Aunque el paso del tiempo siempre sana las heridas, el hablar del Huracán Gilberto trae al presente las angustias que hace 20 años se vivieron. Muertos, desaparecidos y a los más afortunados dejó sólo daños materiales.
Estas son algunas de las historias que albergan los nuevoleoneses en su mente, ya sea propias o extrañas.
Todos los que vivieron en esa época, conocieron los estragos que dejó el también conocido como el “Huracán del Siglo”, en México y el “Huracán Asesino” en Cuba.
EMPEZAR DE NUEVO
Dos historias, dos tragedias, a ambos casos los hizo empezar de cero y valorar lo que hoy tienen. Mientras la familia de doña Aurelia Estrada aprendió la lección y se fueron a vivir al Mirador, doña Camila Herrera y su gente siguen habitando en lo que hace 20 años se convirtió en un mar de agua.
A la entrada del Parque Ecológico La Huasteca se encuentran más de una docena de casas de madera y cartón; las risas a la orilla de la carretera se escuchan acompañados del corretear de los niños, nadie imaginaría que cuando el Gilberto azotó Nuevo León esa zona no era más que agua.
Hace 20 años el día fue difícil, sólo se quedaron con lo que llevaban puesto, pero a pesar del trago amargo la familia Herrera se resiste a abandonar el lugar a donde llegaron hace más de 30 años.
“Aquí se llenó de agua desde las tres de la mañana, cuando empezó a llover nos fuimos para allá para donde está la ruta (126), nosotros nos fuimos antes de que llegara el agua, no vino nadie a sacarnos”, recordó mientras con sus dedos acomoda su blanca cabellera.
A unos cuantos metros de la carretera que lleva a la Huasteca, doña Camila tiene su vivienda en donde también habitan sus hijos y sus familias. La vecina de Santa Catarina recuerda que antes de que el huracán entrara al estado, tenía vecinos enfrente.
Su antigua vivienda también estaba construida con maderas, y para levantar lo que hoy tienen tardaron más de seis meses.
“Nosotros no quedamos aquí, hicimos un cuartirto y en ese nos metimos, fue muy difícil, batallamos mucho para construir todo otra vez, aquí no nos ayudó nadie, sólo nos dieron unas despensas al principio, pero ya después nos dejaron”.
Algunos de sus descendientes sí optaron por reubicarse en San Gilberto, pero destaca que las facilidades que les dieron para hacer la compra no fueron las prometidas en aquel entonces.
Hoy, a pesar de la tragedia de hace dos décadas, doña Camila descarta dejar su pedazo de tierra, y es que dice: “Nomás esa vez que nos llegó el agua, pero ya después ya no”.
PERDIMOS TODO
Originarios de Mier y Noriega, los hijos de Aurelia Estada llegaron a Monterrey en busca de un mejor futuro, cerca de la Huasteca se establecieron, y apenas comenzaban a fincar su residencia cuando los embates del Huracán Gilberto los tomaron por sorpresa.
“Mis hijos tenían su terreno por el rumbo de la Huasteca, pero pues se lo llevó, iba mucha gente llevándosela el río y muchas cosas”, mencionó.
Casi formada estaba la vivienda, pero no lo suficiente para soportar los vientos y lluvias que traía consigo el fenómeno meteorológico, por ello tuvieron que empezar desde cero con su patrimonio.
“Batallaron bastante mis hijos, duraron un rato como unos dos años, y ya empezaron poco a poco a fincar”, comentó.
Mientras que ella y uno de sus vástagos viven en la colonia Mirador, otro más emigró a la colonia San Gilberto, aunque asegura, con ninguno de los financiamientos tuvieron apoyo como parte del huracán.
Hoy, en una de las partes altas de Santa Catarina, los Estrada han dejado casi en el olvido el huracán que por suerte no les quito lo más preciado: la vida.
AQUI ENTRARON LOS CIUDADANOS
Para Jesús Esparza, el fin de semana del 15 de septiembre de 1988 fue largo, lo que parecían ser unos días de descanso aprovechando las festividades patrias se convirtieron en días de desvelo y angustia para poder sobrevivir.
