Con 49 años de edad, Miguel Ángel Loera Castro trabajaba como cocinero en una casa de apustas, cercana al Casino Royale, empleo que le daba para subsistir, tanto a él como a sus padres.
Miguel padecía de diabetes, por lo que nunca se casó y decidió dedicar cada minuto de su vida a la protección de sus progenitores; sin embargo, con el paso del tiempo su padre fue perdiendo la memoria y tuvo que ser llevado a un asilo de ancianos, mientras que su madre falleció, apenas en febrero.
“Él se encargaba de los ciudados de mi mamá, que hace seis meses también falleció y él era el que la cuidó hasta el último día de su vida, también se hizo cargo de mi padre. Él era el responsable de hacer los pagos, el manteniemiento de la casa, que no le faltara nada a mis padres”, dijo Santiago Loera, hermano de Miguel.
La pérdida de esos seres que lo acompañaron durante toda su vida fue un golpe muy duro y la soledad se convritió en su única confidente, lo que lo llevó a buscar distracciones y maneras de entretenerse, mismas que encontró en las salas del Casino Royale.
“Él empezó a agarrar la costumbre esa de ir a casinos cuando falleció mi madre, él salía de trabajo a las tres y se iba para el casino para distraerse un poco, que se le olvidara la pérdida de mi madre”, comentó Santiago.
Nunca nadie imaginó que ese lugar, en el cual el vecino del sur de Monterrey canalizaba sus tristezas, se convertiría en su última morada, pues el jueves 25 de agosto, Loera Castro corrió con la mala suerte de encontrarse “en el lugar equivocado, en el momento equivocado”, ya que tan sólo media hora después de que ingresara al casino se perpetró el ataque que acabó con la vida de 52 personas, incluyéndolo a él.
Ese día por la tarde, su hermano Santiago encendió el televisor y comenzó a ver los noticieros que ya bombardeaban a la audiencia con sorprendentes gráficos y cifras que dimensionaban la magnitud de la tragedia.
“Yo empecé a ver el noticieron a las 7 y desde ahí empecé a ver todo, pero nunca me imaginé que mi hermano pudiera estar ahí”, mencionó.
La noticia, sin duda, impactó a Santiago, pero jamás imaginó que viviría la tragedia de una manera tan cercana.
Y es que durante el resto del día, el incendio en el casino lo mantuvo preocupado, pero no fue hasta horas más tarde, al amanecer del viernes 26, cuando recibió una inquitante noticia: su hermano Miguel Ángel no había llegado a dormir, algo poco común de él.
De inmediato, comenzaron a cuestionar a sus conocidos acerca del paradero de su hermano y fue precisamente una amiga quien dio la más amarga información, Miguel Ángel había acudido al casino el día anterior.
“Una amiga compañera de trabajo lo acompañó hasta ahí, a veces iba con él a divertirse ahí también y ese día que ella no quiso ir, le dijo a él que tampoco fuera, pero él como quiera fue”, comentó Santiago.
La idea de que pudiera haber salido dañado tras el ataque a la casa de apuestas tomaba cada vez más fuerza conforme pasaban los minutos.
Finalmente las hipótesis se esfumaron y la peor noticia llegó a ellos, a través de los medios de comunicación, ya que el nombre de su hermano fue expuesto en la lista de las personas que fueron rescatas sin vida al interior del edificio.
“Como él sí traía una identificación consigo apareció el nombre de él en el noticiero y de ahí fue cuando nos dimos cuenta. Pues yo no lo podía creer, yo tenía la esperanza que dijeran que era la lista de personas heridas o lesionadas, pero nunca me imaginé que él estuviera entre los fallecidos”, comentó Santiago, con una voz cortada.
Los 11 hermanos que conforman la familia Loera Castro llegaron juntos al anfiteatro del Hospital Universitario para reconocer el cuerpo y aunque al principio no pudieron reconocerlo, debido a las quemaduras que presentaba, una pruba de ADN comprobó su identidad.
Horas más tarde, el cuerpo les fue entregado y velado en las capillas Protecto Deco de Guadalupe, hasta donde llegaron familiares y amigos de aquel hombre que en vida llegó a ser como un padre para algunos.
Esa forma de ser tan única, sus pensamientos, empeño en el trabajo y responsabilidad son sólo algunas de sus cualidades que quedarán tatuados por siempre en el recuerdo de sus allegados, quienes con una sonrisa lo despidieron, pues saben que finalmente tras seis meses de separación volverá a encontrarse con su madre. v