
Lo que debía ser una noche de fiesta y alegría por la llegada del Año Nuevo, terminó en una tragedia para la familia García Arriaga.
Ana Karen García se disponía a celebrar el inicio del 2015 acompañada de su familia, su pareja y su pequeño hijo Austin Alexander, de 1 año 10 meses.
Minutos antes de que el reloj marcara la media noche, todo era risas y bromas en casa de la familia. Los motivos para celebrar eran muchos, la joven de 18 años tenía grandes planes para los próximos 12 meses, como estudiar belleza y hacerle una gran fiesta a su hijo en su próximo cumpleaños.
Desafortunadamente Ana Karen no tendrá la oportunidad de realizar sus propósitos, pues tan sólo 15 minutos después de la llegada del Año Nuevo, perdió la vida al ser alcanzada por un cable de alta tensión y recibir una descarga eléctrica de 13 mil voltios.
Esto ocurrió cuando la joven, acompañada por su madre, caminaba por la calle Guanajuato en la colonia Independencia. Se dirigía a dar el abrazo de Año Nuevo a sus familiares.
La pérdida de la joven dejó un profundo dolor a su familia, en la orfandad al pequeño Austin Alexander… y una demanda a la Comisión Federal de Electricidad para exigir una indemnización para la familia de Ana Karen por supuesta negligencia.
De acuerdo con vecinos y testigos, desde hace aproximadamente tres meses realizaron varios reportes ante la dependencia sobre esos cables de alta tensión, ya que ante la más mínima inclemencia del tiempo soltaban chispas, lo que ponía en riesgo a los residentes del sector.
Por su parte, la CFE niega la existencia de dichos reportes y se atiene a los resultados del peritaje que realizan las autoridades para poder actuar. Aseguraron que de tener la responsabilidad, responderán y pagarán los daños.
Independientemente de la resolución de las autoridades, la madre de Ana Karen sabe que nada le devolverá a su hija.
“No hay dinero que te devuelva tu hijo”, aseguró entre lágrimas Martha Isela Arriaga Márquez.
Agregó que si le dieran a elegir entre el dinero y su hija “así fueran millones, la preferiría a ella. Aunque no tuviéramos que comer, aunque no tuviéramos nada, pero con ella”.
Para la madre de Ana Karen, la única razón para continuar con esta lucha contra la CFE es Austin Alexander, pues aunque está en buenas manos a su cuidado y el de su familia, quiere asegurar un mejor futuro para el pequeño.
“Yo decía que no iba a andar recibiendo dinero por la vida de mi hija; pero ya hablaron unos tíos conmigo y me dijeron que el niño no puede quedar desamparado. Tengo que ver por sus estudios, no soy eterna; esa es mi motivación para salir adelante”, mencionó.
“ERA SU MAMÁ, SU MEJOR AMIGA Y SU CÓMPLICE”
Su semblante es cabizbajo y su mirada triste. Tiene los ojos hinchados por tanto llorarle a su hija, pero las lágrimas no son suficientes para expresar su dolor.
Con voz entrecortada, Martha recordó a su hija.
“Era la fiesta donde quiera que fuera, nunca se le veía enojada. Siempre era alegre, siempre bailadora… Nunca acabaría de decir lo que fue ella para mí”, dijo.
Desde pequeña, y por ser hija única, Ana Karen fue traviesa, chiflada, inquieta y de vez en cuando peleonera, pero también fue cariñosa, noble y le gustaba compartir.
La mujer reconoció que a su hija nunca le gustó la escuela, pues le era imposible quedarse quieta en un solo lugar.
“Yo la solapaba mucho diciéndoles a los maestros que estaba enferma para no llevarla; le inventaba enfermedades para que no asistiera a la escuela. Era su cómplice”, confesó.
Pese a ser inteligente y contar con buenas calificaciones, Ana Karen prefirió no continuar estudiando después de haber terminado la secundaria.
A la joven le encantaba pasar el día en Facebook platicando con sus amigos y escuchando la música que más le gustaba: reggaetón, colombiana y de banda. Como era una persona muy coqueta, le gustaba mucho arreglarse y tomarse “selfies” para publicarlas en su perfil.
También perteneció al equipo de futbol del Centro Comunitario de la colonia Independencia, aunque su mamá reconoce que “ni siquiera sabía jugar, pero ahí andaba”.
Martha destacó la relación tan unida que mantenía con su hija, pues eran las mejores amigas y siempre andaban juntas para todos lados… al igual que el día del accidente.
