Por décadas el aborto es un tema que ha despertado debate y polémica. Organizaciones sociales están en contra de su práctica, argumentando que todos tenemos derecho a la vida y que merecemos una oportunidad. Los opositores, especialmente grupos feministas alzan la voz, por su parte, y defienden el derecho de hacer con su cuerpo lo que ellas deseen, incluso interrumpir un embarazo.
Lo cierto es que el aborto ha sido causante de miles de muertes, especialmente en países como México donde al no ser legal, un gran porcentaje de mujeres lo practican sometiéndose a procesos clandestinos en lugares no aptos, la mayor parte de las veces, y sin los servicios de emergencia que una intervención como ésta puede requerir.
Con esto, el aborto se ha convertido en un problema de salud pública y social e involucra, no solamente en aspectos médicos, también genera conflictos respecto a la educación sexual, cultura y desigualdad.
Nuevo León se convirtió el miércoles 28 de mayo en el estado número 18 en aprobar la Ley de Protección y el Derecho a la Vida. Con 33 puntos a favor PRI-PAN y 6 en contra, PRD, PT y Nueva Alianza, se consintió en primera vuelta la Reforma Constitucional que protege la vida desde el momento de la concepción.
La iniciativa de reforma por adición al artículo primero de la Constitución Política de Nuevo León, presentada por el panista Francisco Luis Treviño Cabello, propone que “se consagre el derecho a la vida de todo ser humano desde su fecundación hasta la muerte natural (…), sin intromisión ajena al proceso biológico del desarrollo humano, el cual sólo debe verse interrumpido en forma natural”.
El proyecto de dictamen elaborado por la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales, que preside el ex panista, Luis David Ortiz Salinas, estableció: “Es de reconocer por este parlamento que existe vida humana desde el momento mismo de la concepción…
“Es así que todo individuo, en cualquier etapa de la vida, goza de los mismos derechos que la norma jurídica contempla y reconoce, por lo cual no debe de haber distingos entre humanos nacidos o no nacidos”, data el documento.
El dictamen cerró la puerta por completo a una posible reforma que permita la eutanasia y el aborto en Nuevo León.
Actualmente el aborto sólo está permitido en tres supuestos: La violación, el peligro de muerte y el grave daño a la salud de la madre o el feto. Esta ley protege la salud de las mamás y el derecho de los niños por nacer. Deja en claro que el aborto produce serias secuelas como la depresión y síndrome postaborto.
La iniciativa llevada al Pleno por el panista Francisco Treviño Cabello eleva a rango de ley la protección al derecho a la vida desde el momento de la fecundación.
“El Estado reconoce, protege y tutela el derecho a la vida que todo ser humano tiene. Desde el momento de la fecundación entra bajo la protección de la Ley y se le reputa como nacido para todos los efectos legales correspondientes, hasta su muerte natural, sin perjuicio”, señaló el panista en el Pleno.
Dan voz a quienes
aman la vida
Antes de que la ley se votara en la primera vuelta, integrantes del colectivo Yo Soy Voz se manifestaron a favor, al exterior del Congreso del Estado, y presentaron firmas para argumentar su postura.
Con gritos de “¡Nuevo León ama la vida!”, miembros de la asociación externaron su posicionamiento, una y otra vez, para que los legisladores escucharan el sentir de una parte de la sociedad neolonesa, respecto a proteger el derecho a vivir, desde la fecundación.
El ánimo de los protestantes se intensificó por la lucha de ideas en contra que otros colectivos alzaron al unísono. Sin embargo, no pasó desapercibido el apoyo que se tuvo por parte de las diputadas panistas Carolina Garza, Blanca Lilia Sandoval e Imelda Alejandro, quienes salieron del recinto legislativo para unirse a las consignas de “Nuevo León Ama la Vida”.
Para respaldar su punto de vista respecto al aborto, Yo Soy Voz se dio a la tarea de presentar documentos con 11 mil firmas a la Oficialía de Partes para notificar que respaldan la ley que presentó Treviño Cabello.
“Confiamos en que Nuevo León ama la vida y todos amamos la vida”, expresó Ángeles Villarreal, miembro del colectivo.
Y aunque señaló que respetan la opinión de las personas que no avalan esa legislación, su participación activa en el colectivo es para concientizar.
