
La tarde fría del 31 de enero de 1979, el río Santa Catarina se desbordó de fe ante la primera visita de un Papa a Monterrey.
Juan Pablo II decidió venir a la capital regiomontana, durante su primera gira papal a México, recién iniciado su Pontificado.
Entre un millón y medio de fieles que asistieron al encuentro en el Puente San Luisito, rebautizado en esa ocasión como el Puente del Papa, María de los Ángeles Tristán y familiares demostraron su fervor al Sumo Pontífice.
Y más allá de la veneración, se percataron del amor y paz que proyectó el ahora Beato.
Camino a su casa, tras haber finalizado su jornada laboral y justo cuando transitaba por la avenida Constitución a bordo de un auto, recordó aquel cálido encuentro.
“Fue muy emocionante, una experiencia bonita y aunque lo vimos a lo lejos, fue suficiente saber que estaba ahí y que la bendición nos llegó a todos.
“Sentí una tranquilidad, esperanza, de que todo fuera mejor para nosotros, mi familia y el mundo entero”, expresó María de los Ángeles.
Dijo que por la multitud que hubo, apenas y alcanzaron lugar a la altura de Gonzalitos y sin importar la distancia o el descenso de la temperatura, esperaron a la llegada del Papa.
“Fue asombroso de cómo la emoción nos hizo tolerar y olvidarnos del frío porque estaba pesado. Nosotros llevábamos chamarras, guantes, bufandas y hasta cobertores”, comentó. No importó el tiempo de espera, ni el clima. “Queríamos verlo”, agregó.
El canto de “Amigo”, porras y aplausos fueron parte del recibimiento y la admiración que los regiomontanos le demostraron.
“Todos cantábamos al unísono, nos amontonábamos para lograr verlo, fue muy emotivo y mis hijos estaban felices”, rememoró.
Acudir a la visita del Papa fue iniciativa del hijo menor de María de los Ángeles. “Él nos dijo que quería ir y lo llevamos junto con mi otra hija. Fuimos en familia, mi esposo, suegra y cuñada”, explicó.
Eran las 17:00 horas cuando su familia pasó por ella a su centro de trabajo, en la calle Modesto Arreola y Venustiano Carranza.
Por el tráfico, caminaron hasta acercarse lo más que pudieron al Puente del Papa. Y desde ahí, sin más movimiento, “vivimos una experiencia inolvidable e irrepetible”, aseguró.
“A la segunda visita ya no fuimos. Sin embargo nos pasaron varias cosas con las que reafirmamos nuestra fe en él”, reveló.
En esa primera visita el Papa no hizo un recorrido por las avenidas principales de la ciudad. Del aeropuerto, los trasladaron en helicóptero directo al cauce de Santa Catarina, donde los feligreses le dieron la bienvenida.
“UN SANTO MÁS
PARA ACUDIR”
La reciente canonización de Juan Pablo II no fue sorpresa para María de los Ángeles.
“Desde que el Papa murió, tenía la certeza -como seguramente muchos más- que lo iban a hacer Santo porque hizo milagros; en la familia le atribuimos algunos”, comentó.
Ante esa declaración, se remontó de nuevo al encuentro con el Papa. “Mi hijo estaba enfermo de bronquios pero al siguiente día ya no tenía nada, amaneció muy bien”.
“Con el paso de los años hemos analizado la situación y no le vemos otra explicación, lo vemos como un milagro. Mi hijo es ahora un adulto y desde entonces jamás se enfermó y es muy sano en ese aspecto”, reveló.
Pero eso no fue todo. El año pasado, un día después de tener cerca las reliquias de Juan Pablo II, su esposo murió repentinamente.
Y aunque fue una pérdida que aún no supera, agradece que no haya sufrido. Cree que la voluntad de Dios fue esa, junto con la intercesión del ahora Beato.
“Fue algo triste que muriera pero por otro lado reconforta porque pensamos que el Papa influyó para darle una muerte rápida y sin sufrimiento”, explicó.
Detalló que durante el acercamiento a la reliquia rezó por la salud de su esposo, mientras pasaba sobre ella el folleto del Papa que les repartieron, como si fuera un objeto sagrado. “Él y Dios consideraron qué era lo mejor”, señaló María de los Ángeles.
