
Hay una frase que dice: Los valientes sí tienen miedo, pero a diferencia de los cobardes, tienen la iniciativa de hacer lo que otros no. En resumidas cuentas, los héroes que vemos a diario en las calles, como Juan José Alejandro Escobedo, bombero de profesión, dan su vida sin pedir nada a cambio y merecen el debido reconocimiento por parte de la sociedad a la que protegen.
Un verdadero héroe, a diferencia de los que salen en películas, no tiene fuerza bruta, visión de rayos láser y no proviene de otro planeta. Los hombres comunes no tienen súper poderes, sin embargo, algunos poseen una cualidad mucho más importante: la valentía.
Hay personas que desinteresadamente se solidarizan para ayudar a quienes están en peligro, incluso arriesgando sus propias vidas por salvar a otros y lo hacen por vocación.
En Guadalupe, Nuevo León, vive un joven que ha decidido dedicarse de tiempo completo a la peligrosa profesión de bombero.
Se trata de Juan José Alejandro Escobedo Garza, de 21 años, quien desde niño se preocupó por defender a sus seres amados y desde temprana edad tuvo que salir a trabajar para ganarse el pan de cada día y ayudarle a su madre con los gastos del hogar.
Pasados los años, Alejandro tuvo la inquietud de saciar sus ansias de cambiar el mundo y darle un toque de adrenalina a sus días. Un día del año 2014, mientras caminaba por la calle en compañía de un amigo, se le ocurrió la idea de ser parte de Bomberos de Guadalupe, porque había un sentimiento de solidaridad que debía saciar en su corazón. “Era una tarde de marzo y mientras caminábamos por las calles de Guadalupe muy cerca del Patronato de Bomberos me dió la curiosidad de entrar a pedir informes acerca del curso, y en poco tiempo me decidí a inscribirme junto a un amigo, quien lamentablemente ya no siguió preparándose para ser bombero”, comentó.
Mientras el oriundo de Guadalupe se preparaba en la academia, al mismo tiempo cursaba la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UANL, y aunque la profesión que estaba estudiando le resultaba apasionante, tuvo que abandonarla por problemas económicos y familiares.
“Cuando dejé la Universidad pude acercarme más a Bomberos, incluso sentí que debía capacitarme en otro tipo de cursos y lo hice; estudié primeros auxilios y seguridad industrial.
“Al poco tiempo dejé la academia porque tenía que trabajar, pero como era algo que realmente disfrutaba hacer, no me quedé con los brazos cruzados y encontré otra forma de ayudar a las personas”, aseveró.
Para el año 2016, la empresa Prioridad Vital lo contrató como segurista industrial y comenzó como instructor de trabajadores de diferentes empresas.
“El segurista de una obra o proyecto se encarga de brindar plan de emergencia contra incidentes, capacita al personal y los provee de los conocimientos necesarios para evitar accidentes al realizar trabajos de altura o en espacios confinados”, apuntó.
Juan José supo que su desempeño como segurista le permitiría salvar vidas, tal vez no de la manera en que él soñaba, pero estaba satisfecho y presentía que tarde o temprano volvería a la acción.
“Nunca dejé de aprender, me capacité en cursos de primeros auxilios, búsqueda y rescate, manejo de materiales peligrosos y plan de contingencias, varios de estos cursos liderados por Protección Civil”, recordó.
Posteriormente, en el 2016, se tituló como técnico en urgencias médicas (TUM) en la Cruz Roja de Monterrey.
“Al principio no entendía por qué me llamaba la atención la cultura de la prevención de accidentes, ayudar a personas y conocer acerca de planes de contingencias. Después entendí que a eso se le llama vocación y que nací para ayudar”, recalcó.
RESCATANDO VIDAS
Uno de sus primeros acercamientos como paramédico fue durante su estancia en la Cruz Roja en el centro de Monterrey, cuando en la estación Cuauhtémoc de Metrorrey un hombre fue prensado por las escaleras eléctricas.
“La banda de la escalera se comió la mano del hombre y una mujer que se encontraba en el lugar quiso alertarnos de lo sucedido y corrió desesperadamente por las escaleras y terminó por caerse, sufriendo fuertes golpes en su cuerpo.
“Dada la situación, tuvimos que atender a ambos heridos y afortunadamente no pasó a mayores porque se actuó de manera rápida y los trasladamos para ser atendidos en un hospital”, apuntó el joven de 21 años.
