
“¡El agua se los llevó! -decíamos-. ¡Se llevó al comandante Cortés! -repetíamos la frase-. ¿Viste? –nos preguntábamos-.”, relata Santiago González Soto en su libro “Los sobrevivientes del huracán Gilberto”.
Y es que lo que parecía una tormenta tropical más, registrada en el océano Atlántico, se convirtió en un hecho catastrófico que marcó la historia de Nuevo León. Fue el peor huracán del siglo XX.
A su paso dejó muerte, destrucción y una infinidad de memorias que a 25 años de distancia permanecen en la mente de los regiomontanos.
El Gilberto pisó tierras mexicanas llegando por la Península de Yucatán, el 14 de septiembre de 1988, pero dos días después, el 16 de septiembre, arribó a Nuevo León.
Durante esa mañana, el desfile conmemorativo de la Independencia de México transcurrió sin incidentes, y aunque la lluvia ya caía, los neoloneses disfrutaban sin preocupación de las atracciones.
La incredulidad de las primeras horas se transformó en miedo cuando a las 10 de la noche la lluvia retumbaba en techos laminados, automóviles y lonas.
Los vientos alcanzaron 298 kilómetros por hora derribando árboles y cableado, dejando incomunicados a colonias de municipios como Monterrey, San Nicolás, Apodaca, Guadalupe y Cadereyta. Miles de personas permanecieron sin agua potable, teléfono ni electricidad, mientras que tramos de las avenidas Constitución y Morones Prieto fueron destruidas por la fuerza del agua.
Domicilios, edificios, escuelas y puentes peatonales también fueron arrasados. Hubo deslaves en los ríos Pilón y Pesquería, pero fue en el río Santa Catarina donde se registró el hecho con mayor número de víctimas mortales.
En La Ciudad de las Montañas ocurrió el hecho más trágico, 160 personas perdieron la vida al quedar atrapadas dentro de cuatro autobuses en el cauce del Santa Catarina.
Desafortunadamente Monterrey no pudo ser protegido por la Sierra Madre Oriental y fue invadido por la tormenta.
La tragedia
Lo que parecía una cobertura normal para el reportero Santiago González Soto, se convirtió en caos, peligro y tragedia.
El reportero que en ese tiempo trabajaba en Canal 2 XHFB (ahora Televisa) llegó con la idea que cubriría el desfile conmemorativo del Día de la Independencia de México, efectuado en la Explanada de los Héroes.
Además se mantendría al pendiente, durante su jornada de guardia, de accidentes provocados a causa de las lluvias del huracán Gilberto, pero aún permanecía confiado en que el ojo del meteoro no afectaría a La Sultana del Norte.
“Me quedo a la guardia del desfile, no había tanta lluvia, ni tantos vientos, pero después de las 11 de la noche empezamos a sentir una lluvia más persistente. El río Santa Catarina apenas comenzaba a cubrirse de agua, pero todo parecía normal”, recuerda González Soto.
Conforme avanzaban las horas, la lluvia aumentaba y se reportaban más problemas de vialidad, así que el reportero decidió realizar una llamada a la Cruz Roja de Monterrey preguntando por novedades.
La operadora le informó: “No le puedo decir mucho en este momento, sólo que tengo cuatro autobuses atrapados en el río Santa Catarina a la altura del vado Santa Bárbara y el puente Miravalle”.
Con premura se dirigió a los camarógrafos, Fabián Rojas, Jaime Rodríguez y Ricardo Peña que lo acompañaron a la cobertura. Acudieron a la ubicación y sorprendidos, se preguntaban: “¿Por qué no se bajan de los autobuses?”.
“Llegamos y todo como escena de película con patrullas, sirenas, ambulancias, el correr de policías, socorristas, elementos del ejército y mucho barullo.
“Dijimos ´¡madre mía!, ¿qué está pasando?´, ´¿por qué están dentro del agua?´, ´¿por qué no se bajan del autobús?´”, contó.
En ese momento el agua apenas cubría la mitad de las llantas. Por eso los pasajeros tuvieron tiempo de salir.
