Nuevo León despertó con el horror de un hecho que parecía salido de una película de terror: una joven madre, quien escapaba de la violencia intrafamiliar, asesinó a sus tres hijas y luego se quitó la vida. Y aunque los hechos consternaron a la sociedad regiomontana, en la colonia donde la mujer vivía no hubo tanto impacto, pues casi nadie conoció a la hoy occisa y a sus hijas.
Parecía un relato macabro de esas leyendas de Nuevo León que erizan la piel de quien las escuchan: una mujer había degollado a sus tres hijas y posteriormente se quitó la vida de la misma manera en un domicilio del municipio Salinas Victoria.
No era así. Se trataba de una noticia que conmovió a gran parte de la sociedad regiomontana, al escuchar que una madre les arrebató la vida a sus tres hijas de 7, 5 y 2 años, irónicamente, para cuidarlas de un ataque de su pareja.
Era la mañana del viernes 1 de febrero y la tragedia ya inundaba los portales de internet, los noticieros locales y nacionales. Alrededor de las 2:00 horas en la calle La Corona de la colonia Paseo Santa Isabel, Ana Laura Prieto Cruz decidió acabar con la vida de sus pequeñas.
Poco más de 15 días antes había llegado a Nuevo León -aconsejada por sus familiares- procedente de Las Delicias Chihuahua, para abandonar una vida de mal trato y violencia de la que era víctima junto a sus retoños.
En aquella ciudad intentó ponerle un alto a Ever Ulises Godoy Álvarez, su pareja, denunciándolo en cuatro ocasiones, pero las autoridades no hicieron nada para detener las agresiones.
Esa vida de violencia ocasionó que Ana Laura desarrollara una profunda depresión que después la afectó psicológicamente.
Fue precisamente esa depresión lo que, según sus familiares, la llevó a cometer el crimen en contra de sus hijas, al sentirse acorralada por los problemas que tenía con su pareja.
Una fuente cercana a las investigaciones relató que el crimen se cometió cerca de las 2:00 horas, después de que Ana Laura escribiera unas últimas líneas, pidiendo perdón a sus familiares.
“Sólo Dios es la salvación, perdónenme hermanos, pero no voy a permitir que le hagan daño a mis hijas. Les ruego que recen para descansar en paz”, presuntamente fueron las últimas letras que estampó sobre una hoja de papel.
Luego tomó un cuchillo de la cocina y se dirigió al cuarto trasera de la vivienda marcada con el 262 de la mencionada dirección.
Su hermana América Prieto se encontraba laborando y ese era el momento perfecto para terminar con el sufrimiento.
Se cree que Ana Laura entró a la recámara cuando sus hijas Alex Camila, de 7; Laura Soe, de 5, y Mía Muriel, de 2, estaban dormidas, por lo que aprovechó la situación para no desatar el pánico entre las menores.
Con el cuchillo les causó heridas en el cuello y posteriormente Ana se hizo daño en la misma zona para morir junto a sus hijas.
Los peritos de la Agencia Estatal de Investigaciones encontraron los cuerpos de las niñas sobre las camas y el de Ana Laura en el suelo.
Pasadas las primeras horas del viernes, América Prieto llegó al domicilio, el cual se encontraba bajo llave, y al revisar la habitación para ver si todo se encontraba en orden, se quedó estupefacta al ver la escena.
América, quien se desempeña en la Policía Militar, narró como el terror se apoderó de ella y lo único que pudo hacer fue dar aviso a los cuerpos de rescate y avisar a demás familiares.
Los primeros en arribar fueron elementos de Protección Civil, sin embargo cuando los socorristas revisaron a las cuatro mujeres, ya no tenían signos de vida.
Inmediatamente dieron aviso a las autoridades y se montó un gran operativo. Fue el atípico ajetreo el que ocasionó que los vecinos se dieran cuenta de la tragedia.
Aunque sólo veían el transitar de las patrullas, nadie entendía lo que estaba pasando, así lo relató un vecino del sector que se encarga de una tienda de abarrotes.
“De repente comenzaron a llegar muchas patrullas, pero no sabíamos por qué. Después de un rato nos enteramos de que una mujer había matado a sus hijas”, contó el comerciante.
Cuando fue cuestionado sobre cómo era su vecina, se limitó a indicar que no la conocía y que si alguna vez la había atendido o alguna de las menores, no las conocía y no se acordaba de cómo eran.
Los medios de comunicación hicieron su trabajo al informar lo que había sucedido, lo que ocasionó que la sociedad neolonesa se conmoviera con los hechos, más no así los habitantes de ese lugar.
De la privada en donde se encontraba el domicilio de América, salió una madre de familia con dos niños.
Al ser abordada para que diera referencias sobre Ana Laura, señaló que en el poco tiempo que vivieron ahí, jamás convivió con ella, pero lo único que sabía era que la casa la rentaban.
“No tenían mucho aquí, no las conocí muy bien, pero esa no era su casa, la hermana rentaba desde hace unos meses”, expresó mientras cargaba una caja con frituras para vender al exterior de la escuela del barrio.
Transcurrieron las horas y las autoridades mantenían el área acordonada, eran pocos los que podrían atravesar las líneas amarillas, sólo quienes vivían detrás de ella.
Por la mañana varios vecinos se reunieron al exterior de una tienda para comentar lo que estaba pasando, pero todos compartían la incertidumbre de no saber de quién se trataba.
Cayó el medio día y las madres de familia acudieron a la escuela del sector para recibir a sus pequeños, misma escuela que en los próximos días habría de recibir a Camila, pues trascendió que Ana Laura ya realizaba los trámites correspondientes para que la mayor pudiera estudiar.
La mayoría de los vecinos cruzaban la escena del crimen sin mostrar algo de empatía, tal vez fue que Ana Laura tenía poco tiempo en esa colonia y aún no socializaba con los habitantes.
Pasadas las 13:00 horas, la calle principal Paseo Santa Isabel fue liberada por las autoridades, pero el acceso al sector La Corona seguía limitado.
América habría pedido a los jefes de las corporaciones que por favor restringieran el área por respeto a su familia y para que no se hiciera un show más grande por parte de los medios de comunicación.
Tres familiares de Ana Laura permanecieron en la zona entre abrazos y llantos, aún incrédulos de lo que había pasado.
No quisieron ofrecer detalles a la prensa ni platicar los planes, sueños y metas de aquella madre afligida por el dolor y la desesperación.
Ya para el sábado 2 de febrero, las autoridades entregaron los cuerpos de las cuatro mujeres y la familia decidió trasladarlos hacía Las Delicias, en donde les habrían de dar el último adiós.
Para el lunes 4 de febrero, ya se había localizado a Ever Ulises Godoy Álvarez, pero el director de la Agencia Estatal de Investigaciones, Esteban Cantú Morales, informó que las autoridades de Chihuahua descartaron su participación en los hechos.
Godoy Álvarez, quien cuenta con antecedentes penales, fue respaldado por las autoridades de aquella entidad, después de entrevistarlo y corroborar que al momento del crimen, él se encontraba en Las Delicias.
Fue así como terminó la tragedia que indignó a gran parte de la sociedad del norte de México, pues en redes sociales manifestaron su rechazo a la acción de aquella madre por querer terminar con un sufrimiento que sólo ella entendía.