A Víctor lo interceptó un grupo de muchachos que viajaba a bordo de un Chevy a unas calles de su casa. Moisés iba caminando a dos cuadras del Palacio de Gobierno cuando fue encañonado por un par de sujetos. Marilú y su amigo estaban sentados en las escaleras de una iglesia cuando un trío de sujetos los amagó con armas de fuego.
En una oficina del Barrio Antiguo, cinco de sus 12 integrantes han sufrido un asalto en los 70 días que lleva el 2010.
A todos ellos les fue “bien” porque sólo fueron despojados de sus pertenencias.
Otras víctimas de la delincuencia han sido heridas, secuestradas o han perdido la vida en una ola criminal que cambió profundamente la fisonomía del estado.
La sociedad ha modificado patrones de conducta, actitudes, costumbres y hasta su sistema de valores, pues ahora es el miedo el que marca la pauta.
Desde el norte del estado y de la vecina entidad de Tamaulipas, los enfrentamientos entre grupos armados han provocado una crisis de temor que a finales de febrero orilló a la ciudadanía a implementar un toque de queda, no llevar a sus hijos a la escuela, cambiar sus vehículos por unos más modestos e incluso a buscar nuevos lugares para vivir.
Lo que sea para no sentirse en peligro. Y estas medidas de precaución también llegaron a la zona metropolitana de Monterrey. Desde principios del año han circulado correos electrónicos donde se advierte de balaceras en plazas comerciales o centros nocturnos y no son pocos los que, ante la duda, optan por darles crédito.
Se han convertido en leyendas urbanas sustentadas en una realidad inobjetable: la impunidad de los delincuentes ha llegado al grado de que muchos policías municipales colaboran en los ilícitos, ya sea devolviendo a un ciudadano con sus captores, como en el caso de Guadalupe, o colaborando en el secuestro de un comerciante, como en San Nicolás.
Los pronósticos más optimistas auguran que lo más álgido de la situación no ha pasado, que los diferentes grupos se preparan para un enfrentamiento del cual sólo uno saldrá victorioso y que en las bajas de esa guerra habrá, necesariamente, muchos ciudadanos ajenos a la misma, así como sus bienes materiales.
Pero ¿qué puede hacer el ciudadano frente al azote de la delincuencia común? ¿Cómo puede ayudar a su familia, a sus hijos y a sí mismo?
¿CÓMO HABLAR
CON LOS NIÑOS?
Ante todo, los especialistas le corrigen la plana a la prensa, pues se ha manejado el término “psicosis” inadecuadamente.
“El concepto no está bien aplicado porque psicosis significa trastorno de conducta muy agudo. El concepto más adecuado para esta situación es pánico: la gente se siente insegura, nerviosa, en pánico, mientras que psicosis es un término coloquial que han usado muchos de los medios para representar esa sensación de inseguridad y de miedo”, explica Jesús Castillo López, psicólogo social de la Universidad de Monterrey (UDEM).
Para Matilde Garza del Villar “psicosis es una forma de trastorno en la cual se pierde contacto con la realidad y aquí hablamos de hechos que están sucediendo y causan mucha angustia y ansiedad, por lo que no es una psicosis. El término más adecuado es un estado de estrés por una situación fuera del contexto común y corriente”, comentó la catedrática de la Universidad Autónoma del Noreste (UANE).
Acerca de la forma en que un padre de familia puede tratar el asunto con sus hijos, principalmente los menores, los especialistas coinciden en que se les debe de hablar con claridad pero sin dramatizar los hechos.
“Debemos ser muy cuidadosos con los niños porque los adultos tendemos a hablar abiertamente cuando ellos están presentes y les transmitimos nuestros miedos, angustias y temores y los niños no visualizan el problema como algo que pueda superarse sino como algo en lo que se puede perder la persona”, consideró Garza del Villar.
Castillo López considera que hay que ser claros al explicar que por seguridad la familia cambiará sus hábitos: la señora no irá sola a llevar al niño al futbol en la tarde o incluso se suspenderán algunas actividades que no son prioritarias.
