Su nombre es Marco Antonio Cantú Mireles y como cualquier joven de 17 años, sus pensamientos y energía están centrados en cumplir su sueño más grande: ser el mejor bailarín de ballet de México y formar parte de alguna reconocida compañía de ballet en el mundo.
Aunque tiene experiencia en el campo, ya que desde los ocho años comenzó a practicar, todavía le queda mucho camino por recorrer, el cual quiere continuar en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba.
“En el año 2014, gracias al apoyo de mucha gente como Carla Eugenia Treviño, que vieron en mí ese potencial y me ayudaron para que yo pudiera salir adelante, pudimos ir a la escuela al Encuentro Internacional de Academias en La Habana, Cuba, y se dio la oportunidad de que me hayan aceptado para poder ser parte de la escuela”, señaló Marco.
Dicho plantel es reconocido como una de las escuelas de ballet más importante del mundo, lo cual significa una gran oportunidad para el joven bailarín.
Si bien las ganas y el entusiasmo por parte de Marco, su familia y su mentora no faltan, él ya encontró la primera traba que lo aparta de su sueño: la falta de recursos económicos para solventar su asistencia a la escuela cubana de ballet.
“Estoy buscando apoyo porque la escuela no da becas a personas extranjeras y todo lo que implica estudiar allá es un poco costoso: la escuela, el hospedaje, el transporte, la alimentación… y todo eso sumado a que no voy a estar allá una semana o un mes, sino dos años”, expresó Marco.
De acuerdo con Sandra Mireles, madre del joven, se necesita una inversión de entre 132 mil a 150 mil pesos por año para que él pueda asistir todo el ciclo escolar correspondiente.
“Obviamente sin ningún tipo de lujo, hospedado en una casa de algún conocido que le dé asistencia, que aunque es accesible, sumado todo no es accesible”, comentó Claudia Eugenia Treviño, directora de la escuela de danza que lleva su nombre, donde actualmente estudia Marco.
Mireles aseguró que han buscado apoyos particulares, quienes aún no le han confirmado ni negado la ayuda. Además, tramitaron becas con Conarte, pero al ser un sorteo, Marco no tiene garantizado un lugar.
“Él tiene la invitación abierta en la escuela, están buscando opciones más cómodas y económicas, pero si no hay lana, no se va”, indicó la madre de familia.
Como las clases comienzan el próximo 7 de septiembre, serían los últimos días de agosto cuando podrían saber si Marco aún tiene la oportunidad de cumplir su sueño.
“Qué padre que pudiéramos encontrar apoyo de alguien”, comentó Treviño, “porque en Cuba el ballet de los varones es una potencia en el mundo; la técnica cubana en los varones es sobresaliente y en pocas escuelas se da eso”.
Además, destacó que el joven “tiene todo el potencial, tiene toda la actitud y el apoyo de su familia; lo único que nos falta son recursos y yo estoy segura que con el favor de Dios lo vamos a lograr porque México necesita bailarines como Marco”.
SU CORTO, PERO EXPERIMENTADO CAMINO EN EL BALLET
Fue a los 14 años que Marco se encontró con Claudia Eugenia Treviño, quien se convirtió en uno de sus principales apoyos en su camino dentro del arte.
La también directora de la escuela de danza abrió un programa de becas para varones llamado Fomento Pro Cultura de Monterrey, y gracias a éste Marco está becado al 100 por ciento en la academia de baile.
“Cuando llegó era un niño con un físico favorecido, que tenía todo el apoyo en su casa, que realmente quería hacerlo y eso no es de todos los días, te llama la atención y quieres darle lo mejor de ti”, expresó Treviño.
Entre las cualidades de Marco, aseguró, se encuentran su dedicación, constancia y entusiasmo, además de humildad para entender y aceptar una corrección.
“Trabajar con él la verdad es un placer, estoy muy feliz de que pueda partir y ojalá terminar su carrera en Cuba porque el crecimiento de un bailarín no está solo en las cuatro paredes de su salón, tiene que salir, conocer, compararse, tomar clases con diferentes maestros, estilos y lugares”, comentó Treviño.
Marco ha tenido la oportunidad de viajar a Nueva York, Cuba, México, Veracruz, entre muchas otras ciudades, para participar en importantes concursos, lo que ha ampliado significativamente su panorama y su visión artística.