“Para mí era la mejor de las hijas, mi mejor amiga. Ella nunca me dejó, siempre andábamos juntas. A veces las mamás les ocultan a sus hijos los problemas, yo nunca le oculté nada, ella sabía todo de mí y ella tampoco tenía secretos para mí”, señaló.
La señora cree que esa buena relación se dio porque desde muy pequeña Karen entendió que, contrario a cualquier persona, sólo su mamá no la iba a defraudar, traicionar o darle un mal consejo, pues siempre vería por su bienestar.
Ambas se mantuvieron unidas ante las adversidades y enfrentaron muchos problemas y personas.
“Como fiera defendía a mi hija de todo el mundo, yo la apoyé en todo. Cuando se fue con el primer muchacho, toda la gente se me vino encima, mi familia, mi esposo… yo lo enfrenté, la seguí apoyando; salió embarazada, la seguí apoyando y me hago cargo del niño; fracasó en esa relación, regresó a la casa y la acepté aunque mi familia se oponía. No dura ni dos meses cuando vuelve a otra relación y todos se me enfrentan.
“Todos me decían que la dejara enfrentar sus errores, que por qué la dejo hacer lo que ella quiera, que ella me ganaba y mi mamá me decía ‘ve y tráetela de donde esté y tenla aquí o entrégale el niño para que se haga responsable’, y la dejé seguir. Yo la apoyé en todo pese a que tuve muchos problemas”, relató.
Fue esa misma relación tan cercana entre madre e hija lo que dejó a Martha un poco más tranquila, pues siente que no se quedó con ganas de decirle nada a Ana Karen.
“Yo siempre le dije que la quería, se lo demostré a todas horas con muchos detalles. Siempre nos dijimos todo porque nunca nos dejamos de ver, así anduviéramos enojadas. Le hacía y me hacía falta. Tal vez sólo me faltó darle las gracias por todo el tiempo y la dicha que me dio de ser madre”, señaló.
La mujer siente que su hija se fue contenta porque vivió su vida como quiso y fue feliz. Incluso, la joven alcanzó a darse un último gusto: pintarse el cabello color “rojo pasión”, mismo que luce en las últimas fotografías que se tomó, correspondientes a la celebración del Año Nuevo.
“EL BEBÉ NO ESTÁ DESAMPARADO… PERO
NO SOY ETERNA”
Para Martha, Ana Karen siempre fue una niña pese a ser madre y tener 18 años, pues para ella su carácter y hasta su cara nunca cambiaron con el tiempo.
Ana Karen quedó embarazada a los 16 años. Su juventud e inmadurez no permitió que asimilara del todo la maternidad, por lo que el pequeño Austin Alexander siempre estuvo al cuidado de sus abuelos.
“El niño yo lo tuve desde un principio, aunque ella estuviera con su pareja o cuando se separó. Ella siempre fue como una niña, nunca asimiló la maternidad. Yo veía que no le ponía mucha atención al niño y le dije que si quería que mejor estuviera conmigo; por eso Austin me dice a mí ‘mamá’ y a mi esposo le dice ‘papá’”, reveló la madre.
La mujer señaló que decidió hacerse cargo del niño para que así Ana Karen pudiera seguir con su vida de joven.
Incluso, el niño siempre llevó una relación al estilo de hermanos con su madre biológica, pues la llamaba “Ana” y siempre peleaba con ella.
“Austin era como un muñeco para ella. Lo veía arregladito y cambiado y ahí sí decía que era su niño, pero cuando se hacía del baño o algo, pues no. Ella le enseñó a decir su nombre, a hacer maldades, a tomarse fotos y hacer gracias para llamar la atención”, relató Martha.
Fue hasta el funeral de Ana Karen que Austin se refirió a ella como “mamá” al ver una fotografía.
Es por esta razón que Martha no entiende por qué todo el mundo cree que el bebé quedó desamparado tras la muerte de Ana Karen.
“A veces las noticias exageran para vender más, pero no, el niño no quedó abandonado porque Karen no lo mantenía. El niño está en las mejores manos; no tenemos a llenar, pero no está desamparado”, recalcó.
La madre comentó que algunas amigas de su hija se pusieron de acuerdo para procurar al niño y que no le falten pañales, leche y ropa, y por única vez lo va a aceptar porque no quiere quitarles la ilusión a las jóvenes de ayudar.
Austin Alexander es el principal motivo por el que Martha quiere salir adelante y no dejarse vencer por su pena.
“Si no es por él, ahorita yo ya hubiera seguido a mi hija, pero sé que tengo esa responsabilidad y que por algo Dios me dejó aquí pudiéndome llevar con ella”, mencionó.
