Hace dos años, los médicos determinaron que Edith Guadalupe Castillo requería ser intervenida quirúrgicamente para corregir su columna vertebral, ya que con el paso del tiempo su espina dorsal se doblegó a tal grado de estar oprimiendo órganos internos como intestinos y páncreas.
Esto acarreó serios problemas de salud para esta joven de 14 años, vecina de la colonia Independencia.
Pero la desviación de su órgano óseo no es producto de la casualidad. “La Flaca”, como le llama su familia de cariño, padece desde los tres meses de edad Parálisis Cerebral Espástico, deficiencia que le provoca espasmos en sus huesos y no le permitió desarrollarse como cualquier niña de su edad.
A pesar de que su madre, padre y hermana han enfrentado la discapacidad de Edith con esmero, hoy el reto que afrontan es mayor, pues la operación de su columna es un golpe que va directo a su más grande problema, el bolsillo, que está pobre y desgastado.
EN BUSCA DE AYUDA
Edith Guadalupe proviene de una familia humilde, su domicilio se ubica en la calle Francisco Zarco de la colonia Independencia. Ahí en una pequeña casa de tres cuartos y una barda de lámina vive junto a su padre, madre, hermana y dos sobrinas.
Desde que a Lupita se le diagnosticó el parálisis cerebral a los pocos meses de nacida, la familia ha tenido que sortear su costosa enfermedad a base de desvelos, malpasadas y sobre todo mucha austeridad para poder restirar lo más posible el único y corto ingreso del padre de familia, que no sobrepasa los 100 pesos diarios, vendiendo dulces en diferentes puntos de la ciudad.
Cada consulta, cada medicamento, cada alimento especial representa un desafío económico para los Castillo Cervantes, que además de las necesidades de Edith también tienen que cubrir de manera raquítica las propias.
A pesar de las adversidades, su entrega y amor por Lupita siempre lo ha hecho salir victoriosos, aunque ellos tengan que sufrir las consecuencias.
Esa misma fortaleza es la que los tiene hoy de pie, aunque estén conscientes de que un nuevo reto los espera y de gran magnitud.
Los doctores han calificado de urgente la nueva cirugía de la joven, con la que pretenden reacomodar su espina dorsal, el riesgo es mayúsculo y su costo también, ya que supera los 200 mil pesos.
“Su padecimiento hace que se desvíe su columna y va presionando parte de sus órganos, intestino, páncreas y por eso se requiere esa cirugía, sólo para corregir”, mencionó la madre.
La necesidad de esta familia es tal, que la cirugía ya ha sido reprogramada dos veces en dos años, pues no han logrado reunir el monto para intervenirla.
Y aunque han solicitado el apoyo de autoridades municipales y estatales, la ayuda sólo ha quedado en promesas.
“El cirujano me dijo que hay que tocar puertas para ver quién nos quiere apoyar, pero hasta ahorita nada. Yo creo que es porque ellos no pasan por una situación como ésta y no saben lo que es”, mencionó doña Maribel.
Pero si algo sabe vencer esta familia son precisamente las dificultades, por lo que no se han quedado sentados esperando que llegue una ayuda, sino que han salido a las calles a encontrarla.
Ese es el caso de Julia Castillo Cervantes, hermana de Edith y quien por las mañanas atiende a sus hijas y ayuda a su madre, por las tardes sale a las calles a vender comida, chucherías o simplemente “botear” para sacar algunos pesos y en la noche trabaja en una tienda de conveniencia, todo con el afán de reunir el monto de la operación.
“Para mí, mi hermana es una angelito, la queremos mucho. A mí no me da vergüenza salir a vender buñuelos, lonches, tacos, lo que sea, yo me voy a botear y juntar dinero para mi hermana”, mencionó Julia, de 23 años de edad.
La operación de Edith está programada para inicios de febrero de 2012, lamentablemente todo indica que una vez más tendrá que retrasarse ya que aún falta mucho dinero.
UN ÁNGEL EN CASA
Un 7 de septiembre doña Maribel Cervantes Romero dio a luz a Edith Guadalupe, su segunda hija, quien llegó para inundar su hogar de felicidad. Los primeros dos meses transcurrieron de manera normal, pero en el tercero todo cambió.
En diciembre, la pequeña Lupita enfermó de meningitis y aunque en un principio se desconocía la gravedad, con el paso de las horas su estado de salud se agravó. Fue en ese momento cuando doña Maribel buscó la ayuda de especialistas y llegó al hospital particular Conchita, donde en un acto de solidaridad le ofrecieron los primeros auxilios de manera gratuita, aunque no pudieron evitar que la niña sufriera un paro.