“En el 2012 participamos en el Youth America Grand Prix en el Lincoln Center”, recordó el joven, “esa fue una experiencia increíble porque yo jamás había visto nada de eso: bailarines de todo el mundo, estudiantes, yo la verdad aprendí muchísimo”.
Su talento ha hecho que importantes escuelas se fijen en él, por ejemplo, The Washington Ballet Academy, donde participó en un curso de verano en 2014, y al terminar le ofrecieron quedarse al curso regular completo, el cual tuvo que rechazar por falta de recursos y por su preferencia a Cuba.
Entre sus sueños no sólo figura el estudiar en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba y trabajar en alguna importante compañía como la Ópera de París, la Ópera de Berlín, el Royal Ballet o el American Ballet de Nueva York, sino también el poder abrirle paso a este arte entre los jóvenes.
“He pensado en ir a las escuelas donde yo estudié e invitar a la gente a que conozca el ballet, abrir la cultura y quitar los mitos. Invitar a la gente a participar o ver funciones de ballet clásico y a lo mejor un niño que tiene miedo de decir que le gusta pueda expresarlo normalmente”, señaló Marco.
Incluso, el joven ya prometió que de cumplir su meta de ser de los mejores, compartirá su experiencia con otros bailarines con menos oportunidades.
“SÉ QUE VALE LA PENA”
Su mamá lo recuerda como un niño muy tranquilo, ordenado y centrado para su edad, además de muy listo.
“Es por eso que tengo fe que le va a ir muy bien”, reconoció Mireles.
Fue precisamente por la influencia de su madre que a los ocho años Marco siguió el camino del ballet.
“Yo fui la que lo llevé y le dije que había una oportunidad”, dijo, “él al principio no quería, pero ahí se quedó”.
Marco recordó que su mamá lo llevó a una función de El Lago de los Cisnes del Ballet de Monterrey en 2004 y “en ese mismo año me invitaron a participar en El Cascanueces del Ballet de Monterrey, y desde ahí dije ‘ok, esto está padre’ y ahí empecé”.
Su participación en dicho recital se extendió por tres años, siempre en el mismo papel: “El niño de la fiesta”.
Como no es tan común ver a niños practicar ballet como a las niñas, durante una etapa de su vida Marco fue señalado.
“Fue una etapa en la que batallamos un poquito”, reconoció Treviño, “porque sí estamos muy atrasados en eso, la gente cree que el ballet es para niñas cuando en realidad es una carrera de las más difíciles porque demanda demasiado”.
Pero Marco prefirió pasar por alto los comentarios y continuó enfocándose en la actividad que cada vez amaba más.
Cuando tenía 14 años se encontró con Treviño, quien se convertiría en su maestra, mentora y uno de sus principales apoyos y así comenzó a practicar formalmente ballet en su academia de danza.
Y aunque tiene la firme intención de hacer una carrera de bailarín, él no quiso descuidar la escuela y continuó con sus estudios hasta terminar la preparatoria.
“Se me complicó muchísimo porque fueron diferentes tiempos y fue un problema con los horarios porque no coincidían, hasta que terminé el cuarto semestre en el sistema en línea de la preparatoria No. 3”, comentó el bailarín.
No imagina su vida sin el ballet, como un complemento importante, pero de haber tenido que escoger otro camino, Marco confesó que le hubiese gustado estudiar en la Facultad de Arquitectura y hacer una carrera.
Marco se definió como un joven con una vida muy tranquila, lo que le beneficia para no desgastarse y poder concentrarse en el ballet.
“La verdad mi vida es muy relajada: no salgo, no ando de fiesta, los fines de semana me la paso en mi casa”, reconoció.
En sus ratos libres, confesó, prefiere dormir, ver la televisión, comer, aplicarse terapia en sus pies y ver videos en internet de otros bailarines para aprender cada vez más técnicas.
Son las muchas cualidades de su hijo y su constante deseo de aprender lo que le da a Mireles las armas para seguir luchando y ayudarlo a concretar su sueño.
“Yo sé que él es alguien que vale la pena; la verdad, si yo viera que no le gusta o que no está hecho para esto, me haría un lado”, afirmó.
Si desea convertirse en “padrino” de Marco Antonio Cantú Mireles y ayudarlo a alcanzar su sueño de estudiar en Cuba, puede comunicarse con Sandra Mireles al teléfono 811-300-3145 y al correo [email protected], o contactar a Carla Eugenia Escuela de Danza a los teléfonos 84-78-01-45 y 46, o vía internet al correo [email protected].