“Existen muchas instituciones que apoyan a la mujer embarazada, a quienes ya tuvieron a sus hijos, o a quienes quieren abortar para que no lo hagan; hay muchas perspectivas positivas en este sentido”, concluyó.
“Nosotras decidimos”
“¡Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo!”, fue el clamor de un grupo de feministas en contra de la decisión de abortar o no, según las condiciones por las que atraviese la mujer.
“Señores del PRI y PAN, soy una persona y tengo derechos, si aborto o no es mi decisión. Su trabajo como gobierno es garantizar mi vida, mi salud y mi libertad, dicen que vivimos en una democracia pero ¿cuál?”, expresó una de las manifestantes de Tierra y Libertad A.C.
El rechazo a la legislación despertó coraje en los opositores y las expresiones de reclamo no se hicieron esperar.
“Son unos cínicos, no podemos garantizar la vida desde la concepción si la gente se muere de hambre y no tiene trabajo en México”, señalaron.
Liliana López, otra de las integrantes de ese colectivo, dijo que si se condena a una mujer porque no quiere tener a su hijo, “deberían también endurecer las leyes contra los padres que abandonan a las madres, así como a los violadores”.
Por su parte, María Aurora Mota, directora de Género Ética y Salud Sexual, reiteró que como hace 16 años estuvieron ahí para detener por segunda ocasión la iniciativa que han presentado los grupos conservadores.
“Nuevamente lucharemos hasta al final, vamos a seguir trabajando contra esa iniciativa, vamos a tener manifestaciones para detener este avance porque seguiremos defendiendo los derechos de las mujeres”, expresó.
Y aunque en la primera vuelta, finalmente se aprobó la ley… estos colectivos en contra del aborto siguen firmes.
Decide no abortar
Por Martín Fuentes
Cuando Rebeca* supo que estaba embarazada se llenó de miedo porque sabía que iba a enfrentar sola este trance. Daniel*, su novio, ya no quería saber de ella.
“Me convenció de tener relaciones y luego ya no le interesé…”, recordó.
Hoy tiene casi siete meses de gestación. Decidió no abortar, pero muchas veces esa idea pasó por su cabeza, incluso se regresó dos veces de la puerta de la clínica en la que iban a interrumpir su embarazo.
La historia de Rebeca no es diferente a la de muchas chicas que quedan embarazadas por sus novios, quienes luego las abandonan a su suerte. La diferencia es que ella, a los 22 años, es profesionista.
Ya trabaja, es maestra de idiomas, se mantiene sola y no entra en el estereotipo de chica con poca educación que cae rendida ante los galanteos de su novio.
“Cuando tuve relaciones con mi ex novio sabía lo que podía pasar, tampoco era una niña; sabía las consecuencias de lo que estaba haciendo, pero nunca me imaginé que tendría que vivir todo este proceso yo sola… esperaba un poco de apoyo, pero no se dio… y bueno, aquí estoy esperando a mi bebé”.
Después de que tuvo sexo con Daniel, éste cada vez se fue alejando más hasta que un día no volvió a saber de él. Nunca le volvió a contestar el teléfono y cuando lo buscó en su casa, jamás lo encontró. Rebeca no lo buscó mucho, sabía lo que estaba pasando.
“No me tiré al drama ni nada así… pero pensé: ‘¿Qué voy a hacer yo sola con un hijo?, ‘¡ya me fregué!’. Mis papás no sabían ni qué decirme porque siempre me dieron su apoyo total para cualquier cosa y yo sentía que les estaba fallando de una forma horrible… ni siquiera quería verlos”.
Recordó que antes de revelar a sus padres que estaba embarazada pensó recurrentemente en el aborto.
“Algunas amigas me dijeron de varios lugares en los que me podían hacer un aborto… pensé que era lo mejor porque la idea constante en mi mente era qué iba a hacer con el bebé si no me sentía preparada para hacerme cargo de él”, dijo, “acabo de cumplir 22 años, no tenía ni idea de cómo iba a ser mi futuro, me sentía en un callejón sin salida y pensé que un aborto me iba a solucionar la vida”.
La primera vez que decidió terminar con su embarazo fue a las pocas semanas.
“Llegué, pedí informes… me preguntaron cuánto tiempo tenía y me dijeron que estaba en el momento correcto… yo estaba decidida a todo porque, primero que nada, pensé en mi familia y en la vergüenza que les iba a dar saber que yo estaba esperando un niño”.
