Raúl Conde Rivera, José Ignacio Rincón Pérez y Benito Muñoz Hernández, tres ingenieros civiles, elaboraron hace más de dos décadas un estudio de los riesgos que conllevaba la urbanización de las zonas serranas del área metropolitana de Monterrey. El documento, en custodia de la UANL, es sorprendente por la actualidad de sus conclusiones y la forma en la que predicen problemas como la tragedia en el fraccionamiento La Antigua.
En 1991, como parte del trabajo final de su estancia en la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), tres profesionales de la materia elaboraron un estudio donde advirtieron –y hasta predijeron- muchos de los problemas que se viven actualmente con la construcción de viviendas y edificios en las zonas montañosas del área metropolitana de Monterrey, entre los que se encuentran la tragedia en el fraccionamiento La Antigua, donde murieron dos personas.
El estudio denominado “Evaluación de Riesgos por Urbanización en las Zonas Montañosas de Monterrey, N.L.”, fue elaborado por los ingenieros civiles Raúl Conde Rivera, José Ignacio Rincón Pérez y Benito Muñoz Hernández, quienes contaron con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública, bajo el convenio número 088-01-0178.
En entrevista, Raúl Conde confirmó su participación en el trabajo y explicó que cada uno de los participantes tuvo un aporte en distintas ramas. Rincón Pérez se encargó de los materiales y suelos, Muñoz Hernández del análisis de taludes y él de los análisis hidrológicos.
En el documento al que Hora Cero tuvo acceso, los especialistas hacen un listado de las áreas con mayores problemas y colocan a la zona Valle en primer lugar de riesgos, seguido de los sectores de Silla y Cumbres-San Jerónimo.
“En la primera de ellas (Valle), la gran cantidad de arroyos que se generan en las laderas de la sierra conducen importantes caudales, sobre todo durante lluvias de larga duración, pues las grandes pendientes del terreno magnifican el problema por la alta velocidad con la que escurre y, agregando a esto la modificación de la red de drenaje natural por efecto de la urbanización, trae como consecuencia enormes pérdidas materiales por los daños en las construcciones cuando se presentan estas condiciones”, citan.
Sin embargo, no sólo la lluvia preocupó a los especialistas, sino también la composición del suelo en esa parte de la zona conurbada.
“En la zona Valle los principales problemas se deben al estado suelto de los materiales granulares que cubren a las rocas consolidadas, en donde se producen importantes fenómenos erosivos por el escurrimiento del agua en los arroyos y el depósito de los materiales transportados en áreas bajas, lo que ocasiona daños en zonas residenciales tanto en construcciones como en obras de drenaje pluvial”, aseguran.
Incluso, criticaron que desde entonces se confiara demasiado en la construcción de taludes para intentar detener los daños en el suelo y ofrecer estabilidad estructural a las viviendas.
“Los problemas de construcción de esta zona son muchos y muy variados, ya que se ha sobreestimado la estabilidad de taludes naturales, los cortes en las calles y la resistencia de los materiales de cimentación”, escribieron.
Los especialistas fortalecieron su tesis con los constantes derrumbes que desde entonces se registraban en algunas calles de la zona que comprende colonias con un alto nivel económico, como lo son Villa Montaña, La Cima, Mirasierra, El Rosario, Pedregal del Valle, Villa del Pedregal, Balcones del Valle, Sierra del Valle, San Angel, Residencial Chipinque, entre otros.
“Un caso muy frecuente de problemas en esta zona lo constituye la inestabilidad de los bloques de brecha en los cortes realizados durante la construcción de las calles, su estabilidad es precaria y su equilibrio se ve roto por los desprendimientos de las gravas y arcillas que les sirven de sustento, mismas que al ser arrastradas por el agua de lluvia produce un desequilibrio, rodándose pendiente abajo, dañando las construcciones o bien destruyendo pavimentos e interrumpiendo el tránsito vehicular; son comunes también los deslizamientos del taludes en los cortes de la lutita durante la época de lluvias, al acelerarse el proceso de intemperización en ella por efecto de: saturación, pendiente del talud y estratificación de la roca”, citan.
De hecho, los autores del estudio pusieron como ejemplo de los riesgos la caída de un edificio de seis niveles siniestrado en la zona de Valle el 26 de septiembre de 1988, días después del azote del huracán Gilberto.
“Esta edificación se ubicaba en una pequeña cañada en que el cauce del arroyo fue cortado y rellenado durante la construcción de la calle; los materiales superficiales muestran un conglomerado con fuerte cementación bajo el cual se encuentran depósitos de arcilla con gravas y boleos, además de depósitos de fragmentos de lutita”, indican.
LA LLUVIA Y LOS CERROS, MALA COMBINACION
De acuerdo al resumen del estudio, su objetivo era describir y analizar “el estado actual de la urbanización en las sierras que bordean la ciudad de Monterrey N.L. y su área metropolitana, el crecimiento de su población y el área urbana; las condiciones topográficas, hidrológicas, geológicas y suelos que constituyen el marco donde se desarrollan importantes núcleos habitacionales”.
Para este trabajo, los especialistas dividieron la zona metropolitana en tres zonas: Valle, Silla y Cumbres-San Jerónimo.
En el documento no sólo presentan un análisis de las condiciones del suelo en estas áreas, las condiciones del clima en la entidad y el crecimiento poblacional, sino hasta un histórico de las precipitaciones pluviales que se han registrado en Nuevo León desde la década de los veintes.
Para los autores, el análisis de las lluvias es importante por el efecto de erosión que las precipitaciones tienen en los terrenos de las zonas serranas donde se han construido complejos habitacionales.
