
Por Mariel Sánchez y Miguel Ángel Arritola
Entre las casas ubicadas en la calle Anillo Eléctrico, resalta una en especial y no porque la fachada luzca elegante ni porque el recinto sea de gran tamaño.
Más bien, llama la atención por las múltiples carencias que se aprecian al exterior e interior.
Un pequeño “barandal” de madera, es la puerta que resguarda al matrimonio formado por Carlos Treviño Hernández, de 72 años de edad y Clementina Garza Durón, de 65, para quienes la Navidad es un día como cualquiera.
La pequeña morada cuenta con una barda que no pasa el metro de altura y al interior, la pareja se resguarda del frío o calor, con un techo de lámina.
Los agujeros que hay en el techo fueron cubiertos con plastilina, para evitar que las corrientes de aire invadieran su hogar.
Sus dos perros también ayudan a mantener seguros y acompañados a los residentes, en especial a doña Clementina, que espera en su casa, paciente, la llegada de su esposo.
Y es que cada día, don Carlos se levanta muy temprano, prepara su triciclo y se va a su “empleo”, el cual consiste en recorrer las calles de San Nicolás, buscando botes de plástico o latas de aluminio, para venderlas y obtener dinero para el sustento.
Aunque parece imposible, la pareja asegura que nunca les ha faltado el alimento, pues al menos frijoles y tortillas de maíz sí comen.
Para familias en su situación, las probabilidades de degustar una cena típica de Nochebuena son escasas, pues las preocupaciones y la incertidumbre opacan cualquier espíritu que pueda traer la Navidad, principalmente cuando el dinero que ingresa es insuficiente para comprar los alimentos básicos.
La angustia de los habitantes del número 224 de Anillo Eléctrico en la colonia Torres de Santo Domingo, es no saber qué van a comer y no sólo el 24 de diciembre, sino todos los días.
Mientras que miles de personas se disponían a preparar tamales, pavo, menudo, pozole, pierna mechada y lomo de cerdo, entre otras delicias culinarias de la época, los Treviño Garza hacían sus actividades diarias, sin pensar que se trataba de un día especial, pues Santa Clós dejó de llegar a su hogar desde hace muchos años.
Con la idea de llevar felicidad a un hogar donde la esperanza de celebrar la Navidad se apagó con el paso de los años, Hora Cero buscó la oportunidad de que el espíritu navideño regresara a la casa de los Treviño Garza.
Transcurría el 24 de diciembre, era un día soleado pero gélido a la vez, ya eran las 14:00 horas y cenas navideñas llegarían a tres distintos hogares, gracias a la campaña “Una Navidad Diferente”.
El recorrido inició desde Monterrey a Escobedo y luego a San Nicolás para arribar al domicilio de los Treviño Garza. Y aunque fue un largo camino, se logró la respuesta esperada.
En el domicilio, los perros guardianes ladraban a los desconocidos que estaban afuera con una gran sorpresa para la familia.
“¡Muchas gracias!”, expresó Clementina una y otra vez, pues con ese gran pavo que llegó a sus manos, no sólo tendría para cenar en Nochebuena, sino para el típico recalentado de Navidad y para compartir con sus allegados.
Y es que en años anteriores, los vecinos o familiares les compartían de las cenas que preparaban en sus hogares, pero ahora los Treviño Garza tenían cena propia.
Tratando de contener las lágrimas por el detalle, doña Clementina comenzó a planear lo que haría esa noche: esperaría a su esposo y se irían a casa de una de sus cuñadas.
“Nos llevaremos el pavo para partirlo allá, es que a veces nos quedamos aquí solos, pero hoy nos vamos a ir para allá y pues ya llevamos algo nosotros también”, comentó entusiasmada y con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Aunque el jefe de familia salió del domicilio como cada mañana, con la esperanza de recolectar y vender el plástico que adquiriera, no sabía la sorpresa que encontraría al regresar a casa: un pavo y los presentes para él y su esposa.
Para ingresar a su hogar, doña Clementina peleaba con sus mascotas, pues ellos también querían degustar el pavo que llegó a alegrarles la noche.
Fue sin duda “Una Navidad Diferente” para los Treviño Garza que aunque son personas de la Tercera Edad, la ilusión que tienen respecto a las fiestas revivió como si fueran apenas unos niños.
