La Sociedad Cuauhtémoc y Famosa es pionera en todo México por los beneficios sociales más significativos otorgados a los trabajadores y sus familias pertenecientes a las empresas que desde el 30 de marzo de 1918 le dan su apoyo. Pero su registro en la historia no es fortuito, sino fruto de la inspiración de don Francisco G. Sada Muguerza (1856-1945), gerente de la Cervecería Cuauhtémoc, y de su hijo mayor Luis Trinidad G. Sada García (1884-1941), concebido en el matrimonio con doña Mercedes García Fuentes, junto con otros 16 vástagos.
Don Francisco G. Sada Muguerza fue hijo de doña María del Carmen Muguerza Crespo y de don Francisco Sada Gómez (1827-1893), uno de los fundadores de la Cervecería Cuauhtémoc, y al fallecer éste, en 1894 ocupó el puesto de gerente general y condujo la compañía con gran acierto, pues en 1906 contó con la asistencia directa de un superintendente muy especial en la persona de su hijo Luis Trinidad G. Sada García, formado en los mejores colegios del extranjero, quien al incorporarse en 1906 a su trabajo en Monterrey, de inmediato trató de poner en práctica las enseñanzas humanistas que sus maestros le transmitieron a la luz de la encíclica Rerum Novarum, dictada por el Papa León XIII el 5 de mayo de 1891.
Y fue así como, haciendo el uno-dos en la visión de futuro, la cervecería empezó a expedir vales de servicio médico para que los colaboradores y sus familias pudieran atender sus enfermedades, pagando luego la empresa el costo de la consulta y medicamentos. Además, estos buenos industriales fundaron originalmente la Escuela Politécnica Cuauhtémoc en terrenos adyacentes a la empresa, con el fin de cubrir la urgencia de tener mano de obra mexicana calificada para no depender de empleados extranjeros, pero al mismo tiempo sopesando la responsabilidad social ante sus trabajadores, por lo cual aquí se brindó, en forma gratuita, educación primaria, secundaria y especializada en artes y oficios inclusive a los familiares de su personal.
Fue tal el impacto de esta iniciativa, que de inmediato los trabajadores empezaron a reconocer a su superintendente como el artífice del modelo de atención a las necesidades de los obreros, por haber coincidido con su llegada la lluvia de beneficios. Por tanto, han quedado en el archivo, bien grabadas, elogiosas frases que le dedicaban a don Luis en ocasiones especiales.
Sin embargo, el conflicto armado en México, que tuvo sus inicios a partir del 20 de noviembre de 1910, hizo presa a la Cervecería Cuauhtémoc de la ambición de los revolucionarios, al llegar en octubre de 1913 los rebeldes que apoyaban a Venustiano Carranza como anticipo de lo que ocurriría en abril de 1914, cuando prácticamente asaltaron las principales negociaciones y comercios de Monterrey, a fin de agenciarse recursos para la guerra, imponiendo multas, exigiendo préstamos forzosos y estableciendo “impuestos a la revolución” e inclusive incautando la empresa cervecera, de acuerdo con sus propias Actas de Consejo.
La lucha de facciones entre noviembre de 1914 y junio de 1915 hizo que los que apoyaban a Francisco Villa se alternaran aquí en busca de capital con los carrancistas llamados también constitucionalistas, ocupando la plaza a base de balas, por lo cual los directivos de la Cervecería Cuauhtémoc debieron buscar refugio en Estados Unidos, con la mira puesta en salvar de la quiebra total este negocio que funcionaba en forma boyante. Importaba no afectar a los trabajadores con la debacle económica de la compañía, aun cuando los efectos de la intervención revolucionaria ya no permitieron los frutos del esfuerzo de don Luis Trinidad G. Sada García a través de sus programas sociales y la escuela politécnica. Los señores Pablo Salas y López y Gustavo Jiménez, gente de confianza del gerente Francisco G. Sada Muguerza, afrontaron los peores momentos en la historia de la negociación, hasta que llegaron los propietarios.
