
por Marilú Oviedo
Jorge Francisco Manzano Camargo tiene 51 años de edad y el pasado frente frío número 20 se refugió en el albergue Antonio I. Villarreal, pero a diferencia de otros indigentes, éste era una persona VIP, luego de que viviera en uno de los municipios más ricos de México, San Pedro Garza García.
Años atrás tenía su domicilio en la calle Vía Savotino 333, en la colonia Fuentes Del Valle, y desde hace tres años anda por las calles deambulado, pues la desgracia llegó a su vida, una vez que perdió a su padre, esposa e hijo.
“Es una vida muy dura, muy triste, muy vacía, a mi edad hacer una familia nueva como que ya no, juntarse con alguien quizá”, dijo.
“Durante 10 años me dediqué a las ventas de bienes raíces, porque no estudié una carrera, dejé la preparatoria trunca, primero trabajé de mecánico, luego en la agencia de autos Ranger, siempre en cuestión de ventas, trato al cliente, pero cuando mi padre (quien fue contador) falleció a causa de una embolia en el 2001, mis nervios me traicionaron, consumí drogas, me pegó muy fuerte económicamente como socialmente, mi papá y yo nos apoyábamos mutuamente. Él era contador y también se dedicaba a las ventas en Lux, Luminex y bienes raíces”, contó Jorge.
Tiempo después en el 2007 se sumó una desgracia más, su esposa Aurora Fernández Diez de Pinos (hermana mayor de Manola, actriz que participaba en el reality show Big Brother VIP, en el 2004), falleció junto con uno de sus hijos y un cuñado en un accidente automovilístico cuando regresaban de Reynosa, Tamaulipas.
“Manola es mi cuñada, Aurora (su esposa) era la mayor de la familia. Yo tuve dos hijos, un hombre y una mujer, mi hija se casó con un médico, ahora vive en Tijuana, Baja California y tengo un nieto; y mi esposa falleció con mi hijo y mi cuñado hace tres años y eso me dolió mucho, del 2000 para acá me ha ido mal, me vine para abajo, son cosas que no esperas, unas veces estás arriba y otras muy abajo”, dijo entristecido.
Jorge tiene dos hermanas, pero poco las frecuenta, una de ellas habita en la colonia Cumbres Tercer Sector, en Monterrey, en una vivienda que forma parte de la herencia de sus padres y la otra en San Jerónimo.
Y es precisamente por el problema de bienes por lo que está alejado de la familia, aunado a la dificultad que tuvo con las drogas.
En tanto, él recibe 2 mil 500 pesos mensuales de una casa que tienen en renta, ya que la vivienda de la colonia Fuentes Del Valle la vendieron hace años.
Agregó que el motivo por el cual no está con su hija, es porque tuvo problemas con la suegra que es española, y son más liberales.
“¡Me tiró los perros! y su familia agarró ciertas rencillas, en ese tiempo estaba trabajando con los Zambrano Garza, y les vendía de todo, rentando, vendiendo casas”, recordó el hombre quien estudió la preparatoria en la UR, la secundaria en el colegio Regiomonato y la primaria en el Colegio Franco Mexicano en la colonia Del Valle.
“La preparatoria no la acabé por zonzo, y tuve la oportunidad de estar en el Tecnológico de Monterrey, porque mi tío Ricardo duró más de 40 años ahí, pero no entré porque me iba a la pachanga con mis amigos”, dijo.
SU VIDA EN LAS CALLES
Sentado dentro de uno de los albergues que el municipio de Monterrey habilitó, el hombre de tez blanca, ojos café, estatura alta y complexión delgada, entre alegría y tristeza recordó cuando realizaba viajes y el lugar en el que se encuentra ahora.
“No me puedo quejar de la vida que he llevado, conozco toda la república; el último viaje que hice con mi padre fue a varios lugares, Tampico, luego Veracruz, a las playas de Puerto Escondido, Oaxaca, Morelos, Ciudad de México; pero así son las cosas, uno a veces está arriba, disfrutaba mucho, nos íbamos por meses, pero desgraciadamente las herencias, no pensé que las herencias harían tanto despapaye, así está la familia desunida”, mencionó.
Todos los días Jorge se la pasa en las calles, realizando alguna actividad que vecinos o gente le permita realizar. Puede cortar césped o limpiar carros, y con el dinero que obtiene comprar comida.
