
Existen decenas de historias sobre regiomontanos que viajan al extranjero y viven un shock cultural por las diferencias entre países; sin embargo, si se invierte la moneda, Monterrey también resulta una ciudad peculiar para los extranjeros o para aquellos habitantes que no profesan el catolicismo.
A nivel nacional, la capital de Nuevo León es conocida por su vocación industrial, su dinamismo comercial, su debilidad por el consumo, su afición por los deportes, las carnes asadas y su tradición católica, distinciones que, aunque respetadas, chocan con el día a día de los miembros de otras comunidades que residen en la mancha urbana, como los musulmanes, budistas, judíos y krishnas.
Desde las compras en el supermercado hasta un simple saludo, los integrantes de las minorías religiosas en Nuevo León llevan una rutina distinta a la del resto de los más de 4 millones y medio de habitantes en la entidad.
EL ‘HOMBRE INTOCABLE’
Son las 12:50 horas, y mientras la mayoría de los regiomontanos ya planea su hora de comida, Mohammed Imqilqane coloca en un espacio de su oficina un tapete con dirección a La Meca y comienza a orar con su rostro tocando el suelo, una escena atípica para la mayoría católica en Nuevo León, pero ya bien conocida por sus compañeros de la universidad U-ERRE.
Y es que el hombre de 36 años, oriundo de Marruecos y con doble nacionalidad, es uno de los más de 100 musulmanes que viven en la mancha urbana de Monterrey, y que día a día adaptan su estilo de vida al ajetreo de la Sultana del Norte.
“Los hombres de preferencia tenemos que orar en la mezquita, pero ante la falta de mezquita, por falta de tiempo oramos en el lugar que estemos.
“Con una brújula busco la dirección de La Meca y ahí mis compañeros del trabajo me prestan un lugar para rezar tranquilamente. Nunca he tenido problemas con mis compañeros para poder orar. De hecho, algunos compañeros me recuerdan mi deber religioso. Al principio se asombraban -tal vez aún ahora-, pero en ese momento estás con Dios y te olvidas de todo”, mencionó Mohammed.
Hace 14 años la vida amorosa lo condujo a la capital neolonesa, donde echó raíces. Y a pesar de haberse acoplado sin problemas, no se ha escapado de las diferencias culturales.
“Monterrey me encanta. Una de las razones por las cuales pedí ser mexicano es Monterrey. La verdad, es una ciudad magnífica, a mí me encanta”, mencionó el entrevistado.
Por insignificante que parezca, el primer reto del musulmán fue acostumbrarse al “hola” que con tanta frecuencia se usa en México.
Y es que en la lengua árabe no existe dicho saludo, pues en su lugar se utiliza el “salam aleikum” que significa “que la paz esté con usted”, y en respuesta se obtiene un “aleikum salam” que se traduce a “y con usted también la paz”.
Al considerarse respetuoso de la cultura local, Mohammed comenzó a incluir el “hola” en su trato diario, pero con algunas diferencias, ya que no puede tener contacto físico con el sexo femenino.
Con una sonrisa en su rostro, el musulmán reconoce que en su trabajo lo llaman “el hombre intocable”, por su negativa de tener contacto físico con mujeres, incluso para saludar, tal y como se prohíbe en el Corán.
Así que los tradicionales aventones o rides, que comúnmente se dan entre compañeros de trabajo, amigos o vecinos, no aplican con el marroquí si se trata de una mujer al volante.
“En mi trabajo me dicen el ‘hombre intocable’, porque ninguna de las mujeres de mi trabajo, a quienes respeto mucho, me tocan. Al saludarme nunca tenemos contacto físico y trabajamos muy bien para sacar adelante a la universidad. Mis compañeros de trabajo saben muy bien que soy musulmán, saben que mi forma de ser es no tocar. Sí las saludo, pero no hay contacto.
“A veces una compañera me dice: ‘Mohammed, ¿te doy ride?, ¿puedo dejarte de pasada?’; y yo les respondo que no porque no puedo estar con una mujer en un auto que no sea mi esposa, mi mamá, o mi hermana. Lo hago por respeto, por educación islámica, y la gente es comprensiva”, aseveró el entrevistado.
