El letrero de “se rentan departamentos” nunca lució tan desesperado como ahora; colocado sobre fachadas de edificios cuyos frentes no son más que calles vacías y silenciosas, se repite en cada esquina y rincón de esta zona, que apenas años atrás era una pujante área llena de vida, alimentada por la actividad y consumo de cientos de jóvenes, principalmente foráneos y extranjeros, quienes atraídos por su sola ubicación llegaban a residir en las decenas de condominios de la famosa zona Tec”, al sur de Monterrey.
Ubicada alrededor de la institución privada más importante de México y una de las más reconocidas en América Latina: el ITESM, el área circunvecina del centro de enseñanza fue durante mucho tiempo una de las de mayor atracción de la metrópoli en donde el español con sus diferentes acentos convivía con el inglés, francés, alemán, japonés, coreano y demás lenguas hablados por estudiantes.
Por su parte, los negocios del sector eran privilegiados: departamentos, restaurantes, lavanderías, estéticas, centros nocturnos y tiendas tenían una gran afluencia de clientes, cualquier día de la semana y sin importar la hora, pues el tiempo no transcurría por el lugar, ya que el movimiento era el mismo durante la mañana y noche.
Pero ahora el escenario es diferente, el asfalto enmudece durante la noche, al igual que algunos negocios que cierran sus cortinas antes de que la oscuridad los alcance, los restaurantes ya no lucen abarrotados y menos los apartamentos que aguardan impacientes la llegada de inquilinos.
Como en otras partes de la ciudad, la inseguridad pegó en la zona del tecnológico y el golpe que dejó caer fue duro, a tal grado que logró ahuyentar a una parte considerable de la sedentaria comunidad estudiantil, quien no soportó ser víctima de los delitos y simplemente se marchó.
Las amenazas, asaltos y robos fueron incrementándose en la zona, pero no fue hasta el 19 de marzo de 2010 cuando un suceso realmente marcó el destino de la conocida zona tec: aquel día, un sonido hasta entonces desconocido sacudió la tranquilidad de la noche, las detonaciones de arma de fuego y el sonido de explosión de las granadas provocó el terror en el área, que por primera vez vivió un enfrentamiento entre fuerzas afederales y sujetos armandos.
Ese hecho para algunos fue la gota que derramó el vaso y llegó solamente a evidenciar la inseguridad que ya imperaba en el área.
YA NADA ES IGUAL
En un día común y corriente, alrededor de las 17:00 horas, un par de jóvenes corren por el parque de la zona sin importar que el termómetro esté arriba de los 38 grados centígrados y los rayos del sol aún los abrace, de hecho es lo que ellos prefieren.
Temen que la oscuridad los alcance y con ella los riesgos de inseguridad, que en realidad ya no tiene un horario para atacar.
Y así como ellos, el resto de los habitantes que aún permanecen en la zona han tomado diversas medidas de precaución con el fin de no formar parte de las estadísticas que arroja la violencia en el sector.
Uno de ellos es Enrique Madrid, quien desde hace 16 años vive en la colonia Tecnológico y ha presenciado cómo drásticamente la vida en el área cambió.
Para él desde hace poco más de siete años la tranquilidad fue secuestrada y en su lugar la desconfianza y miedo arribaron al lugar.
“Pues como de unos siete años para acá siento que bajó la actividad en la zona, fácil como un 70 por ciento. Debido a la delincuencia es que ha bajado bastante el movimiento en la zona”, mencionó el colono.
Como todo joven uno de los mayores atractivos que encontró en la zona fue la diversión, ya que se caracterizaba por ser un área activa, que combinaba perfectamente el estudio y la fiesta.
“Antes era de empezar la fiesta desde el jueves, le seguías viernes, sábado y hasta el domingo. Antes a las 5 de la mañana parecían las 10 de la noche por aquí, había mucha gente afuera, en fiestas, cenando, caminando. No, ahorita ya no hay nada”, indicó Enrique Madrid.
Como consecuencia, la gente optó por hacer reuniones en casa, tratando de salir lo menos posible, pero no es suficiente, ya que la inseguridad no sólo está a las afueras, también tocó a la puerta de los vecinos, quienes no se han escapado de ser víctimas de robos y asaltos.
Por tal motivo, colonos como Enrique se han visto en la necesidad de comprar perros guardianes que cuiden de sus propiedades.
“Pues yo ya no vivo en departamento, tengo rato que me cambié a una casa y pues la verdad es que sí me compré dos perros, dos perros –rottweiler- porque ya han intentado meterse a robar a la casa”, mencionó.
La población del área es fluctuante, pues en su mayoría son estudiantes, quienes van y vienen, pero desde hace un par de años ya sólo se habla de partidas definitivas, principalmente por parte de extranjeros, quienes han abandonado la ciudad para dirigirse a otras ciudades como Guadalajara y el Distrito Federal o en los casos más extremos huir del país.
“Un taxista me comentaba que en estas fechas por lo menos ha llevado a 12 personas de la zona al aeropuerto porque ya se van, ya no van a regresar porque piensan volver a sus estados”, comentó Enrique.
ÉXODO DE ESTUDIANTES
El recrudecimiento de la inseguridad en la ciudad fue titular no sólo en México sino que también hizo eco a nivel internacional, lo que orilló a que familiares, universidades y autoridades pidieron a sus ciudadanos tomar precauciones en Monterrey o regresar a su lugar de origen, algunos de ellos alojados en la zona tec.
Esto bien lo sabe Enrique Madrid, quien durante mucho tiempo convivió con estudiantes de otras nacionalidades.