Hoy en día, se encuentra cursando por segunda ocasión la Academia de Bomberos, la cual finaliza en agosto próximo.
“Voy a certificarme pronto como bombero urbano, considero que es necesario para completar mi formación y dedicarme de lleno a lo que me gusta”, expresó Juan José.
Es bien sabido que los bomberos forman parte de las instituciones civiles que viven en el olvido de la sociedad y que no reciben ayuda suficiente para subsistir. También se sabe que gran parte de sus ingresos económicos provienen de donaciones, colectas y de voluntarios que trabajan sin percibir un salario.
“La mayoría de las personas somos voluntarios. Tengo un colega que se llama Mario, a quien admiro mucho, es voluntario; Rolando Rojas y el capitán Pedro González también lo son.
“En bomberos hay quienes ya tienen planta y ganan un salario, pero para eso se necesita antigüedad como voluntario”, dijo.
Según el joven, su parte favorita del día es cuando con orgullo porta el pesado e incómodo traje amarillo que usan para sofocar los incendios.
“El equipo estructural y el bombero somos uno mismo, es como un compañero.
“El equipo consta de un pantalón y chaquetón, casco, guantes de seguridad, lentes y botas. Una herramienta indispensable en nuestra ocupación es la manguera, que está hecha de nailon (fibra resistente y elástica, de hule vulcanizado, y neopreno), de longitud de 15 metros a 30 metros”, explicó Juan José.
Las pruebas que los alumnos de la academia deben aprobar son bastante retadoras y son considerados como un filtro en el que un aprendiz prueba si es apto o no para atender llamados de auxilio.
“Mi primer examen como jefe de operaciones fue en un simulacro en el que se incendió un tejabán, y una vez que las llamas comienzan a consumir todo a su paso tienes que entrarle al ‘toro’. Tenía varios a mi mando, y lo primero que hice fue respirar y perder el miedo para distribuir los equipos. Designé personas a camiones, otros a hidrantes (agua), hice el grupo de respuesta inmediata por si alguien de nosotros quedaba atrapado en el incidente y coordiné un equipo de seguridad para desalojar el área. En situaciones de riesgo el tiempo es oro, incluso los segundos son de vida o muerte”, recordó el bombero.
Entre llamas, incertidumbre y en presencia de sus maestros, Juan José concluyó exitosamente su prueba, al sofocar el fuego que consumía el tejabán.
En la vida real las cosas son muy distintas, afuera las vidas humanas están en verdadero peligro.
“A inicios del 2018, se presentó un incendio en el parque industrial Kalos, en Santa Catarina. La prioridad más grande era rescatar a las víctimas y nuestro peor enemigo era el reloj.
“Un voluntario que vivía cerca del parque acudió a ayudar, y como no traía la vestimenta ni el calzado adecuado, el calor infernal de las llamas terminó por derretirle las botas. Es por eso que portar el uniforme completo puede salvar la vida de los elementos de rescate. Fue un incendio muy difícil de contener debido a los materiales que se encontraban dentro de la fábrica, fueron muchas horas de ardua labor y organización por parte de Protección Civil y Bomberos, quienes trabajamos en conjunto. Nunca he estado en el infierno, pero juro que era lo más parecido”, confesó.
CULTURA DE LA PREVENCION
Escobedo Garza recomienda a las personas crear conciencia acerca de los peligros que están a la vista para evitar accidentes graves.
“La gente debería tener conocimientos básicos, qué hacer en una contingencia, un incendio, cómo atacarlo, cómo sofocarlos, tener un extintor en casa, un sistema de detección de humo.
“Se debe tener bien presente que los bomberos no somos los responsables del accidente, sí podemos cambiar la situación, pero toda situación se puede evitar y eso se logra en vías de la cultura de la prevención”, aseveró.
Sin importar los riesgos que conlleva ser bombero, Juan José asegura que es algo que enorgullece a su familia, quienes lo ven como un héroe sin capa.
“Cada persona tenemos nuestros gustos y prioridades, la mayoría de los jóvenes de mi edad van a fiestas y se divierten, yo al contrario, trabajo bastante, mi prioridad es brindar mis servicios a la sociedad neolonesa.
“Sé que aún me falta mucho por vivir y muchas experiencias que pasar como persona. Este es el inicio de una vida que elegí para el resto de mis días”, finalizó.