“Sé que se pueden hacer las cosas, pero desgraciadamente, por mis años no me contratan y porque también quedé un poquito tocado de mis nervios después de todas las tragedias, me he estado atendiendo en el seguro social, nunca lo he dejado y pago puntualmente, como sea; a mí no me interesa lo económico, prefiero estar bien conmigo mismo.
“Aunque he buscado trabajo, pero quieren trabajo de 24, 12 horas completas, te quieren de licenciado de lava platos hasta en el Barrio Antiguo, a donde ya no va ni gente. No me sobra dinero, pero sí me falta”, dijo seriamente.
Por las noche duerme en un tejaban, ubicado en la misma colonia que el albergue, pero ya no aguantó más el frío que le calaba hasta los huesos y se dirigió hasta el refugio.
“Estaba en el tejabancito, pero soy muy friolento y ya no aguante, dije: mejor me voy al albergue que está más calientito. Estoy ahí porque una persona me deja dormir y le doy 150, 200 pesos por semana”, comentó.
En el refugio ya lo conocen las encargadas, y es que no es la primera ocasión en que visita el lugar. En el albergue está acompañado por otros 24 indigentes, cada uno tiene una historia diferente pero hay algo que los une: la soledad.
“Las encargadas me dicen: si viviste en la Del Valle, en Cumbres, tienes muchos parientes, qué pasa; lo que les digo es que me da tristeza que les pides un favor y no lo dan, trabajo y nada, entonces tomé la decisión de separarme de la familia y valerme por mí mismo”, dijo el hombre quien lucía unas prendas un tanto sucias.
FAMILIA NUMEROSA
Jorge aseguró que tiene muchos parientes y están repartidos en los municipios de Linares, China y de Dr. González, ya que una de sus bisabuelas era dueña de casi la mitad de estas localidades.
“Mi bisabuela se apellidaba Camargo Garza, era dueña de la mitad de esos pueblos y un tío era el dueño del hotel Colonial y del rancho El Retiro que está llegando a Linares. Toda la familia Camargo que se escucha, son parientes míos. Tengo primos cirujanos, profesores, doctores, tuve 58 primos, eran muy bonitas navidades, en casa de mis abuelos en la colonia Del Valle”, contó.
Mencionó que su padre le dio mucho, por lo que ahora su mentalidad es ayudar a otras personas. En tanto que su madre fue ama de casa, pero siempre lo apoyó.
Una de sus peticiones es que el día en que muera sus restos sean cremados, pues considera que es mucho más barato que si lo entierran.
“GOBIERNO NO TE OLVIDES
DE LA JUVENTUD”
Para Jorge, la niñez y juventud de México son muy importantes, por lo que hizo un llamado a los gobiernos para que inviertan en dichas áreas y den mejores oportunidades laborales.
“De mi niñez no me puedo quejar, mi padre fue alcohólico, pero le tenía mucho respeto, siempre jugué con mis carros, pero ahora vemos a los niños y jóvenes fumando, tomando, se están desperdiciando y no existe programas de becas u ofertas de empleo bien remunerado. Veo cómo las autoridades no están haciendo nada, mejor se gastan el dinero en viajes como el gobernador, en jets, digo hace falta más educación, principios que ahorita ya no hay, los tiempos han cambiado mucho, los hijos levanta la mano a los padres.
“Son cosas de la vida y desafortunadamente el gobierno no deja que uno salga adelante, todos los que estamos aquí, vivimos mejor que teniendo un trabajo fijo, por el simple hecho que si por ejemplo: lavamos 3 carros diarios, salen 150 pesos -bajita la mano- nada más lavados por fuera, y si entró en una industria vas a ganar 120 pesos, pagar camiones, seguro social, ¿a qué te va a salir? Trabajas para vivir y son cosas que tapándome los ojos es lo mismo”, dijo lúcidamente.
Educadamente el indigente se despidió deseándonos un buen día, para posteriormente recostarse en el catre y seguir en el albergue hasta que la contingencia pasara, una vez hecho esto, él saldría nuevamente a las calles de la ciudad a buscar el pan de cada día.
RADICA EN TIERRAS MEXICANAS
El lugar despedía olores no agradables y se escuchaban los cantos de algunas personas que no estaban bien de su mente, era el albergue del Centro DIF ubicado en la colonia Nueva Madero. En su interior se refugiaban al menos 52 indigentes, en su mayoría hombres, sólo se veían cuatro mujeres, entre ellas a Lenni Carolina Reyes Caceres, originaria de Honduras.
La mujer de tez morena tenía la ilusión de cambiar su situación económica, es por ello que hace 11 años emigró a E.U.A, pero fue deportada a su país, y en un nuevo intento quedó estancada –por diferentes causas- en México, donde ya tiene 3 años de radicar y 2 en Monterrey.