“Había muchos extranjeros, de Bélgica, Francia, Panamá, Perú, Alemania, de muchos países, pero ya se fueron. Yo tenía muchos amigos de otras partes y platicando con ellos me dijeron que ya se iban por la inseguridad en Monterrey y por la zona”, mencionó Enrique.
Las palabras de este colono son reforzadas por la estilista Rosaura Gómez Galavíz, quien tiene ya 26 años trabajando en la zona y al igual que Enrique ha presenciado la huida de estudiantes, principalmente extranjeros, debido a la inseguridad.
“Sabíamos que la mayoría del extranjero sale de estudiar por la escuela, obviamente, pero también por la fiesta, pero ya ni eso hay en la zona, ya no podían salir y mejor quisieron irse a otro lugar más seguro”, indicó la estilista, cuyo oficio le permitió conocer a un alto número de estudiantes.
Rossy, como la llaman sus amigos, recuerda con nostalgia cuando el área era tranquila y al pasear por sus calles lo único que se lograba escuchar eran las sonrisas de los vecinos, combinadas con música y canto en todos los idiomas.
“Antes nada más oscurecía y toda la bardita se llenaba de los estudiantes que se ponían ahí (señala a la construcción), este edificio que está sobre la calle Agrónomos era de panameños y siempre tenían fiesta, siempre estaba lleno de gente. Agarraban la fiesta desde el jueves, viernes, sábado, domingo y nadie les decía nada porque nadie se metía con nadie, ellos tenían su relajo y todos agusto, pero pues ya nada de eso se ve”, comentó Rossy.
En su percepción, fue desde hace tres años cuando comenzó el declive de la zona, pero fue en diciembre del año pasado cuando decenas de sus clientes le dijeron adiós, pues se marcharían de la ciudad, a otras que consideraban más seguras.
“Muchos clientes míos se despidieron de mí en diciembre porque iban a hacer cambios, se iban a la ciudad de México, Guadalajara porque ya no querían estar aquí por la inseguridad y luego se esperaban inscripciones y no hubo mucha gente que se inscribiera al Tecnológico”, dijo la estilista.
El éxodo de estudiantes no sólo enmudeció la zona, sino que también rompió el equilibrio de la simbiosis formada por el alumnado y el comercio.
TRUENAN NEGOCIOS
La estrepitosa caída de los comercios de la zona no es difícil de explicar: la inseguridad ahuyenta a los estudiantes, quienes abandona la zona, por lo que los comercios se quedan sin clientes y tienen que cerrar.
Una de las afectadas es precisamente Rosaura Gómez, quien menciona que muchos negocios ya no existen porque ya no hay gente. En su caso, el golpe fue de casi un 50 por ciento.
“Mira vamos a ponerle que antes a diario tenía entre 30 ó 35 clientes, ahorita tengo 10 ó 15 diarios. Y eso no nada más a mí, de hecho, lavanderías, restaurantes, todos nos quejamos del mismo mal. Y es que le afectó al Tec y nos afectó a todos los negocios de alrededor porque nosotros dependemos de los estudiantes del Tecnológico”, mencionó Rossy.
Sea cual sea el giro, la inseguridad los ha golpeado a todos por igual, incluso al sector inmobiliario, uno de los más demandados de la zona.
“A todos les ha bajado. Yo conozco al administrador del edificio de aquí de enfrente (señala el inmueble) y se vino a cortar el pelo el sábado. Me estaba diciendo que tienen un edificio de 35 departamentos y sólo tienen rentado siete, siete nada más”, mencionó.
En sus palabras, anteriormente la gente se peleaba los departamentos y era tanta la demanda que incluso se podría observar a siete personas viviendo en un mismo departamento, pero en estos días sólo se ven dos o tres.
Aunado a la falta de clientes, los comerciantes de la zona no se escapan de ser presa de los actos delictivos, como el caso de Rossy que ya fue asaltada en dos ocasiones en su propio local.
“Dos veces me han asaltado, la primera vez fueron dos jóvenes, era temprano, entraron con pistola en mano, yo estaba sola y me asaltaron. La segunda vez fue hace tres meses, aquí estaba más gente, entraron, nos asaltaron a todos con pistola en mano e igual eran dos, un sábado a las 4 de la tarde. La segunda, yo estaba cortando el cabello, entra un chico me pregunta que a cuánto tengo el corte de cabello, le digo el precio se sale y en eso ya regresa acompañado y con la pistola, nos apuntan, nos dicen que bajemos la cabeza, que no gritemos, que no hagamos ningún movimiento y que cooperemos y que les demos todo lo de valor que traigamos, éramos como seis personas”, comentó impotente la estilista.
Al igual que el resto de los habitantes, los comerciantes también han tenido que cambiar sus rutinas de trabajo como adelantar horarios de cierre, invertir más en seguridad o incluso replicar la acción de los estudiantes: alejarse de la zona Tec.
“Sí he pensado en cambiarme, está en planes, aunque ya esté igual en todos lados, pero ya se siente uno más seguro en su casa. Entonces sí me quiero mudar, primer motivo por la inseguridad y dos porque ya no hay clientes, entonces ya no es negocio”, puntualizó Gómez.
La afamada zona se ha convertido en una utopía, ya no es más aquella área de atracción para estudiantes que un día fue. El movimiento continúa, aunque no al mismo nivel. Por su parte, los colones del sector han optado por tomar medidas que les ayuden a sobrellevar la crisis que actualmente vive el área, finalmente la ciudad entera se está convirtiendo en un lugar asolada por la inseguridad.