Fundiendo metales, mezclando oro y plata, creando formas en collares, anillos o aretes, es como Sergio Guerra invierte su tiempo y su dinero.
Concentrado en el patio de su casa, el cual adaptó como taller, es donde el artista se pierde por horas, o incluso días, para crear una obra que lo dejé satisfecho, tanto a él como a sus clientes.
Asegura guiarse por la originalidad y en cada trabajo plasma emociones y experiencias vividas.
Y aunque nunca estudió algo relacionado con la fabricación de joyería, fue por medio de la observación, el gusto y su instinto de artista que ha logrado darse a conocer en el rubro, tanto, que ha fabricado piezas para diferentes figuras públicas.
Pero antes de que todo esto comenzara, cuando tenía 17 años que ingresó a la Facultad de Odontología tenía otras aspiraciones: convertirse en un cirujano-dentista.
Aunque hizo un esfuerzo por combinar ambos oficios; el arte, que le gustó desde que era un niño, y graduarse de una carrera profesional.
Sin embargo, después de estudiar por cuatro años la carrera de cirujano-dentista, decidió abandonar la universidad para dedicarse de tiempo completo a la fabricación de joyas.
A pesar de que sus padres se rehusaban a que cambiara una carrera por un oficio poco remunerable, se decidió a hacer lo que realmente le apasionaba: el arte.
Cuando era un pequeño disfrutaba de coleccionar piedras y tenía gran interés por la cultura prehispánica y precolombina.
“Desde niño me gustó el arte, por eso me convertí en artesano, pero la creación de joyas empezó cuando un amigo me mostró lo que podía hacer para obtener ingresos.
“Me di cuenta de que era en lo que mejor me podía expresar (la fabricación de joyas) y no tanto en hacer una joya tradicional, a mí no me gusta eso de hacer cosas combinables”, aseguró.
Y eso se detecta al ver su mesa de exhibición que contiene piezas como arte-objeto, no necesariamente artículos de uso personal.
Gracias a la comunión que siente por el oficio, ha logrado viajar y conocer a diferentes personas del ramo que aprecian su trabajo.
Con los viajes emprendidos alrededor de la República, conoció artesanos, vendió sus creaciones y logró tener un contacto más directo con los diferentes tipos de artesanías, desde objetos de piel, tela, barro y algo de joyería.
El oficio proveniente del sur y centro del país representó un desafío para Sergio, “ir a las tierras donde se encuentran los mejores artesanos y poner en tela de juicio mi trabajo en todos los lugares a los que iba fue un reto, pero vendí muy bien y a toda la gente le encantaba mi trabajo”, comentó.
Sergio Guerra, además de ser artesano y artista, es comerciante y busca el reconocimiento de este tipo de arte ya que no es un joyero tradicional.
Él comenzó a darle ese giro de joyería con arte, pero desafortunadamente aún es poco el auge alcanzado, pues existen personas que observan sus objetos con extrañeza.
Mientras tanto, el comerciante continúa creando e ideando nuevas piezas para quienes aprecien su trabajo, inspirándose en ocasiones en libros de antropología o revistas de diseño de interiores.
Pero cuando se trata de realizar y plasmar su idea, debe ser poco a poco, con una pieza a la vez, pues debido a la falta de equipo en su taller, se limita la producción.
“Cuando una máquina hace mil piezas no hay problema, las puedes vender en lo que quieras porque tienes mil, pero cuando haces una y para hacerla te tardas seis horas, ¿cuánto te cuesta hacer más?
“La joyería no es una necesidad, es un lujo, entonces debería costar más, pero la gente no la valora tanto todavía, y al menos aquí en esta ciudad hay muy poca gente que sí le da lugar a eso”, dijo.
Buscando el reconocimiento artístico
Recalcando la falta de apoyo para quienes se dedican a vender en las calles, comentó que el internet es para él una plataforma para mostrar su obra.
Y aunque no tiene muchas opciones para exhibir las piezas que realiza, prefiere los restaurantes o museos.
“Busco lugares donde el trabajo pueda ser visto con más detenimiento, lo ofrezco como obra artística y aparte vendo antigüedades”, añadió.
Enfocado en el arte de metal, el artesano busca que el slogan “Joyería con Arte” trabaje bajo su marca registrada Sergio Guerra, que es uno de sus proyectos inmediatos.