El triunfo de Venustiano Carranza trajo consigo la ansiada estabilidad económica que reclamaba el país y entre 1916 y 1917 los industriales y comerciantes de la urbe regiomontana hicieron una planeación más acorde con las circunstancias, y con el regreso de los directivos de la Cervecería Cuauhtémoc el ascenso en la producción y ventas ya no se detendría, pero lo más importante, el señor Luis G. Sada volvió a motivar a los obreros y empleados de su empresa para reactivar la idea de una Sociedad Mutualista de Ahorros e Inversiones para los Trabajadores que cambió de nombre a Sociedad Cooperativa hasta dejar huella como Cuauhtémoc y Famosa, y desde el 30 de marzo de 1918 ha sorteado las vicisitudes del tiempo con mucha fortuna.
A diferencia de otros organismos similares, la Sociedad aceptó a hombres y mujeres como socios con los mismos derechos y obligaciones. Y se estableció también que la directiva sería elegida democráticamente a través del voto directo de todos los socios, pudiendo ser votadas también las mujeres, pues para entonces, la empresa contaba con un número considerable de obreras y empleadas, quienes participaron por primera vez en una elección, ya que el voto femenino en la política mexicana se permitió hasta 1953.
La Sociedad Cuauhtémoc y Famosa (SCyF) inició con 24 trabajadores, y tres de ellos conformaron la primera junta directiva, de marzo de 1918 a mayo de 1919: Ireneo Tovar (1873-1957), Presidente; Macario Salas (1884-1943), Secretario, y Víctor González Garza (1875-1964), Tesorero. Ellos fueron asistidos por Daniel Martínez Muguerza (1880-1958), como Primer Vocal, y Rafael Páez, Segundo Vocal, iniciando el caudal de iniciativas del área de Bienestar con la campaña “Todos con habitación propia”, la atención médica y legal, el seguro de vida en caso de fallecimiento del socio, la provisión de alimentos a precios rebajados, así como la promoción de la cultura, la educación y los deportes, siempre bajo el cobijo del espíritu del ahorro.
Cuentan la crónica de la época, escrita por el nuevoleonés Nemesio García Naranjo (“Una industria en marcha”), que en 1918 los empleados y obreros solamente dejaron en la caja de ahorros la pequeña suma de $2,887.42, lo que no desalentó a don Luis Trinidad y siguió recomendando la previsión, hasta que en 1925 los ahorros pasaron de cien mil pesos, y en 1943 fueron más allá de un millón. Lo sorprendente fue que en 1949 subieron a 4 millones 34 mil 593 pesos con 82 centavos, ascendiendo la suma en 1955 a 8 millones 252 mil 530 pesos con 23 centavos.
Coincidentemente, en 1918 regresaron de estudiar en Estados Unidos los hermanos Eugenio (1892-1973) y Roberto Garza Sada (1895-1979), hijos de don Isaac Garza (1853-1933), fundador de la Cervecería Cuauhtémoc y presidente de su Consejo Directivo de 1890 hasta su fallecimiento. Ambos jóvenes se involucraron al instante en el proyecto de don Luis Trinidad y jamás escatimaron estímulos y recursos para los trabajadores de las distintas empresas que iban naciendo alrededor de la compañía matriz y que eran el sustento de la SCyF, dando vida especialmente a una prestación única de los grupos industriales de Monterrey, consistente en otorgar financiamiento sin intereses para que los socios que tuvieran derecho pudieran adquirir una casa-habitación.
