Ha pasado más de un mes desde la tragedia en el Penal del Topo Chico que cobró la vida de 49 personas y las historias alrededor de la masacre siguen rondando en los pasillos del centro penitenciario.
La mayoría de los reos que sobrevivieron ya pudieron reencontrarse con sus seres queridos, pero hay algunos a quienes el olvido de sus familiares los asesinó desde antes del motín del 11 de febrero.
Con 65 años a cuestas, el caminar de don José Rodrigo García Martínez es cada vez más lento, aunque se esfuerza por mantenerse activo. Desde hace cuatro años y siete meses está recluido en el Topo Chico acusado de intento de violación en el municipio de Doctor Arroyo, una imputación que, asegura, es falsa.
La noche del 10 de febrero, cuando el enfrentamiento comenzó en el penal, el sexagenario se encontraba ya dentro de su estancia –el asilo- que a diario cierra sus puertas a las 22:00 horas.
Las puertas del inmueble sirvieron como refugio para más de una decena de internos de la tercera edad, quienes sólo lograron escuchar los gritos y lamentos desde sus camas.
“Ya estábamos encerrados cuando empezamos a escuchar ruidos, maldiciones y golpes. Sólo Dios sabe lo que haya pasado.
“Como yo soy evangélico me puse a orar. Para la mañana siguiente que nos despertamos ya había sido la masacre, ya estaban los cuerpos llenos de sábanas blancas”, indicó García Martínez.
Una hora después de ir a su cama, la trifulca se originó en el área C-1 y C-3 de varones y cada minuto inundó de tensión el lugar.
En el exterior del penal, ciento de familias comenzaron a congregarse para conocer el estado de sus reclusos, pero el nombre de García Martínez nunca se escuchó entre los gritos de desesperación y tristeza.
Y es que, a pesar de la magnitud de la tragedia, ningún familiar acudió al centro penitenciario a saber si sobrevivió, una historia que se ha repetido por los casi cinco años que lleva interno.
“Yo lo único que quiero es que mi familia sepa que estoy vivo. Lo que yo quiero es que sepan que sigo con vida y salud.
El originario de La Alhajita, Doctor Arroyo tiene dos hijos en Estados Unidos, así como una hija y un medio hermano en su natal municipio.
“Quiero decirle a mis hijos, a mi medio hermano, a mis nietos y a mi yerno que estoy vivo”, señaló el sexagenario.
La única hija que le queda en México, de nombre Juana María García Cervantes, nunca lo ha visitado, ni siquiera cuando estuvo un año preso en Doctor Arroyo, ni tras la tragedia en el penal.
El motivo: ella fue quien lo acusó de intento de violación en un proceso que, asegura, está plagado de irregularidades.
“Me levantó una difamación, pero Dios sabe que no lo hice. Cuando llegué al penal, aquí me iban a violar, pero como no cometí el error.
“(Mi hija) quería quedarse con un solar de 300 metros cuadrados de terreno que tengo en Doctor Arroyo”, aseveró el entrevistado.
De vender garampiñados, cacahuates y semillas en las calles de Doctor Arroyo, el sexagenario pasó a trabajar en la cocina general del Topo Chico y después en otros talleres.
Hoy, García Martínez ve pasar los años desde las rejas del centro penitenciario ubicado al poniente de Monterrey.
Desde el incidente del 11 de febrero su tranquilidad se ha mermado, pero calma sus preocupaciones con la oración.
A pesar de los hechos, su preocupación mayor está fuera de las paredes del penal. El interno busca recuperar a su familia, una familia que lo condenó con la indiferencia y lo mató con el olvido.
“Yo no estoy de ocioso, yo quiero servirle desde aquí a la sociedad, ser útil para la sociedad”, enfatizó García Martínez.
DE LA AVENTURA
A LA PRISIÓN
Keren Reyes Galeana lleva ocho meses recluida en el penal del Topo Chico y nunca ha recibido la visita de algún familiar, aunque por motivos distintos a los de García Martínez.
La tapatía de 20 años ha decidido mantener en secreto su estancia en el centro penitenciario “por pena” y cada vez que llama a su familia en Guadalajara les asegura que está trabajando en Monterrey.
En agosto de 2015 la aventura trajo a la joven a Monterrey, gracias a la “amabilidad” de un viajero que pasaría por la metrópoli, pero cuando la invitaron a la frontera la diversión se convirtió en pesadilla.
En la carretera a Nuevo Laredo, un retén detuvo el auto y para sorpresa de Reyes Galeana, la unidad transportaba droga, por lo que fue acusada de cómplice.
“Vine a conocer Monterrey, pero me subí a un carro que no me debí de haber subido.
“Nunca le hablé a mi familia para decirles en dónde estoy, me da pena. Mi familia piensa que estoy trabajando en Monterrey”, enfatizó la reclusa.
Un mes después de haber sido detenida recibió sentencia: cinco años, siete meses y 15 días.
Su estancia en el Topo Chico ha transcurrida sin visitas de familiares, pero nunca ha estado sola.
Y es que, a pocos días de haber sido detenida, la tapatía descubrió que estaba embarazada, un dato más que desconoce su familia.
Reyes Galeana asegura que siempre ha sido una joven independiente; a su corta edad, ya había vivido fuera de casa en distintas ocasiones, por lo que no es de extrañarse para su familia que la joven no haya regresado de su viaje a Monterrey.
A poco menos de un mes de dar a luz, y contrario a lo que se podría pensar, la joven agradece a la vida estar recluida en el Topo Chico.
Su estancia en el centro penitenciario no sólo ha salvado su vida, también le ha enseñado a valorar la libertad.
“Está bien haber caído en el Topo Chico porque creo que hubiera terminado peor si hubiera estado en la calle. Aquí he aprendido muchas cosas.
“He aprendido a valorar a mi familia y a valorar la libertad”, comentó la entrevistada.
La prisión, además de aprendizaje, también le ayudó a encontrar pareja con el que ya lleva cinco meses de relación.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas: la tranquilidad de Karen se vio aturdida por el motín del 11 de febrero, que por suerte no le arrebató el único apoyo con el que cuenta en Nuevo León.
Su novio logró sobrevivir a la masacre de reos y no fue trasladado.
“Estuve bien nerviosa, por los bebés porque se empezaron a escuchar los desastres y los bebés empezaron a llorar.
“A las embarazadas y a los bebés inmediatamente nos metieron a unas celdas para que estuviéramos aislados. Nos salvaron.
“Sí me preocupé mucho por mi novio y sentí muchos nervios porque no sabía si le había pasado algo, si se lo habían llevado de traslado”, indicó la joven.
Cuatro días después de la tragedia carcelaria, la tapatía logró comunicarse con su pareja.
Con una familia que desconoce su paradero, un novio que atraviesa su mismo infortunio y un embarazo inesperado, Reyes Galeana sólo aguarda por el 19 de abril, la fecha tentativa en la que se convertirá en madre.