
En estos tiempos en que se discute tanto sobre la ética y la necesidad de autorregulación de los medios de difusión masiva, la atención de la opinión pública mundial se vuelca sobre Francia para debatir, en un tono jocoso, si es lo mismo la libertad de prensa que la libertad de prensar, pero también para preguntarse, en tono serio, si el ejercicio de muchos periódicos puede tipificarse como libertad o libertinaje.
No es de extrañar que el país galo sea objeto de este escrutinio en torno a la libertad de expresión, pues es un hecho que a lo largo de su historia ha conquistado territorios únicos para sus periodistas de los que no gozan otros en buena parte del mundo. Por eso a menudo aparecen en los encabezados de la prensa palabras y expresiones que no van de acuerdo con el buen gusto o el pudor defendidos por políticos, religiosos y representantes de la alta sociedad.
Así, en ciertos medios impresos de París no es de extrañarse si los lectores ven caricaturas del Papa desnudo, o si aparecen imágenes de políticos en situación comprometida o cualquier tema serio aderezado con un descarado humor negro y un lenguaje aterrador.
Pero esta vez, la razón de la diatriba internacional es que dos semanarios satíricos siguen siendo atacados en estos días en París por grupos integristas islámicos que inclusive incendiaron el Charlie Hebdo el 1 de noviembre de 2011, y por un poderoso consorcio de constructoras que demandó millonariamente a Le canard enchainé, debido a la publicación de caricaturas de Mahoma, en el primer caso, y a una investigación reporteril que señala supuestas evidencias de corrupción y tráfico de influencias, en el segundo.
A eso hay que agregar que Francia en estas fechas está metida de lleno en un proceso electoral en que el presidente Nicolás Sarkozy pretende reelegirse y ganar a su más férreo opositor, el socialista François Hollande, lo cual ha hecho fijar límites muy precisos a la libertad de prensa respecto a la investidura presidencial, zarandeada de fea forma en las páginas de los medios más populacheros pero de grandes tirajes entre los jóvenes ilustrados.
Sin embargo, se toma como una provocación y hasta como una estrategia de mercadotecnia del Charlie Hebdo haberse metido con los musulmanes, ya que los editores saben bien que Francia cuenta con más de 5 millones de habitantes que profesan el Islam, que es el mayor número entre todos los países europeos atestados de africanos que leen fervientemente El Corán, y que muchos de ellos son fanáticos o fundamentalistas de esta religión.
También es un hecho muy fresco aún en la memoria la persecusión que estos grupos furiosos desataron contra Salman Rudshi cuando publicó sus Versos Satánticos en Londres, y, no se diga, la reacción que en 2006 provocó un periódico danés que también caricaturizó a Mahoma en sus páginas. Este periódico francés, el Charlie Hebdo, esa vez secundó la irreverencia publicando once planas de caricaturas del profeta realizadas por Kurt Westergaard, quien hasta ahora vive entre atentados y sueños de horror.
Esta vez el periódico, que aparece cada miércoles y se vende en toda Francia, presentó burlonamente a Mahoma como “redactor jefe invitado” prometiendo 100 latigazos “si no te mueres de risa”, como resultado del triunfo de los islamitas en las elecciones presidenciales de Túnez. El título era una parodia ofensiva al sentimiento mahometano: “SHARIA EBDO” que evoca la ley con que se castiga a las mujeres que han sido noticia internacional por haber sido sorprendidas en adulterio.
El resultado es que en la madrugada del 1 y 2 de noviembre individuos inicialmente sin identificar lanzaron bombas incendiarias a las instalaciones del semanario al mismo tiempo que su página web fue paralizada y la pantalla sustituida con una foto de la Meca, la ciudad sagrada de los musulmanees, con una frase en letras grandes: “No hay más dios que Alá”. Posteriormente un grupo identificado como turco reivindicó el acto vandálico que obligó al Charlie Hebdo a buscar apoyo del grueso de la prensa francesa, dado que inclusive Facebook cerró su página oficial.
El revuelo informativo favoreció a los directivos del medio al darse a conocer éste en todo el mundo y ser foco de atención de lectores que antes no sabían que existía, además de que saltaron a la palestra con entrevistas que les dieron vuelo a sus puntos de vista: “Le pedimos al profeta que nos dirigiera”, dijo uno de esos directivos, “y Mahoma no se hizo del rogar: aceptó”. Muy sonriente, el también dibujante defendió su obra satírica “y nuestro derecho a mofarnos de cualquier cosa”.
También dijo que “la libertad a echarse una buena risa es tan importante como la libertad de expresión”. Y la publicación no bajó la guardia ni siquiera con sus humeantes instalaciones al fondo, pues los editores encontraron cobijo en el diario Libération que les facilitó su equipo a los redactores para concebirlo en tanto que Le Monde les dio acceso a sus ordenadores en los números siguientes al ataque de los integristas islámicos, quienes volvieron a amenazar más duramente por sacar una portada el 10 de noviembre en la que proclaman que “el amor es más fuerte que el odio”, con una viñeta en la que un caricaturista del Charlie Hebdo le planta en la boca a un bien identificado musulmán.
Charlie Hebdo, fundado en 1992, se considera de izquierda y que tomó su nombre de una publicación satírica anterior que existió entre 1969 y 1981 (primero como Hara Kiri, Hara-kiri hebdo y finalmente como Charlie Hebdo). Poco conocido en el mundo hispanoparlante, ha cobrado relevancia internacional desde que se involucró en la controversia sobre las caricaturas de Mahoma en 2006, pues Charlie Hebdo republicó las caricaturas aparecidas originalmente en el periódico danés Jyllands-Posten en febrero de 2006 (y cuya republicación había costado poco antes el puesto al director de Libération), y fue el medio que publicó el manifiesto de 12 intelectuales como Salman Rushdie o Bernard-Henri Lévy a favor de la libertad de expresión y en contra de la autocensura (1 de marzo) y fue demandado por autoridades islámicas francesas, acusándole de un delito de “injurias públicas contra un grupo de personas en razón de su religión”. El juicio contra el director del semanario, Philippe Val, comenzó en febrero de 2007 y fue considerado una piedra de toque respecto a la libertad de expresión.