Don Luis Trinidad, fundador también en 1929 del Centro Patronal de Nuevo León, fue testigo y promotor del gozo de los socios de SCYF que poblaron las primeras colonias aledañas a la empresa, como la del Prado y Larralde, y a partir de 1940 la Bellavista, enfrente de la Yesera Monterrey, que se había instalado en 1917 en la confluencia de las calles General Anaya y Villagrán. Pero murió sin haber visto hecho realidad otro de sus sueños: el centro recreativo Cuauhtémoc y Famosa en toda una manzana de la avenida Universidad (hoy Alfonso Reyes) y las calles General Anaya y Keramos (Henry Dunant), inaugurado en 1944, y el cual ha sido escenario de una gran cantidad de eventos deportivos, artísticos y de esparcimiento en general para los socios y sus familias.
Años después, en 1957, los hermanos Eugenio y Roberto Garza Sada entregarían las primeras viviendas de la Colonia Cuauhtémoc en San Nicolás, con el agregado de los centros educativos La Salle e Isabel La Católica y plazas arboladas, además del moderno templo católico dedicado a San José Obrero. Todavía hoy está vigente tan noble prestación que dio al gobierno de México para crear el INFONAVIT en la década de 1970, tal como ocurrió con la creación del IMSS, después de constatar la prioridad de la salud que los empresarios habían tomado en cuenta con los servicios médicos brindados a los trabajadores.
MI PASO POR SCyF
El que esto escribe da testimonio de una etapa de esta historia humanista en los centros de trabajo que se adelantaron a cubrir la necesidad del bienestar social del trabajador, que hoy norma las relaciones obrero-patronales. Fui parte de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa a partir del año 1965, pues ingresé a laborar justamente cuando se festejaba el 75 aniversario de la Cervecería Cuauhtémoc y concluí mi ciclo ahí en julio de 1983, con un agradecimiento que no me cabía en el corazón porque fui propietario de la casa de mis sueños merced al apoyo de SCyF, y recibí innumerables ayudas de todo tipo y un crecimiento profesional a partir del trato con mis jefes y compañeros de labores.
Pertenecí al corazón de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa desde un inicio, ya que fui contratado como profesor de primaria en el Colegio Francisco G. Sada y aprendiz de redacción en la revista interna “Trabajo y Ahorro”, de la que me tocó el honor de haber sido nombrado director editorial al jubilarse mi maestro de maestros Roberto González Acosta, un ícono de la cultura y el orden en el grupo industrial cobijado bajo las siglas de Valores Industriales, S. A. (VISA).
Cuando llegué estaban vivas las lecciones de don Luis Trinidad G. Sada, fallecido en 1941, por lo cual su viuda Anita Gorostieta y sus hijos Luis y Yolanda eran fuente documental de su ser y quehacer. Y, sin reticencia alguna, también tenían aplicación inmediata las normas dictadas por don Eugenio y don Roberto Garza Sada, además de los hijos de éstos, en plena juventud. No se apagaba aún el principio básico que el hijo de don Francisco G. Sada había dejado como inspiración de su obra: “Todo trabajador es un colaborador esencial de la empresa que lo emplea y un productor digno de respeto; con derechos, obligaciones y prerrogativas. De ninguno modo es un instrumento infrahumano de las empresas o una mercancía más”.
“Don Luis”, como por antonomasia y reverencia le llamaban los obreros, sintió siempre la urgencia de asegurar ese bienestar del trabajador, por lo cual contó siempre con el apoyo de los hermanos Garza Sada y el patrocinio moral y material de las empresas subsidiarias, bajo el lema del trabajo y el ahorro, que fue el nombre que en 1921 se impuso a la revista interna que desde aquel año no ha dejado de publicarse.
Joven aún, me tocó conocer los orígenes de SCyF desde dentro e interpretar el legado escrito y verbal en que basaron sus fundadores el objetivo de “otorgar beneficios sociales a la familia del trabajador, auspiciando su desarrollo individual y su superación intelectual”. Mi paso por esta institución me dejó una honda huella y me precio de historiar su trayectoria en cuanta ocasión precise mis datos, como ahora que celebrará sus primeros cien años de vida el 30 de marzo de 2018.