Fue un fin de semana memorable en la Isla del Padre. El dato es impreciso pero pudo ser el cumpleaños de Ramón en 1992. Lo cierto es que éramos 17. En esa reunión, conocí una clasificación que tenía Ramón para el repertorio musical: las canciones “caras” eran, por ejemplo, “Amor de habitación”, de Napoleón, que el médico Jimmy tocaba en la guitarra y cantaba con mucho sentimiento. Las risas, las anécdotas y las canciones fluyeron más que el mismo alcohol y Ramón, en un estado de felicidad extrema, trató de impedir que cualquiera cortara la diversión para ir a dormir… hasta que él mismo cayó, rendido, con la llegada del alba. (Norma Garza).
Ramón y yo compartimos muchas horas en la redacción, en las noches que se antojaban interminables. Hubo otras, de juerga o de plática de café. Eternos desvelados, aparecíamos en el Vips o en el Fastory mucho después de que la noche había perdido su doncellez, acompañados muchas veces por Chema Alanís.
Ahí, con otros contertulios, arreglamos mil veces el mundo.
Eran tiempos de altos vuelos, pero Ramón no había echado anclas, como no-sotros, y se dio el lujo de ir en pos de sus sueños. Los cumplió totalmente.
Muchos años después, lo encontré una noche de nostalgia en Houston. Iba armado con casi 100 cervezas, que se fueron diluyendo camino de la madrugada.
Cada una fue un historia, un recuerdo, un proyecto.
Fue quizá la última vez que platicamos con tanta calma, él siempre con ese estilo sarcástico, casi agresivo que tenía, y que fue el que lo llevó alto.
Estuvo donde pocos han estado. Fue buen periodista, excelente amigo.
Pero la vida no es perfecta. Si lo fuera, todos seríamos felices.
Ramón emprendió otra vez el vuelo, a buscar nuevos mundos que arreglar.
Seguro debe estar ahora viéndonos y esbozando esa sonrisa, tan amplia como burlona.
Ahí donde esté, seguro nos vamos a encontrar alguna vez. Pero por ahora, lo extrañaremos. (Francisco Zúñiga).
El 1 de diciembre del año 2000 Fox iba a tomar posesión como Presidente. Ante la falta de acreditación oficial, Ramón se colgó su credencial de Notimex. El Estado Mayor rodeaba San Lázaro con perros, antimotines y caballos; un montón de reporteros entramos en turba antes del Presidente electo y Ramón aparentó estar pasando una nota:
“Así es, en unos momentos el Presidente Vicente Fox…”.
Yo andaba más nervioso que él. Pensé: se va a quedar afuera.
-Si entro que bueno, si no, ni hablar -me había dicho antes con esa peculiar seguridad que siempre le acompañó.
Y finalmente ahí estaba Ramón, adentro, entrevistando con su perfecto inglés a embajadores y funcionarios gringos.
-No Alex, yo no me podía perder esta parte de la historia de México -me dijo con esa sonrisa suya que contagiaba. (Alejandro Salas).
Alma, mis hijos y yo estábamos en la casa de Ramón en Miami y él nos preguntó si queríamos ir a Disney World. Santi y Santiel eran puros brincos y sonrisas. Pregunté cuándo nos vamos y Ramón respondió: ¡Ya!
“¿Yaaaaaaa?”, fue mi gran interrogante. Yo pensé que nos iríamos al amanecer pero esa noche salimos a Orlando, nos fuimos manejando. A las 3 ó 4 de la mañana nos detuvimos a dormir en medio de la autopista unas 3 horas y al amanecer pégale otra vez a la manejada.
Mis hijos iban felices porque viajaban en el Mustang rojo convertible de Ramón.
Poco después del mediodía llegamos al “Paraíso de los Niños” y ya como a las 22:00 horas, partimos de regreso a Miami. Y regresamos muertos, cansados, ojerosos y con sueño, pero regresamos. Lo increíble del caso es que todo lo hicimos en dos noches y un día. Así era Ramón, siempre quiso vivir aceleradamente y lo logró, nos llevó a la Magia de Disney y cuando despertamos ya estábamos de nuevo en su casa. (Santiago González).
Cuando me casé con Lulú, en 1994, Ramón estuvo en nuestra boda. El viaje de bodas a Mazatlán que teníamos reservado nos lo cambiaron para el jueves a Cancún, pero apenas era sábado, así que Ramón pasó a mi casa el lunes y me dijo “cabrón, vámonos a San Antonio, yo te invito una semana en mi depa”.
Y pa’ arriba del carro, un mustang rojo, y la bronca en la aduana porque el vista me pidió la cartera y sólo encontró tarjetas de presentación (no había tenido tiempo de ir al banco a sacar dinero), pero como le caímos bien selló nuestros permisos y al final nos fuimos Lulú y yo de luna de miel gracias al Monche. (Antonio Mireles).