Durante todo este tiempo se la ha pasado por las calles, alimentándose en los diferentes comedores de la ciudad y durmiendo donde la alcance la noche.
“Vivo en la calle, ando en la Alameda, en la Macro, en Morelos, me duermo en las afueras de los hospitales como el Universitario y la Clínica 6”, dijo mientras tocaba un pantalón que recientemente le compró un joven que conoció en el Pasaje Morelos.
“Ahora decidí acudir al refugio porque no aguanté las bajas temperaturas, en el hospital de zona nos dieron chocolate y Protección Civil fue quien me trajo”, mencionó mientras comía.
Sentada en el catre en el interior del refugio, la hondureña contó cómo la ha tratado la gente de Nuevo León, a quien calificó como personas amables.
“Me regalan ropa, esta vez no tuve frío en los pies porque me regalaron unos zapatos y me quité los huaraches que siempre usaba, ahora los cargo en una bolsa de hule”, platicó mientras –orgullosa- mostraba el calzado.
Carolina dice sentirse bien en el albergue, aunque reconoció que sería mejor una casa, así podría bañarse todos los días, ya que en este tiempo lo hace cada semana en casa de una señora que habita en la colonia Estanzuela, en Monterrey.
La indigente ha tenido dificultad para encontrar un trabajo debido a su situación migratoria, y ha sido víctima de los ladrones, quienes en más de una ocasión han robado lo poco que consigue.
“Una vez me quitaron dinero en la Central de Autobuses y ni hablar; sí he pedido dinero, me regalan un peso, 10, 20, pero casi no pido, una vez pedí y obtuve como 600 pesos”, dijo.
“Busco trabajo, pero no encuentro, cuando veo algún anuncio en los postes llamo, pero siempre me piden papeles”, contó asombrada la carismática mujer.
ESTÁ MARCADA POR la SOLEDAD
Y la MISERIA
La vida de Carolina está marcada por la soledad y la miseria, buscando mejores oportunidades a sus 16 años -en el año 2000-, cruzó la frontera de México y la de E.U.A para llegar hasta Nueva York, donde conoció al padre de uno de sus hijos.
Pensó que su situación mejoraría, pero una noche del año 2006 cuando se dirigía a Orlando, Florida, a visitar a unos familiares, la hondureña fue deportada a su país, en ese momento las autoridades estadounidenses le quitaron lo único que tenía: su hijo Michael Mauricio Reyes, por ser ciudadano americano.
“Me mandaron en avión directo a Honduras, yo quería que si me regresaran me dieran también a mi niño. Luego llegué a mi país y allá me robaron mi bolsa, perdí números telefónicos de familiares que tengo en Estados Unidos y el de mi señor”, dijo la mujer quien desde niña perdió a sus padres.
“Meses después me propuse regresar a recuperar a mi hijo, que ya ha de tener como 5 años y no me conoce… (llanto), pero ya tengo tres años en México y no he podido irme, no he juntado dinero y no sé nada de mi hijo, ni de su papá”, comentó la mujer de 25 años de edad, mientras recordó que su “esposo” es blanco, de ojos azules y de origen estadounidense.
Pero la historia no termina ahí, Carolina se embarazó en Honduras y tuvo un segundo hijo, ahora en México; debido a su situación migratoria y económica, el DIF Capullos en Guadalupe, lo tiene a su cargo.
“He visto muchas licenciadas de oficio para que me ayuden, porque quiero recuperarlo, que me ayuden y me den trabajo, ya he platicado con autoridades, con Ivonne, Larrazábal y no me ayudan, no veo la salida”. Me siento triste, impotente porque sólo me dan una hora para ver a mi niño, pero no me lo tratan bien”, aseguró.
La esperanza es encontrar trabajo para poder recuperar a sus dos hijos.
Cuando Carolina contaba su historia, a unos cuantos catres se escuchaba a la enfermera preguntar por el número de calzado de otra indigente y otras encargadas del refugio servían la comida.
Un mundo de tristeza y decepciones es lo que ha vivido la hondureña y no pierde la esperanza de un día poder recogerse de la calle, recuperar a sus dos hijos y poder vivir en Estados Unidos, donde lograba mantenerse gracias a los 250 dólares que ganaba semanalmente.
Por lo pronto Carolina seguirá en las calles de la ciudad, en busca de empleo y de que la gente le regale una moneda.