El vecino de la colonia La Fama en Santa Catarina, quien a su vez fuera integrante del Patronato prointroducción de Servicio Primarios y Mejoras de la Comunidad de la Fama, A.C., recordó que su día empezó el 16 de septiembre a la una de la mañana, y es que poco después de dar el grito de Independencia, una ligera llovizna comenzó a caer, lo que nadie se imaginaría es que horas más tarde traería desgracia a la comunidad.
“Nos tocaron momentos muy difíciles, para las cinco de la mañana ya la gente empezaba a salirse de sus casas, lo más sorprendente fueron los animales, los marranos, las ratas, las yeguas que se salieron de los corrales y se fueron hacia las partes altas.
“Había un señor que se llamaba Juan Martínez y andaba corriendo por las calles de La Fama a las tres de la mañana porque todos los marranos se le salieron, un caballo tumbó las trancas y se salió, pero la gente no se quería salir del río, quienes se salían eran porque tenían un familiar cerca, le voy a decir que sólo uno de cada 10 lo hizo”, mencionó.
En ese momento el desalojo entre vecinos comenzó, mientras algunos se aferraban a sus pertenencias, otros se resignaban al ver que ya casi todo estaba cubierto de lodo. Para las 10 de la mañana del 16 de septiembre los primeros albergues ya estaban funcionando, uno se ubicaba en la sección 49 del Sindicato Textil y el otro en el salón de eventos Mac Fiesta.
Posteriormente escuelas y un local de la CTM también se apuntaron para resguardar damnificados, quedando para las seis de la tarde el 80 por ciento de las personas que encontraron a salvo. El resto de ellos, a lo largo del día fue escribiendo tristemente su historia. Según un censo realizado en el mes de agosto de ese año, cerca de 10 mil personas vivían en los márgenes del río Santa Catarina.
El punto donde el río Santa Catarina y el arroyo del obispo convergen, resultó ser uno de los capítulos más peligrosos de esta historia, y es que ante la poca visibilidad que había gracias a los ventarrones, era imposible observar que la carretera había desaparecido.
“Hubo unos seis camiones de pasajeros que se llevó el río y que nunca volvieron a aparecer ni siquiera los cádaveres por lo que nunca se contabilizaron, se pudo contabilizar el camión donde viajaba la reina de la Uva, pero los demás no.
“Un detalle que nos comentó uno de los sobrevivientes, cuando llegan y ven que estaba trozada la carretera, él dijo ‘¡Párense!, y con mucha calma por delante no salgan por que nos estamos desbarrancando”, señaló Esparza.
Recordó que eran dos hermanos, y aunque uno le decía al otro que bajara de la unidad, éste ya no alcanzó a salir y se lo llevó la corriente. El otro muchacho no le quedó más que prevenir al resto de los conductores de que la carretera estaba desquebrajada.
“Todas las experiencias que recuerdo son muy tristes”, dice Esparza con cierto toque de melancolía, mientras un suspiro roba espacio a sus palabras, una de ellas es la del albañil Juan Teniente, quien con su trabajo pudo llenar una caja fuerte con más de 600 centenarios.
“Era buen jefe, premiaba con comida y bebida a sus trabajadores, y cada semana acostumbraba tomarse sus cervezas. Tenía su esposa y unos gemelitos que iban a cumplir un mes.
“La noche que llegó el Gilberto empezaron a llorar los niños y cuando la señora bajó de la cama el lodo le llega a las rodillas y le habla, él en su embriaguez no le hizo caso”, recordó.
Tras salir su mujer a refugiarse en una zona conocida como San Felipe, le encargó alcanzarla con los biberones y la leche de los pequeños.
“Ya que Juan se despierta se acuerda de su caja fuerte, pero el lodo ya era demasiado denso, casas, tanques de gas, traxcavos iban en el río, sacó lo que había en el refrigerador, cuando quiso salir una ola lo aventó, se golpeó contra unas rocas, cuando pudo salir descubrió que traía shampoo en lugar de biberones“, dijo.
Había una señoritas también que construyeron sus casas cerca del puente San Isidro, y para ponerse a salvo se subieron al techo de sus viviendas, cuando la lluvia comenzó a arreciar el puente que une La Fama con San Isidro se lo llevó la corriente, aún y cuando en su inauguración el alcalde aseguró que “era un puente para toda la vida”.
“TODO ESTA BAJO CONTROL”
Entrada la tarde del 16 de septiembre, mientras el gobernador Jorge Treviño Martínez anunciaba en el Palacio de Cantera que la situación estaba bajo control, al poniente de la ciudad el agua dejaba huella a su paso.
