Sin importar que estaba desarmado y en su día de descanso, un elemento de la Policía de Cadereyta frustró el intento de secuestro de una menor de edad en pleno centro de Monterrey. Los hechos, que no duraron más de un par de minutos, fueron presenciados por decenas de personas quienes reconocieron el valor de este servidor público.
Todo sucedió en unos segundos… pero sucedió. Eran aproximadamente las 14:00 horas del lunes 17 de julio pasado cuando Roberto, un elemento de la Policía de Cadereyta, estaba a bordo de su automóvil -un Dodge Charger- hablando por teléfono.
El policía estaba dentro de su auto, que había estacionado sobre la calle Melchor Ocampo, casi esquina con Cuauhtémoc, en el centro de Monterrey, mientras esperaba a un compañero que tenía cita en los Juzgados de Distrito del Poder Judicial de la Federación.
Todo parecía normal. Perdía el tiempo en la llamada, cuando de pronto comenzó a escuchar los gritos de una joven que él calcula tendría entre 17 y 19 años -delgada y color nuez-, a quien el destino estaba a punto de jugarle una mala pasada.
La chica gritaba. De una camioneta Ford Explorer color guindo bajó un hombre no muy corpulento, quien la jaló de los cabellos para intentar subirla a la unidad motriz.
Era el día de descanso de Roberto y, como es normal, se encontraba desarmado; sin embargo, eso no impidió que tuviera el instinto de ayudar a “la indefensa niña”, como la llama.
“De repente se escucharon unos gritos muy fuertes. Vi la camioneta y un tipo que descendía de ella; en eso agarró a una niña que iba por la banqueta de Ocampo con dirección a la Macroplaza, la jaló de los cabellos unos metros y la subió a la fuerza.
“Al volante de la Explorer aguardaba un hombre de gran masa muscular con diversos tatuajes en los brazos, imponente, con una cara de maleante y un semblante no de buenos amigos”, recordó.
En cuestión de segundos reaccionó y puso en marcha su vehículo, se emparejó con la camioneta de los delincuentes y comenzó a ordenarles que soltaran a la chica. Para entonces la joven trataba de abrir la puerta sin éxito.
El par de hombres no respondían a las órdenes de Roberto y por ello comenzó la persecución sobre la calle Ocampo.
La adrenalina y el coraje le dieron fuerza para perseguir a los secuestradores sin arma en la cintura. Sólo se encomendó a Dios y pisó el acelerador a fondo para alcanzar al vehículo en marcha.
“Les gritaba que la bajaran, pero no me hicieron caso; aceleraron e hice lo mismo a un costado de ellos; los cerraba y se regresaban para salir por un costado, y como la calle es muy ancha me sacaban la vuelta.
“Metros más adelante -a la altura de la sucursal del Banco Afirme- los cerré sin que se pudieran mover, me bajé del carro y alcancé a golpear al que manejaba. En eso la niña bajó corriendo y aceleraron”, platicó.
No era la escena de una película, era el intento de Roberto por evitar un secuestro. Así lo confirman varios testigos, empleados del banco y tres franeleros que laboran en el tramo de Melchor Ocampo entre Cuauhtémoc y Garibaldi.
“Cuando me bajé del Charger me llevaba la mano a la cintura para que pareciera que iba a sacar un arma, pero no traía nada; les decía: ‘Suéltala hijo de tu…’, y uno de ellos contestaba que no les hiciera daño.
“Desconté al que iba manejando y en eso emprendieron de nuevo la huida. Si hubiese estado armado ni ma… que se me pelan, los hubiera sometido y esta sería otra historia”, comentó con cierto orgullo.
Ante la mirada de varios trabajadores de la zona y transeúntes –sin que nadie se acercara a ayudar-, Roberto enfrentó a los delincuentes, quienes enfilaron su vehículo por la calle Garibaldi hacia Constitución.
Los siguió para intentar detenerlos, pero al llegar al caracol de Cuauhtémoc se atravesó una unidad de transporte público y lograron darse a la fuga.
“En la huida chocaron contra un automóvil Volkswagen Beetle y otro que no recuerdo; estuve a punto de alcanzarlos, pero luego un camión se atravesó.