En ese sentido, a manera de agradecimiento y ante la partida de su amado, las oraciones que distribuyeron a quienes los acompañaron en su duelo, eran de Juan Pablo II.
“Le tenemos mucho fervor y nos encomendamos también a él”, reiteró la mujer, ya que en varias ocasiones se ha manifestado en su vida familiar con pequeños “milagros”.
Por lo anterior y la presencia que tuvo en muchas personas considera que “es una buena decisión que lo canonicen”.
“Tendremos un Santo más para acudir en caso de necesidad o agradecimientos, es como un refuerzo y seguirá dando muchos frutos porque sigue vivo”, finalizó.
“SOY FAN
DE JUAN PABLO II”
El 10 de mayo de 1990 durante la segunda visita de Juan Pablo II, María Candelaria reforzó su camino en la fe tras conocerlo.
Y no sólo eso, a partir de aquel encuentro se convirtió en su fan por la forma de irradiar amor, pero sobre todo, al mostrar a Dios en sus acciones hasta el último día de su Pontificado.
En su auto u hogar conserva imágenes del Santo Juan Pablo que ha adquirido, o bien, le han obsequiado. Y más que tener objetos que lo representen, sigue su ejemplo de vida.
A poco más de dos décadas, María Candelaria recuerda aquella cercanía con el ahora Beato, como si fuera ayer.
“Había mucho tumulto, gente adulta y algunos con sus hijos en brazos. Todos echaban porras y aplaudían: fue algo muy bonito”, recordó la joven.
Aunque tenía 10 años de edad, no evitó llenarse de júbilo cuando su madre le dijo: “ahí viene hija, míralo”.
“Yo me abalanzaba para verlo más de cerca y aunque no lo logré, es impactante cómo no hizo falta que estuviera a cinco centímetros o tocarlo para ver en él y sentir el inmenso amor de Dios; se me puso la piel chinita”, expresó conmovida.
Mientras rememoró ese instante en que lo vio pasar por la avenida Constitución, a unas cuadras de su casa, el rostro se iluminó con una sonrisa, y las lágrimas se asomaron por sus ojos.
Sin embargo, contuvo la emoción un poco. Le fue imposible dejar de describir lo que sintió en su primer encuentro con el “Papa Viajero”.
“Despide amor por los poros, ves en él a Cristo Vivo cuando lo tienes frente a ti, incluso, al verlo en televisión o imágenes”.
“Percibes una luz potente que te llena el corazón de sólo verlo”, dijo.
Posterior a esa experiencia, agregó, se fue enamorando de ese hombre por la genuina forma de demostrar a Dios con su testimonio.
“Hizo que las personas nos contagiáramos y enamoráramos de él. Me llena el corazón del amor de nuestro Padre, con hechos; siempre predicó con el ejemplo”.
A lo largo de esa cercanía espiritual que tiene con él, admira el camino por la que la ha llevado a seguir a Jesucristo.
Señaló que estuvo al pendiente de los más necesitados, de los jóvenes y de la paz mundial.
Aunado a eso, “siempre le dio su lugar a María, se apoyó en ella para seguir el trayecto tomado de la mano del Señor y yo también soy muy mariana”, argumentó.
Todo lo anterior, reiteró, “me hizo ser más fan de él. Y aunque no está presente en cuerpo, sigue dando vida; me es difícil hablar en pasado”.
“SE LO HA GANADO
A PULSO”
Que el Vaticano haya oficializado la canonización de Juan Pablo II es una situación que llena de alegría a María Candelaria.
“Es un regalo enorme de Dios. Sé que la iglesia tiene un proceso exhausto para darle al santidad a alguien, pero él se lo ha ganado a pulso y quiere seguir bendiciendo a toda la humanidad”, expresó.
“Sigue vivo”, enfatizó. Y eso lo atestiguó con el tumulto de personas que como ella, se dieron cita a la misa de canonización que se realizó en Monterrey el pasado domingo, como muestra de la fidelidad de los neoloneses al Beato.
Una vez más, como católica practicante y ferviente, fue partícipe de un evento importante de la iglesia.
Hace 24 años cuando el Sumo Pontífice visitó tierra regia, y ella era una niña, tuvo la “fortuna” de verlo a unos metros de distancia. En esa ocasión él sí recorrió las calles de la ciudad en el Papamóvil.