Expresó que le dieron cita para el día siguiente. Debía presentarse en ayunas y alguien tenía que acompañarla.
“Esa fue la primera vez, y como no tenía a quién pedirle que me acompañara, mejor no fui”, recordó.
La segunda vez fue 15 días más tarde.
“En esa ocasión una amiga fue conmigo. Ella trataba de convencerme de que no me hiciera el aborto. Todo el camino fue lo mismo hasta que llegando a la clínica me detuve en la puerta. Fue como una voz dentro de mí que me decía que no lo hiciera… me puse a llorar y le dije a mi amiga que mejor nos fuéramos de ahí… ya no regresé”.
Esa misma noche, añadió, se armó de valor e hizo una junta familiar con sus papás y hermanos. Fue ahí donde les confesó que estaba esperando un niño.
“Reaccionaron mejor de lo que yo pensaba. Mis papás me dieron todo su apoyo, aunque en el fondo yo siento que les fallé terriblemente. Mis hermanas, especialmente, están conmigo… mis hermanos todavía no lo asimilan”.
Rebeca recordó que en esos días de confusión no faltó quién le recomendara “productos” para abortar.
“Me decían ‘tómate esto… tómate aquello’ o ‘con esto seguro te libras del producto’”.
Todavía tiene miedos y en las noches se angustia profundamente, pero está segura de que tomó la decisión correcta al no abortar.
“Cuando una pasa por momentos como éste el mundo se te cierra, sientes que te vas a morir de angustia, por eso siento que muchas chavas toman una decisión precipitada y abortan”, comentó, “hoy amo a mi bebé y espero que nazca para darle mucho amor… siento que va a ser un niño muy querido porque no solamente va a tener una mamá, va a tener varias”.
* Rebeca y Daniel no son sus verdaderos nombres
‘Mientras unas no quieren tener
a sus hijos, otras anhelamos uno’
Mientras el tema de la protección de la vida, desde la concepción hasta la muerte, ha generado controversia en Nuevo León, como en muchos otros estados, hay mujeres que más allá de intervenir en esta disputa de derechos sobre interrumpir o no el embarazo, sufren por haber perdido un hijo.
“Mientras una no quieren tener a sus hijos, otras anhelamos uno”, expresó Gloria, una joven de 30 años quien a un mes de embarazo a causa de un aborto espontáneo, perdió a su primer retoño.
“Se me vino”, comentó. “De pronto sentí un dolor muy fuerte… algo así como un calambre, incluso me dieron ganas de ir al baño y sentí que algo se desprendió desde mi interior; me asusté mucho y fui al doctor”, explicó.
“Lamentablemente se perdió el feto, fue aborto natural”, le dijo el médico, recuerda Gloria aún con dolor y nostalgia.
Al principio se cuestionó por qué había sucedido eso, pues en la última revisión médica “todo estaba bien”.
Por más explicaciones que el doctor le dio, no logró entender la situación, pero con el paso del tiempo “aprendí junto con mi esposo a aceptar la realidad”.
Fue difícil, reconoció, y recuerda cuántas veces repitió en su mente: “¿Cómo puede haber mujeres que los quieran abortar intencionalmente?”.
Ella y su marido estaban muy ilusionados con la llegada de su hijo (a). Aunque tenían poco de casados y no planearon procrear tan rápido, cuando se enteraron del embarazo y vieron en el ultrasonido el embrión, no evitaron emocionarse.
“Sí nos cayó de sorpresa y aunque no estábamos preparados, al final de cuentas nos invadió la felicidad. Creo que nunca estamos listos para ser padres y mira qué cosas… al paso de un mes, lo perdimos”, dijo Gloria.
Y sí, quizá la vida los sorprendió con la pérdida de su primogénito, pero al paso de unos meses, la cigüeña llegó.
“Estábamos embarazados”, comentó contenta porque está a dos meses de dar a luz a una niña.
Como Gloria, muchas mujeres podrían manifestarse en contra del aborto y aunque no es partidaria de este acto, considera que más allá de una ley, de normas o sanciones, traer a un hijo a este mundo “es una bendición y decisión, tanto personal como de pareja; por tanto, el aborto no es ni siquiera una opción”.
“Qué bueno que se abogue y queden establecidos nuestros derechos como mujer en cuanto a la interrupción o no del embarazo, pero ojalá sea una ley justa”, manifestó.