“No conviene mentirles ni decirles que no pasa nada. Mejor, dentro de la protección del hogar, decirles que hay riesgos y por eso habrá cambios. Ser claros sin llegar al pánico porque se sentirán inseguros; podemos preguntarles qué piensan, qué saben, qué opinan del tema y formar un frente común con la familia para tomar decisiones grupales y protegernos con cambios de hábitos y de rutinas”, estimó el profesor de la UDEM.
Al respecto, Garza del Villar dijo que se debe tener cuidado para no descargar todos nuestros miedos frente a los menores pero tampoco ocultarles la situación.
“Solamente debemos cuidar la forma como se les dice. Por ejemplo, si una madre sufre un asalto y va con su hijo, de la forma como ella reaccione será la forma como el niño asimile esa situación. Que va a ser un shock sí, definitivamente, porque no es algo que pasa todos los días. Hay que darles la información pero tratar de hacerlo lo menos dramático posible”, dijo la catedrática de la UANE.
CUANDO SOMOS VÍCTIMAS
Con la crisis de seguridad pública que vive la región, los especialistas esperan un aumento en el número de consultas psicológicas y terapias de apoyo, tanto en el sector público como privado.
En el sector salud también se verán las consecuencias de esta plaga, pues además de la afectación a nivel psicológico, empezarán a manifestarse problemas psicosomáticos como úlceras, gastritis, colitis y tensión constante.
Hasta las instituciones religiosas han observado un incremento en el número de personas que acuden a buscar el consuelo de sacerdotes y pastores debido a la sensación de desamparo que asuela a la comunidad y en psicología se define como trastorno por estrés postraumático (TEPT).
Esta afectación se clasifica dentro del grupo de los trastornos de ansiedad, y sobreviene como consecuencia de la exposición a un evento traumático que involucra un daño físico. Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo.
“Lo que debe hacerse es, si la persona tiene posibilidades, acudir con un psicoterapeuta. Otra alternativa es platicarlo con las personas de más confianza para sacar la situación de angustia por la que ha pasado; superarla es básicamente hablarla, manejarla y establecer estrategias de autoprotección mucho más fuertes. Incluso si uno no ha sido víctima pero se da cuenta de la situación, entonces hacer esos cambios de conducta para actuar a favor de la seguridad”, expresó Jesús Castillo López.
Matilde Garza del Villar explica las diferentes conductas en que puede desembocar un trastorno de estrés postraumático:
“Las personas expuestas pueden caer en otro tipo de trastornos causados por la acumulación del estrés, la angustia y la ansiedad. Ahí sí hablamos de que puedan llegar a tener un trastorno emocional severo, como pasa en Ciudad Juárez que cuando la gente sale lo hace con el miedo de que le toque una bala perdida, los vayan a asaltar o a matar. O como sucede también en la frontera de Tamaulipas, que está entrando a una tensión de escuchar balazos o de ataques en las calles.
“Depende de cada persona cómo lo manifiestan; hay quienes tienen un trastorno neurótico, otros histeria, otros obsesión de proteger su casa para aislarse del medio sin llegar a ser algo patológico… cada quien reacciona de acuerdo a su personalidad”, dijo la catedrática de la UANE.
Cuando una situación estresante es prolongada, como en el caso de la sensación de inseguridad, la mente tiende a buscar una forma de adaptación porque no resiste una exposición permanente a la angustia.
“Después de constante estrés la gente se adapta y quienes no tienen habilidades para manejar la situación empiezan a tener problemas psicosomáticos como úlceras, gastritis, colitis y tensión constante.
“Como sociedad nos adaptamos porque no podemos vivir en estrés constante y agudo como es el pánico. Sin embargo creo que la perspectiva es no desentendernos de esto sino hacerle frente a nivel individual cambiando hábitos, a nivel familiar hablando y escuchando opiniones y a nivel social insistiendo en que las autoridades hagan algo”, manifestó Castillo López.
Por su parte, Garza del Villar estimó que la situación se hace tan cotidiana que llega a pasar desapercibido en unos casos, “pero está aunado a como vaya reaccionando la mayoría de la gente; ahorita ya hay acciones de grupo que exigen mayor trabajo a las autoridades y aquí los medios tienen mucho que ver, por como exponen la información”.
