
¿Cuántas personas se necesitan para sofocar un incendio forestal del tamaño de mil 500 canchas de futbol?
Más allá del número ideal, en esta temporada de fuegos campestres, los servicios de auxilio de Nuevo León cuentan con apenas una persona por cada 10 hectáreas.
Esto equivale aproximadamente a 10 canchas deportivas para cada bombero; ellos no combaten las llamas sino que tratan de controlarlas creando un perímetro de tierra donde no haya vegetación que pueda ser consumida.
Estos guerreros son en su mayoría voluntarios que, además de arriesgar su vida protegiendo la naturaleza, deben hacerlo con escasos recursos y equipo limitado.
Sin embargo, la voluntad y la disciplina los saca adelante, y en esta temporada enfrentan 42 siniestros en 6 municipios diferentes, desde Doctor Coss hasta Monterrey, incluyendo el del cerro del Topo Chico.
LA TAREA MÁS ARDUA
Sofocar incendios es uno de los trabajos más necesarios pero también más difíciles para las instituciones de auxilio, y si los siniestros se registran en la sierra o en cerros, todo empeora.
No sólo se trata de controlar el fuego, también se debe cuidar que estas catástrofes afecten lo menos posible al medio ambiente y evitar peligro a la ciudadanía.
Desde enero hasta abril Nuevo León se han registrado 42 incendios forestales, en Nuevo León, la mayoría ya controlados y sin pérdida de vidas humanas, aunque sí de animales como osos, venados y especies menores, además del daño causado a la vegetación.
La causa de estos siniestros suelen deberse a efectos naturales como la caída de rayos o el rozamiento de piedras movidas por el viento, que causan chispas y encienden los pastizales secos. Pero también ocurren por acciones humanas como tirar colillas de cigarro, basura como vidrios que actúan como lupa cuando les da el sol o bien encender fogatas donde no es permitido.
Las catástrofes ocurridas en Montemorelos, Hidalgo, Mina, Doctor Coss, Salinas Victoria y el cerro del Topo Chico afectarán el equivalente a mil 550 hectáreas, en su mayoría de matorrales y arbustos bajos.
Los principales encargados en sofocar este tipo de siniestros pertenecen a instituciones como Protección Civil y la Comisión Nacional Forestal (Conafor), y aunque también los bomberos suelen auxiliarlos, éstos se dedican más a los siniestros en zonas urbanas.
Para controlar este tipo de hechos, como en el caso de la Sierra Minas Viejas, en el municipio de Mina que comenzó el 16 de marzo, se tardó en sofocar alrededor de tres semanas, pero hay sierras en las cuales las llamas duran varios meses.
Lo más difícil para los rescatistas que trabajan en la montaña es el cansancio, la deshidratación, el sufrir torceduras debido al estado del terreno, enfrentarse con animales que bajan de la sierra y además cuidarse del fuego cuando cambia de dirección por el viento.
Para Mario Martínez, voluntario de Protección Civil del municipio de Escobedo, quien combatió el incendio en el municipio de Mina, lo complicado fue tener equipo muy limitado.
“Nosotros hicimos de camino tres horas para llegar a donde estaba el incendio, igual y con el equipo que traíamos no fue tan fácil y sí abarcó más de lo que teníamos pensando.
“El último problema que teníamos era que se necesitaba agua para terminar de apagarlo, pero no había helicópteros, todos estaban ocupados con los demás incendios. Entonces fue más complicado porque ¿qué tanta agua se puede subir caminando?”, comentó el joven de 19 años.
Algunas ocasiones, la escasa visibilidad debido al humo y los fuertes vientos hacen que los chorros de agua que sueltan los helicópteros caigan sobre los esforzados voluntarios y no en las llamas.
En cambio, para Mario Lozano, de 20 años e integrante de la misma institución, lo peor es el desgaste mental que el físico.
“Además de estar propensos a un desgaste físico, también lidiamos con el desgaste emocional, por que es mucho lo de andar en el cerro cortando árboles y no llegar a dormir en todo el día, cuidándonos de los animales, de que no nos quememos, que no te caigas… es muy cansado”.
También los voluntarios trabajan desde el terreno afectado, en donde utilizan un azadón y una pala, quitando todo aquello que pueda ser consumido por las llamas y hacen un camino que tope con la tierra para que se apague la parte que se está consumiendo.
“Lo que nosotros tratamos es evitar que el incendio avance, nosotros no podemos parar el incendio. La idea es que de aquí no avance más. Darle en la parte seca, tratar de quitar la mayoría de yerba que se pueda, para que no se extienda”, mencionó Mario.
A toda hora los voluntarios están en constantes riesgos, desde un rasguño hasta perder la vida, pero es más fuerte el amor a su profesión y hacen todo lo posible para cuidar de la vida humana y ecológica.
LABOR COORDINADA
Para combatir un incendio en las sierras de Nuevo León se requiere tener un buen equipo de trabajo y para ello las instituciones de rescate se apoyan entre sí.
“Cuando yo llego a mi turno normal, la comandante de turno nos invita a acudir al incendio forestal de Mina, entonces empieza a hacer una lista de quiénes irán. Ya estando allá se hacen equipos y de ahí vamos trabajando, pero siempre se hace todo en equipo”, relató Mario Martínez.
Además, cuando los siniestros son muy extendidos se utilizan helicópteros, que se encargan de tratar que el fuego no se expanda delimitando con agua el área afectada.
La aeronave debe tomar agua de diferentes puntos, como presas, lagunas e incluso de albercas, pero la carga con la que cuentan es limitada.
Pueden surgir peligros con la gente que esta apoyando desde el helicóptero, ya que se le pude complicar el trayecto debido al clima, con la carga de agua que traen o sufrir algún desequilibrio a la hora de combatir el fuego.
Todos los voluntarios y operativos recaen en la conclusión de que si no hacen ellos bien su trabajo nadie más lo hará.
Para que este tipo de catástrofes no ocurran es necesario saber que si se visita un espacio natural, no hay que encender fogatas en lugares prohibidos y la basura debe llevarse de regreso a la zona urbana, ya que dejarla eleva la posibilidad de un incendio forestal.
“Es impresionante todo el daño que puede causar algo tan pequeño como una colilla de cigarro o un pedazo de vidrio que alguien dejó como basura, por eso la mejor manera de ayudarnos a nosotros, los voluntarios que combatimos los incendios en la sierra, es teniendo conciencia como paseantes”, concluyó Mario Martínez.