Pero ante una ciudad renuente a lo diferente o poco convencional, aún no obtiene el auge que requiere para salir adelante, además de la dificultad para conseguir las herramientas o materiales.
“Yo quiero que me reconozcan más como artista que como joyero, cuando me piden hacer una pieza, yo les explico que no soy joyero y no cobro como tal, sino como artista”, reiteró.
Ya que algunas de las personas cuestionan los costos de sus artículos, y al desconocer los materiales y el tipo de trabajo, les parece exorbitante.
Aunque tiene mercado de todo tipo y cuenta con artículos desde 100 pesos y llegó a vender artículos de hasta 60 mil pesos.
“Yo le he invertido a mi material, he conseguido piedras muy finas y hay cosas que a la mejor cuestan 4 mil pesos y la gente me dice que está muy caro”, comentó.
Otros de los artículos que ha vendido oscilan los 7 y 15 mil pesos, aunque lo que más vende y es prácticamente lo que le da de comer son los anillos de plata alemana de 100 y 200 pesos.
Por otra parte, también ha hecho obsequios a artistas, a personas que asegura valorar ese tipo de arte.
Trabajos para políticos y cantantes
Después de su regreso de Chiapas, donde estuvo viviendo y aprendiendo de sus colegas, hubo una persona que se interesó en su trabajo: Horacio Sáenz.
Desde una galería de arte llamada “Amadeus” ubicada en el municipio de San Pedro Garza García, Horacio contactó a Sergio, lo que lo llevó a dar a conocer sus obras en otros sectores.
“Le mostré mi trabajo y digamos que fui ‘contratado’ sin sueldo, pero a la vez yo no pagaba renta por estar ahí, porque mi trabajo era parte del folklor de su espacio”, agregó.
Con el trabajo en la galería conoció a Mauricio Fernández, ex alcalde del mencionado municipio, quien lo buscó para que le diseñara un anillo.
El anillo es el que Mauricio utiliza actualmente y es un anillo valuado en 4 millones y medio de pesos.
“Después me contactó para hacer una cantidad de obras, fue algo bien importante para mí, trabajar con piedras de esa calidad y extrañas, fue una experiencia muy grata”, mencionó.
Con la libertad de hacer un diseño a su gusto, pero a la vez conservador, utilizando la cantidad de metal que quisiera, sumado a que trabajaba para personas que conocían y valoraban su arte.
Pero además de tener la oportunidad de trabajar con Mauricio Fernández, Sergio realizó otras obras importantes.
El primero, fue un obsequio a Kalimba, a quien tuvo la oportunidad de conocer cuando visitó la ciudad de Monterrey para ofrecer un concierto, y otro a Lila Downs.
A la cantante, a quien describe como a una mujer que apoya la cultura del país, le obsequió un collar, artículo que fue apreciado por la artista quien a mitad de su concierto le dedicó una canción.
Por tal motivo Sergio asegura: “prefiero regalar objetos a personas que lo saben apreciar, que vender a quienes no reconocen el trabajo de un artista”.
Sergio, de 33 años, trabaja diariamente de lunes a viernes, creando bajo el sonido del jazz o el rock los distintos artículos que ofrecerá el fin de semana, que es cuando emprende su corto viaje rumbo a Villa de Santiago, donde lleva 15 años mostrando sus obras.
En las primeras visitas al Pueblo Mágico vendía en el suelo, después pasó a una mesa, luego a un restaurante y hoy emigró a un museo-restaurante perteneciente al anterior director de Turismo del municipio, Jorge Villarreal.
“Mi sueño es vivir bien, tener una vida digna y más como artista, yo quiero crear, volverme loco haciendo las cosas, tener muchas obras”, expresó con emoción.
Comenta que lo primordial para que el negocio tenga un ingreso fijo es la producción, y para ello se necesita inversión.
“Yo lo que necesito es a alguien que tenga el dinero, se convierta mi socio y con eso ponerme a trabajar, hacer, crear, diseñar, dirigir”, enfatizó.
Dejando en claro que para alcanzar la plenitud en lo que hace sería necesario crear diariamente artículos artísticos, sumado a la oportunidad de fabricar piezas que sean admirados por los consumidores de este arte.