Por Berenice Rojas Rosas y Emanuel Suárez
Nuevo León es una de las entidades del país más difíciles para ser mujer.
Y es que de acuerdo a cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los primeros dos meses de 2019 la entidad se ubicó en el tercer lugar por el número de feminicidios, tan sólo por debajo de Veracruz y el Estado de México.
Pero no sólo se trata de muertes, actualmente la entidad enfrenta una alerta de género que se traduce a que al menos dos de cada tres féminas en la entidad sufren violencia física, sexual, psicológica, patrimonial o económica, según datos del Instituto Estatal de las Mujeres (IEM).
Patricia Delgado, Esperanza Carmona y Xóchitl Canseco son tres mujeres que tienen algo en común: lograron superar la adversidad de género y hoy se consolidan como ciudadanas empoderadas dispuestas a apoyar a otras féminas en situación de vulnerabilidad.
NADA ES PARA SIEMPRE
Educada bajo la idea de que “el matrimonio es para toda la vida”, Patricia Delgado Ramírez es una mujer que como muchas en Nuevo Léon vio transformada su historia de amor en una auténtica pesadilla.
Por más de 25 años la relación de esta vecina del poniente de Monterrey fue ejemplar: tenía un esposo trabajador, sus tres hijos se habían forjado como jóvenes responsables y su negocio de venta le redituaba bien.
La vida laboral y familiar transcurrían con tranquilidad, pero en la mente de Delgado Ramírez aún estaba pendiente estudiar una carrera profesional.
Originaria de Tamaulipas, la ahora mujer de 48 años llegó a Monterrey junto a sus seis hermanos y mamá en busca de una mejor calidad de vida.
En la capital regiomontana estudió la educación básica, pero al entrar a la preparatoria, la falta de dinero en casa la orillaron a abandonar la escuela y buscar un trabajo.
A los 20 años de edad, Delgado Ramírez se enamoró y tras un año y medio de relación contrajo matrimonio con el hombre de su vida y quien años más tarde se convertiría en su verdugo.
De inmediato la familia comenzó a crecer con la llegada de su primera hija. Trece años más tarde la familia ya sumaba cinco miembros -papá, mamá y tres hijos- a los que fueron forjando con esfuerzo y dedicación.
Cuando el menor pasó a la adolescencia, el deseo de retomar los estudios renació en la madre de familia, quien nunca imaginó que su anhelo de superación sería el detonante para que su vida en pareja diera un giro de 180 grados.
“Yo quise retomar los estudios porque tengo ganas de aprender muchas cosas. Ahora veo que hay muchas cosas que quisiera aprender y quería volver a estudiar otra vez, pero fue ahí en donde empezaron primero los celos y los agresiones verbales, a decirme que era muy vieja para estudiar, ahí empezó todo”, mencionó la tamaulipeca.
Sin la aprobación de su esposo, Patricia ingresó a la preparatoria abierta, en donde pretendía terminar sus estudios de educación básica para continuar con una profesionalización.
Conforme avanzaban las clases, también aumentaba el disgusto de su entonces marido.
“Yo me arreglaba para mi trabajo porque vendía productos de belleza. Él preguntaba siempre que con quién me vería, que si tenía citas con alguien más”, dijo la entrevistada.
De las agresiones verbales se pasó a las agresiones físicas. En un mes, la mujer fue ultrajada tres veces.
Después de 25 años de matrimonio, por primera vez, su esposo le había puesto una mano encima que la dejó con marcas en el rostro.
“Me empezó a golpear, terminé con la ceja y el pómulo duros, no los podía voltear. Recuerdo que aún así me metí a bañar para irme a la prepa y me acuerdo que lloré mucho en el baño”, mencionó Patricia.
Y aunque provenía de una familia conservadora en la que le inculcaron que el matrimonio era para toda la vida, Domínguez Ramírez también recordó otra frase de su madre que le ayudó a salir adelante: todo se soporta en un matrimonio menos un golpe o una mala palabra.
Las marcas de violencia fueron evidentes ante sus compañeros de preparatoria, quienes la convencieron de solicitar ayuda en el Instituto Estatal de las Mujeres (IEM).