TIENE POCO DE INDIGENTE
Para David Cesar Saucedo la vida no ha sido fácil, el perder a su madre, problemas familiares y un padecimiento urinario lo llevaron a sumarse a los miles de indigentes que existen en Nuevo León.
Aunque hasta hace un mes tenía su domicilio en la colonia Unidad Modelo, en Monterrey, el hombre de 42 años de edad ahora habita donde lo alcanza la noche.
Él llego al albergue Antonio I. Villarreal, en la capital nuevoleonesa en busca de un techo, alimento y algo de atención, cuando la temperatura registraba 3 grados centígrados.
“Me trajo un vecino, le dije que me llevara a la Cruz Verde porque ya estaba titiritando de frío, estaba debajo de un árbol, mi vecino me vio y le pedí favor de que me trasladara y me trajo al albergue, pero las encargadas le dijeron que me tenía que haber traído la Cruz Verde, en ese momento pensé: ´y si me devuelven ¡qué voy a hacer!’ porque no tengo un lugar a dónde o con quién ir”, mencionó triste el hombre de 42 años.
David contó que la vida de indigente no es fácil, nunca pensó estar en dicha situación, y ahora que lo vive en carne propia es una experiencia que no desea a nadie, ya que tiene que buscar alimento en los comedores como en el de Apoyo al Anciano.
En el mes que tiene por las calles se ha dado cuenta de las carencias que hay y lo triste que es estar solo, pues aunque tiene siete “hermanos” “amigos” y “familiares”, estos desaparecieron una vez que su madre murió y su problema de insuficiencia urinaria se incrementó.
“Mi mamá era diabética, hipertensa y tenía muchas complicaciones, tenía más de 25 años con el padecimiento de la diabetes cuando murió en noviembre, mis hermanos me corrieron de la casa a punto de golpes porque me echan la culpa de que mamá falleciera y desde entonces ando penando en las calles”, dijo entre llanto.
“Todos desaparecieron, me dieron la espalda, sólo un conocido me ayudó, duré poco más de un mes, pero por mi padecimiento me dijo que me saliera, porque con el padecimiento de incontinencia urinaria llegué un día mojado y dijo que lo estaba perjudicando”, contó David quien tiene que usar pañales por el problema que tiene desde hace dos años.
“Me tengo que operar de la próstata y no tengo seguro social ni seguro popular, yo que más quisiera que el municipio me ayudara con esa operación y estar más tranquilo, así me darían trabajo, porque ahorita no hay problema en el albergue, estoy entre puros hombres que andan en la calle, pero en un trabajo es complicado estar así”, contó David.
Prácticamente está solo, pues su padre falleció hace 16 años y todos sus tíos son personas de la tercera edad y se encuentran enfermos.
El indigente no tiene esposa ni hijos, ya que es homosexual, desde joven se dio cuenta, por lo que prefirió no engañar a una mujer fingiendo ser lo que no era.
“Desde chico supe mis preferencias y mi mamá y toda la familia lo sabe”, mencionó el hombre quien años trabajaba como capturista de datos y en el área de ventas de diferentes empresas, pero por reajustes fue despedido.
David sólo lleva consigo una bolsa con pocas prendas y los bolsillos dormidos. Fuera del refugio duerme en plazas públicas, se baña en algunas ocasiones en casa de una vecina.
“Pasan muchas cosas de este lado, por ejemplo la gente podrá decir que es una frivolidad o una cosa bien banal, pero en estos momentos tengo ganas de una soda, unos fritos, un gansito, unos pingüinos, son cosas que se antojan y no lo puedes tener porque no tienes un peso”, mencionó sollozo.
“Qué más quisiera yo tener una casa, vivir una vida normal, bañarme todos los días, pero no se puede, todo esto me está matando mucho emocionalmente, moralmente, me hago el fuerte delante de todos los compañeros, nunca pensé que iba a estar en esta situación y que el día que yo muriera iba a estar en la casa, mi sueño siempre fue poner un puesto de tacos, porque sé cocinar y salir adelante, y ahora estoy solo hasta que Dios me recoja”, contó entristecido.
Agregó que para poder rescatar un poco su vida, exigirá a sus hermanos por medio de abogados de oficio y de la ley, la parte que le corresponde de la casa de su madre, ya que ella dejó un testamento.
“Con eso pongo un negocio, rento un cuarto y podré salir adelante, pero ahora por lo pronto me siento muy mal porque no tengo nada, ahorita no traigo un solo peso en la bolsa”, comentó y soltó en llanto.