Enemigo a morir de todo lo que huele a derecha o conservadurismo, no es raro que el Charlie Hebdo también se eche en contra a quienes defienden al Papa y a su Iglesia o sus símbolos, pero los católicos o son más dejados o son más tolerantes y sus protestas no tienen los alcances de los judíos o musulmanes.
Por eso ahora el semanario está feliz porque su sede fue atacada con cócteles molotov provocando grandes daños tras publicar un número especial en referencia a la victoria de los islamistas en las elecciones de Túnez, y su fama sigue creciendo ya que no baja la guardia en su afán de notoriedad y en defensa de lo que los editores llaman libertad de prensa o libertad de pensar y que sus críticos tipifican como “libertad de prensar”.
LE CANARD ENCHAINÉ
Otro medio impreso semanal de gran prestigio en toda Francia por dedicarse de lleno al periodismo de investigación es Le canard enchainé, pero llama mucho la atención que es neutral y no admite ni un solo anuncio, además de tener un formato de ocho páginas muy mal diseñado, en blanco y negro, con mucho texto y caricaturas pero sin fotografías ni arte alguno que lo distinga en su presentación.
Sin embargo, goza de una enorme aceptación por su antigüedad, ya que nació en 1915 contra la élite francesa, y también por los golpes periodísticos que le siguen llenando las arcas de muchos euros, si tomamos en cuenta que en el 2010 ganó 4.5 millones de euros gracias a la venta de 500 mil ejemplares cada miércoles.
Su nombre ha sido sinónimo de periódico, en francés, pues en el argot de la prensa decir canard es significar cualquier medio impreso de escándalo o notas falsas, aunque la traducción literal es pato encadenado.
Hoy se ha puesto de moda por haber sido demandado por difamación de parte del gigante de la construcción, el Grupo Bouygues, que reprobó el reportaje publicado a fines del año 2011 señalando supuestos actos de corrupción y tráfico de influencias en la asignación de obras de un ente público. Lo que ha llamado poderosamente la atención de la opinión pública nacional e internacional es la suma estratosférica que la empresa exige como reparación del daño: 9 millones de euros.
Michael Gaillard, su director, y sus reporteros Hervé Liffran y Christophe Nobili han recibido un significativo respaldo de sus colegas galos pero no han dejado de aportar sus trabajos de fondo para enriquecer las páginas de Le canard enchainé (el pato encadenado) que continúa en la cúspide del mercado de la prensa.
“La razón es muy simple: la gente quiere leer lo que no encuentra en otros medios. Y cuando se siente satisfecha de lo que le das y de tu independencia del poder de las élites, el éxito es seguro en el mundo de la prensa”, sostienen los demandados.
Habla Philippe Stoesslé
Philippe Stoesslé es un profesor de la Preparatoria de la Universidad de Monterrey, Unidad San Pedro, y desde 2006 que llegó a La Sultana del Norte no ha dejado de mantenerse al tanto de estos medios, pues su formación académica lo orienta a buscar información de actualidad por todas las vías.
Al entrevistarlo respecto a estos dos medios, puntualizó: “Charlie Hebdo y Le canard, efectivamente, salen los miércoles. Ambos son muy conocidos, pero Charlie es más libertario que el Canard que es más un periódico de investigación muy serio y más que todo muy bien informado de lo más secreto del mundo político. Charlie asume una línea editorial muy de izquierda, mientras el Canard es más neutral. Por lo tanto tienen públicos diferentes. Charlie es satírico, pero muy grosero y vulgar a veces. Son abiertamente ateos y en contra de todos los fanatismos políticos o religiosos. Por lo mismo de su “extremismo” en la crítica y en sus representaciones gráficas a veces chocantes para ciertas personas, mucha gente conservadora rechaza abiertamente su contenido”.
Conocedor del periodismo de su país, el profesor Philippe añadió: “El Canard se enfoca más a denunciar escándalos políticos (por ejemplo las relaciones secretas entre los políticos y el mundo de los negocios, la corrupción, las notas secretas entre los dirigentes, los contenidos de las juntas secretas de los partidos, etc.).
“Ambos tienen una sección cultural en la que recomiendan libros y películas. Charlie tiene editoriales de fondo, muy filosóficos a veces. Ambos rechazan la publicidad para mantener su independencia total. El Canard impresiona mucho en el mundo político, porque han sacado a la luz pública un sinfín de escándalos que sin ellos probablemente nunca hubieran salido. De hecho, cuando sacan una información o una denuncia de algún político, pocas veces la dan entera, siempre guardan más ‘en reserva’ por si la persona involucrada niega o los demanda públicamente”.
Asimismo, el profesor de la UdeM ratificó: “Ambos se venden en todo el país. Charlie empezó siendo Hara Kiri al inicio de los años 60; el Canard , en cambio, va a cumplir 100 años (nació durante la Primera Guerra Mundial, en 1915)”.
Y concluyó: “Realmente el Canard es muy interesante, porque es serio y reconocido, con periodistas y dibujantes de gran calidad, sin jamás perder el aspecto satírico y humorístico que lo característica. En lo personal, no conozco ningún otro periódico o revista equivalente en el mundo”.