Si hace un año se le hubiera cuestionado a Rubén Antonio Estacuy Pinto ¿cómo sería su hogar ideal?, definitivamente su respuesta no tendría relación alguna con su actual domicilio.
La vivienda de este hombre de 51 años sobresale de entre todas los de su vecindario por ser poco convencional: los cimientos de su casa son cuatro neumáticos ponchados que reposan en el asfalto de la calle Lorenzo Garza; las paredes están hechas de cristal roto, mientras que el techo y el resto de los acabados son de lámina oxidada.
Y es que desde hace un año, Estacuy Pinto vive dentro de su propio vehículo descompuesto, al que ha acondicionado con una cama, radio, televisor y hasta un DVD.
El Nissan Tsuru modelo 81 que alguna vez fue su medio de transporte, es ahora su pequeño hogar, cuyas habitaciones se dividen en asiento trasero y delantero.
Aunque vivir en el auto no es para nada cómodo, la falta de dinero para pagar la renta de un cuarto, lo ha orillado a considerarlo su morada de manera indefinida.
“Sinceramente, hermano, este ha sido un hogar para mí. Quise conseguir un cuarto para poderme ir, pero siempre me piden adelanto y se me ha hecho complicado porque no gano mucho dinero”, comentó el originario de Arriaga, Chiapas, y que en su juventud se dedicó a ser payaso de circo.
LA RUTINA
Son las ocho de la mañana y el ruido de los claxon y motores que transitan por la calle Lorenzo Garza hacen de despertadores de Rubén Alejandro, el personaje que “descansa” a escasos centímetros de los vehículos, recostado en su improvisada cama, hecha con una tabla y cubierta por una cobija.
Ha llegado la hora de levantarse, después de permanecer poco más de ocho horas recostado en la única posición que puede dormir, pues el espacio es mínimo e incómodo.
Estacuy Pinto estira su mano y enciende su televisor miniatura, a la par que en su celular reproduce la radio.
De su guardarropa, que es la parte baja del asiento del piloto, saca una bolsa de ropa y se viste para ir a trabajar, no sin antes rasurase la barbilla, en una de los espacios de su compacta vivienda.
“Nada más le hice el asiento para atrás, le puse una tabla como puede ver (señala al interior del auto) esa es mi camita. Tengo mi ropa, televisión”, comentó Rubén.
A sus 51 años de edad, Estacuy Pinto hace un gran esfuerzo de contorsionismo para salir de su propio hogar, pues para hacerlo primero tiene que mover sus pies hacia la puerta del piloto de manera horizontal y después con sus brazos hacer fuerza para arrastrar el resto del cuerpo, acción que se complica cada vez más, debido a su salud.
“Tengo cuatro raquias en la columna, que ahorita me está molestando una, la quinta vértebra desviada y tengo cuatro operaciones en el pie”, indicó el peculiar vecino.
Estacuy Pinto utiliza el auto especialmente para descansar, pues le resulta casi imposible hacer otras actividades en tan pequeño espacio.
Es por eso que la mayoría de las ocasiones come en la calle o en casa de aquellos vecinos que se apiadan de él y le ofrecen alimento, principalmente sus vecinos directos, que son el pastor de la Iglesia de Jesús, y su familia, quienes además le permiten asearse en su casa y le pasan energía eléctrica.
“Los vecinos también me echan la mano, me ofrecen café, un taco porque a veces yo les ayudo. Para bañarme, a veces me da lugar aquí el pastor para darme un baño”, comentó el entrevistado.
De lo que Rubén Antonio puede estar agradecido es de que hasta el momento las autoridades se han compadecido de su situación y no le han prohibido vivir en la vía pública. Además sus vecinos han intercedido por él para que le permitan continuar viviendo en su auto.
“De repente pasan las patrullas, pero gracias a Dios no me han molestado porque ven cómo tengo mi carro, que no lo puedo mover y saben que soy cristiano, que no me meto con nadie, que a nadie le hago daño”.
ANTECEDENTES
Estacuy Pinto es un vecino más de la colonia Del Prado, a donde llegó hace un año con la firme intención de reencontrarse con su esposa, de quien se separó meses atrás en Tampico, Tamaulipas.
Fue precisamente en aquella ciudad del Golfo de México que comenzó la triste historia que actualmente tiene a Rubén sobreviviendo en un espacio menor a los tres metros cuadrados.
Hace apenas un par de años, la vida de este hombre no era tan desafortunada, pues tenía una familia conformada por su esposa y tres hijos y un trabajo como payaso de circo, que aunque no redituaba grandes ganancias, sí lo suficiente para vivir.
Pero poco a poco las cosas fueron cambiando, los problemas con su esposa comenzaron a aparecer y el descontrol se apoderó del hogar, que colapsó definitivamente el día en que sufrió un incedio y casi fue destruido completamente.
“En Tampico tenía mi casa, pero en todas partes hay personas malas, pero a veces hay envidias cuando uno va prosperando, y por eso me la quemaron”, mencionó Rubén.
Semanas después del incendio su esposa lo dejó y se refugió en Monterrey.
