Vivencias personales de un fenómeno único en Monterrey.
Hace 50 años ni quién pronosticara una histórica nevada en Monterrey. La ciudad, rodeada de montañas, había vivido inundaciones feroces desde su fundación en 1596 y otras memorables como la de 1909 y una de la década de 1930 cuando se desbordó el río Santa Catarina. Pero nunca una nevada ni un temblor de tierra que cause desastres. Su clima extremoso lleva a sus habitantes a sufrir fuertes calores y fríos inclementes y, en determinadas fechas, torrenciales aguaceros. Pero las nevadas no son cosa común en esta árida tierra.
Por eso apenas se anuncia que caen fragmentos de hielo en lo alto de Chipinque y otras sierras aledañas, mucha gente de aquí corre presurosa a tomar fotografías e inclusive confunde este fenómeno de la naturaleza con los copos de nieve que son los que verdaderamente dan nombre a los sucesos que viven en temporada invernal algunas regiones de los Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón o China.
Así es que el 9 de enero de 1967 sigue latente entre quienes vivíamos en Monterrey y, al primer toque nostálgico en la memoria, soltamos todas las emociones y recuerdos que nos despierta aquella histórica nevada de ocho horas que cubrió de blanco el aspecto negruzco del asfalto con una altura de 50 centímetros, y todavía al mediodía de esa fecha el termómetro marcaba 2 grados centígrados bajo cero.
Al amanecer, sin pronóstico de por medio, los regiomontanos abrimos los ojos y nos sorprendimos de la insólita nevada. Obviamente se cancelaron las clases en todas las escuelas de Monterrey y el área metropolitana porque el manto blanco cubrió también a Guadalupe, San Nicolás, San Pedro, Escobedo, etc. Muchos trabajadores no quisieron o no pudieron llegar a sus centros laborales porque las calles estaban intransitables y la emoción hacía que niños y adultos se divirtieran haciendo los clásicos monos de nieve con bufandas de todos colores, que lucían como trofeos especiales.
Paralizada la ciudad, la vocación fotográfica surgió en quienes pudieron captar los espacios más simbólicos del centro de Monterrey, pero a las 10 de la mañana ya no había para su venta ni un solo rollo ni película de cine casero en la tradicional tienda De Llano ni en Foto del Norte o Benavides.
El fenómeno meteorológico del 9 de enero de 1967 no se ha vuelto a repetir por más que las nuevas generaciones evoquen otras nevadas, nada comparables con aquella, como la de diciembre de 1997 y una que otra en diversas fechas, porque lo que ahora se ha impuesto es el llamado “cambio climático” o “calentamiento global” pero sin ver los edificios del centro de la ciudad tapizados de un manto blanco ni otras postales navideñas, clásicas del Polo Norte o la Antártida.
Las personas que fuimos afortunadas aquel día no olvidaremos jamás la Alameda cubierta de nieve y algunos automóviles atascados o patinando en las calles vacías, como en la avenida Constitución, Pino Suárez, Cuauhtémoc, Juárez y Calzada Madero que fueron escenario para perpetuar tan bello acontecimiento en cientos de fotografías y películas en blanco y negro.
Hace 50 años ni quién imaginara este regalo tan especial para los regiomontanos, al grado de que los habitantes de la capital mexicana no lo podían creer y pedían fotografías para comprobar que en Monterrey ese 9 de enero de 1967 pasaría a la historia en las modernas bibliotecas electrónicas y sitios web de ahora.