord olímpico. Decidí buscarlo, aunque la competencia estaba casi ganada…”, recuerda González en su obra biográfica.
Transcurrió ese último parcial hasta llegar al momento esperado: la vuelta olímpica. Al entrar González al famoso Coliseo de Los Ángeles, que estaba a reventar y con miles de paisanos en su interior por ser California, aquello fue apoteósico.
“Di la vuelta a la pista con el paso lleno de ansiedad por llegar, mientras que la gente, de pie, aplaudía y no dejaba de gritar.
“En los metros finales me invadió el llanto, que no pude contener… ¡Lo había logrado y no lo creía! ¡No podía creer lo que estaba viviendo!”, sentencia González en su texto.
Así, aquel atleta que dio sus primeros pasos como fondista en Río Bravo, Tamaulipas, adonde había ido a vivir con sus papás que buscaban superarse, consolidaba 15 años de ardua carrera deportiva.
Vendría la premiación y con ella una serie de evocaciones de toda una vida.
“El Himno Nacional trajo a mi mente recuerdos de infancia, recuerdos de mi amor a México. Porque México es todo lo que ha formado mi vida, mi familia, mis amigos, mi tierra…”, señala el campeón en su libro.
Los otros mexicanos en la prueba fueron Canto, ganador de los 20 kilómetros una semana antes, y el michoacano Martín Bermúdez, descalificado.
La de “El Matemático” fue la tercera presea de oro para la marcha mexicana en Juegos Olímpicos, después de la del también nuevoleonés Daniel Bautista en Montreal 1976, y la de Ernesto Canto en los mismos Juegos angelinos.
Motivante plata
En la otra prueba, los 20 kilómetros y disputada el 3 de agosto de 1984, González estuvo a punto de lograr la prometida presea dorada, cediéndola por apenas ocho segundos ante otro mexicano de guerra y garra: el mexiquense Ernesto Canto.
“… al kilómetro 10 estábamos al frente Ernesto Canto, Maurizio Damilano (Italia) y yo. Poco después llegaría una amonestación para Ernesto, pues él seguía en su afán de irse al frente; Maurizio tampoco cedía, ya que defendía su campeonato olímpico (Moscú 1980).
“Cuando traté de darles alcance en el kilómetro 16, justo en el momento de llegarles, a Ernesto le hicieron una segunda amonestación.
“En ese momento pensé en algo de lo que no me arrepiento: decidí no presionarlo para que no lo descalificaran, no por él, sino porque en ese momento México tenía la oportunidad de ganar dos medallas”, señala González en su autobiografía.
Este histórico 1-2 representaba el poderío que México había establecido en la marcha mundial desde 1976, sólo superado por el podio completo de los soviéticos en 1956, cuando la distancia de la prueba corta en los Juegos Olímpicos quedó establecida en 20 kilómetros.
Y por cierto, como atleta, en Nuevo León y México llamaban “El Matemático” a Raúl González, ya que fue estudiante de la Facultad de Físico Matemáticas en la UANL; el apelativo se le atribuye al periodista Efraín Rodríguez, de El Norte, ya fallecido.
En Europa lo conocían como “Speedy” González, relacionándolo con la velocidad que tomaba el singular personaje de la caricatura.