González Soto mencionó que el hecho de que la autoridad no diera la orden de desalojarlos fue un factor importante que pudo marcar una diferencia en cuanto al número de víctimas mortales.
“No sabemos en qué momento ni por qué terminaron en el río. Una de las conjeturas que se hicieron fue que la corriente se los llevó, y quienes pudieron habernos informado fallecieron en el camino”, dijo.
Los recuerdos que tiene de esa noche son muchos, pero sin duda alguna los cuatro autobuses marcaron una tragedia conocida a nivel mundial.
Personas clamando auxilio sin suficientes socorristas, otras que en el intento por salvar sus autos perdieron la vida, fueron de los infortunios más lamentables provocados por el descomunal fenómeno natural.
“Cuando el agua comenzó a tapar las ventanas, la gente decidió salir, pero ya era tarde. Los autobuses que habían permanecido anclados, comenzaron a ser arrastrados por la corriente a tal magnitud que uno de ellos fue volcado.
“Por la feroz corriente el autobús se estrelló con el muro del puente y lo partió en dos”, recuerda González Soto.
Intentan acto heroico
Pero la tragedia estaba lejos de terminar. A la escena arribo un trascabo con elementos de la Policía Judicial del Estado, dirigidos por el comandante César Cortés.
Mientras el río Santa Catarina continuaba elevando su corriente, los pasajeros esperaban con ansias la ayuda del comandante César Cortés que con el trascabo buscaría salvar vidas.
A la labor de rescate se unió un voluntario, Rogelio Ayala, que colaboraría con elementos policiacos portando un chaleco salvavidas. Y aunque no les recomendaban ingresar a las turbias aguas que llevaba el río, el comandante, acompañando de cuatro elementos y el joven voluntario, se subió a la máquina que de repente cayó al río sin darles oportunidad de hacer nada.
Los cuerpos policiacos y Cortés habían atado sus cuerpos para aferrarse al automóvil con el que buscarían realizar el acto heroico, pero sin sospecharlo esos nudos ocasionaron su muerte. El único sobreviviente de ese acontecimiento fue Rogelio Ayala, quien no ató su cuerpo al trascabo y aunque fue arrastrado 30 kilómetros por la corriente, el chaleco lo hizo mantenerse a flote.
Sólo ocho pasajeros lograron escapar del cauce, algunos treparon a los techos del autobús aferrándose a su vida. Hasta la fecha, se desconoce el número exacto de víctimas mortales y desaparecidas, pero se estima que en ese hecho, al menos 160 personas fallecieron, por lo que ahora el río Santa Catarina es conocido como el cementerio más grande del Estado.
El amanecer del 17 de septiembre no brilló con el mismo sol, pues Nuevo León había sido devastado por muertes, heridos y desaparecidos a causa de los torrentes de agua.
“El Gilberto llegó a romper paradigmas y dejar en claro que la metrópoli no está preparada para recibir este tipo de fenómenos naturales”, aseguró González Soto.
Medios de comunicación
Fueron 13 días posteriores a la desgracia que las menciones y cobertura por parte de radio, televisión y prensa escrita dieron cuenta de los estragos del Gilberto; la situación seguía siendo grave.
“Escarbaban. Encontraron automóviles, los juegos Manzo, porterías, escombro, todo tipo de objetos que fueron arrastrados por el huracán”, dijo José Luis Esquivel Hernández, quien trabajó como reportero en el Periódico “ABC”.
Mencionó que el medio que ganó la cobertura fue la radio que desde la noche anterior se encontraba reportando y previniendo a la gente que con apatía escuchaba indicaciones.
“La gente no hacía caso de irse de los arroyos, la radio estaba insistiendo y andaban los reporteros para arriba y para abajo asesorando a los curiosos, pero no hacían caso”, recordó.
Héctor Benavides y Joel Sampayo se mantuvieron al pendiente de los sucesos para mantener informada a la audiencia, comentó Esquivel Hernández.