“A los tres meses le dio una meningitis, cuando pasó eso, le dieron los primeros auxilios en el hospital, de ahí me pidieron dinero para transportar a mi niña al Metropolitano porque ahí era muy caro, en La Conchita le dio a mi hija un paro, pero ellos la hicieron regresar. La ciencia de ellos y la ciencia de mi Dios que me la dejó”, dijo Cervantes Romero.
La niña fue transportada al Hospital Metropolitano en donde sufrió dos paros más. Ante la gravedad de la situación los médicos del nosocomio no dieron muchas esperanzas de vida para Edith.
“Cuando ya me la transportaron al Metropolitano me mandan hablar de trabajo social y me dicen que mi hija venía muy grave y que había que esperar a los medicamentos que se le aplicaron, pero que la niña venía muy grave y que no sabían si quiera si la niña pasaría de la noche”, dijo doña Maribel.
Los rezos se convirtieron en el único soporte para esta madre, mientras que los doctores aplicaban la ciencia con el fin salvar la vida de Lupita.
Para su fortuna, la niña sobrevivió a los embates de la enfermedad, pero tuvo que permanecer dos meses internada en el Hospital Metropolitano conectada a sondas.
“Ahí me la pasé dos meses con mi hija en el metropolitano, yo nunca me moví de ahí porque como fue pasando el tiempo, los días, me fueron diciendo ellos que había que esperar. Ella estaba en un cuarto sola porque estaba llena de sondas”, mencionó Cervantes Romero.
Tras los dos meses de hospitalización la niña fue dada de alta, no sin antes de que los especialistas arrojaran una inquietante noticia: los paros que sufrió Edith le causaron daños en el cerebro que traerían secuelas en el futuro, pero se desconocían cuáles serían en ese momento.
“Los paros le afectaron mucho el cerebro porque ella nació normal. En el hospital después de los dos meses que estuvo internada, el neuropediatra me dijo que a medida que fuera pasando el tiempo yo me iba a dar cuenta cómo habían afectado los paros el cerebro de mi hija, que yo me iba a dar cuanta de qué secuelas le iban a quedar a mi hija”, mencionó la madre.
Y así fue, tras cuatro meses de haber permanecido internada la pequeña Edith, doña Maribel comenzó a notar que su hija no tenía control de sus movimientos, no sonreía, no hablaba y no fijaba su mirada a nada, el daño de los paros respiratorios fue la parálisis cerebral.
“Sí me empecé a dar cuenta de que ella no me hablaba, no caminaba. Cerca de los nueve meses le empecé a notar su problema porque ella no tenía su control de cuello, imagina que era como una muñequita de garra con todo su cuellito caído, la miraba y ni una sonrisita, nada más me miraba”, comentó la madre.
Incluso alimentarla se había convertido en todo un desafío, pues al no poder succionar el biberón por cuenta propia, doña Maribel tenía que darle la leche con un gotero y procurar que la tomara.
Desde aquel momento nada ha cambiado, cada hora de doña Maribel está enfocada en cuerpo y alma a atender a Lupita, en su rutina no hay días libres, ni descansos.
Puede ser día, tarde, noche o madrugada, en todo momento está al pendiente de su hija, buscando que no le falte nada.
LA RUTINA
Son las 5:00 horas y doña Maribel se levanta para limpiar un poco el hogar y preparar el desayuno para la familia.
Su esposo por su parte, sienta a Edith en su silla de ruedas y comienza a darle terapias físicas.
El almuerzo está listo, la avena está sobre la mesa, el yoghurt, los frijoles, el huevo o el jamón, todo en forma de papilla para Edith.
Tras la comida llega la convivencia, ver televisión, platicar, jugar, todo actividad de madre e hija, mientras el padre sale a vender sus dulces y la hija mayor intenta colectar unos cuantos pesos.
El día transcurre y cae la noche, ha llegado la hora de dormir. Edith Guadalupe es acostada en su cama, mientras sus padres preparan la suya, que no son más que unas cobijas tendidas en el suelo.
Y aunque la incomodidad es evidente, a ellos no les molesta, finalmente saben que dormirán poco, pues durante toda la madrugada estarán atentos a cualquier movimiento de la pequeña Lupita.
Han sido 14 años de recorrer un camino lleno de obstáculos a nivel social, económico y emocional; sin embargo, nada tienen que reprochar los integrantes de la familia Castillo Cervantes, pues se siente agradecidos con Dios y la vida de permitirles cuidar de quien ellos consideran un ángel.
“Como fue pasando el tiempo fui asimilando que le doy gracias a Dios, porque fui elegida por él para cuidar un angelito. Ahorita veo que están pasando tantas cosas con niñas de su edad y digo, tal vez yo no hubiera podido superar eso y mejor me puso a este angelito. Le doy gracias a Dios que por ella he aprendido tantas cosas, y he aprendido a valorar tantas cosas por mi hija”, puntualizó la madre. v