Ejerce su derecho
Segura de sí, Sandra M. aseguró que al abortar ejerció un derecho: el de hacer con su cuerpo lo que le vino en gana.
No sabe si a estas alturas cometió un crimen o si evitó que un niño llegara a este mundo sin tener las armas suficientes para salir adelante, sin posibilidades de estudio, con penurias para conseguir alimento y sin opciones para estudiar.
“Yo tenía 18 años y no podía darme el lujo de ser mamá porque no tenía nada que ofrecerle a mi hijo. Mi novio me embarazó, prometiéndome casarse conmigo y no cumplió… lo mismo de siempre”.
Era 1999 y Sandra M. acababa de llegar a Monterrey proveniente de Cuatro Ciénegas. Sólo había estudiado hasta quinto grado de primaria y desde que dejó la escuela se dedicó a trabajar limpiando casas. Una señora le pidió a su mamá que la dejara venir a Monterrey para que laborara como empleada doméstica.
“Era buen dinero el que me ofrecían, en Cuatro Ciénegas nunca iba a ganar lo que aquí, así que mi mamá me dejó venir”, recordó. “La ciudad me deslumbró, nunca había salido de mi casa así que aquí me sentía libre, respiraba otro aire, me sentía otra mujer”.
Conoció a otras empleadas domésticas, se hicieron amigas y empezó a salir en su día de descanso. Ya se maquillaba y su patrona le regaló mucha ropa.
“Yo era otra persona. Hasta me metí a estudiar para terminar la primaria y luego quería seguir con la secundaria”.
Pero una de sus amigas le presentó a Rubén, quien era obrero en una fábrica.
“Fue amor a primera vista”, comentó entre risas. “Me volvió loca y no tardó en pedirme la prueba de amor. Conocí todos los hoteles del centro de Monterrey; en ese entonces yo por Rubén era capaz de cualquier cosa”.
Cuando quedó embarazada, justo a días de haber cumplido 18, pensó que le iba a dar a su novio la mejor noticia del mundo, pero no contaba con que él, a los 17 años, no estaba interesado en convertirse en padre ni estaba listo para asumir una responsabilidad como la de criar, educar y mantener un hijo.
“Me golpeó, me dijo que era una pen… que no lo iba a pescar con un hijo y se fue… me dejó sola con la responsabilidad. No lo volví a ver… bueno a los seis meses lo vi con otra muchacha, pero ella sí estaba embarazada; iban muy abrazados por el centro”, expresó Sandra M.
A su casa no podía volver, tampoco quería perder su trabajo y no tenía a nadie para que le diera un buen consejo, aceptó.
“Me sentía perdida porque yo pensaba que si la señora se enteraba de que estaba esperando me iba a despedir y ¿qué iba a hacer yo sola en Monterrey? Si volvía a mi casa, seguro mi papá me mataba a palos…”.
Indicó que a las tres semanas, después de mucho llorar, de darle vueltas al asunto, la solución llegó de la boca de una amiga.
“Me dijo que, si yo quería, me llevaba con una señora que me podía hacer abortar, que no era caro, pero sí rápido y seguro… que ya varias muchachas habían abortado ahí y que me cobraba 2 mil pesos… dinero que yo no tenía”, recordó. “Le eché mentiras a mi patrona, le dije que mi papá estaba muy enfermo y que necesitaba mandarle dinero, que me lo fuera descontando de mi sueldo…
“Al principio no quería, pero un día me puse a llorar y ella se dobló. Pensó que yo lloraba por mi papá, cuando en realidad lloraba porque no sabía qué hacer, así que me dio el dinero y fui con la señora del aborto”.
Sandra M. ya no recuerda el lugar al que la llevó su amiga. Lo que sí tiene muy claro es que era una casa sucia y vieja y que la mujer responsable le daba miedo.
“Hasta donde supe era una enfermera retirada y sus contactos en un hospital le daban material, que ella usaba en los abortos. Me dio una pastilla, me hizo que me acostara en una especie de cama de hospital, vieja y que olía muy mal. Ya no me acuerdo qué pasó, cuando me di cuenta tenía un dolor muy fuerte en el vientre y sangraba”.
Cuando la hemorragia pasó, la mujer le dio otras pastillas y le dijo que pasara lo que pasara no dijera quién le había hecho el aborto.