“Como a mí me interesaba la niña, me regresé al lugar de los hechos, pero ya se había retirado; quería decirle que era policía de Cadereyta, que fuéramos al Centro de Orientación y Denuncia (Code) y que no tuviera miedo, que estaba para ayudarla”, acentuó.
Su relato concuerda con la versión de un lavacoches, quien aseguró que frente al Banco Afirme “se hizo un borlote, y cuando los autos arrancaron, una joven corrió en sentido contrario a la circulación de Melchor Ocampo”.
También confirma la historia un cuidador de autos, quien refirió ver dos vehículos en persecución por la calle Garibaldi, donde uno de ellos impactó a otro para después incorporarse a Constitución.
La joven, según otros testigos, se había marchado del lugar agradeciendo al hombre que la ayudó a evitar el secuestro y encontrarse de nuevo con su familia. v
A pesar de que hubo varios testigos, nadie guardó evidencias en sus teléfonos celulares, no hubo fotos ni videos, pero sí recuerdan a alguien que protagonizó una persecución en la calle Ocampo.
“Se paró mucha gente y me felicitaban; me preguntaban de dónde era y me daban las gracias en nombre de la niña”, apuntó.
El momento de terror para la joven, quien hasta ahora permanece en el anonimato, sucedió en segundos, en un abrir y cerrar de ojos, así lo aseguró Roberto, indicando que las tragedias suceden en un instante.
Cuando todo terminó, esperó unos minutos sobre la calle Ocampo a que su compañero saliera de los juzgados. Al platicarle la hazaña -ya con rumbo a Cadereyta-, el amigo se lamentó de no haber estado en el momento de los hechos.
Al volver al sitio para la entrevista con Hora Cero, dos días después, Roberto dijo que sintió mucho coraje al imaginar que pudo haberse tratado de su esposa o de alguno de sus hijos.
“Tengo dos niños. La verdad sí pensé en mi familia y me dio mucho coraje porque pudo haber sido mi esposa o alguno de mis niños. Eso me dio valor y me encendí”, recalcó.
A pesar del heroísmo en su acción, recibió regaños por parte de algunos de sus superiores; sin embargo, afirmó que al ver una injusticia o un delito siempre actuará para que no suceda.
“Me siento bien a gusto porque sé que a la niña no le pasó nada, y no quiero ni imaginar lo que (le) hubiesen hecho.
“Recibí una llamada de atención, pero así me regañen o me digan que no debo hacer algo, siempre voy a defender mis ideales. Y si lo que veo considero que está mal, voy a actuar”, dijo.
A pesar de trabajar en el ramo de seguridad desde hace más de seis años, Roberto se considera una persona noble y de buen corazón. No insensible.
“Es común que en este trabajo predomine la insensibilidad y la falta de escrúpulos, pero yo soy una persona noble que gusta de su chamba; jamás voy a permitir un delito o una injusticia”, agregó.
De los seis años de experiencia en el área de seguridad, sólo lleva dos en la función pública. Un año como escolta de los secretarios de Seguridad Pública de Cadereyta, Abundio Barragán Domínguez y Felipe de Jesús Coutiño Hernández, y el otro, comisionado en el área administrativa y la Unidad de Análisis.
“Nunca me había tocado algo de esta magnitud; los jefes con los que he trabajado saben cómo soy, pero no me rajo; saben que estoy dispuesto a dar la vida por los demás”, dijo.
Resaltó que, si no es como funcionario público, tendrá que ayudar como ciudadano. Su objetivo es ayudar a las personas.
Lo anterior, pese a que su esposa constantemente trata de persuadirlo para que no se exponga al peligro que azota la región.
“Mi señora me dice que está orgullosa de mí por lo que pasó y me dice: ‘Imagínate si se llevan a esa niña, como mujer qué le estarían haciendo ahorita; me siento orgullosa de ti, pero también me da miedo, acuérdate que tienes dos niños pequeños y que algo te puede pasar’”, expresó.
La respuesta de Roberto es contundente y certera: “No te preocupes, sé trabajar y cuidarme”.
Aunque no hay reflectores por su hazaña ni remuneración económica, tiene la satisfacción de haber ayudado a una niña y evitado su secuestro.