Como resultado de su revisión, consideraron que la zona de Valle es la que más riesgos tiene, debido a la gran cantidad de arroyos que drenan el agua de lluvia en el flanco de la Sierra, un problema que se intentó solucionar “mediante la construcción de calles con desarrollos sinuosos, a base de cortes de elevados taludes, terraplenes, muros de contención y puentes”.
“Estos arroyos tienen longitudes reducidas y cuencas pequeñas pero con grandes pendientes, lo que ocasiona un drenaje a alta velocidad produciendo erosión de los materiales finos”, refieren.
A ello hay que agregarle la invasión de las cuencas de algunos arroyos con la creación de algunas colonias del sector.
“La urbanización se ha desarrollado en algunas áreas ocupando los cauces naturales de los arroyos, cuyos ejemplos típicos se presentan en las Colonias Barrancas de Tampiquito, Balcones del Valle, Villas del Valle, Villa Montaña, Hacienda el Rosario y Residencial Chipinque entre otras; las obras de canalización de los arroyos son, generalmente, insuficientes para drenar el agua durante lluvias extraordinarias”, citan.
En su estudio, los autores encontraron que las áreas de Silla, en Guadalupe; Cumbres-San Jerónimo en los municipios de Monterrey y Santa Catarina; Mitras, Topo Chico y Loma Larga, son las que representan menos problemas.
“Los problemas son menores, tanto en magnitud como en número de casos, debido a la extensión de las cuencas que drenan. Una obra de drenaje bien diseñada para Los períodos Hp-D-Tr, no tiene por qué generar problemas de socavación ni azolve en la urbanización superficial”, indicaron.
Producto de su análisis, los autores recomendaron una serie de acciones, especialmente en el municipio de San Pedro Garza García, con la que se evitarían problemas mayores.
“Es importante que en los terrenos que faltan por urbanizar, aguas abajo sobre todo en la parte oriente de (San Pedro) Garza García se tomen en cuenta las áreas mínimas necesarias para drenar los escurrimientos superficiales de la zona, ya que la urbanización desordenada que se lleva hasta el momento, está rellenando arroyos reduciendo considerablemente el área hidráulica, actuando como represa agravando más el problema de drenaje. Es importante diseñar un nuevo sistema de drenaje pluvial que dé solución integral en toda la zona y no en forma puntual”, manifestaron.
UN AÑEJO PROBLEMA
En el apartado de conclusiones, los autores del estudio revelan muchos problemas que en la actualidad siguen vigentes, especialmente en el área de Valle, donde las condiciones del suelo representan un riesgo.
Incluso, criticaron que en ese entonces se hayan ignorado los riesgos latentes.
“Hasta ahora no se han hecho mayores esfuerzos, por parte de las autoridades competentes como de los propietarios, para cuantificar la magnitud del problema que enfrenta la zona Valle en cuanto al comportamiento del suelo del área y su distribución a profundidad”, aseguran.
Sin embargo, una de las conclusiones más sorprendentes habla sobre los cimientos de las viviendas construidas en esta zona y los efectos que tienen sobre ellas la edificación de nuevos complejos habitacionales.
“En la mayoría de los casos, en los edificios de apartamentos y las construcciones importantes de la zona Valle tienen cimentaciones someras, cuyo comportamiento está supeditado a las variaciones de capacidad de carga del suelo y sus deformaciones, cuya estabilidad se modifica constantemente por las nuevas construcciones y la apertura de calles en los nuevos fraccionamientos”, sentenciaron.
Esta conclusión toma relevancia cuando se recuerda que la tragedia en el fraccionamiento La Antigua se debió precisamente a que las obras de construcción de una torre afectaron las cimentaciones de cuatro viviendas, las que finalmente se vinieron abajo.
RECOMENDACIONES PARA EL FUTURO
Al final del documento, los autores emiten 10 recomendaciones para evitar mayores problemas con la urbanización de las zonas serranas del área metropolitana.
Entre estas recomendaciones está la adopción de la zonificación hidrológica para el cálculo y diseño de las obras de drenaje pluvial en el área metropolitana de Monterrey, la revisión de los cálculos hidrológicos del diseño de obras de drenaje pluvial, que el plan de desarrollo urbano de Monterrey contemple, entre otras cosas, el respeto absoluto a los cauces de arroyos y ríos, declarándolos zona de veda para fines de edificación.
Además, se le pidió al Gobierno del Estado que promueva ante la Comisión Nacional del Agua la instalación de nuevas estaciones meteorológicas automáticas, equipadas con sistema de telecomunicación para prevenir a la población ante el riesgo de inundación, y la realización de estudios geológicos a detalle en las sierras que bordean el área metropolitana de Monterrey, con objeto de detectar posibles riesgos.
Sin embargo, las recomendaciones que más llaman la atención son las que hacen para la zona Valle, donde, 26 años después dos personas perdieron la vida en el derrumbe de cuatro viviendas.
“(Se debe) vigilar el comportamiento de cortes y terraplenes en la zona Valle mediante la instrumentación de sitios de observación, con objeto de prevenir deslizamientos en los mismos, además de colapsos en construcciones existentes. En el caso de terraplenes, evitar la sobre-carga que disminuya su estabilidad y construir obras de protección tales como muros de contención escalonados que evite la erosión y socavación (…).
“En el proyecto y construcción de edificios, en la Zona Valle se recomienda que las cimentaciones sean adecuadas a las condiciones geológicas del sitio, definido esto por un concienzudo estudio geotécnico que lleve a definir, entre otras cosas, la profundidad de la roca consolidada y la estratigrafía de los suelos, su continuidad y sus propiedades mecánicas. Lo anterior puede dar lugar a la construcción de cimentaciones especiales tales como pilotes, pilas, cilindros, losas o cualquier otro sistema que garantice la seguridad de la construcción”, advierten.