Preocupada por la crisis ambiental del planeta, una joven emprendedora regiomontana decidió aportar su granito de arena y le dio un giro a su negocio, convirtiéndolo en ‘eco friendly’; así es como funciona.
A simple vista parece un negocio de comidas más, pero no.
Este snack ubicado en la calle Cantú Salinas 208 de la colonia Altamira, al sur de Monterrey, es un negocio ‘eco friendly’. Es decir, amable con el medio ambiente al intentar reducir en lo mayor posible el uso de plásticos, unicel y pet.
Así es, por curioso que parezca en este local los clientes que acuden a comprar tostadas, duritos, aguas frescas o refrescos deben de llevar sus propios recipientes para evitar el uso de vasos y platos desechables.
La idea nació de su propietaria, Erika Robledo, una joven de apenas 26 años, quien preocupada por la crisis ambiental del planeta decidió aportar su granito de arena.
Cinco años atrás la regiomontana abrió el local en el domicilio de sus padres. Ahí comenzó a vender también paletas de hielo, dulces y frituras.
Como la mayoría de los pequeños comerciantes, muchos de sus productos los servía en desechables, pero con el paso del tiempo se percató de toda la basura que generaba.
“Los domingos es cuando más gente viene a comprarme porque hay juegos en las canchas que están aquí enfrente del negocio. Como yo servía en platos desechables veía como dejaban toda la basura entre los árboles y entre las ramas. Al final yo iba y los recogía y decía: no puedo creer que yo estoy generando todo esto”, dijo Erika.
En diciembre del año pasado, la joven decidió decirle adió al unicel, plástico y pet y darle a su negocio un giro más amable con la naturaleza. Fue entonces que empezó a eliminar todas las bebidas desechables -refrescos, jugos y té- y solo vender en lata.
“Hasta ahorita lo único que no he podido encontrar en lata es el agua, por más que he buscado sólo la he encontrado en botellas de plástico”, aseveró la vecina de la colonia Altamira.
El primer día del año 2019 los clientes del snack se encontraron con un mensaje contundente colocado en una de las paredes del local improvisado: “en este pequeño negocio no damos unicel ni utilizamos pet”.
A partir de ese momento, se le pidió a los compradores que acudieran con sus propios platos y vasos para atenderlos, lo que desencadenó, en primera instancia, que muchos clientes no regresaran más.
“En este pequeño establecimiento tratamos de evitar el uso de unicel y pet. Ayúdanos a mantener limpia nuestra comunidad. Deposita la basura en su lugar. Por un mundo mejor”, se puede leer en otro de los cartelones.
Además de que las burlas o calificativos como “modista” no se hicieron esperar.
“Al principio pensé en quitar el negocio porque había dejado de venir mucha gente.
“Hubo una vez que un señor me dijo que dejara ese modismo, que todo eso de cuidar el medio ambiente siempre había existido, que era una cortina de humo del gobierno. Fue la última vez que se paró ya nunca volvió”, señaló la joven.
De atender a cerca de 40 personas por día, a principio de año la clientela cayó a 15. Parecía que el nuevo modelo de negocio no estaba funcionando como se esperaba, a pesar de que era por el bien de la comunidad.
Aún así, Erika no se desanimó y continuó con su snack eco friendly. Y es que, a pesar de ser joven, la regiomontana es madre de dos pequeños y está preocupada por el mundo que les tocará en el futuro.
“Dije: tengo que hacer algo por mis hijos que se van a quedar en este mundo y por la comunidad que se contamina”, expresó.
Para seguir impulsando el local sin perder el objetivo ambientalista, la emprendedora comenzó a dar promociones. Por ejemplo: si la gente llevaba su plato, ella regalaba dos tostadas baldas con salsa, limón y sal.
Así poco a poco los compradores se fueron acostumbrando, hasta que muchos acudían con su plato, pero ya sin importarles las promociones.
“La gente no cooperaba mucho al principio. Ya cuando se dieron cuenta que de verdad no daba desechables para nada fue cuando mis vecinos empezaron a traer sus platos. Más gente empezó a ver y así empezaron a cooperar.
“Al principio nada y ahora la mayoría llegan con sus vasos y termos. Y poco a poco la gente se va a acostumbrando. Al principio la gente incluso me quería pagar el plato, pensaba que lo hacía para ahorrar costos. Me decían: véndeme el plato, no importa. ¿A cuánto me vendes el plato?.
“Sí ha reaccionado bien la gente, justo cuando son los miércoles de mercadito. Ya mucha gente viene con sus platos con sus termos”, mencionó Erika.
Otro ejemplo es la venta de aguas frescas: el vaso de litro cuesta 30 pesos, pero si se lleva su propio vaso se les deja en 25 pesos.
Las promociones incluyen también a aquellos que desconocen el giro del comercio y que solicitan por primera vez unicel.
“Si regresas con tu vaso de unicel el refill es de 25 pesos”, se puede leer en los carteles pegados en el local.
Han pasado cerca de seis meses desde que la joven inició su labor a favor del planeta y muchas cosas han cambiado: afortunadamente el número de clientes ya empiezo a igualarse a los que tenía antes de eliminar lo desechable y mejor aún, ha ganado otros que admiran el giro del negocio.
Con orgullo la emprendedora aseguró que gente de otros municipios como García y San Nicolás han viajado kilómetros sólo para consumirle y apoyar su idea.
También los conductores deportivos de una televisora local se han vuelto clientes frecuentes del negocio, animados por su apoyo ambientalista.
Son los jóvenes quienes más están aceptando el concepto del negocio, acorde a Erika, ya que los adultos se muestran más resistentes al cambio.
En el local también se colocó un depósito de colillas de cigarro para evitar que lleguen a los baldíos y las calles.
“¿Fumas? coloca tus colillas de cigarro aquí”, se lee en el cartel puesto sobre un muro.
Al promocionar su negocio por redes sociales, son decenas de mensajes de apoyo los que ha recibido, pero Erika espera que lo que se replique sean los negocios que buscan ser amables con la naturaleza.
Y es que no se trata sólo del suyo, la joven ya adoptó este pensamiento en su estilo de vida y cuando ella es la cliente también acude a los comercios con sus plato y vaso.
Y aunque está consciente que sus acciones son apenas un granito de arena, confía en que de granito en granito se cree algo gigantesco.
“Debemos ser agentes de cambio, todo se puede. Siempre habrá gente que no la parecerá, pero poco a poco las cosas buenas se van copiando”, puntualizó Erika.