Los miembros de la comunidad islámica en Nuevo León provienen de distintos países como Egipto, Palestina, Jordania, Túnez, Argentina, Malí, Nigeria, India y el propio México, quienes ante la falta de mezquita se reúnen en el Centro Cultural Islámico, ubicado en Matamoros 1277 de la colonia Santa María de Monterrey.
En el lugar se vive la jutba, el equivalente a la misa para los católicos, pero con las diferencias de que el sermón se comparte en árabe y español, y las mujeres están separadas de los hombres.
Las mujeres regiomontanas visten conforme a la temporada, pues mientras en diciembre los abrigos y chaquetas pueden ser sus mejores aliados, en verano las blusas y short son las prendas más cotizadas; sin embargo, para las integrantes de la comunidad islamita en Nuevo León, el tradicional hiyab las acompaña los 365 días del año, a pesar de las altas temperaturas que pueden registrarse en la ciudad.
El atuendo que cubre por completo su cuerpo y sólo deja al descubierto sus rostro, es cada vez más apreciado por las calles de Monterrey, en donde poco a poco la comunidad islamita va ganando adeptos.
“Las mujeres que vienen al centro usan un vestido largo, un velo, y salen a la sociedad.
“El calor de Monterrey no les afecta en su forma de vestir, porque el Islam es una convicción que se tiene con Dios. Si Dios dice que la mujer tiene que ponerse el velo, la mujer es obediente y se lo pone. Yo creo que la frescura del corazón es más importante que el calor corporal. Es decir, si dentro de tí sabes que estás en lo correcto, no importa lo que esté afuera. Además las monjas hacen lo mismo y nadie las critica”, expresó Mohammed.
La comida es otro de los choques culturales que los musulmanes viven en la Ciudad de las Montañas, ya que mientras el regiomontano es aficionado a las carnes asadas y las carnitas, la comunidad tiene prohibido consumir puerco y carne de animales sacrificados con violencia.
Es así que deben de ser muy cuidadosos en elegir un lugar para comprar los productos cárnicos, y más aún para leer las etiquetas de las mayoría de los artículos de la canasta básica.
De acuerdo con Mohammed, mientras el regiomontano promedio invierte poco más de una hora en realizar la despensa, los musulmanes ocupan más de dos horas para pasar a cajas.
“A veces batallamos para comprar carne en establecimientos en donde sabemos que no van de acuerdo con las indicaciones islámicas.
“La comida de la gente del libro (cristianos y judíos) es permitida para nosotros. Y por eso creemos que los cristianos y los judíos sí sacrifican en el nombre de Dios para que sea lícita en comer, pero hay algunos establecimientos en donde no es así y con mucho respeto no compramos”
“Cuando vamos al supermercado a comprar cosas la gente se tarda una hora y nosotros nos tardamos dos horas y más, porque tenemos que tomar el producto y leer ingrediente por ingrediente, para asegurarnos de que no tenga manteca de puerco.
“A veces es carne de pavo, pero al leer los ingredientes dicen que lleva grasa de cerdo, y nosotros tenemos que leer todo para ver qué está permitido, qué está prohibido, si tiene algo que va en contra de nuestra creencia, y por eso nos tomamos mucho tiempo”, manifestó el entrevistado.
A pesar de las diferencias, Mohammed Imqilqane asegura que la convivencia con la sociedad regiomontana es respetuosa y pacífica.
De hecho, forman parte del Consejo Interreligioso del gobierno de Nuevo León.
Y aunque en ocasiones el estigma del extremismo islámico no ha pasado desapercibido por los regiomontanos, Mohammed asegura que pocos los relacionan con los yihadistas.
“El musulmán se somete a la voluntad de Dios, a las órdenes de Dios”, señala.
“No haríamos nada en contra de la sociedad porque vivimos en esta sociedad. Nosotros no aceptamos el terrorismo, lo denunciamos, lo maldecimos. Estamos completamente en contra del terrorismo. ¿Por qué la gente siempre lo relaciona con el Islam?”, puntualizó el marroquí.
