Y de repente, la fantasía del taxi perfecto desapareció. El caso de Mara Fernanda Castilla Miranda, joven veracruzana secuestrada y asesinada por un chofer de la plataforma Cabify en septiembre pasado, prendió las alarmas de peligro en un servicio que parecía impecable.
La difusión masiva de los hechos en medios nacionales e internacionales evidenció lo que las redes sociales ya contaban desde meses atrás: el riesgo de viajar en autos de alquiler solicitados a través de aplicaciones como Uber y Cabify.
Y es que desde el 2016 y por medio de Facebook se dieron a conocer historias, principalmente de mujeres, que vivieron situaciones extrañas e incómodas al solicitar un taxi a Uber, la plataforma con mayor penetración en Monterrey.
En la Sultana del Norte, la ciudad a donde Uber llegó en 2015, las anécdotas se cuentan por docenas, sin que al momento hayan hecho eco en la compañía estadounidense.
Gabriela Ramírez, a quien llamaremos así para mantener su anonimato, es la protagonista de una de ellas.
El 19 de septiembre cerca de las 19:00 horas, la joven de 31 años de edad solicitó una unidad de Uber al salir de su trabajo en la zona de Valle Oriente.
La unidad demoró pocos minutos, pero desde su arribo, la actitud del chofer fue catalogada como “sospechosa” por la regiomontana, quien desde hacía más de un año usaba la aplicación.
“No avanzamos más de cinco minutos cuando me preguntó que si podía hacer una llamada. No le contestaron y empezó a mandar mensajes. Se veía muy ansioso y muy desesperado”, dijo Ramírez.
El viaje, que habitualmente le tomaba de 15 a 20 minutos, continuó, pero en el trayecto, el conductor siguió comportándose de manera extraña.
Kilómetros más adelante, una pregunta incomodó aún más su traslado: “El chico me dijo que tenía que recoger a un amigo suyo. Momentos después me volvió a preguntar que si me molestaba que lo recogiera y le dije que sí”.
“Obviamente me incomodaba, soy mujer e iba sola. Incluso, por lo mismo no me gusta pedir Uber Pool”, destacó la joven afectada.
La noticia de Mara Castilla era reciente y el miedo de que podría correr con la misma suerte se apoderó de su cabeza, aún más cuando el conductor insistía en levantar a otro joven durante el recorrido.
Al llegar a la estación Universidad del Metro, Ramírez se percató de que su conductor buscaba con impaciencia a su supuesto amigo, de quien no había dado más información.
Al sentirse insegura, decidió bajarse metros más adelante.
“Como que se intentó estacionar y buscaba a alguien con la vista. Yo entré en pánico en ese momento. Había demasiado tráfico y una patrulla, y el chico mejor siguió manejando y yo pedí que me bajara un poco más adelante”, expresó la regiomontana.
En un año de ser usuaria de Uber, Ramírez nunca había tenido inconformidad con el servicio, más allá de las normales cancelaciones o tarifas dinámicas.
Sin embargo, la experiencia del 19 de septiembre la orilló a reportar el incidente a la plataforma de Uber, sin que obtuviera la respuesta que esperaba.
“Tus comentarios no serán pasados por alto, queremos que sepas que hemos leído atentamente y con base a esto hemos dejado un reporte en el sistema informando lo que está sucediendo, de este modo nuestro equipo tendrá conocimiento de esto y se tomarán las medidas necesarias.
“Adicionalmente, quisiéramos informarte que el conductor ha sido inhabilitado para recibir futuras solicitudes tuyas, de este modo poder contactarte con conductores que te ofrezcan un servicio de calidad como el que tú y tus familiares se merecen”, fue parte de la respuesta que la joven recibió por parte de la compañía.
De igual forma, Ramírez fue “recompensada” con 50 pesos, por el incidente, lo que sus amigos y conocidos calificaron como una burla.
“Créeme que trabajamos arduamente para que este tipo de situaciones no se presenten y podamos mejorar día a día, teniendo como principal objetivo brindarte una experiencia de élite y cinco estrellas; esa que tú tanto te mereces, por lo que te hemos agregado a la cuenta MX$50.00 para que disfrutes en un próximo viaje que esperamos sea excelente”, añadió la compañía.
Pero el crédito ya no fue necesario, ya que la joven decidió eliminar la aplicación de su celular y no volver a usar más Uber.
“No se me hace que sea la forma de solucionar las cosas, creo que Uber no tiene una política apropiada para manejar esa clase de asuntos. Si fuera mi plataforma les daría seguridad a las personas y lo mínimo que pediría es que se investiguen los hechos”, dijo la afectada.
Una vez que Ramírez publicó su historia en sus redes sociales, decenas de historias parecidas se vertieron en su muro, lo que le demostró que algo estaba fallando en los servicios de taxis.
