Mientras la mayoría de los niños y adolescentes regiomontanos dedican horas a actividades de entretenimiento derivados de los avances tecnológicos, Alvestina Avilés de la Cruz y Salvador Cabañas Avilés, de 16 años de edad, procedentes del Estado de Guerrero, dejaron a un lado el juego y la diversión para incorporarse al arte de pintar figuras de barro cocido, artesanías que comercializan y que durante un mes tendrán a la venta en reconocida plaza comercial, ubicada en el centro de Monterrey.
Seguir el ejemplo y oficio instruido por su abuelo, Pedro Avilés Siriaco, lo han desarrollado con gusto con el fin de continuar con una tradición familiar y artesanal, con la que además de obtener ingresos, promueven paisajes de su tierra natal: Chilpancingo, Guerrero.
Alvestina no tuvo una infancia normal. Desde los ocho años se adentró al mundo artesanal que su padre y su abuelo Pedro le enseñaron.
“Creo que ya traemos el don y poco a poco he mejorado mi forma de pintar. Sí jugaba, pero me gustaba tanto pintar que prefería aprender a hacerlo mejor”, expresó la adolescente, mientras hacía un sol y una luna, figuras que insertaría en una efigie de barro.
“Disfruto hacer artesanías”, comentó tímidamente.
Reiteró que pintar no es difícil, pero recalcó que hay que tener mucha paciencia para estar sentada por horas para dibujar, colorear y dar el acabado final a la pieza. Para decorar un plato, dijo Alvestina, se lleva hasta dos horas.
“Trazo el paisaje, pinto de colores y al final, ya que esté seco, se barniza para que brille y quede un mejor terminado de la figura”, explicó.
Por su parte, Salvador- sobrino de Alvestina y nieto de Don Pedro, tiene un mes que comenzó a aprender a pintar. Él quiere emprender un camino laboral y comercial en el rubro artesanal, como lo ha hecho su abuelo por más de 70 años.
“Yo quiero ser un artesano para poner mi propio negocio, es algo que me gusta mucho y por eso aprendo del oficio que me enseña mi abuelito: me agrada éste y otros trabajos honrados porque quiero salir adelante”, manifestó el joven.
Aunque sus padres le insistieron en que continuara sus estudios de bachillerato, Salvador reconoce y avizora a futuro, que la pintura artesanal de figuras de barro es una fuente de trabajo y orgullo, por seguir los pasos de su abuelo. La percepción sobre el estudio, dejó entrever Salvador, se basa en que no va a hacer gastar dinero a sus padres en una carrera universitaria, cuando el trabajo artesanal, como otros, es “muy bonito y genera algo de ingresos”, declaró el adolescente.
“Esto me gusta, aunque a veces la venta esté muy floja. Pero no me moriré de hambre, aprendo de todo. Mi papá es albañil, plomero y mecánico. Me enseña y aprendo de todo porque no quiero hacer maldades como muchos jóvenes. Quiero ser un hombre de trabajo y de compromiso para ser alguien en la vida, como la gente que pintamos en las piezas y que representa paisajes de mi pueblo, de nuestro pueblo”, expresó airoso el muchacho.
Ante la anterior expresión, Salvador reflejó el sentimiento de orgullo que tiene por sus raíces pero también por la labor productiva-comercial que sus antepasados han trasmitido de generación en generación y de las que él forma parte desde hace 30 días, tiempo en que a paso lento pero seguro, ha pintado y decorado algunas piezas, que al día de hoy algún regio o regia ya tiene en casa como adorno o artículo de uso personal.
Aún y cuando al mercado artesanal han llegado ideas innovadoras de presentar la pintura y el barro e incluso las ventas hayan disminuido, para Don Pedro, con casi 70 años de experiencia en el medio rústico de decorar a mano las figuras de barro cocido, este oficio no desaparecerá mientras personas como él tengan la ideología de conservar esa tradición con las nuevas generaciones, pero sobre todo, cuando sus manos y su vista, sigan latentes pese al paso de los años que a la larga podrían imposibilitarle efectuar el arte.
“Antes- hace 10 años- se vendía todo lo que había en la mesa en 15 días, ahora ha pasado casi una semana y la mesa sigue con las mismas figuras. Se vende poco y más si es entre semana, pero de jueves a domingo, como hay más gente que viene a la plaza, tenemos venta”, señaló el veterano, al tiempo de dibujar unas coloridas rosas en una pieza de madera.
Las bajas ventas de productos artesanales como los que la familia Avilés pinta, es una situación generalizada en todo el país, aclaró Pedro.
“Como ya no se vende tanto, los artesanos salimos a ferias en otras ciudades del país y nos puede ir muy bien pero no siempre. Varía la clientela, pero aquí estamos; ojalá saquemos buenas ganancias aquí”, exteriorizó.
Sin embargo, la decadencia por la adquisición de figuras artesanales que pintan Pedro, su hija Alvestina y su nieto Salvador, no es un obstáculo para rescatar esa tradicional familiar-artesanal que representa todo para ellos, debido a que de ahí obtienen ingresos para vivir. Es un arte que disfrutan y preservan a la par de mostrar a las sociedad regia y de otras partes de la República Mexicana el estilo de vida y bellezas naturales que se albergan en el Estado de Guerrero.
Alcancías en forma de cochinito, platos, placas de bienvenida a casa, alajeros, entre otros artilugios, que van desde 30 a 100 pesos de costo, son las artesanías que algunos de los integrantes de la familia Avilés realizan y ofertaran durante un mes en Plaza México, como parte de la gira artesanal procedente de Guerrero.