“Llorosa, con dolor y mucho miedo, Sandra M. regresó a casa de su patrona. Por la noche tuvo fiebre y al día siguiente le costó mucho ponerse de pie para iniciar sus labores.
“La muchacha de la cocina le avisó a mi patrona que yo estaba mal, que no me podía levantar de la cama. La señora me fue a ver y se asustó porque me dijo que estaba amarilla y parecía un cadáver.
“Me llevó a un hospital y ahí le dijeron que me había practicado un aborto y que tenía una infección que, de no atenderse, pudo haberme matado. Estuve una semana internada… cuando salí mi patrona me regañó como nunca nadie lo había hecho. Me dijo que se sentía burlada y decepcionada porque no le hablé con la verdad… que si no quería tener al niño se lo hubiera dado, que ella lo adoptaba”.
A más de 15 años de aquel suceso, Sandra M. terminó la primaria, la secundaria y la prepa. Estudió enfermería, dejó de trabajar con su patrona y se casó. No tiene hijos propios… no puede tenerlos, pero adoptó una niña.
“Sigo hablando con mi ex patrona. Hace poco, me dijo: ´Mira, Sandra… nunca te juzgué ni te voy a juzgar por lo que hiciste porque eras mayor de edad y estabas ejerciendo un derecho sobre tu cuerpo, pero la forma y el lugar en el que terminaste una vida sí fue algo muy malo´”.
Sandra M. no tiene remordimientos y hoy a los 33 años sabe que fue la mejor decisión para ella.
“¿Qué iba yo a hacer sin estudios, sin posibilidades para darle a mi hijo? Nos hubiéramos muerto de hambre o andaría pidiendo limosna… en el peor de los casos, si hubiera sido niña, también estaría embarazada ya”.
Con olor a medicina y crimen
Por Aracely Chantaka
A sus 21 años, Eloísa podía presumir que tenía el mundo a sus pies: era bonita, de curvilínea figura, recién graduada había conseguido trabajo en una importante empresa.
La facilidad de palabra que tenía, el dominio perfecto del inglés y su buena presentación la llevaron a un puesto como asistente de gerencia.
El primer día que vio a Jaime sintió una especie de cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo, las primeras palabras que intercambiaron fueron para ella como un latigazo que la recorrió completa; no cabía duda que había quedado prendada de su jefe.
Fue la convivencia, el don de gente de Jaime, su seductora presencia o todo junto lo que la llevó a convertirse en su amante.
De asistente eficiente y responsable, pasó también a horas de pasión, de encierro en las cuatro paredes de un hotel. Los primeros meses fueron como una historia rosa, pero el panorama cambió cuando un retraso en su periodo le anunció su embarazo.
Los gritos, el llanto, la frustración fue lo siguiente entre la pareja, porque Jaime no estaba dispuesto “a cumplir”. La presión social, el miedo a los sueños truncados fue lo que la llevó a tomar la decisión del aborto.
Un bebé en su vientre, una vida que crecía dentro de ella la asustaba mucho, sin embargo no tanto como el temor “al qué dirán”, al dejar de lado su vida profesional por convertirse en madre, y encima de todo, soltera.
Con el dinero que Jaime le dio buscó una clínica, la acompañó su amiga Amalia.
El lugar era sombrío, de paredes color gris con olor a “medicina y crimen”, recuerda Eloísa.
Tirada sobre la fría plancha de acero, le colocaron tres pastillas en la vagina, ese fue sólo el principio, lo siguiente fue aún peor.
Tras horas de espera, seguramente para que el medicamento hiciera efecto, el doctor que la atendió, volvió a pasarla y entonces la inyectó. Una especie de escalofrío recorrió su cuerpo.
El sudor frío, el dolor y el miedo se entremezclaron cuando con el galeno raspó su útero. Eloísa ya no supo qué más pasó, despertó horas más tarde débil y con un abundante sangrado.
A su corta edad, la joven se había convertido, según sus propias palabras, en “cómplice de un asesinato”.
Actualmente, tiene 52 años y no puede evitar las lágrimas al recordar ese episodio de su vida.
Jaime la dejó, un par de años después se enamoró de otro hombre, se casó, tuvo un hijo, al poco tiempo se divorció y terminó siendo una ama de casa que para sobrevivir puso una tienda de abarrotes.