“Yo me siento súper inconforme con la aplicación porque no soy la única persona a la que le han pasado cosas. Después de que yo puse en FB eso, me llegaron comentarios de otras amigas y gente que ni conozco que les han pasado cosas similares. Por ejemplo: que piden un Uber y no es el carro. A otra amiga le tocó de que el chofer iba acompañado de otra persona, lo reportó, pero no pasó a mayores”, expresó Ramírez.
Ante la ahora desconfianza hacia Uber y Cabify, así como a los convencionales autos de alquiler, la joven ha optado por aprender a manejar y adquirir un auto.
“Durante el año que no tenía la aplicación usaba taxis tradicionales cinco veces a la semana, y también tiene muchas desventajas. Para empezar, no sabes quién es la persona, por lo menos con las aplicaciones puedes ver las placas, quién es la persona, pero con los tradicionales no sabes.
“Si tienes un problema con ellos los reportas a las bases, pero no hacen nada, además de que cobran más, tienen los taxímetros alterados, se van por otras rutas y creo que ninguno funciona.
“Ahorita estoy optando por aprender a conducir”, señaló la regiomontana.
CON FALLAS,
PERO NO LO CAMBIA
De acuerdo a lo declarado en 2015 a un diario nacional por el gerente de comunicación para Uber en Monterrey, José Eseverri, el crecimiento de la plataforma en la ciudad fue exponencial desde su llegada.
La Sultana del Norte registró una expansión semanal de 25 por ciento, lo que la convirtió en la ciudad latinoamericana con el crecimiento más acelerado de Uber.
Y la respuesta de su éxito, que aún continúa, podría estar en clientes como Samantha Fuentes, quien a pesar de asegurar que la calidad del servicio ha ido a la baja, no desinstalaría la aplicación porque es mucho mejor que la de cualquier taxi convencional.
“A pesar de todo lo sucedido, los sigo considerando una opción ligeramente más segura que los taxis tradicionales, sobre todo en la madrugada”, expresó la habitante del sur de Monterrey.
La joven de 25 años es usuaria de la plataforma desde hace casi dos años. En sus palabras, por lo regular, la calidad del transporte es buena, aunque semanas atrás vivió dos situaciones que podría calificar como extrañas o no confiables.
Hace cuatro meses, Samantha solicitó una unidad vía Uber y aunque la aplicación describió el carro que la recogería, al momento de su llegada las características no coincidían con las mostradas en la plataforma.
“Cuando me marcó para decirme que ya había llegado a la casa, salí y no vi un carro con las características que decía.
“Pasó un rato y el conductor me volvió a marcar para decir que me estaba esperando y le digo que yo igual, pero que no lo veo. Le doy mi ubicación exacta y es cuando me dice: ah ok, ya te vi.
“Cuando se acercó a mí era un carro completamente distinto. Ahorita no recuerdo que modelo me decía en la app, pero supongamos que tenía que pasar por mí un Versa y el que llegó fue Peugeot con otras placas. El punto es que se acercó y me habló por mi nombre, por eso supuse que sí era el Uber que había pedido”, señaló la regiomontana.
Aún con desconfianza, la joven se subió a la unidad, pero tan pronto cerró la puerta, le cuestionó al conductor el por qué el auto no coincidía con el que mostraba la aplicación, a lo que el chofer respondió que tuvo que sacar otro auto porque el que estaba registrado estaba “indispuesto”.
“Me dijo que el otro carro estaba indispuesto y como ocupaba trabajar había agarrado otro y que yo era la única persona que le había hecho la observación”, aseveró Samantha.
A pesar de que la situación le creó confusión, la joven continuó su viaje y llegó a su destino sin ningún contratiempo, por eso decidió no reportar.
Pero tan sólo dos semanas más tarde, volvió a vivir una situación extraña.
Samantha salía de un supermercado cerca de la colonia Contry, al sur de Monterrey y, como de costumbre, pidió un Uber.
Eran ya las 10 de la noche cuando la aplicación le mostró que el auto estaba parado justo frente a la puerta principal del comercio.
“Yo no veía el carro y le marqué al conductor para preguntarle que en dónde estaba y me dijo que justo frente a la entrada principal de Soriana Contry, pero cuando volteo lo único que vi fue taxi normal, uno común y corriente”, destacó la joven.
Y es que, en lugar de arribar en un auto como el descrito en Uber, el conductor llegó en un taxi de base color blanco y amarillo.
“Como no me acercaba, el taxista me marcó y me preguntó cómo andaba vestida. Cuando ya le dije, igual, me dijo que ya me había visto y se acercó a mí y me habló por mi nombre.
“Lo más raro es que las placas del carro y el chofer sí eran los que me aparecían, por eso me subí, pero a este la verdad no le pregunté nada de por qué traía un taxi normal o si no tenía problema de ser taxi de calle y de Uber a la vez”, expresó la regiomontana.