Estacuy Pinto vendió lo poco que quedó de su antiguo hogar y el terreno en donde su ubicaba, con el dinero pagó las deudas que tenía y se compró un pequeño Tsuru, sin imaginar que fue la mejor compra que pudo haber hecho, pues ese auto se convertiría más tarde en su único patrimonio en Monterrey.
“Pues a mí, en el tiempo que me lo vendieron, hace un año, me lo vendieron en 9 mil pesos. Le compré las 4 llantas que me costaron 2 mil cada una, me salió casi en 11 mil pesos, ahora quieren comprármelo hasta en 3 mil pesos, así como está”, mencionó.
Tan pronto como pudo, se embarcó a la deriva en su viaje con destino a La ciudad de las Montañas, en donde sufrió un nuevo golpe minetras viajaba por la carretera de Ciudad Victoria a Monterrey: un accidente maltrató el coche.
Ante tal situación, Rubén Antonio no tuvo más remedio que llamar a una grúa para que moviera su carro hasta su nuevo destino, la intersección de las calles Lorenzo Garza y Eucalipto.
Llegar a ese lugar no fue una casualidad, en esa esquina habita la única persona conocida en esta ciudad, el pastor de la iglesia cristiana a la que asiste y que conoce desde hace 20 años.
“Me vine aquí a la iglesia y yo le dije al pastor que si me daba chance, yo le pedí de favor quedarme fuera de su casa y él me dijo que me quedara el tiempo que fuera”, mencionó Estacuy Pinto.
Y fue en ese momento que el pavimento de la calle se convirtió en el predio a ocupar, el terreno en el que fincó su nueva vivienda de cuatro ruedas.
COMPLICACIONES
Y aunque el auto ha venido a remplazar la ausencia de un lugar en dónde vivir, Rubén Antonio no se ha escapado de sufrir las inclemencias del cambiante clima regiomontano, que en ocasiones no se pueden siquiera mitigiar en los hogares, mucho menos en viviendas improvisadas.
En febero de 2011, Nuevo León vivió uno de los inviernos más crudos de su historia, alcanzando temperaturas por debajo de los cero grados, situación que afectó a este personaje, ya que al estar rodeado por ventanas el interior del auto fue casi una hielera.
Esto lo obligó a adaptar una cobija como calentador temporal alrededor del tsuru, que sujeta por medio de ladrillos y pedazos de piedra.
En tiempo de calor no corre con mejor suerte. Al no tener abanico, mueve el auto debajo de los unos árboles para que la brisa lo refresque un poco.
“Le puse los ladrillos para que no se me vuele y para que ahorita, en tiempo de fríos, no se me pongan muy helada la capota del auto, ya ve que los vidrios también se ponen fríos. En tiempo de calor me meto debajo del arbolito para estar más fresco. En el frío me tapo todo, me meto y ya no siento frío, me hago bolita”, indicó.
De lo que tampoco se ha librado es de sufrir asaltos, pues en una ocasión le quebraron un vidrio y robaron algunos papeles importantes como su acta de nacimiento, credencial de elector y papeles del carro.
BUSCA UN NUEVO ESPACIO
Desde chico él y toda su familia se han dedicado al circo, pero al no contar con un lugar para exhibirse en Nuevo León, los cruceros se han convertido en el escenario ideal para desarrollar su espectáculo de malabarismo.
Desde las ocho o nueve de la mañana y hasta que alcance una cantidad de dinero razonable para alimentarse, permanece en las calles entreteniendo a marejadas de autos para ganar unas cuantas monedas.
Con las ganancias apenas y le alcanza para comer, por eso actualmente es descabellado pensar en rentar un cuarto para vivir.
Rubén Antonio pide ayuda a la población para que alguien le ofrezca un lugar para permanecer a precio accesible.
“Yo nada más que consiguiera un lugar en dónde vivir para tener mi camita, mi cuarto y tener en donde bañarme, es todo lo que quiero”, mencionó.
VECINOS LOS APOYAN
En la otra acera de la calle Lorenzo Garza se ubica la casa de Simón Treviño, uno de los más cercanos vecinos de Estacuy Pinto.
Desde hace más de seis meses Simón Treviño notó que un nuevo integrante había llegado al vecindario, mas nunca imaginó que la residencia del nuevo colono era el automotor que se encontraba justo enfrente de su propiedad.
“Yo lo miraba, pero yo no sabía que tenía ahí su viviendo en su carrito. La primera impresión que tuve pues fue de sorpresa cuando me enteré de que ahí vivía”, mencionó Simón Treviño.
El hecho de adoptar un vehículo como hogar le dio a este vecino una imagen más clara de la difícil situación económica por la que atraviesa Rubén. Fue por esa razón que no le incomodó su presencia y por el contrario, tratan de ayudarlo cuando se puede.
“No me imagino los calorones que debe pasar, los fríos que ya vienen, pero aquí estamos para apoyarlo en cualquier situación. Le damos de repente un taquito, le fiamos sodas y bueno, está echándole ganas”, mencionó el vecino.
Y es que finalmente Rubén Antonio Estacuy Pinto le da a la colonia Del Prado una peculiaridad que pocas tienen: una casa de cuatro ruedas, que aún sigue asombrando a los colonos.
“Que yo conozca sí, había visto en la tele a otros, pero a él es el único que ahorita conozco. Es soprendente”, indicó Simón Treviño. v