Hace 15 años Hiroko Azakura llegó a suelo azteca como parte de un programa de intercambio cultural entre México y Japón. Desde ese entonces, la antropóloga de 41 años acostumbra visitar su ciudad natal cada época decembrina. Sin embargo, este año será diferente, ya que el lugar que la vio nacer y le regaló gratos momentos, hoy presenta un panorama diferente y desolador.
Hiroko, quien actualmente radica en Monterrey, es originaria de la ciudad de Sendai, capital de la prefectura de Miyagi, la zona más devastada por el terremoto y tsunami que recientemente enlutaron al país del sol naciente.
Así como ella, los cientos de japoneses que conforman la comunidad nipona en Nuevo León padecen a kilómetros de distancia la desgracia de sus connacionales.
El 11 de marzo de 2011 será recordado como el día en el que Japón vivió el terremoto más poderoso de su historia, el que desencadenó la furia del océano y tal vez una nueva tragedia nuclear.
HIROKO AZAKURA
Corrían las primeras horas del segundo viernes de marzo, cuando Hiroku Azakura se enteró de una noticia que le arrebató el aliento: su país fue sacudido, sin clemencia, por un terremoto de nueve grados en la escala de Richter y posterior a éste un gigantesco tsunami con olas de más de 10 metros de altura que borró del mapa a algunas comunidades de la costa este de la nación, resultando su ciudad natal una de las más afectadas por la furia de la naturaleza.
Aquel día Hiroko se encontraba en Puerto Rico participando en un congreso. Una noche antes, algunos compañeros le comentaron acerca de un terremoto ocurrido en Japón, pero se desconocía su intensidad.
“En la noche del jueves regresamos a la casa en donde me hospedaba con una amiga puertorriqueña. Ahí como que todavía no sabía muy bien de la magnitud del suceso. Me comentaron que había habido un terremoto en Japón, pero nada más”, mencionó.
Sin embargo, en la mañana del viernes las cosas cambiaron. El poder destructivo del terremoto ya era conocido por sus amigos, quienes temerosos no querían comunicarle a Hiroko la gravedad de la situación, aunque finalmente tuvieron que hacerlo.
“Mi amiga puertorriqueña primero preguntó a mi amiga mexicana que dónde exactamente estaba mi familia y cuando supo que en Sendai, le comentó a mi amiga mexicana la situación y ella me platicó que hubo un terremoto terrible y un tsunami en Japón y que la prefectura más afectada era Miyagi, eso fue alrededor de las 7 de la mañana”, dijo.
La noticia realmente la impactó y el recuerdo de su familia inmediatamente inundó su cabeza, sobre todo el de su padre, quien es médico de profesión y durante tres días a la semana visita las zonas costeras de la prefectura de Miyagi para dar servicio a los ancianos.
¿Qué día es hoy? Fue la primera interrogante que Hiroko formuló en su mente. Afortunadamente la respuesta la favoreció, ya que el terremoto se produjo un día después de que su papá estuviera en la costa.
“Mi padre trabaja en un hospital y en una institución de asilo, ahí da atención médica. Cuando le toca trabajar en esos lugares, se queda en una casa que tenemos en la playa. A él le toca trabajar lunes, miércoles y jueves, cuando me enteré de esta noticia lo que más me preocupó fue saber cuándo había sido este terremoto porque si hubiera sido un jueves, es muy probable que mi padre no estuviera vivo en este momento”, mencionó.
Sin embargo, la preocupación seguía estancada en su cabeza. Ahora era necesario que Hiroko tratara de entablar comunicación con su familia en Japón.
“En ese momento me traté de comunicar con mi papá, él vive solo, y luego le hablé a mi hermano mayor que vive en la misma ciudad, pero en otra casa. Pero no entraba la llamada y mientras veía las noticias en CNN en español en inglés y me conectaba en la computadora y leía algunas noticias en japonés”.
TERMINA LA AGONÍA
Hiroko no podía entablar contacto con sus familiares porque las redes de comunicación estaban saturadas. Mientras tanto, intentaba encontrar a través de las noticias algún nombre, dato o imagen que le indicara que su familia se encontraba bien, pero no fue así.
Por el contrario, las malas noticias no dejaban de fluir en torno a la catástrofe. La cifra de muertos y desaparecidos constantemente aumentaban y sumían a Hiroko en una preocupación cada vez mayor.
Del nerviosismo pasó al miedo cuando en los medios de comunicación anunciaron el hallazgo de entre 200 y 300 cadáveres en la delegación de Wakabayashi, zona en la que habita su padre. Para ella, ese fue el momento más vulnerable y en el cual se sintió morir.
“Cuando me enteré que en la delegación de Wakabayashi había encontrado entre 200 y 300 cadáveres yo ya casi estaba muerta porque justo en esa delegación vive mi papá”, indicó.
La angustia de Hiroko se prolongó por cerca de dos horas y media, lapso en el que el teléfono celular se convirtió en un abastecedor de esperanzas y desilusiones, pues aunque ella trataba con esmero de comunicarse con su familia, la respuesta era nula.