En los medios de comunicación no se dejaba de pronunciar un nombre, “Gilberto, el huracán del siglo XX”. En cada canal, estación de radio y periódico, los acontecimientos más devastadores fueron presentados. Mientras que las imágenes de hogares inundados por la tragedia, y las personas que luchaban por salvar sus vidas y sus pertenencias, marcaron un día imborrable para muchos.
La televisión local arrasó con los segmentos informativos de gran valor noticioso y muy bien logrado por los periodistas que realizaron la cobertura.
“No hay como lo visual y lo auditivo en conjunto. A nosotros nos tocó, éramos un grupo de profesionales de la noticia que trabajábamos en un medio que tenía dos años apenas y cuya política era trabajar en días festivos y descansar antes.
“Recuerdo que por tanta lluvia se comenzó a meter el agua a las bodegas donde se imprimía el periódico y aunque tuvimos la oportunidad de llevarnos la exclusiva en impresos, no se pudo repartir”, comentó Esquivel Hernández.
Aunque lograron rescatar algunos ejemplares, no consiguieron repartirlo porque no se podía andar en las calles, recordó.
Desde la tarde del 16 de septiembre, los medios de comunicación se encargaron de informar acerca de la desviación del huracán y pusieron a la población en estado de alerta.
“La cobertura que me tocó realizar fue en un arroyo de la colonia Las Torres que también se desbordó. El agua bajaba con fuerza de la Sierra de Mederos y todo eso iba inundando la zanja”, comentó.
El agua iba a dar ahí, los carros tapados flotaban por todas partes, de igual manera en la colonia Topo Chico donde estuvo haciendo la cobertura.
“Esto fue algo espectacular nunca antes visto, pero espeluznante para los que se quedaron atrapados”, explicó. “Abundaba gente con pala y pico, sacando automóviles y ayudando a encontrar lo que el agua había cubierto; nunca supimos dónde quedaron esas personas, y había muchos perdidos”.
Entre los 20 mil damnificados que concurrían los gimnasios y espacios adaptados como albergues se encontraban personas del municipio de Guadalupe, donde 20 colonias fueron evacuadas, 12 de San Nicolás de los Garza y 6 de Cadereyta.
Los afectados permanecieron en los albergues esperando su reubicación y gracias a fondos federales y estatales se logró la construcción de la colonia San Gilberto a orillas del cerro Las Mitras.
Durante la mañana del 17 de septiembre las autoridades trabajaron en conjunto para evitar más decesos y los puentes viales más concurridos permanecieron cerrados: el Miravalle, Gonzalitos, Cuauhtémoc, Zaragoza y el Azteca.
La única vía de acceso que unía las zonas norte y sur del área metropolitana era el puente Revolución.
“Yo lo que hice en la mañana fue llevarme a mi esposa y mis hijos al río y tomamos algunas fotografías. Se podía apreciar cómo quedaron los juegos Manzo que estaban ubicados ahí (río Santa Catarina), las carpas y rastros de vehículos”, puntualizó Esquivel Hernández.
Desempeño de las autoridades
El entonces procurador de Justicia, Juan Francisco Rivera, explicó que los cuatro autobuses de las líneas Estrella Blanca, Transportes Frontera, Transportes del Norte y Autobuses Chihuahuenses, desobedecieron las indicaciones por parte de Gobierno de suspender las corridas.
Aunque nunca se indagó respecto al tema, uno de los choferes mencionó en entrevista que una patrulla, con el afán de protegerlos, los desvió del puente Obispado que ya estaba inundado, al vado Santa Bárbara sin explicar el motivo de su salida desde la Central de Autobuses de Monterrey.
“Aquí se deben considerar cuestiones importantes: ¿quién permitió que los autobuses salieran, si la autoridad dio la orden de que se cancelaran todas las corridas?”, cuestionó González Soto.
Ante ese hecho, los familiares de los desparecidos no consiguieron hacer efectivos los seguros de vida, ni pólizas.