LA TRÁGICA NOCHE DE AÑO NUEVO
Han pasado varios días desde la tragedia, pero Martha tiene muy presente cada uno de los momentos que vivió la noche de Año Nuevo; aún no logra comprender qué fue lo que pasó y cómo de un minuto a otro su vida dio un giro inesperado.
Intentó poner en orden sus ideas antes de narrar cómo celebraban la llegada del 2015 minutos antes de los fatídicos hechos.
“Ella acostumbraba venir a dar el abrazo aquí con nosotros y llegó con su pareja y un sobrino. Después de cenar, su novio quiso regresar con su familia, pero ella se esperó para que yo la acompañara y que su papá se quedara tranquilo”, relató.
Todo era risas durante la celebración. El nuevo color rojo del cabello de Ana Karen fue blanco de varias bromas por parte de sus tíos, pues le decían que se parecía a “Jessica Rabbit”.
Al llegar la media noche, toda la familia se dio el tradicional abrazo de Año Nuevo y acordaron pasarse con sus primos, que viven a unas cuantas calles, para continuar la celebración.
Martha y Ana Karen decidieron adelantarse a la casa de sus familiares y más tarde el resto de la familia los alcanzaría.
Debido a la llovizna que cayó esa noche, se llevaron un paraguas rosa para cubrirse.
Madre e hija iban caminando por la calle Guanajuato cuando de pronto se escuchó un estruendo y la joven se desvaneció.
“Voy a ser sincera, yo no supe qué le había pasado a mi hija hasta que me lo dijeron en el velorio, porque el paraguas me impidió ver lo que se nos vino encima”, dijo Martha.
“Tronó el cable de la luz muy fuerte, sentí el estruendo cerca y ella se desvanece toda, suspiró y cayó. Había familiares de mi esposo enfrente tronando cuetes y cuando vieron lo que pasó se asustaron. Empiezo a gritar por ayuda pero ellos veían el cable de la luz ‘viboreando’ y yo en medio del cable y no se acercaron, pero creo que vieron mi desesperación y fueron a cargar a mi hija; otro que me quiso mover a mí se quemó el tenis por la electricidad”, continuó.
Los familiares metieron a Karen a su casa y la acostaron en el sillón mientras esperaban a la ambulancia, otros corrieron a darle aviso al padre de la joven.
“Apenas iban a empezar a poner música aquí cuando vienen y le gritan a mi esposo que a Karen le cayó un cable de luz en la cabeza y se acabó la fiesta, se fueron todos corriendo para allá”, contó Martha.
Entre la incertidumbre por el bienestar de Karen, toda la familia creía que la joven sólo se había desmayado. Los cuerpos de auxilio tardaron alrededor de 20 minutos en llegar, tiempo que se le hizo eterno a la madre de la joven.
Al arribar los paramédicos de la Cruz Roja, les dieron la terrible noticia: Ana Karen ya no presentaba signos vitales.
“Juro que yo nunca pensé que me iban a decir eso”, reconoció Martha, “desde ese momento recuerdo muy poco lo que pasó en adelante, se me ‘borró el casete’. Los ministeriales me decían que tenía que agarrar lucidez porque necesitaban que les contestara las preguntas, pero no podía”, comentó.
Los servicios funerarios de Ana Karen se realizaron un día después y posteriormente fue sepultada en el Panteón San Jorge.
Martha no sabe aún cómo se pagó el funeral, pues no contaban con recursos para cubrir los gastos y su familia decidió no molestarla con ese tema.
“Mi hija fue muy querida por todos, llenó la capilla… todos iban a verla a ella”, recordó.
El haber estado siempre al lado de su hija dificulta aún más la pérdida, pero Martha espera pronto el poder exhumar su cuerpo para cremarlo y llevar los restos de Ana Karen a su casa.
“Me duele haberla dejado por primera vez en toda mi vida, sobre todo en un lugar donde ella no quería estar, no le gustaban los panteones ni ver cuando enterraban a la gente y le tenía mucho miedo a la oscuridad. Dicen que sólo es su cuerpo pero a mí se me hace que ella no quiere estar ahí; quiero cremarla”, mencionó.
Aún no cuenta con los recursos necesarios, pero espera en un futuro poder recaudarlos y así estar más cerca de su hija y poder platicar con ella, tal y como lo hacían a diario antes de su partida.