En mi mente ha quedado grabado algo que nunca olvidaré. Cuando tuve la suerte de salir vivo del terremoto de la Ciudad de México en 1985, sin comunicaciones disponibles, salvo un viejo télex, Ramón fue el primero en llegar a la casa de mi madre en Monterrey y darle ánimos, porque ella pensaba que había muerto.
Mis hijos nunca dejaban de reír cuando decía la palabra “nefasto” o cuando se refería a los restaurantes de comida rápida con nombres satíricos: “Wara Mugre” para el Whataburguer, “Mugre King” para Burguer King y “Taco Carroña” para el Taco Cabaña, en franca crítica a la comida rápida. (Francisco Salazar).
SSiempre tuvo la mente y el corazón abiertos y la mano generosa para todos. De allí que siempre anduviera con un cargado maletín, porque a diferencia de los demás periodistas que sólo andamos con una grabadora o una libreta, Ramón cargaba dos o tres grabadoras, baterías, dos o tres libretas y muchos lapiceros.
Fueron varias las veces que lo vi rescatar a algún colega (yo incluida) si se le había quedado la libreta en el auto o el lapicero sin tinta.
Recuerdo la ocasión en que Paulina Rubio le dijo: “Voy a hacer mi gira mundial” y él, metódico y amante de la precisión como era, le preguntó qué países visitaría, y la cantante respondió:
-“Mundial, Ramón, ¿qué parte de “mundial no entiendes?
Y él le contestó: “!Ah! Ok ¿en qué fechas cantarás en Botswana, Namibia y Zimbawe?¨. (Celeste Rodas-Juárez).
El gran hermano ha mezclado siempre los vicios con los remedios, el caos con las salidas gallardas, la oscuridad con la luz: para las intensas borracheras, nada como un yuki de limón con chile; para los empíricos, un encuentro con los académicos; para los amigos locos, un momento con los cuerdos; para el frío y los despechos, un champurrado en cualquier mercado popular; para los deprimidos, una danza para volar, como Zorba el Griego; para los enamorados, una serenata en desafinada complicidad; para los ignorantes, una memoria enciclopédica; para los perdidos, un atlas vivo de geografía; para las enemistades, las separaciones, las distancias, las desilusiones, las incomprensiones, las diferencias, las indolencias y todos los males que esta “racillla” le ha “arrumbado”, el remedio eterno: su amistad, su sincera, pertinente, insistente y terca amistad, que se ha empeñado en tejer lazos familiares.
Dichosos los que hemos tenido un gran hermano real, real, real, con las repetidas erres de su nombre, al que le debemos orgullosamente tantas buenas líneas, convertidas en pequeñas maravillas cotidianas del periodismo, y de la vida. .
Dichosos lo que, desde nuestras notables diferencias y distancias, hemos creído en el milagro de la amistad. Claro, tiene que haber momentos increíbles y seres irrepetibles que nos cambian la vida y nos alimentan la fe… ¿Acaso no has sido tú mismo un milagro, el amigo de los actos increíbles, el ser irrepetible? Bendita tu presencia en nuestra vida. Dichosos los que hemos tenido como amigo y gran hermano a Ramón Rodríguez Reyna. (Sylvia Lydia González).
Cuando te decía “No puedo ir a la fiesta, ando muy cansado”, respondías “¿Descansar Tin?, vamos a descansar cuando te mueras, ahora vámonos a la fiesta” y nunca parabas, siempre esa hiperactividad por estar con los amigos.
Los pretextos para reunirnos donde fuera sobraban. Hoy por fin vas a descansar y nos dejas con las ganas de estar juntos otra vez; Zuazua te va a extrañar el primero de enero. Disfrutaste la vida al máximo, quizás por eso te llamaron, te acabaste la vida haciendo lo que tú querías y lo hiciste bien… cuídate cabrón y descansa en paz. (Agustín Lozano).
El 9 de mayo de 1986 las 8 columnas de El Diario de Monterrey (hoy Milenio Diario), anunciaban el cierre del icono de la industria acerera de Nuevo León: Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey. La nota en exclusiva era de Ramón Rodríguez.
Recuerdo que ese día llegó cerca del mediodía a Palacio de Gobierno, con el periódico en la mano, a cubrir las actividades del gobernador Jorge Treviño Martínez.
Quienes ahí nos encontrábamos hacíamos comentarios chuscos y de mofa sobre la noticia. “Nota volada (inventada), nota ganada”, le decíamos a Ramón.
Él simplemente nos decía “espérense”. Minutos más tarde nos convocaron a rueda de prensa y se anunció la quiebra técnica de Fundidora, que dejó a 5 mil trabajadores en la calle. Ramón ese día nos ganó una gran nota a todos, que tuvo repercusión nacional. (Filiberto Garza).