La forma de actuar del gobernador de Nuevo León, Jorge Treviño, decepcionó a los regiomontanos. Las dudas invadieron a los familiares de los desaparecidos, quienes nunca recibieron una respuesta concreta.
“El gobernador actuó muy mal, tibio, pasivo, desviando la atención con otras cosas y la gente queriendo saber”, comentó Esquivel Hernández. “Nunca dieron los datos exactos, todavía sabemos que hay muchos perdidos; los familiares todavía lloran, no tienen un acta de defunción ni la presencia de la persona, y eso causa dolor”.
Durante esa época Protección Civil tenía tres años de haber sido creada, pero sus integrantes no tenían la preparación debida ni la cantidad de socorristas necesarios ante un desastre de tal magnitud.
“No es propiamente el huracán, ni la depresión tropical la que provoca las inundaciones y los desastres, lo que causó eso es que cuando el agua cayó como cubetazo en lo alto de la montaña el agua se vacía y baja por una pendiente de más de 2 mil metros sobre el nivel del mar a una velocidad increíble que es la que provoca las tragedias, termina con puentes, desgaja montañas, acaba con carreteras”, dijo González Soto.
El periodista considera fundamental la construcción de más presas Rompepicos, por ser la manera más viable de bajar la afluencia y la velocidad del agua antes de que golpee a la ciudad.
Existe un mundo de comparación entre lo ocurrido con el huracán Gilberto y el Alex, pues aunque en ambos hubo infinidad de daños en cuanto a infraestructura, el Gilberto se caracterizó por el número de fallecidos y desaparecidos.
Los daños provocados por el Álex fueron de 26 mil millones de pesos que engloban pérdidas y reparaciones.
“La diferencia se debe a que la preparación por parte del Estado en el huracán Álex era mejor y la presa Rompepicos cumplió con su función. La ciudadanía ya no se mantuvo incrédula ante los efectos de un huracán, y acató indicaciones que durante tiempo atrás se mencionaban en los medios”, explicó.
Después del huracán
:: A raíz de esa catástrofe se creó la Asociación Gilberto, organización para enfrentar desastres naturales, presidida por Eva Gonda, que con el apoyo de recursos federales logró la reconstrucción de viviendas para los damnificados.
Las familias que perdieron sus hogares recibieron donativos por parte de Cáritas Monterrey, de organizaciones como el equipo de beisbol Astros de Houston, General Motors y la Cervecería Miller.
Un año después de recibir el apoyo por parte de las diferentes organizaciones, se les entregó a los afectados su nuevo domicilio, en las faldas del cerro Las Mitras.
Se mejoró el sistema de Protección Civil, aumentando el número de elementos y mejorando las tácticas de rescate.
Fue creada la Flama a la Solidaridad en el río Santa Catarina, en honor a los voluntarios que se unieron a las labores de rescate y a las víctimas y damnificados. La pieza fue realizada por el escultor mexicano Leonardo Nierman.
También se construyó la presa Rompepicos, con inversión de 530 millones de pesos ubicada en la zona de La Huasteca, cuando Fernando Canales Clariond era gobernador del Estado.
Construida en el 2004, la presa Rompepicos rescataría posteriormente a la zona conurbada de una catástrofe similar a la del Gilberto, con el huracán Álex en 2010.
Las enseñanzas de Gilberto
Por Emanuel Suárez
Justo el día de los festejos patrios del 15 de septiembre de 1988 Martín X. Castillo escuchó una agradable noticia: su esposa estaba a la espera de su primer hijo.
Con la sonrisa aún el rostro y la felicidad en su mirada, el entonces miembro de Bomberos Nuevo León se congregó con sus compañeros de oficio para atender cualquier incidente durante las Fiestas Mexicanas, en las que afortunadamente no tuvieron que intervenir.
La noche corría perfecta, la felicidad acompañaba en cada segundo a Castillo, quien ilusionado visualizaba al nuevo integrante de la familia en nueve meses; sin embargo, con el transcurso de las horas la alegría comenzó a “empaparse” de preocupación y no precisamente por su primogénito, sino por la entrada a Nuevo León de un huracán que no sería tan inofensivo, según los expertos.