¿QUÉ ES LO QUE VIENE?
La sociedad se librará de la delincuencia organizada por la intervención de las Fuerzas Armadas, único grupo que posee la capacidad y el armamento para atacarla en las mismas condiciones, estimó Anabela Sánchez Martínez.
Sin embargo, la socióloga adscrita al departamento de Humanidades de la Universidad de Monterrey (UDEM) dijo que dicha solución no es la más deseable pues la violencia genera violencia.
“La enfermedad se va a curar con un poco de la inoculación de la misma enfermedad. Es decir, si la enfermedad que tenemos ahorita son cárteles dispuestos a atacar con sangre y balaceras yo creo que la opción va a ser atacar igual.
“Aunque no creo que sea la mejor porque violencia genera violencia, pero de una u otra manera el Estado tiene que hacerse responsable de proveer la seguridad y se supone que es el único que tiene la exclusividad de la violencia”, dijo Sánchez Martínez.
La catedrática mencionó que la crisis se agudizó porque no hay autoridad que controle a los grupos que delinquen, pero consideró que el problema más fuerte que tenemos como país es la corrupción.
“Fácilmente identificamos que los mismo policías forman parte de los grupos que delinquen, así que ya no podemos sentirnos seguros cuando llegan los buenos porque ya están mezclados con los malos. Estos grupos de delincuentes ya no respetan la autoridad y por eso vemos estos grados exagerados de inseguridad que empezaron hace unos cinco años”.
En Nuevo León se siente el cambio más radical porque nunca se veía al Ejército patrullando las calles ni se sabía de parientes secuestrados o dañados por las balas de un enfrentamiento.
“Hoy la situación cambió y se desarrolla el miedo, y grupos más pequeños de delincuentes se aprovechan de que no hay orden ni autoridad”, dijo la socióloga, quien consideró que en su punto más álgido veremos un toque de queda impuesto por la misma sociedad como manera de evitar riesgos, tal como sucede en algunos municipios de Tamaulipas o del norte de la entidad.
LA NUEVA GENERACIÓN
Así como las generaciones nacidas después de los 70 han vivido bajo la constante sombra de las crisis económicas, habrá un nuevo grupo de ciudadanos creciendo bajo el estigma de la crisis de seguridad pero, como la naturaleza es sabia, llegarán más adaptados, esperan los especialistas.
“Los que presentaríamos los males psicosomáticos (colitis, gastritis etc.) seríamos quienes no estábamos expuestos a esta situación. Las generaciones que crecen con ella ya estarán adaptadas a ese nivel de estrés y tendrán más elementos psicológico y estarán más conscientes de las normas de cuidado personal.
“En este caso no habría cuadros psicopatológicos sino que sería una generación más cauta y atenta para autoprotegerse, quizá de ahí surjan profesionistas, gobernantes y líderes que tomen medidas mucho más serias, formales y directas para solucionar la situación”, dijo Castillo López.
Para concluir, el psicólogo de la UDEM dijo que el mayor riesgo para la sociedad es “caer en desamparo de pensar que no hay solución, desentendernos y desensibilizarnos, aunque lo veamos como algo normal no significa que es algo normal”.
Para Garza del Villar, la especialista de la UANE, el futuro es optimista pues de continuar la situación se presentará un fenómeno de solidaridad civil.
“En casos extremos como desastres naturales la gente se une y se apoya, así que no creo que nos acostumbremos sino que nos empezaremos a unir. Ya la gente reporta actitudes sospechosas y antes no lo hacía, entonces se vuelven más proactivos y eso significa un cambio en la actitud de la sociedad”.
Al respecto, la socióloga Anabela Sánchez comentó que la presión de la sociedad civil hará que las autoridades hallen una solución “y esto será a corto plazo, porque si el gobierno no actúa la sociedad civil irá tomando conciencia y también llegará la solución, aunque a mediano plazo”.
Pero mientras uno de los desenlaces mencionados llega, la situación se torna más preocupante y cada vez son más las voces ciudadanas que exigen acabar con la delincuencia, en muchos casos sin importar los métodos sino los resultados.