En el lugar se le brindó ayuda jurídica, psicológica y de servicio social, aunque la labor fue titánica
Domínguez Ramírez comenzó con terapia psicológica, aunque reconoció que el proceso fue difícil al intentar desapegarse de la persona con la que había compartido 25 años de vida.
“Es muy difícil salir de esa situación porque la persona a la que le ofreciste tu existencia de un día para el otro te está destruyendo”, expresó la entrevistada.
Entre la batalla interna, la mujer denunció en dos ocasiones a su esposo por maltrato, pero las demandas fueron retiradas por ella misma al escuchar el “te prometo que voy a cambiar” de su ex marido.
Sin embargo, ya nada fue como antes. El calor de hogar se había desvanecido y entre las cuatro paredes del domicilio del sector del Topo Chico sólo existían miedo.
“Yo ya no quería llegar a casa. Había noches en las que yo ya no quería llegar a mi casa, pero tenía que hacerlo porque ahí estaban mis tres hijos”, dijo la víctima de violencia.
Por más de dos años, Patricia compartió el techo con el hombre que había pasado de ser el amor de su vida a su verdugo y todo por no abandonar a sus hijos.
“Yo no iba a salir nunca porque si yo me iba cada quien tomaría su camino, muy diferente al que a mí me gustaría ofrecerle a mis hijos, así que me aguanté hasta que él se cansara”, mencionó Domínguez Ramírez.
Finalmente, luego de dos años y medio de conflicto el hombre dejó la casa y una nueva etapa comenzó en la vida de Patricia.
Durante todo este período la mujer ha recibido el apoyo del Instituto, que se ha mantenido al pendiente de su proceso de empoderamiento.
Y es que, no solo le ha apoyado para salir airosa en materia jurídica, también le brindaron la ayuda psicológica y “el abrazo” que necesitaba en su momento de penumbra. Además, lograron que se revalorizara como mujer y volviera a creer en sí misma.
“Me han ayudado a querer salir adelante. Aquí yo he encontrado ayuda psicológica, ayuda legal y emocionalmente un abrazo y apoyo moral Aquí yo llegué desvanecida y confundida y ahora me siento muy bien.
“Aquí comprendí que primero debo de estar bien yo para poder ayudar a los demás. Aquí encontré la salud emocional que necesitaba. Yo había caída en una etapa en la que solo quería dormir, no quería hacer nada y aquí me ayudaron a salir adelante”, aseveró la tamaulipeca.
Actualmente Domínguez Ramírez se ha convertido en una voz defensora de las mujeres violentadas.
Ya sea en pláticas con amigas o familiares, siempre busca genera consciencia entre las féminas que atraviesa por una situación similar a la que
ella vivió.
“Yo invito a las mujeres a que alcen la voz, que sepan que hay personas que pueden ayudarlas, que se acerquen al Instituto Estatal de las Mujeres”, acentuó la mujer.
Entre sus más grandes sueño está terminar la preparatoria y estudiar Leyes para ser el soporte jurídico de otras mujeres necesitadas, por medio del IEM.
“Quiero estudiar Leyes porque creo que es importante conocer que me ofrece mi país, qué estoy dispuesta a darle a mi país y apoyar a otras mujeres, además de apoyar a mis hijas y orientar a mi hijo varón que no me gustaría que violentara a las mujeres. Hay que respetar a las mujeres porque son el origen de la vida”, comentó la entrevistada.
Actualmente trabaja en el área de ventas de una cadena norteamericana en centros comerciales y su meta a mediano plazo es ver a sus hijos formados profesionalmente y terminar ella también la carrera de Leyes.
DEL GRIS AL BLANCO
La violencia contra las mujeres no sólo se expresa con golpes o humillaciones también cuando se les controla el gasto del hogar.
Xochitl Canseco es una regiomontana que padeció violencia económica por su antigua pareja, quien controlaba incluso lo que podía comprar en el supermercado.
“Él me supervisaba lo que podía meter al carrito del súper”, dijo la afectada.
La mujer estaba dedicada completamente al hogar por lo que su ex marido era el único proveedor de la casa.
Sin embargo, dos años atrás, de la boca de su compañero de vida escuchó un reclamo que la lapidó: ya no voy a mantenerte, ya no voy a mantener a gente que no está trabajando.