Días atrás el pronóstico del tiempo ya advertía sobre la llegada del meteoro Gilberto, aquel que pensaban se debilitaría tan pronto pegara con la Sierra Madre Oriental, pero ninguna suposición fue asertiva.
Sus ráfagas de viento y el agua que dejó caer sobre el área metropolitana de Monterrey desde la noche del 16 de septiembre comenzaron a preocupar a las autoridades estatales y cuerpos de rescate, que a través de frecuencias radiales de aficionados en el sur del Estado dimensionaron la magnitud del fenómeno natural.
“Radioaficionados ayudaron mucho a los cuerpos de rescate a reportar la trayectoria y destrozos que dejaba el huracán Gilberto a su paso por Nuevo León”, indicó Castillo, ahora subdirector de operaciones de Protección Civil Nuevo León.
Los elementos de bomberos estatales, municipales e industriales se repartieron en las cuatro estaciones de la mancha urbana, ubicadas en San Pedro, Santa Catarina, San Nicolás y Guadalupe.
A otros se les envió a la Torre Latino en el centro de Monterrey para dar seguimiento al proceso evolutivo del meteoro, tal fue el caso de Castillo, quien formó parte de la primera área operativa de Protección Civil Estatal.
“El día 16 empezó la lluvia cerca de las seis de la mañana y de ahí ya no paró de llover. Incluso se tomó la determinación de no participar en el Desfile de la Independencia para estar atentos a las lluvias que se estaban presentando más los escurrimientos del momento”, mencionó Castillo.
“Hacíamos enlaces con todas las dependencias, y había gente de Cruz Roja, de la entonces Policía Judicial, radioaficionados y algunas otras dependencias de la zona”, agregó.
Hasta el piso 13 de la Torre Latino, que fungió como centro de operaciones durante la contingencia provocada por Gilberto, comenzaron a llegar los reportes de daños provocados por las lluvias.
“Empezaron a haber reportes sobre los servicios de gente inundada. A la mañana ya se reportaba la creciente del río Santa Catarina, los autobuses arrastrados por la corriente, las casas inundadas en los municipios, los rescates múltiples y las pérdidas humanas, como las de los miembros del grupo Cobras”, señaló el entrevistado, quien no puede evitar que su voz se corte al recordar lo vivido en septiembre de 1988.
El caos y la histeria aparecieron en la ciudadanía afectada y la impotencia en los cuerpos de rescate por no poder hacer más, ya que dada la época no se contaba con el equipo suficiente ni la preparación para afrontar una contingencia de tal magnitud.
“Fue una situación caótica: oír prácticamente gritar y llorar a los compañeros de las diferentes dependencias porque se veían impotentes de no poder hacer más de lo que ya estaban realizando y escuchar por las radiofrecuencias algunos rescates que se vivieron y que prácticamente parecían inverosímiles, fue caótico”, aseveró el rescatista.
Para septiembre de 1988 Castillo tenía siete años y medio perteneciendo a la corporación de Bomberos y había tenido la oportunidad de colaborar en otras catástrofes como el terremoto en la Ciudad de México tres años atrás. Y parecería que nada le podría asombrar ya, pero estaba equivocado.
Después de permanecer todo el día 16 en el centro de operaciones en la Torre Latino, a la mañana siguiente se dirigió al río Santa Catarina para apreciar su cauce; la escena lo dejó pasmado.
“Yo había escuchado que el río iba lleno, pero yo me lo imaginaba que simplemente de lado a lado, pero cuando lo vi me quedé impresionado de ver que iba de lado a lado, pero hasta arriba y las olas impresionantes que se generaban. Entonces entendí la desesperación de mis compañeros de todas las dependencias”, pronunció.
Gilberto llegó para derrumbar los mitos de que Nuevo León estaba protegido de los huracanes por los cerros. En 1988 los regiomontanos conocieron la furia de los meteoros y los rescatistas las semanas de trabajo ininterrumpidos, ya que no había margen para descansar.