BUDISTAS
Si les ve por la calle, seguramente llamarán su atención: su característica calva y túnica de colores naranja y rojo roban las miradas de los regiomontanos.
Se trata de los budistas que viven en la zona urbana de Monterrey y que, al igual que los musulmanes, han preservado su filosofía espiritual en una ciudad mayormente católica.
Guen Kelsang Shima o “Shima” como la conocen sus amigos es una de ellos.
La joven de 33 años de edad y originaria de Toluca es una monje kadampa que llegó a Monterrey en 2013 para difundir las enseñanzas de Buda en Nuevo León.
La traducción de su nombre, luego de su ordenamiento, es maestra (Guen) afortunada (Kelsang) y apacible (Shima), que a su vez son cualidades difíciles de encontrar en los habitantes de una ciudad como la capital regiomontana.
Y es que el estrés laboral, el tráfico, la contaminación y hasta el clima contribuyen en el comportamiento del nuevoleonés, quien al primer cerrón en la calle exhibe un mosaico de mentadas.
Y es precisamente ahí, en donde los budistas kadampas de Nuevo León han encontrado su principal contraste con la cultura de Monterrey.
“El budismo es la práctica de las enseñanzas de Buda, la práctica, consejos especiales para controlar la mente, controlar estados mentales negativos como el apego, el odio, los celos, la ignorancia y demás. Para lograrlo, Buda dio una serie de enseñanzas conocidas como dharmas, que significan protección para la mente”, aseveró “Shima”.
La filosofía espiritual contrasta con la dinámica de la metrópoli, ya que mientras los budistas kadampas enfrentan con serenidad las adversidades, y reconocen que el malestar proviene del interior de cada persona, el regio promedio suele alterarse con mayor facilidad y atribuye su felicidad a objetos materiales.
“La gente tiene una necesidad muy profunda de solucionar sus problemas de enojo, de temor, de tristeza, de aburrimiento, de no sentir que lo que están haciendo los llevará a un sitio en específico. El budismo que practico es para todo el mundo, independientemente de su creencia. El budismo kadampa es muy enfocado a la vida diaria”, mencionó la monje.
Para nadie es un secreto que la sociedad regiomontana está catalogada como una de las más consumistas del país y de América Latina.
La influencia de Estados Unidos y el alto poder adquisitivo de sus habitantes -el tercero más alto del país- la han convertido en uno de los mejores mercados a nivel nacional, hecho que a su vez ha provocado un desorden espiritual en la sociedad regia, de acuerdo con “Shima”.
“Desde mi perspectiva, creo que los monjes kadampas reconocemos o entendemos que la felicidad está adentro, está en el interior, y algo fuerte que yo he visto es que entre más consumista es una sociedad, tiene más fija la idea que la felicidad está en los objetos materiales.
“Entonces se trabaja con mucha fuerza para obtenerlos y se dedica mucho mucho tiempo a eso, y queda poco tiempo para el desarrollo interno, y las personas por lo tanto experimentan más sufrimiento, creo que eso fue el shock que yo viví aquí, el ver tantísimo esfuerzo para tener buenas condiciones externas y poco tiempo para el desarrollo interno.
“Eso para mí fue un shock, que realmente creemos que la felicidad se puede obtener allá afuera y en mi caso yo no creo que sea así, es imposible, es como beber agua salada, al principio te da satisfacción, pero después no”, expresó la monje kadampa.
Para “Shima”, el ataque en el Colegio Americano del Noreste, en donde un adolescente disparó contra su profesora y compañeros, y luego se quitó la vida, es un ejemplo de que el progreso material poco o nada tiene que ver con el avance espiritual.
“Lo que pasó en el colegio nos dice que por más progreso material que haya, si no nos enfocamos en cultivar paz interior y si no hacemos algo ahora para desarrollar y mantener esta paz, nuestros objetos externos se vuelven peligrosos. Necesitamos cultivar paz interior, lo que yo veo es que tenemos mucho sufrimiento, mucha confusión, mucho dolor y tiene que salir eso en algún lado, ¿en quien sale?, en las personas más vulnerables y lo vimos en el caso de este chiquito, pero también lo hemos visto en otras facetas.
