
Carlos de la O García acudió a la sucursal de la empresa Autofin Auto ubicada en la avenida Felix U. Gómez y Los Ángeles en Monterrey, con el fin de obtener un financiamiento para poder comprarse un carro Tsuru que tenía un valor de 90 mil pesos.
En enero del 2009 solicitó informes, pero debido a las “facilidades” que ofrecían se le hizo muy cómodo, por lo que de manera inmediata firmó el contrato y pago la primera mensualidad de 3 mil 451.47 pesos que el vendedor le solicitaba en ese momento.
El vecino del municipio de Apodaca contó que en ningún momento el empleado de la empresa de Autofinanciamiento le explicó los términos del acuerdo, simplemente confió en la “buena fe” de la persona, misma que lo hizo perder más de 10 mil pesos.
“Fui a Autofin y no me pidieron requisitos, se me hizo fácil, me dijeron que a los 9 meses máximo me daban el crédito, pague más de 3 mil pesos, me dieron la papelería y di dos pagos más, me envolvieron como a todos, me hablaron bonito y caí, los vendedores andaban como pirañas, barberos y sonrientes.
“Me dijeron que iba a dar 3 mil 500 pesos fijos, nunca me explicaron que los intereses iban a ir aumentando cada mes; pero el detalle fue que tuve problemas de salud y se me pasó un pago, llamé a la empresa y me dijeron que ya estaba dado de baja, porque no respete el día del pago, y que el dinero que ya había entregado no me lo podían regresar.
“Yo no tenía idea de que me fuera a retrasar con el pago, pero ahora agradezco el que me haya enfermado porque si no, quién sabe hasta cuánto más les hubiera seguido regalando (pagando)”, contó el taxista que quería el vehículo para su trabajo.
Carlos recordó que la persona que lo atendió fue un vendedor de tez blanca y que usaba lentes, en sus documentos aparece el nombre de: Jorge César Villarreal Torres, con fecha de contrato del 23 de enero de 2009, en la sucursal ubicada en Soriana Los Ángeles.
El hecho de que el vendedor no le haya explicado los términos del contrato molestó a Carlos y más el perder su dinero que con esfuerzo reunía para ser puntual en la mensualidad.
Dijo que lo importante para los empleados de Autofin Auto es sólo sacar una comisión, sin importar “fregar” al que menos tiene.
“Hacen hasta lo imposible por que el interesado caiga hasta picar el anzuelo; el negocio para ellos es ganar su comisión, le hacen como pueden y torean como pueden, ya firmado el contrato, ya nos fregamos; son puros buitres, puras ratas, es puro mugrero Autofin; no hay un ChapulínColorado que pueda defendernos, el gobierno es un asco, no hay para dónde ir, para donde mires te friegan, no vale la pena estar en eso, ya me fregaron”, expresó.
Incluso en el marco de la situación y muy molesto, fue a reclamarle a Villarreal Torres, quien sólo se limitó a contestar que él no podía hacer nada y que se dirigiera a la matriz ubicada en avenida Garza Sada.
“Te tratan muy bien cuando llegas, pero cuando vas a reclamar no te quieren abrir las puertas, te muestran la otra cara, me dijo que él no podía hacer nada, se desligó totalmente”, comentó.
FALTA INTERÉS EN PROFECO
Molesto contó su paso por la Profeco. Comentó que como no quería perder su dinero, se dirigió a la instancia federal donde le confirmaron que efectivamente no le regresarían el dinero, según como lo estipulaba el contrato.
“El que me dijo eso fue un abogado de la Profeco, porque ni siquiera tuvieron la decencia de aparecer la parte legal de Autofin, sólo me trajeron dando vueltas y siempre sacaban barras, me decían que el señor (abogado de Autofin) no había ido o que se acababa de retirar; otra vez llegué 20 minutos tarde y me dijeron ´sí llegó, pero ya se fue´”, comentó enojado.
Carlos aseguró que en la instancia federal no formó ningún documento donde él estuviera conforme, simplemente dejo el caso po falta de interés ante la impotencia de no poder hacer nada y que efectivamente se quedarían con su dinero, decidió ir a retirar la documentación que aún mantenían en la sucursal de avenida Los Ángeles.
Pero tres meses después de que le entregaron alguna documentación (no toda), siguió recibiendo llamadas a su casa donde le comentaban que tenía pagos retrasados.
“Me decían que ya había aumentado la mensualidad, ellos no saben ni quién está inscrito ni quién no, porque para qué me llamaban si yo ya estaba fuera, fui a exigirles mis documentos, pero no me los entregaron todos”, platicó el hombre de 40 años de edad.
Carlos recomienda a la gente que antes de firmar un contrato lean bien sobre todo las letras pequeñas y no se dejen engañar sólo por un buen trato, pues al final los que pagan los platos rotos son los que menos tienen. v