“No hubo descanso. En Bomberos desde el día 15 estábamos acuartelados porque cubrimos el Grito de Independencia; el 16 empezó la lluvia y después pasaron los días y nos fuimos hasta el día 25 porque posteriormente vino el derrumbe del edificio de Lomas del Valle. Fueron cerca de 10 días caóticos que vivieron los cuerpos de auxilio: Cruz Roja, Cruz Verde, Bomberos y Policía”, comentó Castillo.
Aunque se trabajó con fuerza física, mental y espiritual, la furia de Gilberto, plasmada en la corriente del río Santa Catarina rebasó la capacidad de reacción de los cuerpos de auxilio, al grado de también cobrar vidas entre los cuerpos de rescate, dijo Castillo.
“De las cosas más fuertes fue escuchar a los compañeros gritar y pedir apoyo desesperadamente, pero ya inclusive había caminos cortados y no era posible que llegara más gente a las zonas porque de alguna manera ya estaban ocupados en servicios”, indicó.
“En el bulevar Díaz Ordaz una máquina de Bomberos con su personal estuvo a punto de caer al río porque se destruyó la avenida, pero no se veía por el agua”, añadió.
Las anécdotas en torno al huracán Gilberto son tan bastas como la destrucción que acarreó. Por eso Castillo aún tiene tatuadas infinidad de historias con desenlaces diversos.
“Frente a Convex estaba un señor abrazado de una portería y duró horas ahí. Le llamaron el viejito del sombrero, porque a pesar de durar horas con el agua y con el viento dicen que nunca se le cayó el sombrero hasta que vieron que lo arrastró el agua. Hay quien dice que sí lo expulsó el agua pasando el puente Zaragoza”, contó Castillo.
A pesar de la desesperación y la frustración el rescatista nunca pensó en tirar la toalla porque confiaba en lo que estaba haciendo y en el trabajo coordinado de sus compañeros.
Y es que las aguas de Gilberto también trajeron héroes, la mayoría de ellos anónimos. Recuerda que hubo compañeros bomberos y de otras dependencias que realizaron rescates insólitos.
“Actos heroicos sí supe de varios, pero quedaron en el anonimato. Mucha gente salvó a mucha gente”, señaló con voz entrecortada el rescatista, quien agregó: “Hubo un compañero que mantuvo a dos muchachas afuera del agua, pero él hundido hasta que las rescataron y sólo sacaban la cabeza de repente. Cuando también pudo salir del agua, llegó al área de dormitorio y estaba en shock”.
ENSEÑANZAS
DE GILBERTO
A pesar de la devastación y las pérdidas humanas, el rescatista de 50 años mencionó que el huracán Gilberto también dejó importantes enseñanzas: tras la tragedia se constituyó de manera formal el área operativa Protección Civil y los elementos de auxilio comenzaron a capacitarse de manera constante para enfrentar este tipo de fenómenos naturales.
Para Castillo el mayor examen se vivió hace tres años con la llegada del huracán Álex, que aunque trajo mayor cantidad de agua las pérdidas humanas fueron mínimas, gracias a que tanto rescatistas como ciudadanos aprendieron el valor de la prevención.
“La gente ya hace más caso a los medios de comunicación con los pronósticos y las medidas de precauciones que se dan. (El huracán) Álex nos demostró que aprendimos bien porque no hubo pérdidas directas”, mencionó.
A 25 años de la tragedia provocada por Gilberto, se le hace un nudo en la garganta al recordar los hechos, pero también dibuja una sonrisa en su rostro al sentir satisfacción porque reconoce que hoy ya se está mejor preparado en todo.
Actualmente labora con Protección Civil Nuevo León, en donde además de seguir en activo capacita a futuros rescatistas bajo el lema “Entramos juntos, salimos juntos”, haciendo alusión al trabajo en equipo.
Y aunque se inició en el oficio del auxilio desde los 18 años, para Castillo el servir a los demás es su vida y no piensa retirarse pronto, de hecho, se declara listo para atender cualquier contingencia meteorológica futura.