A 43 años de desempeñarse en la profesión de la docencia, María Guadalupe Romero Tamez pensaba que su profesión ya no le tenía muchas sorpresas deparadas… hasta que junto con sus alumnos se quedó varada en Europa durante un viaje escolar.
La directora del Colegio Iberoamericano de Cadereyta junto con la maestra Vanessa Gámez Treviño, se encontraban a cargo del grupo de 19 niños que iban representando a su plantel en la Olimpiadas de Ingles en Londres, y que junto con otros 600 representantes mexicanos vivieron la experiencia de sus vidas más allá de lo académico.
“Tengo 43 años de ser maestra y yo creí que ya había vivido de todo pero no, esta fue muy diferente por que llevaba la responsabilidad de 19 alumnos durante muchos días.
“Desde que fueron mis primeros años de servicio de maestra en escuelas oficiales, he tenido la costumbre de sacar a mis alumnos a lugares a donde no conocieran. Desde que abrí el colegio (Iberoamericano de Cadereyta) siempre hemos salido de viaje, incluso a Estados Unidos pero por tierra, no teníamos que brincar todo el océano”, señaló Romero Tamez.
Desde un año y medio atrás, los estudiantes del municipio de Cadereyta venían planeando el viaje entre trámites académicos y ahorros. A partir del mes de septiembre, los padres de familia comenzaron a juntar las mil 440 libras, que equivalen a unos 27 mil pesos, para emprender el viaje hacia el viejo continente.
Sin embargo, tras concluir el evento académico desarrollado en el colegio Kingswood, a las afueras de Londres, la ceniza arrojada por el volcán irlandés Eyjafjallajökull, obligó la suspensión de tráfico aéreo afectando gran parte del territorio europeo.
Fueron 32 los colegios aceptados de todo el país por su buen nivel en el idioma inglés, por parte de Nuevo León el Iberoamericano de Cadereyta, Stanford, Sierra Madre, Madison y Anglo Británico, hicieron el viaje; mismos que también tuvieron que suspender su regreso a la capital regia y apretarse el cinturón durante el tiempo que tenían que permanecer en aquella ciudad.
“Ya estando allá les dijimos a los alumnos que íbamos hacer el mínimo de gastos y que obviamente les íbamos a pedir a los papás lo que se iba a gastar en comida y hospedaje, que no iba a haber con que paseos, salir de compras, ni nada que fuera estrictamente necesario.
“Los niños lo tomaron con mucha madurez, con mucha responsabilidad, ellos inmediatamente se pusieron las pilas”, dijo la maestra.
A partir de la noticia comenzó su peregrinar y los gastos extras de 50 libras diarias (casi mil pesos), durante la competencia se hospedaron en el Colegio Ardingly, pero tras la contingencia tuvieron que mudarse a dos lugares más, con la desventaja que en la última posada se encontraba a 4 horas y media de distancia de Londres.
Por parte de la embajada las necesidades no fueron atendidas, lo único que les quedó agradecer es que no permitieron que los grupos se deshicieran. Finalmente y gracias al apoyo total de las madres de familia, pudieron conseguir un vuelo de regreso a sólo cuatro días de haberse anunciado la contingencia.
“Ese fue el momento más complicado para mí por que yo siempre le maneje a las personas que nos entrevistaban que no ibamos a ser los conejillos de indias, que no ibamos a ser los primeros, que hubiera vuelos, y luego ya que probaran que llegaban bien.
“Ay el corazón me dio casi un vuelco, y pues la mamá me dijo: ‘tu decides, ya sabemos que no quieres ser conejillo de indias, pero si no toman este vuelo es hasta una semana más’. Eran las 2:15 de la mañana, conseguí un camión que nos llevara a Londres y pasaron por nosotros a las seis de la mañana”, comentó como si la adrenalina de ese momento regresara.
La maestra admitió que la angustia de los niños fue evidente, y es que se habían dado cuenta que con los vuelos de prueba las turbinas del avión terminaban muy dañadas, por lo cual era riesgoso un vuelo de más de 10 horas.
“Yo lo que le dije es pues si sus papás encontraron este vuelo, y Dios permitió que encontráramos quien nos llevara al aeropuerto quiere decir que esa es la voluntad de Dios y nos va a ir muy bien”, dijo.
Incluso, recuerda con simpatía, los alumnos buscaban de que manera salir de aquel país en caso de que la contingencia empeorara. Rutas alternas como el eurotren e incluso barco, fueron algunas de las opciones que los estudiantes manejaron.
OTRAS COMPLICACIONES
Desde que los alumnos del Iberoamericano de Cadereyta llegaron a tierras europeas no todo les pintaba bien, y es que uno de los integrantes de su equipo amaneció con varicela a sólo un día de haber llegado.
“Al día siguiente a las nueve de la mañana me di cuenta que uno de nuestros alumnos tenía varicela y que le había salido bien fuerte durante la noche, yo no sabía que hacer por que si avisaba nos iban a poner en cuarentena, a lo mejor nadamás a él o a todos nosotros, y dije no, esta me la voy a guardar”, mencionó.
Aunque el virus fue fuerte no quiso alterar a sus familiares, con la certeza de que en 15 días estarían de regreso; sin embargo, tres días después uno más manifestó el contagio y por último, ya de regreso al país, otro de los muchachos también enfermó.
“No creas que tengo muchas ganas, pero si las necesidades académicas de mis alumnos lo requieren claro que vamos a volver a ir. La competencia es cada año, probablemente el año próximo no vayamos por que en nuestra secundaria son pocos alumnos y la capacidad económica de los padres de familia a veces se ve mermada, pero el próximo año podríamos ir o quizá busquemos otro acá por Canadá”, explicó, respecto a volver a vivir la experiencia.
A pesar de los altibajos durante estos casi 20 días en el viejo continente, Romero Tamez considera que esta experiencia los hizo madurar a todos.
“SOMOS MÁS INDEPENDIENTES”
Para Raúl Gilberto Saldaña Ruiz y Karen Aideé Garza García, alumnos del Colegio Iberoamericano de Cadereyta, el viaje al país europeo los hizo cambiar como personas.
Raúl, de 15 años de edad dijo que desde un principio esperaba pasársela bien y lo logró, incluso, no quería regresarse. Además, dijo que aprendió muchas cosas, entre ellas a mejorar su inglés, aunque a consecuencia de la contingencia se siente más independiente.
“Aprendí que a veces ocurren problemas y hay que actuar de una forma correcta para no entrar en desesperación”, señaló el estudiante de tercer grado de secundaria.
En tanto, su compañera Karen de 13 años de edad, reconoció que además de pasársela bien, conocer más gente y dar lo mejor en la olimpiada, también siente que regresó cambiada para bien.
“En algo, ahora creo que soy más ordenada, veo las cosas de diferente manera, como que ya soy más independiente.
“Aprendía a adaptarme y pues que nunca sabes lo que va a pasar”, dijo entre timidas risas.