Ese día fue determinante para que Xóchitl tomara la decisión de reivindicares como mujer y no vivir bajo el yugo de su marido.
Se comunicó al instituto Estatal de las Mujeres (IEM), en donde al igual que otras féminas recibió la orientación jurídica, psicológica y emocional para valerse por sí misma.
“El día del juzgado cuando fui a hacer el proceso para la pensión alimenticia de mis hijos fue el día más afortunado”, expresó la regiomontana.
Con la emoción aún a flor de piel, Xóchitl regresó al IEM para mostrar su total agradecimiento e intención de colaborar con los proyectos del organismo.
Y es que, en el sitio le brindó la fortaleza que por años ignoró que existía por estar envuelta en un ‘vestido de fragilidad’ sólo por ser mujer.
“Quiero trabajar, quiero ser voluntaria, vengo de un proceso de violencia económica y quiero que otras mujeres entiendan que no se puede vivir así, no es vida, no podemos soportar ningún tipo de violencia.
“El proceso fue difícil al principio, pero en cuanto me tomó el Instituto de la mano para apoyarme y ayudarme con las habilidades que tenemos como mujeres, pero que no las vemos en este proceso de violencia”, expresó la entrevistada.
Atrás quedó la normalización de la violencia en su hogar. En el IEM logró el empoderamiento emocional y encontró además un empleo.
Hoy, Xóchitl prácticamente dirige el proyecto del Instituto que consiste en difundir acciones de prevención y atención contra el acoso sexual en las rutas urbanas de la zona metropolitana.
Desde la mañana y hasta la tarde-noche, la mujer sube a las unidades de camiones para entregar información sobe el acoso y cómo combatirlo, así como para invitar a las mujeres violentadas a que acudan a alguno de los módulos del IEM a solicitar apoyo.
Las rutas en las que aborda no son casualidad, ya que transitan por las colonias que representan ‘focos rojos’ para la institución sobre violencia a mujeres.
La mujer que meses atrás dependía de su marido para saber qué llevar en el carrito de la despensa, hoy se ha empoderado y lucha, con su ejemplo, para apoyar al mayor número de mujeres en situación de maltrato.
MUJER DE ÉXITOS
Después de ser despedida de la empresa en la que laboró durante 14 años, Esperanza Carmona, especialista en tratamiento de residuos industriales peligrosos, tuvo que buscar la forma de emprender de manera individual pues debido a su edad ya no cumplía con los requisitos para ser contratada en otro lugar.
22 mujeres del ejido de California, en Mina, Nuevo León, se ha visto beneficiadas con el proyecto “Procesamiento de Sábila”, una idea que le surgió a Carmona tras visitar el municipio y el dueño de la plantación de la Sábila le pidió apoyo para poder vender el aloe.
Mina se encuentra al noreste de Nuevo León, colinda con el Estado de Coahuila y se caracteriza por ser un municipio desértico; a sus pobladores no les llega apoyo económico y sufren de la falta de empleos y de transporte público.
Esperanza explicó que la falta del transporte obliga a muchas mujeres a quedarse en sus hogares, a diferencia de los hombres que cuentan con el apoyo que les proporciona la empresa para la que trabajan.
Sin embargo Carmona decidió apostar y comenzar su proyecto en ese municipio desértico. “Empecé a revisar que podía hacer en ese ambiente laboral, social y en ese lugar del estado que es desértico, que no llueve y que en donde nadie apuesta”.
“Nos acercamos en el Instituto de la Mujer para ver qué apoyo podíamos recibir y de ahí nos canalizaron a la Secretaria de Economía, con la Arquitecta Aurora, después recibieron una evaluación de la subsecretaría de Desarrollo Regional, quien determinó que el proyecto era viable y nos enviaron con la Comisión Nacional de Zonas Áridas (Conaza)”, comentó.
Las mujeres comenzaron la cosecha de la sábila; poco tiempo después se ocupó gente de otro estado para que las pudieran capacitar, su ventaja fue que la plantación no requería de mucha agua, pero el mayor logro del proyecto, fue lograr exportar el producto hacia Estados Unidos.
Carmona comentó que se veía el entusiasmo de todas el querer aportar dinero en sus hogares.
