
En la colonia San Ángel Sur ubicada en las faldas del cerro de La Silla en el municipio de Monterrey, la comunidad de la Parroquia de Jesús Sacerdote, dirigida por el presbítero Alejandro Leal Alejos, realizó el tradicional Vía Crucis, recreando La Pasión de Cristo.
La representación tiene el propósito de revivir los momentos que tuvo el Galileo hacia el Cerro del Calvario, que significa: “Calavera”, lugar donde pereció, y sensibilizar a los feligreses católicos respecto a lo que vivió el nazareno.
Tras apresar a Jesús, los soldados romanos lo presentan ante Poncio Pilato, prefecto de Judea, para que éste lo juzgara. Pero después de conversar un rato con el nazareno, Pilato no encuentra ningún motivo para darle muerte y sólo lo manda azotar.
Ante un pueblo enfurecido que le pide la muerte del que se hacía llamar el Hijo de Dios, Pilato dice: “Como bien saben se aproxima la Pascua y es tradición que suelte a un reo, ¿a quién quieren que libere, a Jesús o Barrabás?
La gente enardecida gritaba que soltaran a Barrabás, el peor criminal que podía haber en ese tiempo, y pedían que al Nazareno lo crucificaran. Pilato, ante el miedo de ser acusado contra el César, máximo rey de los judíos, complace a la multitud soltando a Barrabás y ordena la crucifixión de Jesús.
Después de esto le mandan colocar una corona de espinas y comienza su camino hacia el calvario, llamado así por las piedras en forma de calavera que se encontraban en el lugar. Ya en el trayecto Jesús recibe una cruz, misma en la que fuera a entregar la vida para redimir los pecados de la humanidad.
Resignado a derramar su sangre y agotado Jesús cae por primera vez. Obligado por los soldaos a levantarse teniendo que seguir su camino, él se toma un pequeño respiro y prosigue ante la multitud.
Es en la cuarta estación donde María, su madre, rompe la fila de soldados que lo iban custodiando y se aproxima a él para abrazarlo. Con el alma destrozada, al ver cómo castigaban a su hijo, María es retirada del lecho de su primogénito.
El sol era intenso y el cansancio insoportable, por tal motivo, un hombre, al que llamaban “El Cirineo”, decide ayudar a Jesús para hacer su carga más ligera y menos dolorosa.
También una mujer valiente decide acercarse al Galileo para enjuagar su rostro, ya que lo tenía lleno de sangre y sudor, propinados por los golpes y el esfuerzo que le costaba llegar al lugar de la crucifixión.
Tal vez fueron más veces las que Jesús cayó sobre el peso de su cruz y el agotamiento de caminar cuando al mismo tiempo lo iban golpeando. Pero fue en la séptima estación donde la historia marca su segunda caída.
Posterior a eso, él retoma fuerzas para seguir su camino y consolar a un grupo de mujeres que lo seguían y que lloraban sin cesar al ver cómo trataban a ese hombre que alguna vez predicó el amor entre ellos.
El dolor no cesaba y las piernas le temblaban, tenía el cuerpo desgarrado por los golpes propinados, y es en la novena estación donde cae por tercera vez. Recibía patadas, escupitajos y un sinfín de insultos al momento en que lo levantaban para que siguiera el trayecto.
Una vez llegando al lugar llamado Gólgota, es despojado de sus vestiduras y los soldados las echan a la suerte. Jesús es clavado en la cruz en medio de dos ladrones que lo acompañaron en su recorrido y le asegura a uno de ellos que ese mismo día se encontraría en el paraíso con él.
Levanta sus ojos al cielo y grita: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, y después inclina la cabeza y expira.
La Iglesia Católica asegura que con este hecho, en el cual Dios entrega a su único hijo, la humanidad queda libre de pecado. La sangre derramada era la que lavaría las culpas de las personas.
Esta representación se lleva a cabo los viernes de la Semana Mayor en el tiempo litúrgico de Cuaresma.
Dicha semana está regida por el calendario lunar, por tal motivo las fechas no coinciden año tras año.