Los 150 minutos de espera fueron lo más agobiantes de su vida, pero finalmente culminaron cuando Hiroko logró contactar a su hermano, cuyas palabras dibujaron una nueva mueca en su rostro: la de la alegría, pues su familia estaba a salvo.
“Yo llamé a través de mi celular y entró la llamada al teléfono estacionario de mi hermano. Entonces, ahí yo brevemente le pregunté que cómo estaban ellos, que cómo estaba mi papá y me dijo que estaban bien, sólo que no habían luz y los celulares no funcionaban porque las líneas estaban saturadas”, relató.
Sus familiares no sufrieron los embates del tsunami, pero sí del catastrófico terremoto. Su padre, que es un adulto mayor, sobrevivió gracias a que se sostuvo de un poste metálico que se ubicaba en la terraza de su casa, y soportó el movimiento telúrico, no así su vieja casa construida con madera y papel que fue reducida a escombros.
Las horas y días siguientes se convirtieron en rutina para Hiroko, el tiempo transcurría frente a un monitor de computadora, en donde se mantenía al pendiente ante cualquier eventualidad del desastre natural.
A la par, su papá comenzó a enviarle correos electrónicos en los que le expone el número de réplicas y desastres que se continúa generando en suelo nipón, mensajes que hasta la fecha no paran de llegar.
Conforme pasaron las horas, Hiroku logró comunicarse con más familiares, entre ellos su abuela, quien apenas respondió la llamada le pronunció las dos más hermosas palabras que pudo escuchar: estoy viva.
“En la casa de mi abuela se cayeron los libreros, todas las cosas que había en la alacena. Ella ni siquiera tuvo acceso de la sala al baño, el pasillo estaba obstaculizado por objetos”, mencionó.
Los testimonios de su familia sólo comprueban el desolador paisaje que los medios de comunicación transmiten.
Tras el desastre, la vida diaria ha tenido que cambiar, la rutina ya no es la misma: no se puede ir a trabajar porque las calles están obstaculizadas, tampoco hay transporte y los alimentos comienzan a escasear.
Aunque los sobrevivientes tratan de arreglar los daños que causó el temblor en sus propiedades, esta labor es casi imposible, pues las estructuras fueron fuertemente afectadas, pero se niegan a abandonarlas; finalmente esas estructuras incompletas y atiborradas de escombros algún día llevaron el nombre de hogar.
LADO HUMANO DE LA TRAGEDIA
Para Hiroko, más allá del daño material, está la afectación mental, la ansiedad y desesperación en la que pueden caer sus connacionales.
“Estando lejos de esta tragedia me da mucha ansiedad. Entonces, las personas que están viviendo esto en su propia carne, no sé cuánto está sufriendo por ansiedad, incertidumbre, todo este estrés que genera no poder llevar a cabo su vida cotidiana. Hay muchas dificultades para todo y luego encerramiento y bombardeo de información negativa”, indicó.
Sin embargo, la desgracia también dejó ver a una sociedad japonesa unida, ordenada y humana que no escatima en ayuda cuando se trata de apoyar a sus hermanos. Prueba de ello, la llegada de pipas de agua, provenientes de otras prefecturas para amortiguar la falta del vital líquido que padece Miyagi.
Más allá de las fronteras de Japón la tragedia también pega a las comunidades niponas en otros países, como a la de México, en donde Hikoro al igual que sus compañeros han recibido gratas muestras de solidaridad.
“No sabes cuántos mensajes me han llegado de parte de mis amistades de aquí en México y otros países. Muchas personas me mandaron mensajes preguntándome que cómo estaba mi familia y ese gesto de solidaridad yo le agradezco muchísimo a mis amigos mexicanos, japoneses o personas de otras partes del mundo”, mencionó Hikoro, quien en un inicio contempló regresar a Japón tras el desastre, pero después desistió, pues sabía que sería imposible llegar a casa.
Para ella el terremoto y tsunami del 11 de marzo tienen un sabor agridulce. Por un lado, sabe que los lugares que apenas hace tres meses visitó, de ahora en adelante sólo vivirán en su memoria, pero por otro, agradece a la vida la oportunidad que le brinda al poder volver a ver a sus familiares y amigos.
SHINJI HIRAI
Hace 13 años Shinji Hirai tomó un vuelo de Japón con dirección a México para continuar estudiando y ejerciendo la antropología.
Desde aquel entonces, pocas han sido las veces que Shinji ha regresado a su país natal, pero fue apenas hace tres semanas cuando una noticia casi lo orilla a tomar la descabellada idea de regresar. El motivo: el terremoto que movió 2 metros y media la posición de la isla y desencadenó el mortal tsunami.