PREPARAN DEMANDA CONTRA CFE: “QUE SE HAGAN RESPONSABLES”
El esposo de Martha y padre de Ana Karen, Javier García Tristán, es quien actualmente se está encargando de todos los trámites, entre estos, la demanda que interpusieron contra la Comisión Federal de Electricidad por negligencia.
Desde el momento del accidente, los vecinos del lugar afirmaron que habían interpuesto varios reportes ante la comisión desde hace más de tres meses por un problema con el cableado, ya que estaban a punto de caer y hacían corto circuito.
“Ese mismo día”, dijo Martha, “vinieron y empezaron a arreglar el cableado queriendo tapar lo que ya había pasado”.
Por su parte, la CFE negó la existencia de dichos reportes, por lo que espera los resultados de la investigación para, dado el caso, hacerse responsable.
La familia de Ana Karen tiene el apoyo de los vecinos de la colonia Independencia, pues les aseguraron que darán el testimonio para ayudarlos con el caso.
“No quieren reconocer su falla, que por su negligencia nos afectaron y se llevaron una vida. Ese es el coraje que ahorita tengo y quieren arreglar todo cambiando el cableado, ya cuando pasaron las cosas”, recriminó la mujer con desesperación.
Desde el funeral, aseguró Martha, los abogados comenzaron a hacer presencia en búsqueda de llevar la demanda de la familia, cosa que los molestó.
“Yo no quería, inclusive me enojé con algunos de ellos y los corrí de la capilla porque yo decía que no iba a andar recibiendo dinero por la vida de mi hija”, aseguró.
Después de que su familia habló con ella, se dio cuenta que debía pensar en el futuro de Austin Alexander.
Además de ser el motor que la impulsa a continuar con su vida, el pequeño también es la fuerza que la lleva a luchar contra la Comisión Federal de Electricidad para exigir una indemnización por el percance que terminó con la vida de Ana Karen, porque quiere asegurarle un mejor futuro y sus estudios y darle un escarmiento a la dependencia para que nadie más tenga que pasar por lo que ella atraviesa actualmente.
“No me pagan con nada, yo la quisiera a ella; este daño que nos hicieron tienen que pagarlo de alguna manera para que escarmienten y para que no dejen a la desidia arreglar cualquier cosa”, comentó.
“TODAVÍA NO LO ASIMILO”
Una vieja frase dice que “los hijos están para enterrar a sus padres, no los padres a sus hijos”, pero a Martha Isela Arriaga le tocó la desdicha de sepultar a su única hija, de tan solo 18 años de edad.
“Todavía no me lo creo, no lo asimilo”, dijo antes de romper en llanto.
Ella piensa que tal vez pueda creer que su hija ya no está cuando “ya no la vea llegar a gritarme que le abra la puerta, que pasen los días y no vuelva a oír su risa o gritarme ‘¡Amá!’, a lo mejor ese día lo voy a asimilar y me voy a volver loca”.
No hay lágrimas ni palabras suficientes que puedan expresar correctamente el dolor de Martha por la muerte de su hija; pero ella lo único que quiere es poder llorarle cuanto pueda y a grito abierto para poder desahogar su pena.
“Mi familia no me deja llorar, no quieren, me dicen que la regreso pero no me importa, tengo que llorarle. No fue cualquier cosa la que perdí pero poca gente lo entiende, poca gente sabe lo que es perder un hijo… uno no espera ver a su única hija en una caja”, mencionó desconsolada.
Los parientes de la mujer no quieren dejarla sola porque saben de su estado de ánimo, pero ella intenta salir adelante por el bien de Austin.
“Ahorita sólo por el niño estoy de pie. Ella desde donde esté me da fuerza para que le cuide a su niño, porque yo ya no le encuentro alegría a las cosas”, comentó.
El parecido del menor con Ana Karen es innegable, “es la cara de ella”, dijo Martha, pero “ella era ella, tenía sus dones, sus gracias, y eso es lo que me va a hacer falta… El niño es el niño, pero mi hija era mi carne, mi todo, mi vida”.
Para Martha, lo único que queda ahora es esperar a que le llegue la paz, y para ella llegará el día que deje de cuestionarse qué habría pasado si hubieran hecho las cosas diferente.
“Esa paz que dicen que se siente cuando asimilas, que ya dices que eso pasó y no estás preguntándote si no nos hubiéramos ido por esa calle, si Karen se hubiera ido con él, si nos hubiéramos esperado tantito…
“Todo eso quema dentro, lo que pudiera haber sido. Cuando lo asimilas, dicen que te entra la paz. Yo sé que se va a tardar mucho tiempo”, concluyó.