
Para la señora Francisca Campus Martínez, el tener fe y servir al prójimo han sido la principal fuerza para salir adelante. A lo largo de la vida ha tenido grandes retos que enfrentar.
Estar al cuidado de sus dos hermanos que sufrían de ataques epilépticos y luego esquizofrenia; ayudar a su madre de 95 años, que padecía de Alzheimer; y cuidar a su hija Laura que padece invalidez con secuelas de mielomeningocele, la han llevado a sacrificar su salud, dejando a un lado el problema de trombosis, para poder cumplir con la labor de madre.
“Mis hermanos ya murieron y mi madre también, ella me ayudó mucho con Laura, y viceversa porque aunque mi hija a sus 30 años no puede caminar, nació con el problema. Me ayudaba a bañarlos, teníamos que ayudarnos, tenemos que cumplir con nuestro deber, las madres tenemos que ver por nuestros hijos.
“Ahora la atención es con mi hija todos los días a hacerle la diálisis, gracias a Dios tiene seguro si no, no sé cómo le haríamos. Recibimos una pensión por parte de mi esposo que es de mil 500 pesos por mes, he tenido que ser padre y madre para mis hijos, pues él falleció hace muchísimos años.
“Ha sido mucho para mí solita, pero hay que seguir; los riñones de Laura ya no trabajan y tiene que usar diálisis dos veces al día, toma mucho medicamento. Le cambiamos la sonda cada 15 días, vamos a la Clínica 4, se hace la lucha aunque sabemos que ya no hay salvación”, comentó la señora, a quien también le falla la vista.
La vecina de la colonia Tolteca, en el municipio de Guadalupe no se ha atendido el problema de trombosis que tiene desde hace 10 años, ya que según le han comentado los médicos pasaría semanas internada en la clínica.
Por este hecho prefiere seguir ayudando a Laura, sacrificarse y no hacer caso a su salud, aún y cuando se encuentre en peligro de muerte.
“Se me paraliza la pierna, cuando hago cosas en la casa o quiero salir tiene que ser antes de esa hora, porque después se me duerme la pierna y no responde; he preguntado a algunos médicos y me dicen que si no me atiendo se me puede formar un coágulo que irá al cerebro y luego moriré, pero prefiero cuidar a mi hija, si no quién me la cuida y yo internada, nadie más le hace caso a mi hija”, dijo al tocar su pierna.
Para mantenerse sale a los mercados a comprar ropa que luego revende en otro, las ganancias son mínimas, oscilan en los 150 pesos, pero sólo son dos días a la semana, con los ingresos alcanza a comprar leche, huevo, tortillas y frijoles; su hijo Eliud trabaja como lavacoches y el dinero que obtiene es poco.
Aunque estudió una la carrera técnica en programación de máquinas computacionales, no la ejerció, y se dedicó a trabajar en una empresa de galletas y en la central de autobuses.
La casa ubicada en calle 14, número 2219 en la que habitan los tres, es pequeña; cuenta con dos cuartos y una cocina que parece una “cascada de agua”, pues el techo es de lamina y está deteriorado, lo que provoca que se inunde, incluso llega hasta el piso de las habitaciones mojando zapatos, ropa y hasta la silla de ruedas de Laura.
“Se nos moja la cocina, mi hijo nos ayudó a poner el piso al lado para que Laura pueda moverse, pero para poner un techo está muy caro todo, no nos alcanza”, dijo la mortificada madre de familia.
En las paredes cuelgan las fotografías de aquellos que ya se fueron, y en las esquinas la fe predomina con las figuras de Jesucristo y San Judas Tadeo, el patrón de los casos difíciles y desesperados.
“Le pido mucho a mi santito para que me ayude, la fe es muy importante, no cambio riqueza por todo lo que me ha dado, sé que si voy de la mano, nos va a ayudar.
“Las madres siempre queremos lo mejor para los hijos, a veces lloro, pero no dejo que ellos me vean, mi madre siempre fue muy fuerte, aún a sus 95 años, y nos enseñó buenos principios, nunca se quejó de nada; me gusta servir a toda la gente, en lo que puedo y mi Dios me da más”, mencionó la señora Francisca quien tiene 57 años de edad y es madre de cinco, tres de ellos ya casados.
NO HAY 10 DE MAYO
A diferencia de otras mamás, esta no sale a festejar el 10 de mayo, sólo lo hace con una pequeña comida y Laura le toca un disco de Las Mañanitas.
“Hay que consentirla cuando se pueda, ella hace mucho por nosotros, a mí me hubiera gustado tener hijos, pero no puedo”, comentó Laura.
“No hay Día de las Madres, ni vacaciones, siempre estoy al pendiente de mi familia”, dijo en tono optimista Francisca.
Aunque después con resentimiento para aquellas personas que no ven a sus madres, tocando la frente expresó que “a la madre se le ve en la casa no en el hospital, ni en el panteón”.
Lo anterior por el trato que sus hermanos dieron a su madre al no visitarla en vida, ni ver por su salud.
APOYOS A LAURA
Los apoyos que Laura ha recibido son pocos. Le han regalado una silla de ruedas, pues la que aún tiene está deteriorada. Además anteriormente pertenecía al coro de una iglesia, pero sólo estuvo algunos meses, ya que la tos no le permitió continuar.
Sus compañeros han sido solidarios y le han llevado despensas a la casa y le gusta estar activa en su hogar por lo cual se pone a barrer, trapear, cocinar aunque esté en la silla de ruedas.
Las comidas que prepara su madre son caldos de pollo, pues no debe consumir alimentos que tengan conservadores.
Hasta los siete años usó una avalancha y fue en el 2005 con grandes sacrificio su madre pudo comprarle una silla de ruedas de segunda, la cual tuvo un costo de mil 500 pesos.
“Así andaba, salía con mi mamá a vender, trapeaba. Sé que no me voy a mejorar, pero trato de vivir; en ocasiones me siento muy mal, incluso hace un mes pedí que ya me trajeran al sacerdote, me duelen las diálisis y sé que nunca podré caminar”, dijo la joven Laura, mientras tocaba sus pequeños pies.
A lo largo de la vida ha recibido varias operaciones, pero sin resultados. Actualmente pesa 54 kilos, se maquilla sola, le gusta escuchar música, es aficionada de los Tigres y además tiene novio, al cual quiere mucho.
Sus sueños de estudiar se quedaron parados en tercer año de primaria, pues su condición no le permitió seguir, en la casa se ponía a leer libros con el apoyo de su madre.
“La vida me ha enseñado a seguir, cuando tengo que hablar fuerte para defender a mi familia y que atiendan a Laura en el seguro, lo hago. La base de un hogar son las buenas costumbres y sobre todo ver por el prójimo, es mejor no pensar en tanto problema y ver lo hermoso de la vida”, concluyó la señora Francisca Campus, un ejemplo de amor maternal.