CONOCE LA CATÁSTROFE
Era casi la medianoche del jueves 10 de marzo cuando Shinji surfeaba por Internet buscando información que le ayudara en sus estudios cuando de repente una noticia llamó su atención: a causa de un terremoto la página de Yahoo Japón lanzaba una alerta de tsunami para la costa este de la nación; sin embargo, los movimientos de tierra son comunes en aquel país, por lo que él pensó que se trataba de “uno más”.
Aún así, decidió encender el televisor y cerciorarse de lo que estaba pasando. Fue en ese momento cuando las dimensiones de la catástrofe llegaron a sus ojos a través de un canal japonés.
“Yo estaba usando Internet y vi alerta de tsunami en la portada de Yahoo Japón, pero como hay temblores muy seguidos en Japón yo no hice caso, pero luego en un programa de televisión escuché que hubo un sismo muy fuerte en Japón, entonces me di cuenta de que era algo grave”, mencionó.
Al ver las noticias se percató de que no se trataba de un terremoto común y corriente y que sus efectos habían sido realmente destructivos.
Sin pensarlo dos veces, Shinji inmediatamente se comunicó con su familia para saber cómo se encontraban, aunque de antemano sabía que se ubicaban lejos de la zona devastada.
Por increíble que parezca, sus familiares ni siquiera estaban enterados de la tragedia, ya que ellos habitan en la prefectura de Totori, en la costa oeste de la isla.
Hasta cierto punto el desconocimiento de su familia sobre la catástrofe lo tranquilizó, eso le indicaba que todos se encontraban bien.
“Mi familia está bien. De hecho, en el centro del país vive un hermano mío que sí sintió el temblor pero no pasó más de eso”, dijo.
No obstante, el sentimiento de tristeza e impotencia aún lo rodeaban al observar cómo una parte de su país estaba sumida en la devastación, tal y como lo evidenciaban las decenas de imágenes que en tiempo real lograban transmitir las cadenas de televisión locales.
“Cuando yo estaba viendo las noticias en cuestión de minutos llegó un tsunami de casi 38 metros y murieron 200 personas, entonces yo sabía que por la magnitud del sismo, esta vez el tsunami iba a ser muy grande, entonces chequé en internet las características y chequé que las siguientes olas podían ser más grandes que las primera y entonces trataba de estar monitoreando para saber qué podía pasar en Japón”, mencionó.
Esa madrugada Shinji se fue a la cama lleno de preocupación, le inquietaba despertar y ver un panorama todavía más desalentador del que miró horas atrás y lamentablemente así fue.
“Yo pensé que sólo destruiría los pueblos costeros, pero cuando vi la ciudad de Sendai destruida me preocupé mucho”, indicó.
Por un momento, las ganas de regresar a Japón para apoyar a sus connacionales se apoderaron de este antropólogo, pero instantes más tarde se dio cuenta que de nada serviría, por lo que sólo le restaba esperar.
EVIDENCIAS DEL DESASTRE
Conforme los días avanzan, la cruda realidad sale a flote, sobrepasando cualquier filme de ciencia ficción.
La destrucción incluso tocó a Tokyo, la capital del país, en donde la población padece los desmanes provocados por el temblor.
“En Tokyo aunque no haya muertos, la gente no puede realizar actividades normales, muchos no pueden llegar a sus trabajos. Los extranjeros se están saliendo de Japón y en donde hubo explosión de la planta nuclear la gente no va a poder vivir ahí por décadas”, comentó Shinji.
Las escenas de la catástrofe hablan por sí mismas, pero no son las únicas, ya que en un hecho sin precedente el emperador Akihito de Japón reapareció, enviando en cadena nacional unas palabras alentadoras al pueblo nipón, cuyo mensaje sólo se compara, de acuerdo a Shinji al dado por el anterior emperador, Hirohito, tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
AYUDAN DESDE LEJOS
A kilómetros de distancia física, pero a sólo centímetros de manera espiritual, la comunidad japonesa en Monterrey busca aportar un granito de arena para remediar algunos de los malestares que aquejan a sus hermanos en la isla.
Por tal motivo, Shinji al igual que sus compañeros nipones están donando objetos japoneses para ofrecerlos a través de una subasta y así obtener recursos económicos.
“Un amigo nos envió la subasta que están organizando algunos paisano, residentes de aquí. Nos piden que cada quien busque cosas representativas de Japón para entregarlos a los organizadores y con eso hacer una subasta. Entonces, tanto los mexicanos como los japoneses pueden ayudar a los damnificados de esta forma”, mencionó.
El dinero que se recaude será enviado a la isla para apoyar en las labores de reconstrucción.
“Me pareció una mejor idea, mejor que simplemente que alguien done, porque así podemos incluir también a los regiomontanos”, comentó emocionado.
¿Cuántos años tardará la nación en recuperarse? Es una pregunta que Shinji y prácticamente nadie es capaz de responder, pues los daños sufridos son considerable; sin embargo, de lo que sí está seguro es de que en todo el mundo hay personas que sienten identificadas con la comunidad y cultura japonesa, por lo que no tardarán en apoyarlos, de la misma manera en la que ellos ya lo están haciendo.