“Creo que tanto padres como hijos necesitamos aprender a controlar nuestra mente”, aseveró la entrevistada.
“Pásame tu Facebook” es una de las frases más utilizadas actualmente para seguir en contacto con un nuevo conocido, y son pocos los regiomontanos que se han librado de caer en la tentación de las redes sociales, algunos de ellos son los budistas, quienes consideran que la tecnología no sólo conecta, sino que también desconecta.
“Creo que necesitamos sabiduría, creo que las redes sociales tienen un gran potencial de conectarnos, pero también de desconectarnos. Es importante que no volquemos nuestra insatisfacción en las pantallas, nuestras frustraciones en nuestras redes, en nuestras soledades y ahí, porque por mucho que lo hagamos estas situaciones internas van a manifestarse de alguna manera.
“Las redes sociales son simplemente una herramienta, y en dependencia de tu desarrollo interno las vas a usar para beneficiarte y a los demás, o perjudicarte a ti y los demás”, dijo “Shima”.
La alimentación es otro de los contrastes de los budistas que habitan en Monterrey, ya que mientras la carne es uno de los platillos más solicitados por los regiomontanos, la mayoría de los budistas optan por ser vegetarianos o incluso veganos.
Esto debido a que, aunque dentro de las lecciones de Buda no está un lineamiento para la comida, la habilidad de la compasión no les permite comerse a un animal que ha sido sacrificado.
“Una de nuestras prácticas principales es estimar a los demás y la compasión. Entonces, si a partir de tu compasión tu decides no ingerir otro alimento, por ejemplo los animales, es correcto para esa persona y podría decir que la mayoría de los budistas somos vegetarianos y otros somos veganos, pero es una elección personal; sin embargo, si mi familia me invita y todos hicieron de comer algo para ellos, yo intento no imponer mi alimentación.
“Yo intento tener un modo de vida en donde no dañe a los demás, intento no comer a los animales, intento respetarlos porque son igualmente importantes que yo y los quiero”, indicó la monje kadampa.
Semana Santa o Navidad son días comunes para los seguidores del budismo, pues aunque agradecen el asueto, no tiene el mismo significado que para la mayoría católica de Nuevo León.
“Los días feriados de los católicos los respetamos y agradecemos el asueto, pero para nosotros es un día normal. En Navidad, por ejemplo, en mi familia, estamos acostumbrados a festejar, a cenar, y yo los acompaño aunque para mí no tiene el mismo significado que para ellos, pero no generamos ningún ambiente negativo”, expresó “Shima”.
Actualmente el budismo kadampa está creciendo en Nuevo León debido a la búsqueda del regiomontano por encontrar el equilibrio entre lo material y lo espiritual.
De igual manera porque los interesados no tienen que abandonar su creencia religiosa para practicar budismo kadampa.
Al día de hoy, el Centro de Meditación Kadampa Monterrey, ubicado en Buenos Aires 150 de la colonia Altavista de Monterrey, recibe a cerca de 300 personas por semana en sus clases generales.
HARE KRISHNA
Ubicada en el Barrio Antiguo de Monterrey, la comunidad Hare Krishna es otra que convive a diario con los regiomontanos.
Por las calles a sus devotos se les observa con el dhoti naranja que cubre sus cuerpos.
Es común mirarlos por la calle Morelos, en donde buscan compartir libros y regalan prasadam, que es la comida ofrecida directamente a su deidad Krishna.
Roberto Pérez de la Cruz es uno de los integrantes de la comunidad, que basa su disciplina en cuatro principios: no comer carne, huevo ni pescado, no intoxicación, no sexo ilícito y no juegos de azar.
En años atrás, el originario de Tabasco profesó la religión católica, pero luego de la conversión de uno de sus tíos, se sintió atraído por la Conciencia Krishna.
“Mi tío cuando llegaba a nuestra casa siempre preparaba prasadam, que significa comida ofrecida directamente a Krishna. Entonces, el nos daba de comer ese alimento. Yo veía que era como muy elegante su preparación y eso me llamó la atención”, aseguró el tabasqueño.
Es así que desde el 2007 comulga con la filosofía Hare Krishna, por considerarla que es “una vida sencilla con un pensamiento muy elevado”.
