Uno de los documentos que dan testimonio del huracán asesino es el libro Gilberto. La Huella del Huracán en Nuevo León; escrito por Abraham Nuncio, Arnulfo Vigil, Luis Lauro Garza, Sandra Arenal, Alicia Aguilera y Erick Estrada.
En este texto se recopilan testimonios y publican una serie de fotografías durante el huracán, de los destrozos y también de la reconstrucción de los daños.
Erick Estrada estuvo a cargo de la organización de las fotografías; en ese momento se armó de su cámara profesional Nikon y todos los rollos fotográficos que tenía. El fotógrafo hizo un recorrido por todo el cauce, recorrió las colonias afectadas, acudió al cañón de la Huasteca y también captó imágenes aéreas del río Santa Catarina.
Uno de las anécdotas que recuerda, dentro de todo el sufrimiento que padecían las familias fue el encontrar en una colonia alejada, una pequeña tienda que vendía sardinas de origen israelitas y enlatados de diferentes partes del mundo.
Dentro de las páginas del libro, hay algunos testimonios de funcionarios que aquí reproducimos:
:: Jorge Treviño Martínez
(entonces gobernador del Estado)
“A las tres de la mañana me habla el secretario de Gobierno y me comunica que el ojo del huracán iba a pasar directamente por Monterrey; estaba muy preocupado. Yo intenté tranquilizarlo y le dije: vamos a tomar acciones al respecto, además puede haber un error en el pronóstico. Le pregunté si sabía cómo iba el río y dijo ´muy crecido´. Le pedí que convocara al procurador, a los secretarios, a los presidentes municipales, a los directores de Policía y Tránsito y de más funcionarios relacionados con el Comité de Protección Civil que había estado sesionando la noche anterior.
“Cuando pasaron por mí, Natividad González Parás y Alberto Escamilla, la lluvia era torrencial; batallamos para transitar, las calles estaban inundadas. Al descender la Loma Larga escuchamos un golpeteo bajo el auto, como cuando se desprende el mofle, eso creímos. Pero no, era el estruendo de todo lo que arrastraba el río y el romper de las olas. El agua estaba a un metro de distancia del puente. El ruido era ensordecedor y el oleaje verdaderamente amenazador, atravesamos el puente con muchos riesgos. Estaba por llegar la cresta; se estimaba que en ese momento el río traía un gasto de cinco mil metros de agua por segundo a una velocidad de 40 kilómetros por hora. Por Constitución vimos todo el río, era impresionante; no había circulación y el caudal de la corriente era impresionante y nuestro carro era el único que se veía.
“Al llegar al Palacio de Gobierno, vimos los árboles de la Macroplaza arrancados de cuajo; ya estaban los primeros reportes. A las seis de la mañana todos tuvimos una junta, incluidos los alcaldes del área para tomar las primeras medidas de la mañana. Temprano recibimos un reporte que señalaba el paso de la cresta, ese fue el momento más crítico. Si el río llegaba a desbordarse, y ése era nuestro temor, ningún edificio podría aguantar semejante presión. No era para dejar de pensar en la posibilidad de que se inundara el centro. Con la fuerza y el caudal de la corriente, hubiera desaparecido, afortunadamente no fue así”.
::José Natividad González Parás
(entonces Secretario General de Gobierno)
“El momento más impresionante fue entre las cuatro de la mañana. El Santa Catrina era un río de color café oscuro, un río asesino, ensordecedor, con crestas de cuatro a cinco metros de alto. En el camino al Palacio de Gobierno nos encontramos con muchos árboles arrancados. Nosotros creíamos que el ciclón iba a entrar hacia las cinco de la mañana, pero a las cuatro ya iba lleno el río. Pensamos que se iba a desbordar y se inundaría el centro de la ciudad.
“Uno de los momentos más dramáticos fue cuando se ´perdió´ el huracán; en efecto, se perdió. El departamento de meteorología de la SARH hacía llegar las fotos del satélite, pero no se registraba el ojo del huracán. En esos momentos, a las cinco de la mañana, el ojo del huracán estaba chocando contra la sierra de Villa de Santiago, en los límites de Coahuila”.