De igual forma, al ser trasladada a su destino sin ningún incidente, prefirió no reportar, pues los consideró incidentes menores.
“No reporté ninguno de los incidentes porque afortunadamente no me pasó nada malo y no quería lidiar con Uber por los reportes y que me fueran a dar una respuesta poco satisfactoria. Además, lo único que la plataforma habría hecho sería modificar sus alogaritmos para que no me volviera a tocar con ese conductor”, sentenció la joven.
Sin embargo, luego de la muerte de Mara ya las situaciones no parecen ser tan menores para Fuentes, quien ha optado por ser más cautelosa a la hora de abordar un taxi de plataforma.
Desde avisar a sus familiares hasta verificar que el modelo de auto, chofer y placas coincidan con lo señalado en la app.
Y aunque los hechos recientes sobre la poblana la han puesto en alerta, no considera dejar de usar la aplicación.
“La seguridad de Uber y Cabify la verdad nunca me han convencido, cualquiera con un auto puede ofrecer el servicio, y por más exámenes que se les aplaquen siempre puede haber excepciones, pero no creo dejar de usarlos, me parecen un poco más seguros que los taxis tradicionales”, puntualizó.
MAYOR PRECAUCIÓN
Para Ana Garza, a quien llamaremos así también para mantener su anonimato, dejar la plataforma Uber no es una opción, pero sí el ser más precavida antes de abordar cualquier unidad.
Y es que la mujer de 38 años y vecina del sur de Monterrey es otra de las afectadas por “la confusión” de autos a la hora de pedir el servicio, que pareciera ser una muy mala casualidad.
Apenas dos meses atrás, Ana solicitó un taxi en su domicilio de la colonia Roma, pero cuando la unidad llegó, detectó que las placas que mostraba el celular no coincidían con los del auto.
Por su parte, el aparente chofer la observaba esperando que subiera a la unidad.
Al considerarse despistada, la joven decidió volver a verificar las placas y comprobó que, en efecto, se trataba de una unidad distinta a la que debería de llegar.
Al alargarse la espera y sacar su celular para ratificar la información, el conductor emprendió la huida, una situación que se repitió tres semanas más tarde, cuando volvió a solicitar un auto y de nueva cuenta, un vehículo del mismo modelo, pero con placas distintas llegó al lugar.
Si la primera vez no abordó la unidad, en la segunda ocasión menos, por lo que el conductor no tuvo otra opción más que seguir su trayecto.
Los incidentes no fueron reportados a Uber, pero sí motivaron a que la regia aumentara sus precauciones ante de abordar un taxi de plataforma, los que se suponían eran los más seguros del mercado.
CASO MARA CASTILLA
Previo al sismo del 19 de septiembre, el caso de Mara Castilla de 19 años acaparó los medios nacionales durante el día, la tarde y la noche.
En diversas ciudades del país, miles de manifestantes salieron a las calles para protestar por la violencia contra las mujeres, expresada en el homicidio de la joven veracruzana que tenía 18 meses radicando en la capital de Puebla.
Las redes también exigieron justicia bajo las marcas #JusticiaParaMara y #NoFueTuCulpa a un gobierno que se vio presionado y capturó al presunto culpable a pocos días del homicidio.
El 8 de septiembre, Mara salió a un bar con sus compañeros y de regreso fueron detenidos por un retén policiaco.
Eran cerca de las 5 de la mañana y la joven decidió seguir su trayecto a casa en un taxi privado de la plataforma Cabify.
El último contacto de Mara fue con su hermana mayor Karen, a quien le informó que había tomado un auto rumbo a su domicilio.
Las horas pasaron y Mara nunca llegó a casa. Su hermana, al despertar, se percató que la joven no estaba en su cama y de inmediato llamó al chofer de Cabify.
La respuesta del conductor fue que la había dejado metros antes de su casa, pero la declaración no fue concisa ni para su familiar ni para la Fiscalía de Puebla, en donde se presentó a declarar de forma voluntaria.
La desaparición de la joven encendió las alertas en el estado y se viralizó de tal forma, que la presión comenzó a pesar en las autoridades.
Ante la exigencia de dar con su paradero, gobierno y ciudadanos se volcaron a buscar a Mara, siendo las cámaras de seguridad las que dieron la respuesta.
Mara había sido llevada a un motel, en donde fue abusada y asesinada para después arrojar su cuerpo a una cañada.
Una semana después de su desaparición, las autoridades poblanas encontraron el cuerpo sin vida de la joven y el responsable, Ricardo Alexis Díaz, fue trasladado a prisión.
El feminicidio de Mara no sólo activó las alertas de género en el país, también sacudió a los congresos, que no han legislado sobre el uso de taxis de plataforma, discusión que aún está congelada en varias entidades del país, como es el caso de Nuevo León.
Para la realización de este reportaje, se solicitó a Uber una entrevista, pero la petición no fue atendida.