
Durante 27 años, Silvino Jaramillo fue “sembrador” de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (UANL) y es uno de los pilares en el inicio de esta Institución que comenzó como Colegio de Periodismo en 1974.
El maestro Silvino –como le llaman sus estudiantes-, tiene 84 años, es apasionado de la música, periodista reconocido, profesor respetado y admirado por generaciones de alumnos.
Sin embargo, a pesar de haber sembrado conocimiento en sus alumnos, explica que uno de sus consejos fue que no vendieran sus principios y actualmente observa lo contrario.
“El periodismo es una actividad muy humana en donde se está trabajando para el hombre y al hombre hay que respetarlo. Esta profesión va dirigida a la mente y al corazón que son las dos partes más dignas que tienen.
“Ahora veo como se falta a la ética, ya casi no existe el respeto por el ser humano; por ejemplo cuando entrevistan a la madre que está llorando la muerte de su hijo o de su esposo”, explica el docente.
Jaramillo dice que el reportero debe tener libertad al momento de escribir, ser una persona culta y defender su trabajo.
“Para mí el periodismo es muy digno y hay que respetarlo y respetarse con él. Algunos alumnos me dicen que si no hacen lo que les piden en el trabajo, los corren. Yo les digo que el trabajo no se los quitan si saben defenderse.
“Yo también escribí notas que de pronto no le gustaban al redactor, le entregaba lo que yo veía y también lo que él quería que escribiera y le daba la opción de publicar cualquier nota y lo dejaba pensando. No peleaba con él y eso originó que me tuviera un poquito de respeto”, explica el editorialista de El Porvenir.
UN NIÑO TRAVIESO
Jaramillo es originario de Valle de Bravo, Estado de México; creció en un ambiente humilde.
“Mi madre siempre se preocupó de que estudiáramos algo, para que no tuviéramos las penurias que ellos habían tenido. Fuimos 10 hijos y el más chico es productor de Televisión Azteca”, explica el profesor.
Este hombre de voz grave recuerda que su interés por la música despertó en la primaria, cuando formó parte de una banda que un profesor reunió para que no cerraran la escuela porque algunos funcionarios pensaban que se enseñaba religión.
“La primaria era sostenida económicamente por un sacerdote y a cada rato nos amenazaban con el cierre.
“El maestro dijo que teníamos que ver al presidente de México, Lázaro Cárdenas y decirle que no nos dejaban trabajar. Fuimos a verlo en el Castillo de Chapultepec y tocamos frente a él.
“Recuerdo que el presidente estaba con sus funcionarios y había un niño latosito, creo que era Cuauhtémoc Cárdenas (fundador del Partido de la Revolución Democrática, hijo de Lázaro Cárdenas). Nos escuchó y después nos regaló dulces. El presidente nos felicitó y dijo que desea-ba tener más escuelas como la nuestra”, explica el pilar de la FCC.
En ese momento les dio un documento que evitó que la primara se cerrara y les regaló un uniforme con el dibujo de un lira bordada.
Poco a poco la música se fue apoderando del entonces niño Silvino; estudió en el seminario y posteriormente ingresó a un conservatorio.
Dentro del seminario, confiesa una de sus travesuras que casi le cuesta la expulsión.
“Había algunos para ordenarse para sacerdote y se me ocurrió poner agua a sus zapatos, se me olvidó ponerle a los míos y descubrieron mi travesura. Fue grave porque estábamos durante la Segunda Guerra Mundial y los zapatos no tenían suela.
“Todo el calzado se echó a perder y no pudieron cumplir con sus responsabilidades. Me llamó el prefecto y me reprendió fuertemente, me dijo que juntara toda el agua en un lavamanos, y cuando se la traje me dijo que me la tomara. Agarré la vasija y después él me la arrebató y dijo que me perdonaban”, confiesa el también padre de familia.
LLEGA A MONTERREY
Antes de llegar a la ciudad de Monterrey, Jaramillo se dedicaba a la música, trabajaba para un canal de televisión donde dirigía un coro y obras. Hasta que en una ocasión –pocos días de haberse casado con María Luisa Olayo (q.e.p.d.) – recibió la visita de un sacerdote a su trabajo.
“Salí del programa como a las 10:30 y ahí estaba el padre Alvaro de la Ciudad de los niños (quien lo había esperado por tres horas), y me dijo: `fui a ver a la virgen de Guadalupe y ella me dijo que usted era el indicado para que dirigiera mi coro en la Ciudad de los niños´.
“Le respondí: `entonces ella no me quiere porque yo aquí estoy muy bien, no me quiero ir de aquí´. Me prometió giras artísticas y bueno me vine para acá. Estuve trabajando en la Ciudad de los niños por 25 años; no hubo tales triunfos artísticos pero bueno, empecé a conocer gente”, recuerda el músico.
En la sala del domicilio del profesor Silvino tiene un piano y en una repisa algunos reconocimientos de la UANL y de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.
Su amor por el periodismo comenzó por curiosidad; explica, cuando escuchó la publicidad sobre un curso de periodismo en el colegio Septién García, en la ciudad de México y no dudó en inscribirse.
“Trabajábamos intensamente los sábados y hasta el domingo, así estuve casi dos años, hasta que me di cuenta qué era el periodismo.
“Había estudiado, Letras y literatura en el Seminario Conciliar de México y ese conocimiento de las letras me hizo querer saber la esencia del periodismo. Al principio me dijeron que no había periodismo literario, pero se hace con frecuencia y afirmo que debe haberlo”, explica el docente.
Una de sus anécdotas como estudiante de periodismo, es que sus tareas las realizabas en compañía de sus hijas pequeñas quienes también hacían sus lecciones de la primaria.
“La mayorcita de ellas se me quedaba viendo con una tristeza y yo la veía de reojo, hasta que un día no aguantó y me dijo: `ya ves papá, por no haber estudiado cuando estabas chiquito, ahora tienes que hacer tarea de grande y no te puedes dormir´”.
COLEGIO DE PERIODISMO
Después de haber concluido el curso, ingresó al periódico El Porvenir por invitación del entonces director Rogelio Cantú. El área donde comenzó fue en Sociales y permaneció por cuatro años.
“Me presenté y el primer departamento donde empezó fue Sociales, el más aburrido; por poquito renunciaba. Cuando regresaba a mi casa le decía a mi esposa, que si eso era el periodismo entonces yo no lo quería porque era nada más que la explotación de la vanidad humana”, menciona el periodista.
Aunque tuvo la invitación en dos ocasiones del periódico El Norte, para incorporarse a su equipo, el maestro dice que no aceptó porque no quiso comercializar su carrera y respeta su libertad y le gusta que la respeten también.
Su camino en la docencia nació por invitación de Samuel Flores Longoria, el iniciador del colegio de Periodismo, dentro de la facultad de Derecho.
“Le fui tomando cariño a los alumnos, siempre tuve como norma de vida, no engañar para nada al alumno y creo que me funcionó.
“Durante 27 años estuve trabajando en mi facultad, presumo y con mucho orgullo de que en ese tiempo sólo tuve una falta, y fue el día que tuve que enterrar a mi esposa”, menciona el docente.
Jaramillo se arropa de cálidos recuerdos y afirma que además de su familia, la música y el periodismo le han brindado felicidad a su vida.