Y es que, de acuerdo con sus palabras, la sociedad actual, no sólo la regiomontana, se desarrolla bajo “una conciencia animal”.
“Mi punto de vista es que todos nos creemos personas o cristianos, pero sin conciencia. Tenemos una conciencia burda o animal porque yo no puedo tener hijos, dinero, si no tengo una vida espiritual, si no puedo controlar mis sentidos yo no puedo tenerlos”, explicó el oriundo de Macuspana.
El tradicional café de la mañana o té negro para convivir con los amigos, aunque pareciera una actividad común para los habitantes de Monterrey, no lo es así para los Krishna, quienes lo consideran prohibido por violar la regla de no intoxicación.
“No intoxicación se refiere incluso a no tomar té negro ni ningún tipo de bebidas procesadas”, mencionó Pérez de la Cruz.
Según las escrituras sagradas de los Krishna, ubicadas en el Bhagavad Gita, el equivalente de la Biblia para los católicos, un hombre ni siquiera puede ser padre de familia si no es capaz de “controlar el sentido de la lengua, del estómago, del órgano genital y de la vista”, lo que contrasta con la alta tasa de padres jóvenes en la entidad.
De igual manera, quien no pueda controlar lo anterior tampoco tiene la capacidad para tener seguidores, ser presidente o rey.
Dentro de la canasta básica del regiomontano está presente la carne y el huevo, dos de los artículos prohibidos por los principios Krishna.
Por tal razón, también quedan descartadas las invitaciones a restaurantes de comida rápida para los miembros de la comunidad.
Y es que dentro de su formación, en una vida brahamana se procura alimentar el espíritu y que los productos que ingresen al cuerpo sean naturales y orgánicos.
A diferencia de los regios que al comprar productos para la comida piensan en el supermercado, los miembros de dicha comunidad prefieren cosechar sus propias frutas y verduras, ya que hay que destacar que al igual que los budistas, los Krishna en su mayoría son vegetarianos.
“Si no se siguen los cuatro principios tú no puedes entender a Dios, porque nosotros al adoptar un alimento que no es ofrecido a Dios, prácticamente que se ha hecho de una manera muy violenta, nos transmite a nuestro cuerpo esa energía, ese karma.
“Los hechos violentos se generan porque comemos alimentos hechos con violencia. Se habla en la escritura de que el ser humano debe de vivir de las cosas que le gustan a Krishna y ahí se dice que le gusta el alimento que se mastica, que se succiona, que se bebe y que se lame. Entonces, para ofrecerle tiene que ser semilla, granos, vegetales, frutas y lácteos”, mencionó Pérez de la Cruz.
Dentro de sus normas de conducta para purificarse, que se dictan en el Vaishnava y que podrían resultar curiosas para los regiomontanos, están: no empujar las cosas con el pie si son alimentos, no pasar por encima de las parafernalias de las deidades o por encima de un devoto, como se le llama a las personas entregadas a la Conciencia Krishna.
Los miembros de esta comunidad no piensan en ropa al igual que el resto de los neoloneses, su atuendo es el tradicional dhoti, que debe de ser de algodón, y en ocasión es difícil encontrar.
Y si de relacionarse con el resto de la sociedad se trata, las interacciones amorosas están casi prohibidas, ya que valoran la individualidad de cada persona.
“Si es para hablar de Krishna está bien, pero si no, es difícil porque uno no busca ese tipo de conocimiento material”, añadió el tabasqueño.
La mayoría de los integrantes de esta comunidad en Nuevo León son mexicanos, por lo que también lograron modificar el tradicional saludo de “hola” por una reverencia en la que unen las palmas de manos pegadas al pecho.
En una sociedad mayormente consumidora y de gran valor material como Monterrey, los Krishna sin duda han logrado sobrevivir apegados a sus creencias.
Actualmente, el centro, localizado en la calle Matamoros del corazón regio es el único en la capital de Nuevo León, y ahí acuden cerca de 35 iniciados, como se les conoce a las personas que ya cuentan con nombre espiritual.
En el lugar también se desarrollan los llamados programas, que es el equivalente a la misa católica.