“Aquí no entraron ni iglesias ni partidos políticos, entraron los ciudadanos, mi hijo y dos personas más nos vinimos a pie desde Santa Catarina por las vías del ferrocarril por que no había paso, y cuando llegamos a Palacio de Gobierno no nos creyeron”, expresó Jesús Esparza.
La Parroquia La Natividad fue la primera a donde le llegó la ayuda de Nuestra Señora del Refugio, quienes se organizaron antes que nadie.
De la vuelta al Palacio de Gobierno consiguieron 10 despensas con la Sedesol, quienes ya que vieron la magnitud de la tragedia en esta área apoyaron con más víveres, que tuvieron que pasarlos pidiendo acceso a las pedreras para atravesar el cerro, ya que los calles estaban incomunicadas.
De a poco la ayuda comenzó a llegar, y ahí sí la política tomó partido, mientras la gente urgía ayuda, ellos sabían de qué manera detenerla.
“Había gente que controlaba los albergues y sabía cómo manejar a las personas y les decía. ‘no señores, aquí no se va a entregar nada, vamos a hacer una lista y vamos a ver qué es lo que se requiere’, y así se pudrió la despensa en las bodegas.
“Llegaron apoyos de Estados Unidos, tráilers cargados con víveres, en ese tiempo estaba de moda la chamarra de pluma de ganso y venían muchas para damas, caballeros y niños, pero todo se desapareció”, mencionó.
La rapiña no sólo se vivió en los albergues, también en las calles que a pesar de estar intransitables, los amantes de lo ajeno se las ingeniaron para “rescatar” las pertenencias de quienes se habían ido y con las prisas y el temor de ser alcanzados por el agua, dejaron sus casas abiertas.
Cuando la calma regresaba a la ciudad, unos regresaron a sus casas, pero otros no tenían a dónde ir, es por ello que Jesús Esparza y sus compañeros decidieron hacer una solicitud para reubicarlos.
“Le pedimos al presidente de la República que se formara un decreto para hacer casas de interés social, como ya teníamos los antecedentes de la colonia López Mateos e Infonavit Huaseca.
“Lo aprobó el gobierno de la República y nos lo confirma todavía Miguel de la Madrid, y esa era nuestra intención, sacar a toda la gente del río, pero ya sabe en qué terminó eso, los avatares políticos les dieron otra finalidad, entonces tenemos ahorita gran cantidad de empresas, bodegas y terrenos industriales en lo que había sido destinado para casas de interés social”, mencionó con resignación.
Colonias como la San Gilberto, Mirador, Balcones, Miguel de la Madrid, Puerta del Sol, en Santa Catarina; Ampliación San Bernabé octavo sector en Monterrey, entre otras, se construyeron para dar cabida a todos los que se quedaron sin hogar tras el paso del “Huracán Asesino”.
Santa Catarina fue el municipio que dio cabida a la mayoría de quienes resultaron damnificados, lamentablemente, la cuenta final no apunta como beneficiados a los que realmente lo necesitaban.
“Cuando se comenzó a salir la gente de los albergues otros entraron y se apuntaron en las listas, los más humildes, los más callados no adquirieron el terreno, porque las líderes les decían ´marca tu cuadrito y de ahí no te mueves´, y ahí estaba aquella gente esperando a que le dieran el apoyo.
“En cualquier colonia popular entran los líderes, y fue lo que pasó. Muchos que eran posesionarios del río no estaban en las listas y otros se regresaron al río, se acostumbran a vivir ahí porque están colgados”, expresó.
Más del 20 por ciento de los que ocuparon las colonias destinadas para los daminificados no lo eran, llegó gente de la Risca e incluso los mismos líderes tomaron terrenos.
“Si hace una encuesta, nos vamos a encontrar con que no son damnificados los que viven en esas colonias, son gentes que viven en el estado de Nuevo León y no tenían casa, pero aprovecharon esa circunstancia, la mayoría de ellos están ahorita sobre todo Balcones y San Gilberto están llenas de gente de fuera”.
Poco a poco la normalidad comenzó a regresar, algunos se tardaron meses otros incluso años, pero aún y cuando parece que todo terminó, el recuerdo inquieta con sólo referirse al “Huarcán del Siglo”.