NIÑOS, AL FIN
Para el pequeño Juan Martin de 8 años y su hermanita Irindia de 10, esta fue una Navidad totalmente distinta.
Ellos viven con su papá, Martín Zapata, quien trabaja como soldador. Su mamá, María Aurora Sánchez, de 40 años, está en prisión por corrupción de menores. Según la versión de Zapata, la mujer drogaba a los niños para no darles de comer.
Tanto Juan Martin como Irindia gozaron de una excelente comida en La Casa del Maíz donde el propietario del lugar, Jorge Mendoza, preparó exclusivamente para ellos lo que a ambos más les gusta: pizza.
Los pequeños llegaron al lugar y lo primero que vieron fue a Santa Clós que los esperaba dispuesto a contarles cuentos y a despertar en ellos, nuevamente, el espíritu de la Navidad.
“¡Qué casa tan bonita!”, dijo el pequeño Juan Martin, mientras Irindia no dejaba de ver a Santa.
Incluso, a su llegada, la niña se sonrojó cuando uno de Los Gemelos Norteños se le acercó para darle un beso en la mejilla.
Primero, los niños escucharon atentos a Santa Clós quien les dijo que además de hermosos “son unos chicos muy cariñosos”.
“Dios los ayudará a salir adelante”, expresó.
A pregunta de Santa sobre qué esperaban para el próximo año, tanto Juan Martín como Irindia se apresuraron a decir: “Estar con mi papá…que nos cuide siempre”.
Una de las preguntas de Juan Martin para el personaje de barba blanca fue: “¿Visitas a todos los niños del mundo?”, cuestión que provocó una sonrisa de Santa.
“A todos los niños que se portan bien sí… a los que no… les mando a mis representantes para que hablen con ellos y cuando se portan bien, entonces es cuando voy a visitarlos”.
Irindia preguntó que a qué hora podía comer pizza, pero cuando supo que en la terraza de La Casa del Maíz había una piñata esperándola, no dudó un segundo en ir y dar rienda suelta a su espíritu infantil.
Después, ella, junto con su hermano menor disfrutaron de una deliciosa pizza.
“Me gustó este día porque nunca habíamos visto a Santa Clós en persona y menos habíamos comido pizza”, comentó Juan Martin.
POSADA Y PAVO
Llegar a donde habitan los Martínez Morales no es nada fácil. Viven en la colonia Génaro Vázquez, una zona de las más conflictivas de la ciudad.
La familia está compuesta por siete integrantes: Leticia Morales Medina y José Bernardo Martínez Bueno, de 40 y 51 años, respectivamente, así como sus cinco hijos Bernardo, José Iván, Dana Lizeth, Katia Leticia y José Miguel, de 13, 11, 10, 6 y 2 años, respectivamente.
Para ellos, la Navidad esta vez fue muy especial, ya que contaron con una cena que unió a la familia.
“Nosotros siempre comemos lo que Dios nos manda porque lo que cuenta es que estemos todos unidos aquí, en la casa”, dijo Leticia, quien se encarga de cuidar el hogar y a los niños.
“Esta cena de Navidad es una bendición porque a los niños les gusta comer pavo y será quizá la primera vez que lo coman”, destacó.
Leticia vio con amor cómo sus cinco hijos se ponían felices con la llegada de la cena.
Incluso, todos se reunieron en la mesa para acomodar lo que sería su cena de Nochebuena.
“Ahorita, por ejemplo, vamos a cenar, a abrir los regalos y a convivir con la familia, así son nuestras Navidades”, expresó la madre de familia.
Previo a Nochebuena, los cinco pequeños fueron invitados a comer a La Casa del Maíz donde convivieron con los cantantes Los Gemelos Norteños y Ever Ramírez.
Cuando llegaron al lugar, los pequeños, acompañados de sus papás, pasaron una tarde espléndida y en todo momento aprovecharon las instalaciones del lugar para correr, jugar y charlar también con Santa Clós.
El propietario de La Casa del Maíz les preparó bebidas de jamaica y les horneó algunas pizzas para que comieran rico.
Los niños iban felices de salir de la rutina del día.
Corrieron, jugaron, rompieron piñata, comieron pastel y también charlaron con Santa Clós.
“¿Cuánto haces hasta el cielo?”, le preguntaron a Santa con voz tierna.
“¡Uy!, es un viaje que hago con mucho amor y lo hago todos los días”, dijo papá Noel.