“El grupo de 22 mujeres, jefas de familias, en el momento que se empezaron involucrar en estos trabajos ya tenían una manera de aportar económicamente en su hogar; se les notaba ellos querían hacerlo”, dijo Carmona.
Y agregó: “En este momento contamos con un equipo para sacar la sábila y sacar el gel, nos falta cerrar el proyecto debido a que necesitamos un trasformador, pero vamos bien”.
La regiomontana dice que uno de sus retos más fuertes ha tenido que ser el de desarrollar sus capacidades, sin embargo ha tenido que tener propios gastos e insistió que acudir al Instituto de la Mujer ha sido de gran apoyo.
“Ahora sí hago lo que quiero, ya no estoy dentro de una empresa, pero esto también involucra gastos y necesitamos apoyo y lo que hizo el Instituto de la Mujer fue mucho, porque si no, no se puede”, afirmó.
Sin embargo aunque al principio se pensó beneficiar a las mujeres de la comunidad, sus esposos se han tenido que involucrar, debido a que se necesitaba trabajo en donde se tenía que utilizar fuerza.
“Al principio eran puras mujeres, pero por la capacidad física de nosotras, si necesitamos el apoyo de los hombres, podíamos hacer la labor de corte y de riego, pero no las labores pesadas. Cuando empezamos a enviar camiones para Estados Unidos, nosotras no podemos cargarlos, entonces yo creo que tiene que ver una medida en la que se respeten ambas partes, tanto la capacidad de las mujeres como la fuerza de los hombres”, expresó.
Para no perjudicar la convivencia familiar, Carmona acomodó los horarios para que las mujeres solo trabajaran mientras sus hijos iban a la escuela y los hombres solo pudieran cargar el fin de semana, que tenían disponible.
Aunque algunas mujeres tuvieron que convencer a sus esposos para que las dejaran trabajar, para Carmona significa una manera de ir avanzando en costumbres antiguas en donde la mujer no trabaja o se tenían que quedar en la casa cuidando a los niños.
La regiomontana, recomienda a todas esas mujeres a definir sus objetivos, después acercarse a las diferentes dependencias de los municipios, para que puedan plantear sus proyectos.
“Cada una de nosotras no sabemos todo, entonces nos tenemos que acercar a una persona que nos sepa orientar.
“Que nunca se desanimen, todas tenemos algo que hacemos bien y es una oportunidad que debemos desarrollar, si se puede con el apoyo de la familia”, concluyó.
INSTITUTO ESTATAL
DE LAS MUJERES
Da cuerdo a la presidente del Instituto Estatal de las Mujeres, Martha Cecilia Reyes, la violencia contra el sexo femenino no se da solo en los hogares también en los centros de trabajo, en las escuelas y las calles.
En muchas ocasiones, las víctimas ni siquiera se dan cuenta que están siendo violentadas al estar tan normalizado el maltrato.
“Si te controla como te vistes, tu celular, tus salivas, ojo, eso son signos de violencia”, aseveró la titular de la dependencia.
Y ante la alerta de género que enfrena Nuevo León, la institución se ha ocupado de ofrecer programas especializados para las mujeres violentadas.
En ellos se les ofrece asesoría jurídica, psicológica y de servicio social de forma gratuita y confidencial.
“Las mujeres llegan con una fragilidad enorme y en muchas ocasiones se sienten culpables. En el instituto hay personal especializado para abordar la problemática: psicología, trabajo social, legal, certificados para atender la situación”, dijo Cecilia Reyes.
Actualmente en la entidad se cuenta con 33 módulos del IEM para que las mujeres acudan a solicitar apoyo.
De igual manera la dependencia cuenta con el número 20209773-76 para quien necesite mayor información.
Para Cecilia Reyes la lucha para erradicar la violencia contra las mujeres es un trabajo de ambos sexos.
En sus palabras se debe de trabajar en un nuevo modelo de masculinidad, alejad del tradicional machismo en el que hombre ordena y la mujer obedece.
“Tenemos que hablar de estos nuevos modelos de masculinidad en donde sean hombres respetuosos, que quede claro que las mujeres somos personas y que tenemos derechos y que no podemos ser vistas como objetos o propiedad de”, aseveró la titular.
Más allá de conductas negativas, la violencia y el acoso son delitos que pueden y deben
ser castigados.